El FMLN volvió a hacerlo. Volvió a tomarse la colonia Escalón, para espanto de sus acomodados residentes. Pero esta vez, a diferencia de noviembre de 1989, fue una toma simbólica. Sin más armas que las ilusiones y esperanzas que se aglomeraban entre la imagen del Divino Salvador del Mundo y la enseña nacional ondeante en el redondel Masferrer. Un mar de banderas rojas, un coro de gargantas eufóricas, un abrazo multitudinario de orgullo popular y deseos de cambio. El Presidente electo, recién proclamado, se dio el último baño de masas la noche del 15 de marzo. El miedo había sido derrotado y se abrían las anchas alamedas que profetizó Salvador Allende para su pueblo y los pueblos de todo el continente latinoamericano.
Valorar el significado de esta grandiosa victoria popular en todas sus dimensiones requerirá tiempo y perspectiva. Pero puede adelantarse ya un primer punteo, en forma de tesis.
1.- Es una gran victoria que cierra la transición democrática. Le da continuidad a las elecciones de 1994, las primeras en democracia, que culminaron la posguerra. Desde entonces la transición apenas había avanzado. Hoy se destrabó y el país entero da un salto de calidad. Se instaura una “normalidad democrática” con el reto de fortalecerla y cualificarla. Ha quedado atrás la transición y sus incertidumbres. Ha culminado y lo ha hecho exitosamente. Se impuso la democracia.
2.- El gran protagonista ha sido el pueblo. No el proletariado, ni las mayorías populares. El pueblo. El pueblo trabajador, desde la gente más humilde hasta clase media y profesionales, empleados públicos y del sector comercio, estudiantes y maestros, obreros y vendedores informales, militares y policías, artistas y administrativos. El pueblo, expresión multifacética y pluriclasista de la sociedad salvadoreña. La recuperación como sujeto histórico de la iniciativa, del protagonismo y de la autoconciencia de su poder, es el hecho más significativo que puede destacarse de este 15 de marzo. Determina la actual coyuntura. Determinará positivamente el próximo futuro, si es que esta vez el pueblo salvadoreño supera el estigma de ser tan sólo “llamarada de tusa”. Será determinante solamente si perdura.
3.- La victoria del FMLN ha sido noticia mundial de primera plana. Con justa razón. Es primera vez que un movimiento de liberación nacional, una guerrilla incorporada a la vida legal, gana las elecciones presidenciales. No hay precedentes en el mundo. El Salvador está, hoy de nuevo, haciendo historia. La complicada adaptación a la vida legal y electoral cuando se viene de la lucha armada y clandestina ha corrido diversa suerte en otros países. Los tupamaros son parte del Frente Amplio uruguayo, hoy en el poder, pero su presencia en él es pequeña y poco influyente. Los sandinistas recuperaron el gobierno en 2006 pero tras oscuros pactos políticos con parte de la derecha y con sólo un 39% de los votos, tras haberse cambiado la ley electoral en Nicaragua. La victoria farabundista es otra cosa. La hizo posible el reagrupamiento de toda la izquierda, que es mucho más amplia que la que está en las filas del Frente. Éste ha demostrado gran capacidad política para interpretar la realidad, entender el momento histórico, evolucionar y adaptarse al nuevo escenario.
4.- La victoria es también, desde luego y principalmente, de Mauricio Funes. Un hombre de izquierda. No militante. Se ha hecho miembro del partido por exigencias del código electoral. Durante los meses de campaña fue asumiendo cada vez más protagonismo e iniciativa. La organización de la red ciudadana “Amigos de Mauricio” resultó un acierto estratégico. El candidato ha sido el factor decisivo sobre todo hacia el final. Además ha sabido rodearse de un excelente grupo de asesores. Es algo indispensable para un gobernante. Su discurso de proclamación es una pieza de altos quilates que deja adivinar el perfil de un verdadero estadista. Puede llegar a ser un gran Presidente. Se le califica ya en Estados Unidos como “el Obama salvadoreño”.
5.- La victoria no sólo es roja. También es blanca, el color que usó el candidato y su movimiento ciudadano “Amigos de Mauricio”. Es una victoria de color blanco porque significa la metáfora de que ese color incluye a todos los demás colores. Está el rojo del Frente, pero también el amarillo del CD, el verde de los militantes auténticamente social cristianos del PDC, algo de azul de las bases pecenistas que se sintieron traicionadas por su cúpula, de los colores amarillo y rojo del FDR que prácticamente dejó solo en el estadio Cuscatlán al máximo dirigente diciendo “primero El Salvador”, en la ceremonia de cierre de la campaña arenera. Blanco y morado asimismo el triunfo, por todos los fieles cristianos que se sumaron al cambio, empujando a sus propios pastores a estar como iglesia a la altura de los tiempos.
6.- ARENA y lo que representa, son la otra cara de la moneda: la derrota. A pesar de que ahora había 400 mil electores nuevos en el padrón, no alcanzó el millón 300 mil votos que logró Saca en 2004. Con el agravante de que hace cinco años ARENA los alcanzó sola, mientras ahora sumaba al resto de la derecha: PCN, PDC y FDR. Presionó para formar ese bloque de derecha, una especie de UNO al revés, una Unión Nacional Oficialista. En realidad lo que provocó fueron fisuras en los institutos políticos que se sumaron. Las cúpulas hacían arreglos pero las bases y una parte de los dirigentes decidían otra cosa. Toda la derecha ha quedado maltrecha tras la contienda electoral. No se había preparado para una eventual derrota. El golpe es demoledor y puede causar divisiones difíciles de superar.
7.- El bloque derechista fue derrotado a pesar de la campaña, la más sucia y antiética que se recuerda. A pesar del fraude. Éste ha quedado demostrado en los hechos. El FMLN denunció preparativos de traer a centroamericanos para votar ilegalmente y de hecho se detectó a centenares de ellos. Por toda la capital han quedado marcas de colores para guiar a los motoristas extranjeros hasta los lugares de votación, como mudo testimonio del fraude. Ciudadanos se encontraron con la sorpresa de que alguien había votado ya por ellos. Se denunció la fabricación de DUI falsos y efectivamente se descubrieron en cantidades significativas. Otros advirtieron que alguien había votado usando los datos de familiares fallecidos. El fraude quedó probado. Existió.
8.- No sabemos en qué cantidades el fraude sí funcionó. Lo que se detectó quizá sólo sea la punta del iceberg. Tal vez el resultado real diste bastante del resultado oficial que dio el TSE. Es posible que la diferencia real no sea de 70 mil votos sino del doble o más. Lo importante es que la maniobra de fraude se derrotó por la vigilancia de la gente y porque ésta acudió masivamente a votar. Por eso no alcanzó a desvirtuar el resultado. Hoy no es “políticamente correcto” hablar de fraude y, sabiamente, ni Mauricio ni el FMLN insisten en ello. No obstante no hay que dejar sin respuesta a quienes dicen ahora que haber alertado de los preparativos de fraude haya sido irresponsable y que incitaba a la violencia. Quien incita a la violencia es el que hace fraude, no quien lo denuncia y trata de evitar. Hace violencia el que amenaza a sus empleados con despedirlos si no prueban que votaron por el partido oficial. Violencia la hace el funcionario que, usando su cargo, presiona y amenaza a sus subordinados para inclinar su voto. La población impuso al final su voluntad y además lo hizo de manera alegre y pacífica. Fue derrotada una derecha tramposa y fraudulenta.
9.- Del bando derrotado se salva el alcalde electo de la comuna capitalina: Norman Quijano. Ha mantenido un discurso humilde y más conciliador que el de su partido. En sintonía con el llamado del Presidente electo a concertar una relación armoniosa y de apoyo mutuo entre el poder central y el gobierno municipal. La historia ha dimensionado la importancia verdadera de su victoria electoral: no era “la joya de la corona” como insistían los medios derechistas. Conquistar la alcaldía de San Salvador más bien ha sido premio de consolación.
10.- En estas elecciones el clima político se fue intensificando hasta tal punto que, al final, todo el mundo se había quitado la careta. Nadie pudo ya ocultarse tras cualquier máscara. Todos quedamos con la faz desnuda frente al país. Columnistas, políticos, periodistas, analistas y opinadores: quedó al descubierto de qué lado está cada quien. Hay claros perdedores, con un incierto futuro político: Julio Hernández, Will Salgado, Ciro Cruz Zepeda, Rodolfo Parker… y la fórmula perdedora: Arturo Zablah y Rodrigo Ávila. Y quien la impuso.
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