lunes, 20 de agosto de 2012

GUATEMALA.- Declaracion del PSOCA sobre la reciente toma de la USAC


www.elsoca.org

POR LA INDEPENDENCIA DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE LA USAC
¡POR LA PARTICIPACION ACTIVA Y DEMOCRATICA DE LAS BASES ESTUDIANTILES!
¡NO A LA INTROMISIÓN DEL CSU EN LA TRANSFORMACIÓN DE LA AEU!
Ante la reciente toma de las instalaciones de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) por grupos estudiantiles de las facultades de Derecho, Ingeniería y Ciencias Económicas, pertenecientes a la organización Estudiantes Por La Autonomía (EPA), desde el Partido Socialista Centroamericano (PSOCA)alertamos y llamamos a reflexionar sobre lo siguiente:

1. La toma del Campus de la USAC durante 54 días en 2010 por parte de EPA marcó un hito en la evolución del movimiento estudiantil de Guatemala y Centroamérica. El acuerdo con que finalizó dicha toma generó: por un lado, una mesa de diálogo para reformar los artículos de la Ley Orgánica de la USAC, reglamento de elecciones y estatuto interno que fueron tocados por la Corte de Constitucionalidad, y para restituir los derechos estudiantiles en la elección de autoridades de las unidades académicas; y por otro lado, el inició de un proceso de organización de un Congreso de Reforma Universitaria. Ambos acuerdos han marchado dificultosamente, las autoridades universitarias permanentemente ponen obstáculos y zancadillas con tal de no realizar una Reforma Universitaria, democrática e incluyente.
La proyectada reforma a la Ley Orgánica de la USAC  se ha diluido en el tiempo, y ni siquiera los delegados de EPA saben qué ha sucedido con la misma. La organización del congreso de Reforma Universitaria ha marchado con muchas dificultades, básicamente a causa de los tropiezos que ponen el Consejo Superior Universitario (CSU), sectores conservadores de los docentes y elementos oportunistas del sindicato de trabajadores de la USAC. Todos estos sectores se resisten a perder sus privilegios y se niegan a democratizar la vida interna de la USAC.
2. Trascurridos dos años de esa toma, hemos asistido al surgimiento de una vanguardia estudiantil que se ha auto organizado, a veces en torno a ciertas asociaciones de las unidades académicas, a veces de manera independiente. Esto es sintomático de un paulatino despertar de las bases, que se ha manifestado no sólo en luchas por intereses sectoriales específicos, sino por el apoyo de esta vanguardia a luchas de otros sectores populares por sus reivindicaciones concretas.
3. El viernes 10 de agosto un grupo de estudiantes pertenecientes a la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) tomó por seis horas el campus de la USAC. La razón de esta acción fue la denuncia de algo que ya es del conocimiento general: que la máxima organización estudiantil de la universidad, la AEU, está tomada desde hace largos años por un grupo de mafiosos que introducen armas y drogas al campus y tienen intereses en toda clase de negocios en las unidades académicas. Lo novedoso fue que un grupo de esta dirigencia corrupta de la AEU, dirigido por Karlos de León, planteó la denuncia contra otro grupo, dirigido por Jorge Mario García.  La toma fue síntoma de una supuesta división entre ambos grupos de la AEU, que se recrudece en un año en que hay elecciones a la dirección de esta asociación.
4. En vista las pugnas internas en la AEU, dirigentes de EPA en las facultades de Ingeniería y Derecho, propusieron a otros grupos estudiantiles dentro de EPA tomar el campus de la USAC con el propósito principal de exigir al CSU que convoque a una Asamblea General de Estudiantes que desconozca a la actual directiva de AEU y llame a elecciones garantizando un proceso limpio y legítimo. Al interior de EPA se dio una intensa discusión sobre la conveniencia o no de esta toma, de la validez de la demanda principal y de la poca información transmitida a las bases estudiantiles sobre la problemática. Al  final, las dirigencias de EPA en ingeniería, derecho y ciencias económicas, de manera unilateral, con la clara intención de imponer su hegemonía sobre los demás grupos estudiantiles,  decidieron lanzarse el 14 de agosto a la toma de las instalaciones de la USAC, sin que existiese un acuerdo mayoritario dentro EPA. Estas actitudes unilaterales de una minoría debilitan la lucha que debemos librar contra las autoridades y contra la corrupta dirigencia de la AEU. Agregaron como demandas, la resolución del conflicto  en torno al plan de repitencia en la Facultad de Ciencias Económicas, la restitución de los derechos estudiantiles en la elección de autoridades en las unidades académicas, la realización de la Reforma Universitaria y el otorgamiento por parte del gobierno, del  5% del presupuesto general para la USAC.
Independientemente de nuestra crítica a las decisiones unilaterales, estas demandas son justas aunque parciales. Y es que mientras no participen activamente la mayoría de las organizaciones estudiantiles dentro y fuera de EPA, a través de las reuniones y asambleas democráticas, no estarán reflejadas el conjunto de las reivindicaciones estudiantiles. Sin la participación activa y consciente de la mayoría de los estudiantes el triunfo no estará garantizado.
5. El Partido Socialista Centroamericano (PSOCA) considera un craso error involucrar al CSU en las elecciones de la AEU. Bien sabemos la agenda neoliberal y de privatización velada que orienta la actuación del CSU, su vinculación con los partidos burgueses, los intereses y ambiciones personales que persiguen y su aversión y represión contra los movimientos estudiantiles progresistas independientes. La propuesta de quienes se han tomado la USAC, en el sentido que el CSU sea el árbitro supremo de las elecciones de la AEU, implica subordinar y colocar la anhelada independencia del movimiento estudiantil en bandeja de plata a los sectores más conservadores de la USAC y entregar la autonomía de este movimiento.
La democratización, independencia y rescate de la actual AEU, y de cualquier otro movimiento estudiantil, solo será posible con la participación democrática y activa de la mayoría de los estudiantes. La democratización e independencia del movimiento estudiantil de la USAC, nunca será producto de las acciones audaces de una minoría que, aunque parezca combativa, se resiste a obedecer el mandato mayoritario de las bases estudiantiles.
Es un tema importante de discusión si vale la pena recuperar el espacio de la AEU como institución estudiantil legítima desde la cual se pueden impulsar cambios relevantes, o si ya es una institución caduca que debe ser reemplazada por otra más adecuada a las necesidades del actual movimiento estudiantil. Pero esta discusión debe darse desde las bases estudiantiles mismas, mediante un proceso democrático asambleario de movilización y concientización. La intención de involucrar al CSU revela los métodos burocráticos, caudillistas y autoritarios de los líderes del sector de EPA que ha tomado la USAC, y el desprecio que en el fondo tienen por las amplias bases estudiantiles.
6. Las problemáticas del plan de repitencia, el presupuesto de la USAC y los derechos estudiantiles en la elección de autoridades, sólo tienen una solución estructural, que se dará por medio de una Reforma Universitaria. Pero no una reforma decretada desde arriba por un CSU que se opone a toda clase de transformaciones progresistas y democráticas. Pensamos que la demanda central en esta coyuntura es la agilización, a partir de las organizaciones de base, del proceso de reforma.
7. Creemos que es vital que los estudiantes de todas las unidades académicas realicen asambleas generales para decidir el futuro de la AEU y el futuro de la actual toma de la USAC, pues no fueron consultados. Los compañeros que tienen tomada la USAC deben permitir el ingreso de los estudiantes al campus universitario para realizar estas asambleas democráticas, tomando todas las previsiones del caso para evitar una contra-toma por parte de las autoridades.
8. Exhortamos a los compañeros estudiantes y docentes de todas las facultades, escuelas y centros regionales a suspender las actividades académicas mientras dure la toma y, siguiendo el ejemplo de la Escuela de Historia, a que se declaren en asamblea permanente para discutir en conjunto democráticamente estudiantes, catedráticos y trabajadores, los problemas de fondo que afectan a nuestra universidad, y las situaciones estructurales a nivel nacional que les sirven de marco. Esta sana discusión constituye una formación profesional más valiosa que cualquier lectura o investigación a que se obligue a los estudiantes mientras esté vigente la toma. Estas asambleas y actividades deben realizarse en el interior del campus, un campus bajo el control del estudiantado.
9. Denunciamos la intención del CSU de presentar una petición al Ministerio Público para que investigue a los compañeros que tienen tomada la USAC. Los funcionarios universitarios al servicio del gran capital ya empezaron a mostrar las garras y colmillos de su vocación represiva. Ante una posible intromisión de las fuerzas represivas en la USAC para desalojar, el movimiento estudiantil en su conjunto debe estar presto a defender la autonomía universitaria.

¡POR UNA REFORMA UNIVERSITARIA DEMOCRÁTICA E INCLUSIVA!
¡INSTAUREMOS ASAMBLEAS DEMOCRÁTICAS DE TODOS LOS ESTUDIANTES, DOCENTES Y TRABAJADORES UNIVERSITARIOS!

Secretariado Ejecutivo Centroamericano (SECA)
PARTIDO SOCIALISTA CENTROAMERICANO (PSOCA)
19 de Agosto de 2012

viernes, 17 de agosto de 2012

San Salvador: Presentación de Libro Chávez un hombre que anda por ahí


jueves, 16 de agosto de 2012

Del peronismo al chavismo





Marcelo Colussi

Dar a conocer estas reflexiones puede traerme más problemas que otra cosa. Más aún en un contexto pre-electoral como el que ahora vive Venezuela. De todos modos las considero imprescindibles. En definitiva, debatir críticamente con altura y honestidad buscando alternativas y soluciones a lo que se entrevé como problema es lo mejor que podemos hacer quienes aportamos desde este siempre mal definido e incómodo papel de la “intelectualidad”. Siendo quizá ampuloso, podría decir que la pretensión aquí presente no es sino la de Martín Fierro: “Y si canto de este modo / por encontrarlo oportuno / no es para mal de ninguno / sino para bien de todos”.

La derecha podrá encontrar esto como “muy pro Chávez, muy de izquierda”. Alguien de izquierda lo podrá ver quizá como “reaccionario, haciéndole el juego al imperialismo”. Y un consumado chavista (en Venezuela) o peronista (en Argentina) lo podrá juzgar como “antipopular”. Pero, insisto: esto no pretende ser más que una visión crítica de un fenómeno que, además de despertar esperanzas en todo el campo popular, al mismo tiempo también puede ser peligroso para quienes aún conservan ideales de transformación social. Una vez más, pecando de ampulosos y tomando el título de un trabajo de Ricardo Galíndez, de la organización venezolana Corriente Socialista Revolucionaria - El Topo Obrero, la idea es que “Alguien tiene que decírselo al presidente Chávez”.

Pero, ¿qué tiene que decirle? Que la historia pasa facturas. Expresado de otro modo: hacer la invitación a ver el proceso venezolano en el espejo del peronismo argentino, salvando las distancias del caso, por supuesto, pero conservando las notas definitorias.

Cuenta la historia que alguna vez venía por un camino el vehículo de Lenin, cuando de pronto llega a una bifurcación. El chofer, entonces, le pregunta al camarada presidente para dónde seguir; la respuesta fue inequívoca: “ponga la luz de giro a la izquierda y doble a la izquierda, camarada”. Instantes después llega a la misma bifurcación Ronald Reagan; preguntado por su chofer qué camino tomar, la respuesta fue igualmente contundente: “ponga la luz de giro a la derecha y, por supuesto, doble a la derecha”. Llegado a ese punto Juan Domingo Perón, ante la pregunta del chofer la salida fue “ponga la luz de giro a la izquierda y doble a la derecha”. El chavismo está haciendo eso mismo.

II

El peronismo representó una enorme transformación político-social en la Argentina de mediados del siglo XX. Sin lugar a dudas cambió la fisonomía del país, llevándolo de nación agroexportadora a potencia industrial regional, desarrollando una enorme clase obrera urbana con políticas de beneficio social inobjetables. De hecho, para la visión conservadora de la oligarquía argentina y para Washington, que para ese entonces ya manejaba los hilos de toda Latinoamérica, el peronismo resultaba una piedra en el zapato. Por eso terminaron cortando de cuajo la experiencia con un cruento golpe de Estado que intentó descabezar al movimiento popular y sindical. El exilio de Juan Domingo Perón por décadas no hizo más que engrandecer su figura de líder indiscutido y referente para las grandes masas argentinas, que siguieron siendo “peronistas”, y lo continúan siendo al día de hoy, más de medio siglo después de terminado el proyecto popular de los 40/50, momento de mayor participación de los sectores populares en la apropiación de la riqueza nacional. Hoy, siendo peronistas también, participan cada vez menos del producto nacional; en otros términos: están cada vez más pobres.

Sin ningún lugar a dudas ese movimiento (“Justicialista” en términos oficiales, pero “peronista” en los hechos, asumiendo así que la figura clave en todo ello era la presencia omnímoda del general Perón) dejó huellas indelebles en la historia argentina. Con el peronismo creció la organización popular, la participación sindical, los beneficios a las grandes masas de trabajadores. Pero había límites: el peronismo no fue una propuesta de transformación social de raíz. No tocó nunca –no pretendió hacerlo, por supuesto– la estructura económica de base: no había un proyecto de expropiación de los medios de producción, control obrero de la producción, reforma agraria, construcción de una sociedad socialista. El ideario peronista bien puede resumirse en el ejemplo del vehículo ante la bifurcación: un discurso medianamente popular (o populista), elementos de antiimperialismo, pero jamás una crítica real de la estructura económica de base con propuestas de cambio revolucionario. Utilizando un lenguaje actual podría llamársele una socialdemocracia.

Salido de escena Juan Domingo Perón, sus “herederos” entraron en una disputa interminable. ¿Quién es el verdadero heredero de ese legado peronista? “El pueblo”, como un tanto ampulosamente dijo el mismo Perón en alguna oportunidad, no. Eso no pasa de un discurso efectista, mediático. La capitalización política del enorme potencial que creó el movimiento peronista en varias décadas de dominio de la escena argentina dio lugar a controversias, duras luchas internas –muchas veces dirimidas a balazos– y ninguna participación de las grandes mayorías, a no ser con la emisión de un voto cada seis años en el famélico esquema de las democracias representativas. Hay peronismo de izquierda, incluso de vía armada, como fue la organización Montoneros en los años 70 del pasado siglo. También son peronistas grupos abiertamente fascistas, neonazis, profundamente anti-judíos y con un lenguaje anticomunista visceral. Son peronistas las burocracias sindicales de corte mafioso, ligadas a negocios cuestionables, así como también un empresariado nacional modernizante. En nombre del peronismo un personaje como Carlos Menem (“¡Síganme. No los voy a defraudar!” decía en su campaña) introdujo las reformas neoliberales más profundas de la historia Argentina, ahondando de manera monstruosa la destrucción del Estado nacional y llevando al paroxismo el capitalismo salvaje iniciado por la dictadura militar instaurada en 1976. ¿Qué dejó el peronismo entonces? Las últimas administraciones de los esposos Kirchner han sido peronistas, y sin la virulencia explícita de las medidas neoliberales de años atrás, continúan con un proceso de polarización social empobreciendo más a los pobres, enriqueciendo más a los ricos y aceptando sin críticas el papel de monoproductor sojero que los grandes poderes mundiales asignaron al país para los próximos años en su inserción en un mundo global, más allá de mantener un discurso con tinte social. De hecho, la actual presidente peronista Cristina Fernández habla explícitamente de un “capitalismo serio” (¿cuál será el contrario?), mientras el descenso de vida de las grandes mayorías continúa sin parar.

En definitiva, el peronismo fue un muy intenso proceso político-social que abrió expectativas de cambio, pero que por sus límites ideológicos no pudo pasar de ser un huracán que, considerado históricamente, no cambió nada en la estructura de base. Sin dudas que la historia reciente de Argentina no puede entenderse por fuera del peronismo, pero eso en sí mismo no dice mucho en relación a los ideales de transformación. El capitalismo salvaje está ahí, más allá del discurso reformista que pueda alentar.

III

Terminada la experiencia de socialismo soviético y derrumbado el muro de Berlín, para la década de los 90 del pasado siglo se produjo un enorme retroceso en el campo popular a nivel global. Se perdieron conquistas sociales conseguidas con esfuerzo en décadas de lucha, el capital avanzó triunfante sobre los trabajadores, las condiciones de vida de las grandes masas del planeta se empeoraron y la globalización financiera fue abriendo un nuevo escenario donde parecía que ya no quedaba lugar para la esperanza de transformación, de un mundo no-capitalista. El descenso en las luchas populares fue enorme. En medio de ese mar de desconcierto y desesperanza apareció un movimiento renovador: la Revolución Bolivariana de Venezuela.

En realidad surgió más como sorpresa para propios y extraños, como rebelión palaciega proviniendo de la casa de gobierno, desde arriba hacia el pueblo, que como genuino proceso popular desde abajo. Pero ello no impidió que rápidamente fuera tomando aceptación masiva, y cuando la derecha –local e internacional– intentó sacarla de en medio, fue justamente la espontánea y masiva movilización de las masas populares la que la defendió a capa y espada. En pocos años el proceso abierto por el presidente Hugo Chávez fue consolidándose como una nueva opción de izquierda. Con un programa de gobierno amplio, difuso, contradictorio en cierta forma, apoyándose en el Che Guevara así como en la Biblia, se comenzó a hablar de socialismo del siglo XXI como una forma de superar los errores del socialismo real, burocrático y autoritario conocido hasta la fecha. Las esperanzas estaban de regreso. El campo popular y la mayor parte de la izquierda del mundo saludaron este movimiento como una buena noticia.

Sin dudas, igual que el peronismo en su momento, las mejoras sociales se dejaron sentir rápidamente. Sin plantearse como un proyecto de transformación revolucionaria –el socialismo del siglo XXI sabe lo que no quiere ser, pero no tiene un programa concreto que lo defina– fueron apareciendo beneficios para la población que llevaron el proceso bolivariano a una aceptación muy grande, con alrededor de un 60% de la población venezolana siguiéndolo con pasión. Esos beneficios eran, en realidad, el resultado de una más justa repartición de la histórica renta petrolera del país. Todo el proceso comenzó a girar en torno a la figura cada vez más omnipresente de Chávez.

14 años después de iniciada la Revolución Bolivariana, el proceso en curso abre muchos interrogantes. En realidad no hay un ideario socialista genuino, ni del siglo XXI ni de ningún tipo. Es cierto que se han dado importantes mejoras en las condiciones de vida de la gran masa de venezolanos, pero siempre desde una óptica socialdemocrática y reformista. La propiedad privada de los grandes grupos de poder, nacionales y multinacionales, no se ha tocado, ni nada indica que se vaya a tocar. No ha habido proceso de reforma agraria. El capital financiero hace sus negocios tranquilamente, y luego de unos años de relativa bonanza para las mayorías populares, las condiciones generales de vida no siguen mejorando porque la acumulación capitalista las frena. En forma creciente la participación de los sectores más desposeídos en la renta nacional baja, en tanto los sectores económicamente más poderosos, en cuenta el sector financiero, se tornan más beneficiados. La producción nacional no se ha diversificado, siendo excesivamente grande la dependencia de las importaciones (70% de los alimentos, por ejemplo). Se llegó a hablar, incluso, de “socialismo petrolero”. Sabiendo que los procesos de transformación del Estado en una revolución socialista nunca son fáciles (el siglo XX dio varios y ricos ejemplos), en Venezuela, después de 14 años, no hay una clara ideología socialista que vaya barriendo con los vicios y prácticas culturales del capitalismo. Por el contrario, la corrupción y el autoritarismo siguen estando a la orden del día. En muy buena medida el Estado petrolero sigue siendo un botín para sectores que, amparados en un discurso chavista vacío, no se dedican sino a hacer negocio.

Todo el proceso depende exclusivamente de la figura del comandante, lo cual es una debilidad tremenda. No hay opciones de recambio; no se ha construido un verdadero y genuino poder popular de base. Si faltara Chávez todo indica –aunque nadie lo reconozca en voz alta– que el proceso muy probablemente se vendría abajo (¿castillo de naipes?). Distinto a lo que sucedió en Cuba, donde salió de escena la figura carismática de Fidel Castro y pese a ello la revolución socialista siguió incólume, en el actual proceso venezolano todo indica que ello no sería así. Quizá en las próximas elecciones vuelva a triunfar Chávez con todo su aparato electoral; pero eso debe abrir importantes cuestionamientos. Siempre “se está yendo hacia el socialismo”, pero parece que nunca se llega. ¿Cuánto faltará? ¿Se llegará alguna vez? Los marcos de la democracia representativa son una camisa de fuerza para transformaciones profundas en la estructura de poder. Más allá que la derecha presente la Revolución Bolivariana como un “demonio comunista”, la realidad indica que, igual que el peronismo en sus mejores momentos, no se va más allá de un planteamiento reformista.

IV

Si bien los momentos históricos del peronismo y del chavismo son distintos, hay muchos factores comunes que pueden permitir vincularlos. En ambos casos todo el proceso político-social-cultural en juego se vertebra en torno a la figura exclusiva del conductor. Sin caer en la simplificada y maniquea visión de la derecha que ve en ellos “autócratas peligrosos”, lo cierto es que esa estructura denota, básicamente, una debilidad estructural. Un proceso político de transformación profunda no puede asentar sólo en las espaldas de un líder. Eso no es revolución popular. Un líder puede ser importante, imprescindible incluso; en muchos casos la posibilidad de un proceso masivo asienta en la presencia de un conductor que puede llevar la dirección correcta. Ese es un proceso que hay que entender, inclusive, en clave de Psicología Social. Pero la edificación política de una nueva sociedad derrumbando viejos esquemas muestra sus límites cuando todo depende de una única cabeza. Eso es lo más contrario a la idea de revolución socialista. Un genuino pensamiento revolucionario no puede aceptar la idolatría de un mito, el culto a la personalidad. Y, aunque no lo vayan a aceptar nunca sus seguidores, eso es lo que ha sucedido tanto en Argentina como en Venezuela. Es más: en la Venezuela actual con una elección presidencial a la vuelta de la esquina, podría parecer inadecuado decir esto justo en este momento. Pero ¿y la autocrítica? ¿Debemos seguir dejando las cosas importantes en nombre de las urgencias?

La izquierda argentina no estuvo con el peronismo en el momento de su explosión popular en la década del 40-50 del siglo pasado. Por eso mismo fue considerada –al menos desde las filas peronistas– como “antipopular, reaccionaria, gorila”. Esto no quita, por supuesto, el análisis crítico del papel que jugó esa izquierda, que no fue el de promover el avance popular precisamente; en Argentina la izquierda no apoyó nunca al peronismo. Algo distinto sucede en la Venezuela actual: la izquierda, en términos generales, apoyó el surgimiento del movimiento bolivariano y se ha sumado al proceso. Pero, al igual que lo sucedido en la historia del peronismo, al surgir voces críticas al chavismo provenientes de genuinos planteamientos de izquierda, se corre el riesgo de ser consideradas –desde el chavismo, claro está– como reaccionarias y haciendo el juego a la derecha. Y ahí radica un problema mayúsculo. La fuerza pasional de estos movimientos es tan grande que divide las aguas irremediablemente en “seguidores” y “enemigos”. La construcción de alternativas a los modelos sociales vigentes es algo infinitamente más compleja que “amor” u “odio” por el líder. Pero en esas dicotomías sin salida cayeron ambos movimientos: “o están conmigo o están con el imperio”, llegó a decir Chávez. Eso puede ser tan cuestionable (¿peligroso?) como aquel “¡Viva el cáncer!” pintado con odio visceral en alguna pared de Buenos Aires cuando la enfermedad mortal de Eva Duarte.

Sin dudas la movilización masiva de tantas voluntades es algo que inquieta a la derecha, a las posiciones conservadoras, a todo aquel que teme a los pueblos en movimiento. Por eso ambos procesos despertaron inmediatamente grandes temores en las clases dirigentes. Si bien ninguno de ambos –más allá de declaraciones más pirotécnicas que reales: “socialismo nacional” pudo llegar a decir el peronismo, “socialismo del siglo XXI” el chavismo– se planteó como verdadero proceso de transformación radical del modelo social vigente, los dos fueron vistos como potenciales enemigos de clase para los sectores dominantes. Lo curioso es que en los dos se dieron procesos ambiguos, confusos, “perversos” si se lo quiere ver de otro modo (luz de giro para un lado doblando en realidad hacia el otro): con discursos que llaman a la movilización popular, permitieron al mismo tiempo la continuidad del sistema capitalista, y más aún, el surgimiento de empresariados afines: burguesía nacional industrial en Argentina, empresas bolivarianas en Venezuela. Pero más allá de retruécanos y crípticos juegos de palabra, el capitalismo es capitalismo, no importa de qué siglo, y es siempre capitalismo, no importa si “serio” o poco serio. La explotación del trabajo de los verdaderos productores de riqueza, los trabajadores, siguió inalterable.

Buenos, regulares o malos programas de asistencia social pueden ser útiles en algún momento, pero no cambian la situación de base. Y si bien para posiciones conservadoras ver las plazas llena de “cabecitas negras” o “tierrúos” felices y contentos por ser tenidos en cuenta puede producir escozor, lo que cuenta en términos políticos finalmente es el lugar real de esas masas en la estructura socioeconómica. Una cosa es la plaza llena de gente vitoreando al líder (que es lo que pasó en ambos movimientos); otra es el control obrero y campesino de la producción, las asambleas de base, las milicias populares armadas.

V

Ambos procesos, en su momento, significaron grandes posibilidades para iniciar procesos profundos de cambio social. El peronismo, sin dudas, transformó la historia de Argentina. Pero al día de hoy, muchas décadas después de esa explosión popular que barrió la sociedad argentina a mediados del siglo XX, su influencia como fermento transformador es absolutamente inexistente. Se podría preguntar si se perdió una gran oportunidad histórica para cambiar el país y caminar hacia una sociedad más justa. La respuesta no es fácil; en realidad, el movimiento justicialista daba para todo: para desarrollar un empresariado nacional con aspiraciones de potencia regional (Argentina, por décadas, jugó el papel de potencia en Latinoamérica, con una considerable producción industrial), para cobijar grupos pro nazis visceralmente anticomunistas, para alzar planteos de tinte socializante y antiimperialista, para desplegar negocios mafiosos a la sombra de la estructura estatal. Qué habrá tenido en su cabeza Juan Domingo Perón es difícil de decir. Y el solo hecho de plantearlo así ya marca un límite insalvable: ¿acaso todo el proceso político-social en Argentina dependía de lo que pensaba el líder? Los procesos políticos de cambio tienen que incluir a las mayorías como actor efectivo, no sólo para llenar plazas. Confiar ciegamente en un líder no es, precisamente, el fomento de la mejor ética posible.

La Argentina, años después de haberse visto dividida tajantemente entre peronistas y antiperonistas, retrocedió en términos socioeconómicos. De ser la primera economía regional con una producción que representaba el 50% del producto interno bruto de Latinoamérica para la década de los 60 del pasado siglo, hoy es la cuarta economía, viviendo un proceso de pauperización que no para, habiendo perdido la gran mayoría de los logros sociales obtenidos en años de lucha. Y lo más dramático: mucho de ese retroceso se hizo también en el marco de administraciones peronistas. Decir que “eso no era peronismo” es, también, un juego de palabras. ¿Qué fue (o es) el peronismo entonces? El paso a la revolución socialista, al poder popular, a la sustantiva mejora de las condiciones de vida de la población, parece que no. ¿Un partido más que entra en el juego de la democracia representativa? Quizá eso, y no más. Hoy, en el contexto actual de descenso de las luchas populares, de pavorosa presencia neoliberal y achicamiento de los Estados nacionales, podría llegar a decirse que es… “¿lo menos malo?”.

Difícil precisar qué es lo “menos malo”, pero si así fuera (cosa que no aseguramos, por supuesto, y que nos llevaría por otros derroteros igualmente complejos, o quizá más complejos aún), eso no hace más que marcar el retroceso fenomenal que ha tenido el campo popular. ¿Apoyar lo menos malo? Triste, patético, bochornoso. ¿Ese podría ser acaso el programa de acción de un auténtico planteamiento socialista de transformación social? Por supuesto que no.

¿Qué es –y qué podrá terminar siendo– el chavismo? ¿También lo “menos malo” dentro del panorama político de Venezuela? Una vez más: ¡terrible, patético! ¿Cultura de la resignación entonces?

Definitivamente las ideas de cambio social por vía revolucionaria, con el pueblo en la calle movilizado –caso Rusia, China, Cuba o Nicaragua en sus respectivos momentos– hoy parecieran haber salido de escena. A nadie se le ocurre plantearlas. Es más: parecen rémoras de un pasado remoto, lejano, ido para no volver. En todo caso, las izquierdas –en muy buena medida al menos– están dedicadas hoy a las prácticas electorales. Sin quitarles a esa instancia su relativa importancia como un posible frente más de lucha, todo indica que la vía electoral dentro de los estrechos marcos de las democracias formales no lleva muy lejos. Experiencias al respecto sobran. ¿Pretenderá la Revolución Bolivariana cambiar las estructuras de base de esa manera? Si la apuesta es sí, parece que las cosas no van muy viento en popa, pues se pueden ganar elecciones, pero dentro de esos marcos hay límites insalvables para construir alternativas novedosas. “Es una locura hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”, nos enseñó Einstein. Por cierto: no se equivocaba.

En el momento político actual, a muy pocos meses de las elecciones, levantar críticas en relación al proceso venezolano podría entenderse como peligroso, no pertinente. Más aún, no faltará quien diga que eso es “antirrevolucionario, hacerle el juego a la derecha y al imperialismo”. ¡Una traición a la causa! en definitiva. Sería, según cierto criterio al menos, “darle servida a la derecha una posible derrota”. Sin embargo, valen aquí más que nunca las palabras de una genuina revolucionaria como Rosa Luxemburgo cuando decía que una revolución es como una locomotora cuesta arriba: mientras el motor siga funcionando, aunque sea con esfuerzo, avanza. Pero en el momento en que el motor se detiene, irremediablemente comienza a descender. Y la única posibilidad real de seguir construyendo alternativas en un proceso revolucionario es siendo autocrítico, avanzando hacia adelante. El “¡Ordene mi comandante!” no puede servir para esto.

Es probable que el chavismo (que no es lo mismo que la revolución socialista) vuelva a triunfar en octubre. Todo indica que, de hacerlo, se seguirá manteniendo el histórico 60% de adeptos contra el 40% de antichavistas. Saludamos ese posible triunfo, y eso sin dudas mantiene la posibilidad de seguir haciendo avanzar la locomotora. Pero viendo que ese avance es demasiado lento, que no llega nunca, que llega muy mediatizado, con tremendos problemas –no sólo por los ataques reales de una derecha conservadora y profundamente antipopular–, que a 14 años de iniciado el proceso hacia el socialismo no se pasa de declamaciones, en tanto el gran capital sigue haciendo felizmente sus negocios, se hace necesaria una genuina visión autocrítica. ¿Todo depende sólo del ataque del imperialismo?

La Revolución Bolivariana aún puede ser una esperanza para el campo popular, para los venezolanos por supuesto, y para todos los que quieran/puedan mirar ahí un ejemplo a seguir. Por eso mismo, para rescatar ese espíritu revolucionario que por allí aún puede andar, es necesario no dejar de mirarse en el espejo del peronismo argentino. ¿Para dónde va la revolución en Venezuela: para el poder popular o para las maletas cargadas de dólares pasadas de contrabando? ¿Para dónde camina el proceso: hacia la profundización de ideales socialistas –que no tienen calificativo de siglo: XIX, XX o XXI, no importa– o hacia un “capitalismo serio”? (empresas bolivarianas, boliburguesía). ¿Es realmente esperanzador aceptar la postura de “lo menos malo”? Pensar que los líderes (Perón o Chávez) son los super héroes infalibles y los atrasos en la construcción del paraíso se deben a sus entornos obstaculizantes, corruptos y malignos es, cuanto menos, ingenuo.

Si es cierto que la historia debe servir para aprender de ella y no repetir errores, sería muy pertinente mirarse en el espejo del peronismo argentino: mirar la movilización popular que rescató a Juan Domingo Perón en aquel heroico octubre de 1945, similar al ferviente abril de 2002 en Caracas y la movilización que evitó el golpe de Estado, pero no en los políticos “profesionales” que hicieron una acto de fe aquello de “de la casa al trabajo y del trabajo a su casa”. Si el peronismo tuvo algo de revolucionario, fue por el llamado a la movilización de los “descamisados”, por los “cabecitas negras” tomándose las plazas, así como en Venezuela el chavismo significa que el país “ahora es de todos”, por lo que las fuerzas conservadoras tiemblan, porque con eso huelen revolución. Pero cuidado: el peronismo pudo terminar avalando el “capitalismo serio”. ¿En eso terminarán las “empresas bolivarianas”? No dejemos nunca de tener presente el relato con el que empezó este escrito: ¿para dónde ponemos la luz de giro y para dónde giramos realmente?

miércoles, 15 de agosto de 2012

GUATEMALA.- Posición de EPA-Historia sobre la actual toma de la USAC


Ante los sucesos acaecidos dentro de la Cuidad Universitaria,


EPA-Historia manifiesta a la comunidad  San Carlista y al Pueblo de Guatemala:
Que durante las tomas realizadas en el 2010, nosotras y nosotros como estudiantes conscientes de la problemática universitaria, impulsamos a través de los acuerdos firmados entre Estudiantes por la Autonomía (EPA) y el Consejo Superior Universitario (CSU), que se lograra conformar una mesa de trabajo para iniciar el Proceso de Reforma Universitaria, el cual arrancaría con una Comisión Multisectorial que estaría a cargo de realizar la metodología y bases de dicho proceso.
Inicialmente, esta Comisión estuvo formada por 54 sectores, que trabajarían junto con el Consejo Superior Universitario y EPA, para tratar de unificar a todos los actores que hacen vida en la comunidad universitaria para que se involucren en la construcción inicial de la Reforma. Lastimosamente este proceso ha sido difícil, pues el Consejo Superior Universitario no ha tenido el interés ni la voluntad política para promoverlo y ha intentado en muchas oportunidades desarticular esta comisión y acabar con el trabajo que hasta ahora se ha logrado construir para poder iniciar el proceso de reforma y convocar a la comunidad universitaria para su participación plena. 
Esto nos ha demostrado que para impulsar los cambios en la Universidad, es impostergable  transformar las estructuras que sostienen y mantienen la crisis dentro de nuestra casa de estudios; que no únicamente han afectado lo académico, sino también las representaciones estudiantiles, las cuales no han respondido a las demandas de las problemáticas estudiantiles y nacionales, sino al contrario, se han corrompido y mantienen componendas que con el Consejo Superior Universitario.
Es por ello que nos posicionamos ante esta toma que realizan estudiantes de Ingeniería, Económicas y Derecho, que utilizando el nombre de EPA, están exigiendo que el Consejo Superior Universitario intervenga en las problemáticas estudiantiles convocando una asamblea general para transparentar las elecciones de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) “Oliverio Castañeda de León”, creyendo que este espacio por si mismo va a generar esos cambios que tanto añoramos y sin que la población estudiantil tenga la información necesaria para posicionarse ante dicha problemática.  Sabemos que actualmente este es un espacio no representativo y que únicamente va a volver a legitimarse cuando realmente cambie la situación de la Universidad en general y se desvincule por completo de los poderes ocultos que la mantienen corrompida.
Por lo tanto consideramos que la Reforma Universitaria es el esfuerzo que nos permitirá construir una nueva universidad, pues en este proceso se forjarán los cambios estructurales necesarios para volver a generar la vinculación de la USAC con las problemáticas nacionales y garantizar el acceso a una educación pública superior, crítica, analítica, consciente y consecuente; en el que la participación y la verdadera unidad de las y los San Carlistas es indispensable para lograr estos objetivos y rechazar cualquier intención de tutelaje de parte de las autoridades.
Ante esta situación hacemos saber

1. Que EPA-HISTORIA cree que los cambios estructurales son necesarios, pero que se deben impulsar desde las bases estudiantiles y no a través de cúpulas que a puertas cerradas pretenden construir una Reforma Universitaria que sea únicamente un paliativo a la crisis universitaria y nacional, sin tomar en cuenta a las y los actores que hacen vida universitaria y que no pertenecen a los sectores tradicionales.
2. Que estamos conscientes de que la AEU es un espacio histórico de lucha social, pero que en los últimos doce años ha sido cooptada por personas con intereses económicos y no por un verdadero interés de cambio social a beneficio de la población universitaria y del pueblo guatemalteco.
Por lo que instamos a todo el estudiantado y a la población en general, a informase e integrarse a la Reforma Universitaria para lograr realizar los cambios reales que le permitan a la USAC fortalecerse académica, política y socialmente para retomar su compromiso como rectora de la educación pública superior y responder a las necesidades de nuestro país.

EPA HISTORIA

Guatemala, 14 de agosto de 2012

viernes, 10 de agosto de 2012

86 años de Fidel


Comentarios de un deportista Amateur


Comentarios de un deportista amateur

Marcelo Colussi

"El espíritu amateur que se pusiera en marcha con la reedición moderna de los Juegos Olímpicos de la mano del Barón Pierre de Coubertin en 1896 en Atenas, ya no existe. El deporte, por cierto, no nació como actividad profesional; distintas sociedades, a su modo, lo han cultivado a través de la historia, siempre como culto a la destreza corporal. La profesionalización y su transformación en gran negocio a escala planetaria es algo que solo el capitalismo moderno pudo generar", declaró hace unos años un funcionario del Comité Olímpico Internacional. Por supuesto, eso le valió su expulsión.

Hablar de "amateurismo" en el deporte hoy puede ser motivo de risas, de escarnio, por no decir causa para ir al manicomio (que es una forma elegante de sacar de circulación a quien no encaja en los patrones normales, quizá algo menos violento que ir a la cárcel). Es más: muchos jóvenes ni siquiera escucharon jamás el término "deporte amateur" en toda su vida. Y pronunciarlo ahora, en medio de la fiebre olímpica que invade el planeta (culto a la hiper-profesionalización y al mercado de atletas), hasta podría pasar por un absoluto absurdo.

¿Pero por qué el deporte debe ser "profesional"? Así planteado no hay respuestas; sería como preguntarse: ¿por qué debemos tomar Coca Cola? Son esas cosas que no admiten discusión (por otro lado: ¿dónde y cómo dar el debate?). Sin embargo, aún a riesgo de ser tomados por locos, definitivamente debemos seguir interrogándonos. Las cosas no son "naturales"; tienen historia, que es siempre humana (la historia la escriben los que ganan), por eso hay que seguir interrogándose ante todo.

Seguramente la gran mayoría de la población mundial, preguntada al respecto, estaría de acuerdo con mantener la situación actual: agrada "consumir" deportes. O más aún: consumir espectáculos audiovisuales donde el deporte es la estrella principal, en buena medida vía televisión, azuzando nacionalismos.

La práctica deportiva en tanto desarrollo sistemático de habilidades y destrezas físicas, en tanto recreación sana, ocupa indudablemente un lugar importante entre las construcciones humanas; pero secundario si se la compara con el peso específico que ha ido adquiriendo su profesionalización. El deporte, desde hace ya varias décadas, y cada vez más, se ha tornado 1) gran negocio, y 2) instrumento de control político.

En un mundo donde absolutamente todo es mercancía negociable no tiene nada de especial que el deporte, como cualquier otro campo de actividad, sea un producto comercial más, generando ganancias a quien lo promueve. Y tampoco estamos diciendo que esto, en sí mismo, sea reprochable en la lógica de mercado imperante. Simplemente reafirma el esquema universal que sostiene el mundo moderno, donde todo es un bien para el intercambio mercantil: recreación y salud, alimentos y vida espiritual, educación, pornografía, la guerra, etc.

En este contexto, del que hoy ya nada y nadie pueden escapar, la práctica deportiva ha llegado a perder –al menos en buena medida– su carácter de esparcimiento, de pasatiempo. Esto trajo como consecuencia su ultra profesionalización, con la aplicación de modernas tecnologías a sus respectivas esferas de acción. Todo lo cual ha mejorado, y sigue haciéndolo a un ritmo vertiginoso, su excelencia técnica. Día a día se rompen récords, se logran resultados más sorprendentes, se superan límites ayer insospechados.

Pero la pregunta que se abre es respecto al lugar que en todo ello ocupa la población. Nosotros, los ciudadanos de a pie que no ganamos medallas olímpicas, que en todo caso podemos practicar un deporte amateur, más bien pasamos a ser meros espectadores pasivos (consumidores) de un espectáculo/negocio –montado a nivel internacional– en el que no se tiene ninguna posibilidad de decisión. La recreación termina siendo sentarse a mirar ante una pantalla. Con el rompimiento de marcas y fichajes cada vez más multimillonarios: ¿mejoran las políticas deportivas dedicadas a las grandes masas, a los jóvenes? ¿En qué medida influye este "circo", convenientemente montado, en la calidad de vida de los habitantes de la aldea global? ¿Promueve acaso una vida más sana, o no es más que una nueva versión –sofisticada– del antiguo "pan y circo" romano?

Es aquí donde se debe profundizar la crítica. El desarrollo del perfeccionamiento deportivo ("más rápido, más fuerte, más alto") no redunda en una popularización del ejercicio físico para todos. El lema de "mente sana en cuerpo sano", pese a las cifras astronómicas que circulan en los circuitos profesionales de los modernos coliseos, no conlleva forzosamente un mejoramiento de la actitud para con el deporte (crece mundialmente el consumo de drogas por el contrario, ¡incluidos los deportistas profesionales!).

¿Será que mientras más se "consumen" deportes menos se piensa –y más ganan los que nos los venden–? ¿No es absurdo que cada vez haya que perfeccionar más los controles anti-drogas en los atletas? Eso, como mínimo, debería llevar a cuestionarnos el circo, por no decir a darle la espalda y a profundizar la crítica de la lógica de mercado que lo propicia. Pero por el contario los actuales Juegos Olímpicos de Londres fueron vistos por 4.000 millones de telespectadores, más de la mitad de la población planetaria. Ojalá esto sirviera para alentar la práctica deportiva amateur…., y no el consumo de drogas. 

Guatemala: Por la memoria de las personas desaparecidas