jueves, 28 de enero de 2016

¿Corrupción? ¡Cuidado! No nos dejemos engañar




Pedro Ixquiac

Pareciera que hoy día todo el mundo está atacando la corrupción, ¡el gran mal que nos aqueja a los guatemaltecos! Es fácil creérselo… ¡y hasta agradable! El mensaje que circula sería algo así como “por culpa de los políticos corruptos estamos tan mal”.

Pero ¡cuidado, compañeras y compañeros! La lucha contra la corrupción puede ser importante, pero no hay que engañarse: ¡ese no es nuestro principal problema!

Lo que presentan insistentemente los medios de comunicación comerciales, el mensaje que nos vende la derecha por todos lados, la “moda” que parece haberse establecido, hace de “la corrupción” el peor mal de todos los males, una nueva plaga bíblica, el origen de todas nuestras desventuras. ¡¡Y no es así!!! No estamos pobres por los viáticos inflados que se cobró un funcionario, por el presupuesto público que se robó un diputado o un alcalde o por la sobrefacturación en alguna compra de un Ministerio. ¡No, para nada! La cosa es mucho más complicada. La lucha contra la corrupción es un distractor, una cortina de humo.

Nuestra pobreza crónica es histórica. Llevamos siglos con este proceso. Nuestra pobreza no arrancó con el gobierno del Partido Patriota, ni con ninguno de los gobiernos de la así llamada era democrática. Pasaron ya varias administraciones desde que “volvió” la democracia, y seguimos exactamente igual de pobres. Como dijo Rosalina Tuyuc: “Nunca tuvimos tantos derechos como ahora, pero tampoco nunca tuvimos tanta hambre como ahora”. O sea que estas democracias formales, que consisten básicamente en hacernos ir a votar cada cuatro años, no solucionan absolutamente nada de nada en relación a los verdaderos problemas del país, de la Guatemala profunda. Y si el actual presidente ganó las elecciones con la insulsa propuesta de “combatir la corrupción”, más allá que lo haga o no, eso es un puro engaño, porque así no toca para nada las causas profundas de la situación nacional.

Casi 60% de la población en estado de pobreza, desnutrición de las más altas del mundo, más de 20% de analfabetismo, racismo, machismo, 200 compatriotas que diariamente emprenden su camino hacia Estados Unidos en búsqueda de mejores oportunidades (como indocumentados, por supuesto), exclusión histórica de las grandes mayorías, impunidad, vergonzosa falta de justicia…, todo esto no es producto de la corrupción: es consecuencia de un modelo de país atrasado, casi semifeudal, cachureco hasta la médula, donde el indio no vale nada y donde el país es manejado como finca. El presidente, en ese sentido, no es más que el caporal de turno.

Hoy día no existe Ley de Vagancia como en la época del dictador Jorge Ubico, pero los miembros de los pueblos originarios seguimos siendo tratados como animales, acarreados en camiones desde nuestras aldeas hacia los cortes de caña o café. ¿Acaso solucionó eso la mentada democracia? ¿O acaso le interesa solucionarlo alguna vez? Y las mujeres indígenas siguen siendo las “Mariítas”. ¿La preconizada lucha contra la corrupción va a entrarle a ese bochornoso tema, más propio del siglo XIV cuando llegaron los conquistadores que de una nación moderna?

El presidente de turno es un simple administrador del Estado, siempre defendiendo los intereses de la gran oligarquía o de las empresas multinacionales. Las decisiones finales, lo sabemos, se toman en ese edificio grandotote que está en la Avenida Reforma, donde todas las mañanas muchos de nuestros hermanos hacen largas filas buscando su visa para un sueño. Todas las leyes que se sacan, todas, todititas, son para beneficio de los acaudalados explotadores de siempre. Y muchas veces las sacan a escondidas, a medianoche, porque los “padres de la patria” no tienen el valor de hacerlo en forma pública y abierta (porque saben que están legislando para esa minoría, siempre en contra de la “indiada”).

Si alguno de estos funcionarios crápulas –que, no caben dudas, son unos reverendos  malnacidos- se roba parte del presupuesto, es un ladrón, así de simple. En la República Popular China a esos corruptos de una vez los fusilan. Acá, por supuesto que no. ¡Hasta tienen cárcel de lujo!, o pagando una buena fianza salen libres. Compañeras y compañeros: ¡cuidado!, no nos dejemos engañar. La llamada lucha contra la corrupción es una estrategia que ideó el imperio, y que la genuflexa y pusilánime oligarquía nacional implementa.

Pero insistamos: no es ese vuelto que se quedan en el bolsillo estos sátrapas abominables la causa de las penurias de la clase trabajadora, de la gran mayoría, indígena en lo fundamental. ¡Es la injusticia estructural sobre la que asienta la sociedad guatemalteca desde hace siglos! La explotación inmisericorde de los trabajadores, la injusta distribución de la riqueza social, la impunidad que permite todo eso, ¡esa es la verdadera y única causa de nuestros males!

La corrupción, por supuesto, es algo detestable, infame, asqueroso; así como lo son otras tantas cosas: el adultocentrismo, la homofobia o los prejuicios contra un joven tatuado. Pero no es la corrupción lo que produce nuestra pobreza. Supongamos que este período presidencial, con el comediante Jimmy Morales en la presidencia, se dan duros golpes a la corrupción en el gobierno (para muestra: las denuncias de plazas fantasmas en el Congreso, o de los contratos viciados con empresas espurias, o de alcaldías lavando narcodólares, etc., etc.): ¿cambiaría la situación de los pobres en Guatemala con esas denuncias y una CICIG que hace como que lucha contra la impunidad? ¿Terminaría el racismo atroz que aún reina con todo este show bien orquestado? ¡¡¡Ni por asomo!!!

Además, siendo sinceros, consideremos lo siguiente: ¿por qué tantos políticos y funcionarios públicos son asquerosa, infamemente corruptos? ¡¡Porque eso está ya en nuestra cultura!! Es varias veces centenario, viene desde la colonia, de los repugnantes conquistadores y encomenderos que vinieron a saquear y luego compraban títulos nobiliarios. ¡No nos hagamos los puros y transparente ahora! Si un funcionario hace lo que hace (roba, falsifica, miente, crea cargos fantasmas, se queda con vueltos, etc.) eso es porque ¡cualquier guatemalteco o guatemalteca puede hacerlo! ¿O somos todos tan pero tan probos, virtuosos y honestos? Baste mirarnos un poquito y veremos que la corrupción es un mal enquistado en forma cultural, histórica, profunda: ¿quién no ha ofrecido “mordida” alguna vez? ¿Cómo entender si no que un pobre y desocupado “venda” lugares en una fila? ¿Quién no recurrió alguna vez a un “güisache” porque es más barato que un licenciado? ¿No se venden tesis universitarias acaso? ¿Quién no compró algo de contrabando, o “chafa” (películas, programas computacionales), o provenientes de un “furgonazo”? ¿Todos los que lean este opúsculo pagan prestaciones sociales a la empleada doméstica que probablemente tengan en la casa? No solo los “políticos corruptos” van a comprar cosas robadas al Mercado del Guarda… ¡Cuidado, muchá! Que no nos sigan dando atol con el dedo.

Podríamos seguir con una muy larga lista de hechos corruptos cotidianos. Pero no es esa la intención, sino mostrar que, aunque duela admitirlo, la corrupción está entre nosotros. También entre los pobres (digámoslo con franqueza: ¿no intentan cobrar doble viático cuando se puede?, ¿no se compran facturas para pagar menos impuestos ante la SAT?). La corrupción es un mal endémico, cultural. Terminarla sería muy bueno, pero no es con ella con la que se acabarían los problemas nacionales. Luchar por una mejor Guatemala es ¡luchar contra las injusticias sociales estructurales!

Si ahora el embajador gringo sale impetuoso a hablar contra este mal como una nueva plaga bíblica que ha caído sobre nuestros países y reclama una CICIG para los otros países del Triángulo Norte de Centroamérica (declarado de prioridad básica para su estrategia de seguridad nacional), ahí hay gato encerrado. ¡Mucha lucha contra la corrupción, pero que la situación económico-social siga igual!

Insistamos muy enfáticamente con esto: luchar por una mejor Guatemala es ¡luchar contra las injusticias sociales estructurales!

lunes, 25 de enero de 2016

Más de lo mismo*



Marcelo Colussi

Ante la asunción de un nuevo gobierno suele decirse: “beneficio de la duda”, dando a entender así que hay un tiempo prudencial de espera para ver cómo se desenvuelve. En otros términos: no se lo puede juzgar a priori, antes que empiece a actuar; hay que esperar que dé sus primeros pasos para valorarlo.

En ese sentido, también con el recién asumido presidente Jimmy Morales podría decirse que hay un tiempo prudente de espera. No se lo podría juzgar aún, con una semana de instalado: habría que permitir que dé sus primeros pasos para poder establecer una valoración de su obra de gobierno. ¿Beneficio de la duda entonces?



En un sentido: sí. Veamos qué hace. Pero en otro sentido: ¡no, en absoluto! Aquí no hay ninguna duda de lo que representa esta nueva administración. Aquí no hay ningún beneficio a su favor, dándole tiempo a que nos muestre sus bondades. Ello, por dos motivos.

En primer término: por lo que se ha visto hasta ahora en estos pocos días de asumido, por la forma en que llega al poder, por el equipo que lo acompaña, por la evidente y patética falta de programa político, por la improvisación que pareciera cundir en toda la administración, ¿qué podría esperar el campo popular de este nuevo gobierno? ¿Qué perspectiva real de mejoramiento se avizora?

En segundo lugar: esta administración, como cualquiera otra de las que conocemos en el marco de la democracia formal que se viene reproduciendo desde hace tres décadas, ¿qué puede ofrecer de nuevo?

Ambas preguntas tienen respuesta negativa. ¿Por qué motivo habríamos de darle un tiempo para que nos demuestre sus “bondades”? Por el contrario todo, absolutamente todo indica que con el presidente Morales no habrá sino más de lo mismo. ¿Por qué habría de ser distinto acaso?

El actual presidente fue un intento de cierre de las protestas del año 2015; una salida “controlada” a la crisis que se vivió. El pedido de lucha frontal contra la corrupción que comenzó a circular el año pasado en las protestas cívicas fue el toque final para sacar de circulación a las cabezas visibles de algunas de las estructuras mafiosas enquistadas en el Estado. Esas mafias no se han desarticulado íntegramente, en modo alguno; pero el mensaje que los factores de poder (alto empresariado nucleado en el CACIF y Embajada de Estados Unidos) enviaron a la población fue de desarticulación de esa cultura corrupta, representada por la llamada “clase política”.

Las elecciones fueron el intento de cierre de esa maniobra, con la elección de una figura no ligada a la corrupción endémica de los políticos profesionales. Jimmy Morales es, de ese modo, el producto de una jugada político-mediática: “Ni corrupto ni ladrón”, ofrecía en su campaña. ¿Por qué esperar que, en esencia, fuera algo distinto?

La lucha contra la corrupción –nuevo “caballito de batalla” que parece haber pergeñado el poder imperial de Washington para la región, lo que le puede permitir remover presidentes díscolos a su política– dio como resultado a un Jimmy Morales como paladín de la supuesta transparencia. Pero desde el inicio vamos mal, dado que el comediante de marras no parece ser el perfil más comprometido con los problemas sociales, según lo que se desprende de su popular programa televisivo, cargado de racismo y sexismo y sus moralejas finales, todo un “regaño” más propio de pastor evangélico que análisis crítico de los problemas nacionales.

Antes de comenzar a andar, ya varios de los personajes elegidos por el presidente electo mostraron su verdadero perfil: las personas designadas evidenciaron un pasado turbio, ligado a violación de derechos humanos, a falta de transparencia. Tanto por presiones de diversos sectores así como los provenientes de la propia Embajada, esas nominaciones debieron dar marcha atrás.

El gabinete que finalmente asumió siguió mostrando los vicios de siempre: la Ministra de Comunicaciones Sherry Ordóñez, por ejemplo, presenta deudas con el fisco, acto poco transparente que pone en cuestión toda la prédica de campaña. Y el Jefe de Seguridad del presidente guarda lazos con los años de la represión. Pero esto es solo una pequeña muestra. Sin dudas que el actual gobierno no es en nada distinto de los anteriores. ¿Cómo podríamos creernos que con un slogan publicitario se puede combatir un fenómeno tan complejo como la corrupción?

De todos modos, la cuestión es más honda. Morales es la salida controlada de una crisis de gobernabilidad, y en modo alguno representa un cambio en la estructura real del país. De hecho, ningún presidente dentro de los marcos de la controlada democracia formal –capitalista– puede ir más allá de los que le impone el mercado y quienes controlan efectivamente las palancas del poder (banqueros, iniciativa privada, multinacionales). Por eso es imprescindible no confundir nunca eso: ¿qué puede esperarse de Jimmy Morales o de cualquier presidente dentro del actual esquema? ¿Sería muy distinto si hubiera ganado Sandra Torres?

“Más de lo mismo” significa que el sistema imperante cambia su gerente cada cuatro años, y punto. De ese gerente ¿por qué esperar algún cambio mágico? Jimmy Morales es un buen actor, y probablemente represente aceptablemente bien su papel de “mandatario” por un tiempo. Aunque lo más probable es que ese tiempo sea muy corto, porque la crisis estructural del sistema cada vez es más indetenible.




* Material aparecido originalmente en Plaza Pública el 25/1/16

Paradigmas de la Discapacidad en Guatemala


Héctor Estuardo Del Aguila Avelar

Antecedentes 

El ser humano tiene la tendencia, o más bien, la necesidad, de colocarle nombre a todo lo que le rodea, es decir, ponerle "etiqueta "a las cosas, ideas, objetos. La discapacidad es el nombre que se da a algo, así entonces el concepto de persona discapacitada depende de cómo lo percibamos, partiendo de la premisa de que la discapacidad es una construcción social.  

La discapacidad, no se considera como la consecuencia de una deficiencia. La Organización Mundial de la Salud, destaca, que el modelo social de la discapacidad, argumenta que las barreras a la participación son causas importantes de la discapacidad. Así la discapacidad, no se entiende como un proceso que tiene origen en el individuo, sino más bien en procesos sociales amplios: en la interacción interpersonal e interinstitucional, en las oportunidades que ofrece el medio social.

Paradigmas de la discapacidad



El Paradigma no solo nos envuelve sino nos controla, nos define, nos delimita todo lo que percibimos, y creemos que esa es la verdad. Define lo que es realidad y descalifica las demás opciones.

En un sentido más amplio, Díaz, plantea tres paradigmas para entender el concepto de discapacidad: esencialista, materialista y postmoderno. Para el paradigma esencialista la discapacidad se explica desde la normalidad, se minimiza el papel de la cultura, es una "tragedia personal", es enfermedad, se asocia a programas políticos conservadores; para el materialista está mediatizada por unas condiciones sociales y económicas dadas, no es una condición inherente al individuo, no es sólo un constructo social, sino una etiqueta cuyo efecto es el afianzamiento de la marginación social .

En el paradigma postmoderno se trabaja por el cambio de las normas y los valores, por el derecho a ser reconocido y a participar de los escenarios de la vida personal, profesional, económica y política, por la comprensión del uso del lenguaje, y se cuestiona el carácter universal en torno a la discapacidad. Por supuesto, se debe entender que hablar de la discapacidad es una postura política de los estudiosos de la misma. Cuando los gobiernos o las políticas educativas y públicas de Guatemala hacen referencia a "la necesidad de que la educación y la sociedad atienda a la diversidad",  esto dicho entre comillas, porque están haciendo hincapié en una realidad socio-política de la cual no podemos escapar, pero que no se ha tenido la voluntad para hacer algo a favor de ellas. Y además se están basando en la política educativa de los países del primer mundo donde la atención a la diversidad es diferente a la de nuestro país.

La discapacidad hoy la vemos como una construcción social que parte del no reconocimiento de las diferencias del otro. Es decir, del cómo la sociedad aborda el tema de la diferencia, comparable con todas las formas de discriminación que han existido ya sea por género, etnia, clase social o, en este caso, discapacidad. La discapacidad, entonces, no existiría si todas las personas nos reconociéramos en las diferencias . Este modelo social considera también que la discapacidad obedece a causas basadas en la forma pensar, entender y actuar. 

Paradigma de la Inclusión

La inclusión se refiere a la oportunidad que se ofrece a las personas diferentes a participar plenamente en todas actividades educativas, de empleo, consumo, recreativas, comunitarias, y domésticas que tipifican la sociedad del día a día”.  Esta definición trasciende el concepto de normalización, debido a que emplea un lenguaje que acentúa  la participación sobre la normalidad. 

La oportunidad de participar es diferente de la oportunidad de hacer posible una vida según los modos y condiciones de la vida ordinaria. Esta oportunidad de participar implica, participación activa y elección como opuesto a la recepción pasiva de un modo de condición  de vida que ha sido impuesto.

En este punto, cuando se habla de inclusión y oportunidades es inminente hacer un análisis o hacer juicios sobre ciertas acciones y posturas que las autoridades y estudiantes de la Escuela de Ciencias Psicológicas de la Universidad de San Carlos han tomado sobre el tema de movilización y accesibilidad para los alumnos con discapacidad visual y física, es en este momento donde nos debemos preguntar ¿Qué estamos aportando para la inclusión en nuestro espacio inmediato?. O será que desde las creencias y  normas que se fijan en la dinámica de los grupos y colectividades ejercen un poder coactivo sobre la conducta humana. En otras palabras, la discapacidad para muchos abarca un mundo de silencio, diferencia o limitaciones, donde la representación colectiva alrededor de los discapacitados, se materializa en un discurso que comparte una realidad simbólica, diferente de la nuestra, o que por  su condición no se aproximan a las normas sociales que regularmente se instituyen en la sociedad y por esto no interesa como la persona afronta su discapacidad, que medios utiliza para adaptarse o que estrategias encuentra para integrarse a la sociedad sin poder ser incluido.

Contextos de la Discapacidad en Guatemala

Por lo general, cuando se piensa en las personas  con discapacidad se piensa sólo en el tipo de discapacidad que la convierte en diferente, y se construye una generalización global a partir de ese elemento concreto, sin tener en cuenta las demás características, circunstancias y  cualidades de la persona. Cuando se piensa así, es fácil olvidar que cada ciudadano tiene el mismo valor y los mismos derechos que los demás.

La negación social, política y académica hacia la problemática de las personas con discapacidad no permite que se aborde este tema en forma global ya que la a pesar que en Guatemala existen comités, asociaciones y fundaciones que velan por las personas con discapacidad, no se ha logrado que la sociedad visualice cuáles son las verdaderas necesidades de las personas con discapacidad. 

La discapacidad es un problema social y de estado, por eso, hay que participar aprendiendo y enseñándoles a nuestros dirigentes qué necesitamos y qué pensamos. Ya que si se hace una revisión de las políticas, que benefician a los discapacitados, se observa con claridad que estas tienden a ser políticas de contención social  no de desarrollo.
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Un país en donde la inclusión tiene bases de caridad mal entendida, debe transformarse en un país que les permita desarrollarse de forma independiente y autónoma.

En la medida en que comprendamos que independientemente de cómo percibamos el entorno, lo cierto es que, no todos somos iguales y que es precisamente en la diferencia en la que debemos construir, aunque se sabe que en Guatemala  construir en la diferencia es difícil pero, si tenemos claro que cada uno tiene una forma de desenvolverse en la vida y producir, será factible que todos nos superemos, logrando ver no solo la debilidad en los demás, sino las fortalezas y a partir de estas es posible superar las limitaciones y crecer. 

Lo anterior nos demuestra que también es posible, hablar más a menudo de la otra cara de la discapacidad, porque no solo existe la cara del pesimismo, del rechazo o el fracaso hay mucho más que ver, hay muchísimo más que contar y analizar.

Algunas veces la discapacidad es vista como enfermedad que crea verdaderos muros sociales. Los que así  ven las cosas miran a las personas con discapacidad como enfermos y por tanto evaden el contacto, por esto es importante tener en cuenta que es necesario y de gran trascendencia desde una perspectiva propia, que la sociedad en su conjunto sea sabedora del significado real del concepto de discapacidad, ya que en su mayoría lo desconoce y así cuando se tenga la intención de generar alguna política dirigida a la atención de este sector tenga las bases sólidas y la sociedad sea más participativa con ese conocimiento previo y así se pueden gestar soluciones y políticas que en su implementación sean las apropiadas para la atención, inclusión, derechos, equidad e igualdad en la sociedad.

Como país es necesario que visualicemos los movimientos de lucha que las personas con discapacidad han forjado y las herramientas de desarrollo social de las que otros colectivos se están en estos momentos  fijando, y beneficiando, ellos han establecido cauces viables para que algunos puedan seguir desarrollándose en un estado de derecho y protección social que impulse la participación enfocados en un mismo objetivo, que es reducir la indiferencia ante las necesidades cotidianas de las personas con discapacidad.

"En nuestra opinión, es la sociedad la que incapacita físicamente a las personas con deficiencia. La discapacidad es algo que se impone a nuestras deficiencias por la forma en que se nos aísla y excluye innecesariamente de la participación plena en la sociedad. Por tanto, los discapacitados constituyen un grupo oprimido de la sociedad" .
Las personas con discapacidad, son capaces de  transformar sus habilidades en diferentes contextos, son cuadro de pensamientos y actitudes que nos hacen recordar porque la especie humana ha superado todos los escollos que el tiempo ha puesto frente a ella. No olvidemos que todos podemos sentirnos “incapaces” de desarrollarnos en contextos inhóspitos, en situaciones desconocidas, produciendo situaciones de pánico que nos hacen vulnerables y que puede introducirnos en situaciones de indefensión aprendida que nos conviertan en discapacitados sociales.


  

BIBLIOGRAFIA

Barton, Len (1998) "Discapacidad y sociedad" Ed. Morata, Ediciones, Madrid, España, pp. 283.
Len Barton. Estudios sobre discapacidad y la búsqueda de la inclusividad.
Observaciones. Revista de Educación. 2009
Díaz, O.C. (1) Equidad, inclusión y discapacidad. CD Memorias II Foro Distrital de Discapacidad, Bogotá, 2005.
Díaz, O.C. (1) Equidad, inclusión y discapacidad. CD Memorias II Foro Distrital de Discapacidad, Bogotá, 2005.; pág. 39.




miércoles, 13 de enero de 2016

Carta de una lesbiana a su madre lesbofóbica

Por René Franco


Inserte el nombre de la ciudad que se le ocurra, en el espacio en blanco, a continuación: _____________
Introduzca la fecha, que mejor le parezca en el espacio en blanco, a continuación: _____________
Martina:
Te digo Martina, tengo 17 años de no referirme a vos como 'mamá', me resulta un tanto perturbador que seas la mujer que me trajo al mundo.
Sabés que a mis 30 nunca he tenido una buena relación con vos, tu temperamento, mi carácter, siempre hemos tenido una relación distante, mas aun desde que ya no vivimos juntas, fuiste testiga de cómo fui creciendo a tu lado, siendo 'la rara', la que rechazaba las muñecas y prefería el balompié, desde pequeña fui aprendiendo que nunca encajaría en 'el grupo' –en ninguno- siempre fui la tímida, la callada, la de las mejores notas en la clase, la nerd, el patito raro de la clase, odiaba ir a misa, odiaba las homilías del domingo en la mañana, no sabía si era más horrible escuchar al dictador que por entonces teníamos de presidente, hablando en cadena nacional, o escuchar al padre Gregorio en la parroquia, mi primer beso fue a los 19, un poco tarde, era el primer año en la Universidad Religiosa donde me cuasi-obligaste a inscribirme so pena de no pagarme la educación superior.
Meses después viste cómo las playeras con leyendas sobre diversidad sexual se fueron juntando en el clóset, de novelas y lecturas que me fueron formando, y claro yo viví de primera mano tu lesbofobia, y tus constantes cuestionamientos sobre mi vida y la pregunta diaria "¿Cuándo nos presentás a tu novio?"
Martina, te respondo a continuación:
NUNCA, por un crisol de razones, entre otras porque soy LESBIANA, no 'marimacha', 'machorra' o cualquier otro término despectivo que has usado para referirte a mí; soy LESBIANA, me encantan las mujeres. Antes que me condenes a las llamas del infierno, quiero contarte que no soy la única, existimos muchas mujeres lesbianas, muchos hombres gays y más de 1500 especies animales, nosotros somos producto de la creación del dios que Cristóbal Colón te trajo en 1492; mismo dios en nombre del cual me has condenado siempre al fuego eterno del infierno y Satanás.
¿Por qué soy lesbiana? Por naturaleza, sería algo así como preguntarte 'Martina, ¿Por qué tenés el pelo café oscuro?' Tu respuesta sería casi lapidaria 'Porque así me hizo dios, m'hija'. Por muchos años me sentí miserable, por sentir atracción hacia las mujeres y no hacia los hombres, como se suponía debía se... Esteban, Sebastián, Daniel... Los amé, tuve sexo con ellos, pero no me sentí bien, no me sentí plena.
¿Te recordás de Marcela? Sí, fue con ella, con quien aprendí mucho, sí, la misma Marcela con la que vivo y a quien conocés como 'mi compañera del doctorado', Martina... Marcela es mi novia, es mi pareja, nos casamos el mes pasado, como recordarás me fui del país hace cuatro años con la idea de estudiar el doctorado... En realidad, también me vine huyendo de los constantes asesinatos a activistas de la diversidad sexual, con quienes participo desde hace muchos años. Marcela me enseñó a no supeditar mi felicidad propia, a la opinión ajena, fue ella, quien me ayudó en este proceso y naturalmente surgió el amor entre las dos.
En el fondo, no lamento ser quien soy, soy feliz y me siento bien, con las decisiones que he tomado, no siento culpabilidad alguna por ser quien soy, aunque hay alguien quién está involucrado en esta historia y seguramente conocés, ¿Te recordás del tío Virgilio? De panza, bonachón, platicador, debo compartirte que fue él quien me abusó sexualmente durante año y medio, tus viajes de trabajo, tus ocupaciones... Me sentí abandonada, le tuve mucho afecto al tío Virgilio, de lo que se aprovechaba cada tarde para tocarme cuando me bañaba y luego a abusar de mí, cada tarde... Fue horrible, aunque siempre he tenido claro que mi lesbianidad está en los genes, y claro, con el tiempo aprendí a ser menos misándrica y a no odiar a los hombres.
Martina, sé que presumís con el resto de la familia y tus amistades, de tener una hija pedagoga , con maestría, y a punto de doctorarse en el extranjero... Es entendible, en medio de un hijo drogadicto, violentador de mujeres, y una hija que te hizo abuela a los dieciséis, tiene veintiuno y tres hijos es lógico que me presumás, y es lógico que busqués excusas cuando te preguntan '¿Y ya se casó Constanza?' y que respondás 'No, es que está concentrada en sus estudios', es lógico que me presumás... Aunque los logros han sido graníticamente hechos por mi cuenta y sin ayuda de nadie.
No sé qué reacción tendrás, bien sea la aceptación o el rechazo, no dejaré de ser quien soy, porque dejar de ser quien soy, implicaría ir en contra de la genética, de la biología, sería como si vos fueras en contra de ser morena... Bien podrías rechazarme, desheredarme del apartamento que me prometiste, o vedarme la entrada a la que alguna vez, fue mi casa, no cambiará en absolutamente nada, ser quien soy.
Ha sido bastante difícil para mí, he llorado inconmensurablemente, pero aquí sigo y no me he dado por vencida.
Mi aspiración es una sola: Que mi sexualidad no sea mi carta de presentación, porque aunque tengo vida sexual activa, y amo profundamente a mi pareja, mi vida no se circunscribe a mi sexualidad, también escribo, también me encanta el cine independiente y por supuesto parte de mi autorrealización es ejercer mi profesión...
Martina, mi deseo es uno solo... Que compartas mi misma aspiración límpida y Cortázariana: De luchar por merecer llamarte "ser humano".
Saludos a la abuela,
Constanza ,
*Basado en hechos reales.
Publicado originalmente en contrapunto

lunes, 11 de enero de 2016

El 14 a las 14….*



Marcelo Colussi
mmcolussi@gmail.com, 
https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33

En la elección pasada, tanto en la primera como en la segunda vuelta, mucha gente votó de buena fe por un cambio en el ámbito político del país. La corrupción proverbial de nuestra clase política, las promesas de campaña eternamente incumplidas, la situación desesperante de las grandes mayorías populares (pobreza, exclusión, violencia generalizada) llevó a una amplia parte de la población a votar por algo distinto, algo nuevo, a no repetir lo ya conocido.

Es absolutamente humano, normal y esperable que la gente abrigue esperanzas. Eso, en definitiva, es lo que hace andar al mundo: la expectativa siempre presente de una mejora en la condición, en principio individual, pero también colectiva. Esas expectativas, quizá muy viscerales, muy espontáneas, y por ello mismo absolutamente genuinas, son lo que permitieron que Jimmy Morales llegara a la presidencia. La gente, como sucede siempre y en cualquier contexto, vota con el corazón, con el estómago. El pensamiento crítico no suele contar en esto.

No faltó manipulación, como no la falta nunca cuando se trata del poder y del manejo de las grandes mayorías. La democracia, como dijo Jorge Luis Borges –¡lo afirma un literato y no un politólogo!– “es una ficción estadística”. Es decir: en estas democracias formales, que son en verdad un pura dictadura de mercado (tanto las opulentas del Norte como las nuestras: las famélicas del Sur), el votante es el que menos decide. Pregúntese el lector: ¿cómo se llama el diputado que lo representa en su distrito?, ¿cuántas veces tuvo contacto con él para discutir algún aspecto que les concierne a ambos? ¿A cuántos Cabildos Abiertos se le convocó el año pasado? Seguramente todas las respuestas serán iguales: negativas. Entonces: ¿de qué democracia hablamos? ¿A quién se consultó para los salarios diferenciados o para los medicamentos genéricos? ¿Y para la Operación Martillo con presencia de marines estadounidenses en nuestro territorio?

Asistir cada tantos años a un acto comicial puede resultar una ofensa, una atentado a la dignidad del votante. Pero eso es la democracia formal, la que retornó hace 30 años, lo que siempre se nos ha vendido como la suma panacea. Esas democracias son una burla, porque las poblaciones solo eligen al administrador de turno, mientras las cosas de base no cambian (¿acaso cambiaron la pobreza y el racismo desde Vinicio Cerezo en adelante? ¿Alguien piensa que pueda cambiar con la futura administración?)

Manipulando a la población, se nos presentó la idea que un a-político, alguien que no venía del mundillo de esa clase corrupta y casi gangsteril que son los políticos de profesión, podría ser una vía alternativa. Si Baldizón fue satanizado como la representación de todos los males, Sandra Torres quedó siempre ligada a la imagen de una politiquera tradicional. Es decir: otra corrupta gangesteril. Jimmy Morales se alzó así como la figura impoluta, el “virtuoso” que podría sacar el país adelante. 

Es incorrecto decir que el electorado sufre de “analfabetismo político”. Las democracias formales, en cualquier parte del mundo –también en los supuestos “civilizados” países que se nos ofrecen como modelo– imponen esa conducta electoral: los espejitos de colores siguen vigentes. Por eso aquí la promesa de “incorrupto y no-ladrón” pegó tanto. Para sorpresa de todos, las pasadas elecciones tuvieron la participación más grande de votantes, contrario al llamado al voto nulo o abstención. ¿Por qué? Porque la promesa de alguien “nuevo”, no quemado en estas lides, despertó expectativas. Lo cual ratifica que la población sigue atada al mito que el presidente, y la clase política en general, son los causantes de la situación del país. Mito que hay que romper: pasaron 7 administraciones con 9 presidentes desde el retorno de la democracia, y nada ha cambiado.

¿Qué nos espera el 14 a las 14? Por lo que puede verse de momento: ¡más de lo mismo! Quienes están atrás de Jimmy Morales representan lo más reaccionario de años pretéritos, con mentalidad de Guerra Fría y combate furioso al comunismo. Los primeros nombres que circularon como posibles integrantes de su equipo asustan. No hay planes de gobierno establecidos, no hay ninguna propuesta. ¿Quién gobernará: el presidente, o el vice? (un veterano en el ámbito político, de la vieja escuela gangesteril: para muestra, el saqueo que realizó con el Fondo de Pensiones de la USAC). ¿Trabajarán efectivamente contra la pobreza y la exclusión? ¿Lucharán de verdad contra la impunidad y la corrupción? ¿Se han desarmado efectivamente las mafias enquistadas, como La Línea? 

Si el año pasado se encendió una mecha con las movilizaciones anti-corrupción, hoy hay que hacer extender esa llamita y convertirla en poderosa llamarada. La sociedad civil organizada tiene que estar extremadamente atenta a lo que haga este nuevo gobierno que, en principio, no ofrece sino más que “comedia”. Por eso, para recordar que estamos vivos y observantes, el 14 a las 14… ¡todo el mundo a la plaza!

viernes, 8 de enero de 2016

Comunicado sobre las pruebas nucleares



Marcelo Colussi 
mmcolussi@gmail.com, 
https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33

Corea del Norte acaba de realizar una prueba con armamento nuclear. Buena parte del mundo reaccionó airado ante esta desafiante demostración y condenó del modo más categórico el experimento realizado. 

Por nuestra parte abrimos también una enérgica y terminante condena. Pero no ante las pruebas realizadas recientemente por este país, sino por la hipocresía en juego.

¿Por qué se condena a ese país ahora? ¿Y quiénes lo condenan exactamente? La condena sale del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Es decir, de los únicos países (¡los únicos!) que tienen derecho a veto sobre los otros (¿dónde está la tan cacareada democracia?). Son esos países, casualmente, los que constituyen las principales potencias nucleares del mundo: Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña. Y de entre ellos, quien protesta más enérgicamente es nada más y nada menos que Estados Unidos, la principal potencia bélica del mundo.

Nadie quiere la guerra, en eso estamos de acuerdo. Pero… ¿será cierto? Porque estos cinco países son los principales productores de armas del planeta, no solo de las letales bombas atómicas. De hecho, con su política, Estados Unidos concentra, él solo, la mitad de todos los gastos militares del mundo. Y su economía depende en un 25% de la industria bélica: es decir que 1 de cada 4 estadounidenses vive de la guerra, de la industria que se mueve en torno a ella. ¿Será cierto que no quieren la guerra?

Por supuesto que la energía nuclear es peligrosa. Sus aplicaciones pacíficas son muy cuestionadas, por los accidentes que ya se han provocado en varias ocasiones, siempre con consecuencias terroríficas. Pero en su aplicación a la guerra son algo a todas luces monstruoso. Más aún: si se liberara todo el potencial atómico que concentran estas potencias, se destruiría en su totalidad el planeta, dañándose seriamente Marte y Júpiter, exterminándose toda forma de vida en nuestro mundo. Por lo que, por supuesto, es de esperarse que prime la racionalidad y jamás se llegue a un enfrentamiento con armas atómicas. Ello significaría, lisa y llanamente, la extinción de toda forma de vida en la Tierra. 

Pero lo curioso, o más bien indignante, es que quien más alza la voz para protestar por las recientes pruebas nucleares de un país soberano como Corea del Norte es el principal detentador de cabezas nucleares, promotor y actor, directa o indirectamente, de todas las guerras del siglo XX y de las que van en el presente siglo XXI. 

¿Cómo es esto: hay armas atómicas “buenas” y “malas”? ¿Por qué las que posee Washington “defenderían la libertad y la democracia” en el mundo, que mientras las de Pyongyang serían un atentado contra la paz mundial? No se entiende bien eso.

No hay que olvidar nunca que de todos los países que poseen poder militar nuclear (y de Estados Unidos no se sabe con exactitud cuántos ingenios bélicos posee, porque esos son secretos muy bien guardados, pero se supone que no menos de 5,000, cada uno de ellos con 20 veces más potencia que los utilizados en las ciudades japonesas al final de la Segunda Guerra Mundial), de esos países el único que se atrevió a usarlo contra población civil no combatiente fue Estados Unidos.

Se nos invita a indignarnos por la prueba con una bomba de hidrógeno realizada por Corea del Norte, pero nunca se habla de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. La prueba de Pyongyang, cuestionable seguramente como atentado al medio ambiente, no cegó vidas humanas. Las de Japón, innecesariamente utilizadas en términos militares, puesto que la suerte del país asiático ya estaba echada cuando se lanzaron en 1945, causaron cerca de medio millón de muertes instantáneas, más muertes y secuelas abominables después de varias décadas. Al día de hoy, 60 años después, aún siguen naciendo niños con malformaciones producto de la radiación nuclear. Lo increíble es que jamás Estados Unidos recibió castigo por eso, y mucho menos una repulsa pública obligada, como ahora se quiere hacer con Norcorea. Por el contrario, su acción se presenta casi como heroica, porque con eso se habría afianzado la paz global. De ahí a las actuales “guerras preventivas”, un paso: ataco antes que me ataquen. 

¿La paz se defiende con bombas atómicas? Parece que, al menos para algunos, la fórmula del Imperio Romano sigue vigente: “si quieres la paz prepárate para la guerra”. No hay dudas que la historia la siguen escribiendo los que ganan. ¿Se podrá empezar a escribirla de otra manera?