domingo, 17 de abril de 2016

Entrevista a dos trabajadores cañeros revolucionarios en la Costa Sur de Guatemala


“Hay temor, pero debemos volver a trabajar para organizarnos”

Marcelo Colussi
mmcolussi@gmail.com 
https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33

Hoy día Guatemala es una economía próspera (para algunos, claro). De hecho, la duodécima en volumen en Latinoamérica, con un crecimiento interanual sostenido del orden del 3%. Los tradicionales grupos de poder –herederos de esa historia de despojo que inicia en el siglo XVI, siempre ligados a la agroexportación, hoy diversificados también con nuevos negocios– siguen manteniendo inalterables sus privilegios. En la actualidad el azúcar es el primer producto de exportación, y unos cuantos pocos grupos económicos lo manejan. Las riquezas que atesoran son realmente enormes. Cuarto exportador mundial de azúcar (con 55 millones de quintales anuales) y una enorme acumulación de riqueza, la canasta básica de los trabajadores guatemaltecos es cubierta apenas en un 50% con el salario mínimo fijado por ley, cuando éste se cobra. De hecho, en muchísimos casos no se cobra. De acuerdo a datos de una investigación publicada por el Comité de Desarrollo Campesino -CODECA-, el 90% de trabajadores rurales recibe un salario inferior al mínimo establecido. El Estado históricamente jugó, y sigue jugando, el papel de legitimador de ese estado de cosas.


La situación de los trabajadores cañeros, los fijos y oriundos de la Costa Sur -el lugar por excelencia de la producción de caña de azúcar- así como los estacionarios que llegan para la zafra, especialmente del Altiplano, de origen indígena, es patética. Pese a lo dicho por el sector patronal cañero con su preconizada “responsabilidad social empresarial”, las condiciones de vida de los trabajadores son paupérrimas, y el grado de explotación crece año con año. Hoy por hoy, la producción cañera ha subido en forma considerable, pero siempre a costa de los trabajadores. Nuevas formas de explotación, con aumento de la intensidad del trabajo, se han instalado. La patronal induce a consumir ciertos estimulantes para que los trabajadores cumplan con su cuota de producción. Todo eso es producto de las nuevas condiciones que siguieron a la Firma de la Paz, en 1996, cuando se instalan abiertamente las políticas neoliberales. 
Los trabajadores están desorganizados, manipulados, asustados. Ya no existen sindicatos, y la familia campesina pasa enormes penurias. Pero la lucha por mejores condiciones no termina. En ese marco platicamos con dos luchadores históricos de la región, quienes hoy día, pese a sus largos años y a esta situación de retroceso, siguen impulsando la organización con miras a cambios estructurales en el largo plazo. Por razones de seguridad, y a pedido de ellos, no damos sus nombres. Solo indicamos que pertenecen al departamento de Escuintla.

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Pregunta: ¿Cómo está la situación de los trabajadores cañeros en la Costa Sur de Guatemala? 

Respuesta: Hace mucho que vivimos por aquí. Mi padre, que estaba sindicalizado, por ese motivo fue golpeado en su momento. Andrés Botrán, [de la familia fabricante de rones, un gran productor azucarero] que no quería sindicatos ni a los trabajadores más viejos, hizo que la Alcaldía estuviera a su favor. Y lo mismo hizo con algunos trabajadores, que finalmente se terminaron vendiendo a la patronal y poniéndose contra otros trabajadores. Así, poco a poco fue deshaciéndose de los sindicalistas. Ya para los años 60 los comisionados militares estaban bien organizados. Para ese entonces fue surgiendo la reacción política por parte de nosotros. La explotación de los trabajadores ha estado desde siempre. En las fincas azucareras, ni se diga: ahí siempre hubo una presión tremenda contra el trabajador. El único momento en que los trabajadores se empezaron a sentir apoyados fue cuando estaba el movimiento guerrillero. Cuando se firmó la paz la gente se preguntaba que para qué se había hecho eso, porque así los ricos iban a volver a montase sobre nosotros. Los ricos de siempre, desde que se firmó la paz, van de nuevo contra los pobres. 
Nosotros en su momento trabajamos con el movimiento revolucionario, en el Partido Guatemalteco del Trabajo, el PGT. 

Pregunta: Ustedes conocieron la explotación de décadas atrás. Y hoy día siguen viendo algo no muy distinto. ¿Qué cambió en todo este tiempo? 

Respuesta: Durante el tiempo que existió la guerrilla, los trabajadores la tenían más favorable. Teníamos ese apoyo. Pero desde que se firmó la paz, en 1996, ya se nos volteó de nuevo la suerte. Hemos ido para atrás, porque las fincas cañeras ahora hacen lo que quieren. ¿Qué hacen ahora los ingenios para aumentar la producción? Le dan droga a la pobre gente; los muchachos trabajan drogados. La finca no se los exige directamente, pero se los induce con engaño.
Por aquí el gobierno de Jacobo Arbenz, más o menos por 1952, repartió parcelas para la gente. Y ahí los trabajadores sembraron caña; con eso más o menos se mantenían. Pero llegó un momento en que ya no les rendía, y tuvieron que ir a trabajar a las fincas como empleados. Así fueron vendiendo sus parcelas. Hoy día ya prácticamente ningún campesino pudo mantener su parcela, que era de 6 manzanas. Están empleados en las fincas y los ingenios, cuando pueden. Aquí todos dependen del corte de caña. Los grandes cañeros se fueron comiendo a los pequeños propietarios. Hoy día casi no quedan fincas ganaderas: todo es caña. Y muchos que ya no consiguen trabajo por aquí tienen que salir a trabajar en fábricas. Pero la gran mayoría trabaja en la caña. 
Yo trabajé con la Organización Internacional del Trabajo, la OIT, hace algunos años atrás. Y ahí comprobamos que en las fincas les dan droga a los trabajadores. Es una bolsita como de refresco. Con eso los trabajadores trabajan y trabajan sin descanso. A veces hasta las 8 de la noche los tenían trabajando, iluminados por los tractores. Los hacían trabajar sin descanso hasta sacar toda la tarea. El Ministerio de Trabajo está siempre ausente de estos asuntos. Y los finqueros, cuando sabían que iba venir la OIT a investigar, preparaban todo. Incluso tenían comprados a sus trabajadores para que no dijeran nada. O traían trabajadores de por allí para pasar la inspección, que no hablaran y contaran las condiciones reales en que trabajan. 
Para después de la firma de la paz en 1996, para 1997 vino por aquí Elizabeth Orlovic, de la Universidad de California, para hacer su trabajo de tesis. Y producto de ese trabajo publicó un libro: “En el umbral del nuevo siglo”, que sacó AVANCSO. Después de entrevistar a mucha gente presentó ese informe sobre la situación del trabajo en los cañales. Después de eso, por las denuncias que salían allí, los de los ingenios cambiaron su estrategia. Ahora pusieron oficinas de Recursos Humanos; pero esas son estrategias para seguir siempre con la explotación más tremenda, pero más refinada.
La explotación sigue siendo enorme. Hay ingenieros, economistas y no sé cuántas personas más: administradores de empresa, etc., etc., que están al servicio de los finqueros. 

Pregunta: En el medio de esa panorama, bastante desolador por cierto, ¿cómo defienden sus derechos los trabajadores? 

Respuesta: Está muy difícil. Los azucareros no permiten que se organicen sindicatos. Al trabajador lo tienen agarrado por varios lados. En primer lugar, porque todos los trabajos son temporales. Muchos vienen desde el Altiplano, pero eso es solo para la época de corte. En el libro que mencionábamos de esta compañera estadounidense está bien estudiada la situación: la patronal cambió su estrategia a partir de una gran huelga de trabajadores cañeros del año 1980. Fue una movilización de 80,000 trabajadores que se declararon en huelga; entonces los finqueros y los ingenios tuvieron que cambiar de estrategia. Empezaron a hacer cambios, aparentemente favorables para los trabajadores, pero que no eran eso. El ingenio que empezó con esas reformas fue el Ingenio Concepción. Los otros azucareros, al ver esa nueva estrategia, no entendían nada, y los llamaron comunistas a estos del Ingenio Concepción. Era un cambio, pero totalmente superficial, surgido solo por la huelga que les forzó cambiar un poco la cara. Era todo aparente: empezaron a cambiar un poco las condiciones de trabajo. Por ejemplo, dieron mascarillas y botas, porque antes era más rústico. Pero la verdad es que ahora, pese a esos aparentes cambios, es peor. Ahora, cada tiempo, vienen reduciendo personal. Por ejemplo: antes agarraban más gente para regar. En este momento es todo mecanizado, entonces mucho personal queda sin trabajo. 

Pregunta: ¿Y qué hace toda esa gente sin trabajo? 

Respuesta: Es una maniobra que se la tienen bien pensada. Mucha gente queda sin nada que hacer. Ellos piden un determinado tonelaje que cada trabajador tiene que cortar, y si alguien no lo consigue, lo dejan sin trabajo. Si alguien está enfermo, no le dan trabajo. Si alguien ya tiene 40 años, no le dan trabajo. Por otro lado están los monitores o caporales, que vienen a supervisar cómo se corta la caña. El trabajador no sabe cuánto gana por día. ¿Por qué no sabe? Porque ahora recogen la caña con un tractor que se llama cameco; el trabajador va dejando la caña que cortó tendida ahí, y el tractor la recoge. El trabajador no sabe cuánto cortó exactamente; entonces el día de pago le dan lo que la finca quiere. El trabajador no sabe la cantidad que cortó. La máquina agarra parejo, y no puede saber lo que cada quien hizo. Ahí está el robo. Siempre le ponen de menos en relación a lo que realmente cortó. Si el trabajador, por ejemplo, cortó 14 toneladas, le apuntan 10. Es un robo descarado. Y encima, para producir de esa manera –hay algunos que cortan hasta 18 toneladas– deben comprar pastillas para que les dé fuerza. El mismo trabajador debe pagarlas, porque es él quien las compra, y se gasta hasta 35 quetzales diarios 4 dólares. Antes se la daban, pero ahora la tiene que comprar. Y de esa manera, entre ese ritmo de trabajo que le imponen y la droga que consume, se termina fundiendo. No siente el esfuerzo, pero al poco tiempo está agotado. 
Además están los monitores, siempre viendo cómo beneficiar a los finqueros, descontando todo lo que puedan al compañero trabajador. Es un robo terrible que le hacen por todos lados. 

Pregunta: Entonces, ¿realmente se está peor que años atrás? 

Respuesta: ¡Por supuesto! Antes el campesino tenía su milpita maíz con qué comer; se las podía arreglar de algún modo. Ahora no. Solo son seis meses de trabajo en el año; después tiene que ver qué hace. Antes uno sabía lo que iba a ganar; eso se lo puedo asegurar porque nosotros trabajamos por años en el tema del azúcar: hoy el trabajador no lo sabe. Antes uno echaba 6 toneladas al camión, y las veía, sabía cuánto había cortado. Hoy día no, con la quema de la caña que se hace. El campesino ya perdió el control sobre eso y solo se limita a cortar, sin saber cuánto está cortando. 
Por otro lado, el trabajador está tragando todo el tiempo la ceniza de la caña que se quema. Eso es insalubre. Pero quien lleva la peor parte en todo esto es la mujer. Ella se levanta a las 3 de la mañana para preparar la masa para comer; pero esta mujer no está tenida en cuenta por los señores de los cañales. Además, le queda todo el cuidado de los niños y todo el trabajo doméstico. Y también está el problema de las fumigaciones con tóxicos. Eso es muy dañino para la salud, y también para los techos de las casas, o para la ropa que queda tendida. 

Pregunta: En definitiva, podría decirse que la industria de la caña de azúcar, para la población trabajadora, no trae mayores beneficios, sino problemas, desgracias. ¿Es así? 

Respuesta: Claro que sí. Se explota a los trabajadores, se les reprime si protestan, está el problema de las fumigaciones con tóxicos. Por otro lado, el cultivo desmedido de la caña de azúcar quitó prácticamente todo el terreno que antes había para el maíz de las familias campesinas. Aquí, por ejemplo, era zona de mangos, y por culpa de las fumigaciones de la caña, ya no está dando este fruto del mango. En definitiva: el campesino ya se jodió. Ahora ni siquiera tiene su tierrita para cultivar el maíz para comer. Ahora tiene que comprarlo. Hemos ido para atrás.
Ahora no es raro ver mujeres con su atadito de leña que tratan de venderlo por ahí para ganarse sus centavos con lo que medio comer. Y para los varones no hay trabajo. La cosa está seria. A partir del 2018 los cañeros solo van a contratar a un 10% del personal, por lo que la situación se va a poner peor de lo que está ahora. En lugares como California, por ejemplo, donde se está produciendo mucha caña, se corta solo con máquina. Con eso se le quitó trabajo a una gran cantidad de gente. 
Nuestros derechos están totalmente pisoteados el día de hoy. Es cierto que tenemos una Procuraduría de Derechos Humanos; pero eso no alcanza. Ahí se pueden presentar algunas denuncias a nivel personal; tal vez algo en relación a violencia contra la mujer. Eso está bien, pero no alcanza para mejorar las cosas.
A todos esos problemas habría que agregar lo de las fumigaciones. Eso es otro gran problema para la población de la zona y para los trabajadores, porque se hace con productos tóxicos, muy malos para los pulmones. Y está también el problema de las cenizas de las quemas, que viene a dañar los techos de nuestras casas y la ropa que tendemos para que se seque. Esas cenizas las estamos respirando todo el tiempo, y eso es muy nocivo. 
Algo más importante todavía: el campesino que vive del azúcar, hoy día tiene trabajo apenas seis meses al año. El otro tiempo tiene que ver qué hace. Por eso la gente anda cazando iguanitas para medio comer. 

Pregunta: Como militantes revolucionarios de toda una vida, ¿cómo ven el futuro: qué podemos o qué debemos hacer para revertir esta situación, para construir alternativas reales de cambio? ¿Cómo hacemos para movilizar de nuevo 80.000 personas en aquella histórica huelga de 1980?

Respuesta: La cuestión es cómo organizarnos. La derecha, los finqueros, los ricos saben qué quieren hacer. Están bien organizados, saben dónde van. Nos tienen maniatados por todos los lados. Por ejemplo con un distractor como el trago. No hay medicinas en los centros de salud, pero nunca dejan de autorizar una cantina para ir a tomar. Cuesta lo mismo una libra de frijol que una cerveza. Es decir: mantienen drogada a la juventud para que nadie se organice. Descabezaron nuestra movimiento, nos mataron gente indiscriminadamente, rompieron el tejido social para frenar al movimiento revolucionario. Así nos detuvieron, y después pusieron esto de las drogas, cosa que antes no se veía. Hoy día por aquí, en las aldeas, ya estamos llenos de jóvenes mariguaneros. Eso no se veía algunos años atrás. Hoy día en ningún ingenio hay organización sindical. Hay temor. Pero debemos volver a trabajar para organizarnos. 

Pregunta: Las nuevas iglesias evangélicas lo hacen: van casa por casa convenciendo gente para que se les unan. ¿Por qué no hacer lo mismo en nombre de una causa popular y revolucionaria?

Respuesta: Por supuesto que se puede, pero es un proceso muy lento. Hace algunos años atrás pudimos organizarnos porque todavía estaba cercano el proceso revolucionario de 1944-1954. La gente que conoció ese período, o los hijos que habían heredado todo eso, sabía que solo con una revolución social así podíamos mejorar nosotros, los campesinos, los pobres. Nos podíamos mirar en ese espejo. Pero desde 1954 para acá, con la contrarrevolución, el pueblo de lo único que sabe es de ataques, de desorganización y de muertes. El pueblo está atemorizado con todo eso, y el pastor de estas iglesias evangélicas le dice que no hay que preocuparse, que todo esto ya está escrito, pero que si va a la iglesia se va a salvar. Eso desorganiza. Y por otro lado la gente está desesperada buscando cómo sobrevivir. El que tiene trabajo, lo cuida como el oro. La gente está atemorizada, y la juventud no se quiere meter en nada. Nadie confía en nadie, porque no se sabe quién trabaja para los ingenios. La gente está desunida. Uno va a hablarle a la gente sobre estos temas, sobre la explotación, y nadie le hace caso. La gente solo está pensando en el fútbol y en Messi y en esas cosas. Nos han desarmado, desarticulado. Si uno le habla de política y de nuestros derechos, nos ven como locos. La gente solo está hablando de fútbol, y anda en las cantinas o en los cultos. La juventud no se interesa por nada, y muchos se quieren meter a policías. 
Sin embargo no hay que quedarse con una imagen negativa, pesimista. Hoy día estamos mal, nos pueden tratar de locos, estamos desorganizados…, pero la lucha no ha terminado.

domingo, 10 de abril de 2016

Papeles de Panamá: más dudas que respuestas



Marcelo Colussi

“Robar un banco es delito; pero más delito aún es fundarlo.”

Bertolt Brecht

Dado que empezamos con una cita de Bertolt Brecht, aprovechemos a recordar una famosa obra suya: “Preguntas de un obrero que lee”, para hacer lo mismo en el tema que ahora nos convoca: los “Papeles de Panamá”. En esa poesía, un lector anónimo se pregunta con toda la “ingenuidad” del caso sobre asuntos de importancia capital. Repitamos la operación: “inocentemente”, como neófitos del mundo financiero, preguntémonos qué está pasando con todo esto. ¿Por qué ahora la corrupción pasa a ser el monstruo más terrible que nos ataca? ¿Es cierto eso, o ahí hay “gato encerrado”? ¿Por qué los “Panama’s Papers” son tan tremendamente importantes?

Por lo pronto, veamos quién dice que son tan, pero tan importantes: es la gran corporación mediática global, la encargada de deformar nuestra percepción de la realidad, aquella que hace parte de lo que los estrategas del Pentágono llaman “guerra de cuarta generación” (guerra mediático-psicológica). Esa poderosa industria de la (des)información presenta ahora esta nueva plaga bíblica que es la corrupción.



Es curioso: el capitalismo actual, en su versión neoliberal global, es estructuralmente mafioso, corrupto, parásito. El capital dominante es el financiero (¡qué acertado es el epígrafe de Brecht!). Es decir: el capital parásito, que se mueve desde hace décadas a través de oscuras transacciones bancarias, en muchos casos a través de esa infamia que es la banca llamada off-shore, es quien domina el sistema mundial. Los organismos del Consenso de Washington (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), representantes de la gran banca capitalista de las grandes potencias, marca el rumbo de la Humanidad. Esos parasitarios capitales han superado con creces al capital productivo (industrial manufacturero, agrario, de la industria de servicios). Los bancos son los dueños de las finanzas globales; por tanto, son los que realmente deciden la marcha de los acontecimientos.

Junto a esos mafiosos megacapitales, dos de los grandes negocios que dinamizan la economía capitalista son la fabricación y venta de armas (primer negocio a escala planetaria), y la narcoactividad. Los flujos de capital que estas ramas económicas inyectan a las finanzas internacionales son monumentales. En otros términos, las industrias de la muerte (armas para matar: la destrucción de países y su posterior reconstrucción, la fabricación de guerras en cualquier rincón del Tercer Mundo, o psicotrópicos para envenenar y cegar vidas), son los principales negocios, junto al petróleo (¿otra industria con un buen potencial de muerte?), negocios que se mueven con lógicas corruptas, oscuras, gangsteriles.

¿Quién controla el flujo de armas? (desde una pistola personal hasta un portaviones con energía nuclear). ¿Por qué los narcotraficantes, los “malos de la película”, nunca son estadounidenses? Si Estados Unidos es el principal consumidor mundial de sustancias psicoactivas, ¿por qué nunca aparecen redes mafiosas de narcotráfico en su territorio? Estudios consistentes dicen que la DEA es el principal cartel de narcotráfico del mundo. Y el narcolavado es una de las actividades financieras más “exitosas” en la actualidad.

Todo eso, ¿no es altamente corrupto? Por otro lado, la llamada desregulación laboral (léase: traslado de plantas industriales desde el Norte próspero hacia el Sur pobre), maniobra artera que busca mano de obra más barata y exclusión de controles fiscales y medioambientales: ¿no es un prácticamente infinitamente corrupta?

En síntesis: el capitalismo actual se basa cada vez más en prácticas corruptas, mafiosas, infames. ¿Por qué ahora surge esta cruzada mundial contra la corrupción?

La corrupción es una conducta socialmente deleznable. ¿Quién en su sano juicio podría justificarla, mucho menos aplaudirla? Tal como la caracterizó hace algunos años un sínodo de obispos (Ecuador, 1988, caracterización que sigue siendo absolutamente válida al día de hoy), la corrupción es un mal que corroe las sociedades y las culturas, se vincula con otras formas de injusticia e inmoralidades, provoca crímenes y asesinatos, violencia, muerte y toda clase de impunidad; genera marginalidad, exclusión y miedo (…) mientras utiliza ilegítimamente el poder en su provecho. Afecta a la administración de justicia, a los procesos electorales, al pago de impuestos, a las relaciones económicas y comerciales nacionales e internacionales, a la comunicación social. (…) Refleja el deterioro de los valores y virtudes morales, especialmente de la honradez y la justicia. Atenta contra la sociedad, el orden moral, la estabilidad democrática y el desarrollo de los pueblos”. Sin la más mínima sombra de duda, la corrupción es una práctica abominable, como tantas otras que realizamos a diario los seres humanos. Pero, ¿no será una coartada –una más entre tantas– que intenta alejarnos de las verdaderas causas de las injusticias y la exclusión social? La corrupción es consecuencia, ¡no causa! Nunca debemos perder de vista esto.

Como al lector en la poesía de Brecht, me quedan muchas preguntas sin respuestas en esta affaire de los Papeles de Panamá. ¿No hay agenda oculta aquí? El año pasado, en abril de 2015 –hace exactamente un año– se comenzó a desarrollar una furiosa campaña anticorrupción en Guatemala, promovida por la “ciudadanía democrática” (así, en abstracto). Ello sirvió para quitar del poder al entonces binomio presidencial de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti. Todo indicaría que eso fue un banco de pruebas, un laboratorio para lo que vendría luego: al poco tiempo la lucha contra la corrupción emergió como una gran cruzada del “espíritu democrático”. Al poco tiempo, esa lucha frontal contra el cáncer de la corrupción, elevado a la categoría de nuevo pandemonio universal, dio resultado a una lógica imperial proveniente de Washington: gobierno díscolos a los dictados de la potencia del Norte comenzaron a verse atacados bajo las denuncias de hechos corruptos. Así fueron sacados del poder Cristina Fernández, en Argentina, se bloqueó la posibilidad de reelección de Evo Morales en Bolivia, se prepararon las condiciones para un derrocamiento de Dilma Roussef en Brasil. Curiosamente, todas administraciones molestas para la geopolítica estadounidense. Y valga agregar que pese a la “democrática” y “políticamente correcta” lucha contra la corrupción en Guatemala, las cosas no cambiaron en sustancia, porque en el país centroamericano al menos un 11% de su producto interno bruto sigue dado por la narcoactividad y el crimen organizado.

Sugestivamente también, si seguimos en las preguntas al modo del obrero lector de Brecht, se denuncian meses atrás casos de corrupción en la FIFA (¿intento de bloquear el próximo mundial de fútbol en Rusia?) ¿Por qué ahora esta práctica que sigue dominando las finanzas mundiales preocupa tanto? Pero, ¿a quiénes preocupa?

Evidentemente este “espíritu democrático” anticorrupción cala en la moral común. Atacar a otro por “degenerado corrupto” reconforta. ¿Por qué no se ataca con similar virulencia el hambre y la explotación, el racismo o el patriarcado? ¿No son todos estos elementos igualmente lacras que deberían desecharse? Acusar de corrupto a otro satisface a una ramplona y morbosa moralina clasemediera. El poder saber implementarla a su favor (véanse los casos de recientes derrotas electorales en los países con gobiernos de centro-izquierda a partir del bombardeo mediático contra la corrupción).

El combate monumental contra las prácticas corruptas que parece haberse desatado huele raro. Huele mal, diríamos. En definitiva, puede servir como mecanismo de control político-social. ¿Por qué es corrupto el presidente de Venezuela y no así el de Colombia o el de México? (países estos últimos donde, es sabido, la corrupción campea libremente). ¿Gato encerrado? Tanto revuelo en la corporación mediática global suena llamativa. ¿Acaso terminó la corrupción en Guatemala luego del encarcelamiento de presidente y vicepresidenta, o puede verse ahora, a la distancia, que allí hubo un fabuloso montaje mediático?

Ahora aparecen los sugestivos Papeles de Panamá. Uno de los principales acusados, si no el principal, llamativamente es el presidente ruso Vladimir Putin. Se hace cargo de la investigación el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, instancia que tiene su base en Washington (¿curiosa casualidad?) Y en un santiamén la noticia de ese estudio panameño: Mossack Fonseca, sospechoso de opacidad, se difunde por todo el mundo (¿otra curiosa casualidad?)

“El escándalo de los llamados 'papeles de Panamá' es un intento de redirigir los grandes flujos financieros de las zonas 'off shores' o paraísos fiscales hacia Estados Unidos”, declaró recientemente el experto financiero alemán Ernst Wolff en entrevista concedida al medio germano Sputnik. Según apreciaciones del referido analista, es significativo que ninguna empresa estadounidense aparezca en la lista de corruptos. “Lo que está sucediendo ahora es que Estados Unidos está tratando de 'secar' ciertos paraísos fiscales para presentarse a sí mismo como el nuevo y mayor paraíso fiscal del mundo”, afirma Wolff. “En estos 'off shores' hay distribuidos alrededor de 30-40 billones de dólares. Y Estados Unidos, claramente, está interesado en redirigir estos fondos a su país”, indica el estudioso.

Por lo pronto no puede desconocerse que los estados de Nevada, Dakota del Sur, Wyoming y Delaware, en territorio estadounidense, funcionan como paraísos fiscales, rigiendo ahí un secreto bancario ilimitado, similar al de Suiza, o al de los enclaves off shore. La jugada podría consistir en intentar desacreditar a los actuales puntos financieros incontrolados (como Panamá, y tantos otros países que viven en buena medida de esas prácticas corruptas) para redirigir esos cuantiosos fondos a la economía de la potencia americana.


Maniobra financiera o maniobra política para control de “indeseables peligrosos”, la actual cruzada anticorrupción no parece destinada a terminar realmente con ese tumor canceroso. En realidad, el capitalismo es en esencia un robo legitimado; la corrupción es simplemente un efecto secundario de su estructura. El problema no está en la corrupción sino en el sistema que la produce.