jueves, 30 de enero de 2014

Integración y socialismo, propuesta hemisférica






Marcelo Colussi y Guillermo Guzmán
https://www.facebook.com/marcelo.m.colussi
oceanoatlanticoguillermo@gmail.com

Con motivo de la Segunda Cumbre de Presidentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en La Habana, Cuba, nos pareció oportuno a los autores de este documento: Marcelo Colussi (argentino radicado en Guatemala) y Guillermo Guzmán (desde Venezuela) hacer circularlo nuevamente. El texto fue escrito en el 2010, cuando la CELAC recién estaba queriendo nacer y aún vivía Hugo Chávez, mentor en muy buena medida de la iniciativa. Entendemos que el material no está desactualizado en lo fundamental, por eso lo ponemos a consideración del público nuevamente, entendiendo que puede ser un aporte a este intento de construcción de la Patria Grande, teniendo siempre el socialismo como norte.

Introducción

Los países latinoamericanos están actualmente muy atentos a su destino independiente y a su futuro. Su conciencia se ha estremecido con los sucesos sangrientos de las dictaduras militares del denominado Cono Sur. Las masacres genocidas acaecidas en Centroamérica, la ingerencia del gobierno de los Estados Unidos en todos nuestros asuntos, el saqueo, la secesión y el latrocinio de Panamá, las bases militaristas, el llamado Comando Sur, amenazador, con sus garras criminales apuntando todas las fuentes energéticas, el petróleo, el gas, el cobre, el níquel, el oro, la madera, la Amazonia, el agua, el espacio aéreo ecuatorial, la biodiversidad, el hierro, el aluminio, el humus, todo eso es lo que determina asumir la defensa de nuestros pueblos frente al imperialismo del Norte que pretende estrangularnos.

La conciencia popular es una instancia de primerísimo orden en lo que respecta a nuestra defensa.

Si en el futuro inmediato la conciencia latinoamericana no rige las pautas que marquen nuestro propio desarrollo, estaríamos perdidos. Nosotros hemos estado bombardeados de valores falsos que extravían, particularmente, a nuestros niños y fomentan en ellos el individualismo. Debemos deshacernos de esa compleja y pesada carga si queremos hacer valer la integración latinoamericana.

Desde fuera siempre resulta temerario diagnosticar cualquier fenómeno, cualquier cosa, cualquier enfermedad, y particularmente esto es cierto cuando se trata de algo tan complejísimo y delicado como lo es la educación.

El estado ideal hacia el cual debe orientarse el proceso educativo de los pueblos de América Latina tiene que ser, en consecuencia, inventado por nosotros mismos, tenemos que buscarlo, y si felizmente lo encontramos, entonces ha de surgir la necesidad de defenderlo de las acechanzas y amenazas que el imperialismo vuelque contra ello.

Puede parecer utópico, pero al decir de Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, "inventamos o erramos".

Latinoamérica esta signada por injustas relaciones de poder económico y político. La estructura de ese poder económico predominante es fundamentalmente cuantitativa, utilitaria, rentista y material; por otra parte, la del poder político es de subordinación, de orden, de amedrentar militaristamente a los pueblos esclavizados, lo que les permite la capacidad de imponer obediencia. El orden social en América Latina no es más que una relación de poder y de subordinación monopolizado por la oligarquía norteamericana, que es quien ejerce el monopolio del poder.

El siglo XXI: un nuevo tiempo

Luego de años de neoliberalismo feroz y retroceso de conquistas por parte del movimiento de los trabajadores en todo el mundo, caídos el muro de Berlín y el bloque socialista de Europa, el campo popular hoy comienza a retomar con fuerza luchas históricas. En este proceso de retorno de los ideales de justicia, de búsqueda de otro mundo posible, juega un papel clave la Revolución Bolivariana que está teniendo lugar en Venezuela.

Las líneas que marcan el mundo en los finales del siglo XX y en los inicios del presente están dadas, por un lado, por la precarización en las condiciones de vida de las grandes masas en todos los continentes producto de ese triunfo omnímodo del gran capital sobre el campo popular, y por un unilateralismo militar irreverente por parte de la potencia ganadora de la Guerra Fría: Estados Unidos de América. Pero por otro, dada una lentificación en el ritmo de crecimiento económico de la gran superpotencia y en el aparecimiento de grandes bloques que le comienzan a disputar protagonismo, una nueva tendencia que también marca estos años es la recomposición del capitalismo a escala planetaria.

Estados Unidos sigue siendo en la actualidad la primera potencia económica mundial con un producto bruto interno 16 veces más grande que quien le sigue: el Japón. De todos modos la pujanza de décadas atrás ha comenzado a detenerse. Junto a ello vemos que han aparecido en escena una Unión Europea con un euro fortalecido y un bloque asiático (con Japón y China a la cabeza), que se muestran como polos de mayor dinamismo, de mayor vitalidad que los Estados Unidos, y que sin dudas comienzan a hacerle sombra.

La competencia capitalista, al menos en principio, no parece llevar la opción bélica entre estos gigantes. De todos modos la guerra interimperialista continúa, y la modalidad que va tomando es la del desarrollo de grandes bloques de poder continental basadas, fundamentalmente, en la competitividad económica y científico-técnica con países centrales dirigiendo el proceso y otros satélites que lo secundan. La creación de grandes bloques comerciales (Unión Europea, Cuenca del Pacífico) parece marcar el rumbo de las próximas décadas.

En ese contexto surge en el gobierno de Estados Unidos la idea del ALCA -Area de Libre Comercio para las Américas- como presunta "integración" continental, pero siendo en realidad un mecanismo de control hemisférico para afianzar su posición de potencia hegemónica para competir contra esos nuevos bloques emergentes.

ALCA: hacia la recolonización continental

El ALCA representa un proyecto geopolítico de Washington que, aunque comience con la creación de una zona de libre comercio para todos los países del continente americano, busca en realidad el establecimiento de un orden legal e institucional de carácter supranacional que permitirá al mercado y las transnacionales estadounidenses una total libertad de acción en su ya tradicional área de influencia (su patio trasero latinoamericano). Los países que lo suscriban tendrán que transformar en constitucionales los arreglos surgidos de esta normativa, viendo aún más debilitada su capacidad de negociación y debiendo renunciar a su soberanía en la implementación de políticas de desarrollo.

Según expresara con total naturalidad Colin Powell, ex Secretario de Estado de la administración Bush: "Nuestro objetivo con el ALCA es garantizar para las empresas americanas el control de un territorio que va del Ártico hasta la Antártida y el libre acceso, sin ningún obstáculo o dificultad, a nuestros productos, servicios, tecnología y capital en todo el hemisferio." Dicho en otros términos: un continente cautivo para la geoestrategia de dominación de Washington basada en el saqueo institucionalizado de materias primas, recursos naturales, mano de obra barata y precarizada e imposición de sus propias mercaderías en una zona de reinado del dólar. Por supuesto que la dependencia se asegura también, en último término, en las armas (léase: sus bases militares que hoy atenazan todo el subcontinente, desde Centroamérica a la Patagonia).

Considerando que todo esto es la esencia verdadera del mecanismo de integración que propone Washington, el ALCA no puede traer en modo alguno bonanza para Latinoamérica y el Caribe. La preservación de todas estas asimetrías es vital para la estrategia hegemónica imperial, tanto como la multiplicidad de monedas regidas por el dólar y el mantenimiento de enormes brechas salariales. El ALCA es, en definitiva, un mecanismo recolonizador. De hecho ya se han dado importantes pasos en la concreción del proyecto hegemónico de Washington: desde 1994 funciona el NAFTA (sigla inglesa de "Tratado de Libre Comercio para América del Norte"), acuerdo suscrito entre Estados Unidos, Canadá y México -que en realidad sólo ha beneficiado al primero de los tres-.

Debido a trabas interminables que se han dado en las negociaciones a partir de los intereses de los grupos de poder latinoamericanos que chocaban con los grandes intereses estadounidenses, pero más aún -y fundamentalmente- por la tenaz oposición del campo popular a través de los distintos movimientos sociales de protesta a lo largo de todo el continente- el ALCA no pudo entrar en funcionamiento para el 1º de enero del año 2005 tal como estaba previsto. Ante ello la estrategia imperial ha sido comenzar a buscar la firma de tratados regionales o bilaterales, siempre con la misma inspiración del tratado original, que a la postre le brinden similares resultados.

Así lograron establecer, a principios del 2005, el RD-CAFTA ("Tratado de Libre Comercio para América Central y República Dominicana"); y posteriormente Colombia y Perú, en el año 2006, terminaron firmando sendos tratados bilaterales, mientras Chile busca desesperadamente ser incluido como socio especial en el NAFTA.

Ahora bien: si la integración se centra sólo en el lucro económico de las empresas, ningún beneficio para las grandes masas será tenido en cuenta, por lo que la integración no servirá a un genuino proceso de desarrollo social. Es necesaria, entonces, una integración basada en otros criterios. Pero el proceso de integración latinoamericana y de los países del Caribe es hoy, por diversas circunstancias, muy frágil.

¿Es posible la integración en América Latina?

Proyectos de integración dentro de América Latina ha habido muchos, desde los primeros de los líderes independentistas a principios del siglo XIX hasta los más recientes del siglo XX: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio -ALALC-, la Comunidad Andina de Naciones, el Mercado Común Centroamericano, la Comunidad del Caribe -CARICOM-. Recientemente, y como el proyecto quizá más ambicioso: el Mercado Común del Sur -MERCOSUR-, creado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia en 1996, al que se han unido posteriormente Chile, Perú, Ecuador, Colombia y últimamente Venezuela. Sin contar, obviamente, con el mecanismo de recolonización del ALCA, que en realidad es más un sumatoria de países bajo la égida de Washington que una genuina integración.

Hoy día, en un mundo globalizado con desafíos cada vez más grandes en lo económico, en lo científico y en lo tecnológico, en una sociedad mundial regida cada vez más por la información y el conocimiento de vanguardia, y en el marco del aún dominante sistema capitalista, las posibilidades de crecimiento y desarrollo como país independiente parecen ya imposibles. Ante ello se torna imprescindible entonces el impulso de bloques de naciones. Estamos quizá ante el comienzo del fin de la idea de Estado-nación moderno, surgida en los albores del mundo post renacentista con un capitalismo naciente. Hoy la historia se juega en términos de bloques, de grandes bloques de poder económico-científico-político. Es por ello imperioso reconocernos en Latinoamérica como un gran bloque con historia común, y sin dudas también con un destino común.

Las burguesías nacionales que se desarrollaron a partir de la independencia formal a principios del siglo XIX han estado siempre en una relación de dependencia/complicidad con las potencias extranjeras. Son socios menores de los capitales transnacionales, o comercian con ellos los productos primarios que produce la región, pero la idea de unidad hemisférica independentista no pasa por su proyecto.

El punto máximo en el planteo de integración de esas aristocracias es el actual proyecto de MERCOSUR. Hay que destacar que ese mecanismo se centra en la integración capitalista, siempre ajena a los intereses populares. Para los sectores explotados en verdad no hay diferencias sustanciales entre el MERCOSUR y el ALCA. Como correctamente analiza Claudio Katz: "Las clases dominantes de la región se asocian pero al mismo tiempo rivalizan con el capital externo. Propician el MERCOSUR porque no se han disuelto en el proceso de transnacionalización. Estos sectores buscan adecuar el MERCOSUR a sus prioridades. Promueven un desarrollo hacia afuera que jerarquiza la especialización en materias primas e insumos industriales, porque pretenden compensar con exportaciones la contracción de los mercados internos. El problema de la deuda está omitido en la agenda del MERCOSUR. Los gobiernos no encaran conjuntamente el tema, ni discuten medidas colectivas para atenuar esta carga financiera. Han naturalizado el pasivo, como un dato de la realidad que cada país debe afrontar individualmente".

Dicho en otros términos: con el MERCOSUR no se pasa de "más de lo mismo".

Hoy día por todo el continente comienzan a soplar nuevos vientos surgiendo prometedores -unos más, otros menos- gobiernos de centroizquierda. Pero es innegable que luego de años de "fin de la historia" y forzado neoliberalismo "más allá de las ideologías", renacen esperanzas adormecidas por años. Vuelve a hablarse de socialismo, de antiimperialismo, de Patria Grande. Aunque, para ser estrictos, todo este movimiento lejos está aún de posibilitar cambios estructurales profundos. La integración es aún un proceso muy frágil, y de momento sólo manejada por las derechas.

Entendido la integración como una nueva puerta que trascienda el MERCOSUR, comienza a tomar cuerpo la idea de una integración como proceso que conduzca a alternativas al modelo capitalista. Para las burguesías locales la integración no pasa de ser un campo de negocios que refuerce su poder. Contrariamente, para el campo popular la unidad regional puede ser un paso para la construcción de otra sociedad más justa.

ALBA: hacia una integración popular y solidaria. ¿Un camino al socialismo?

Contrariamente a lo dicho hasta el hartazgo por la prédica neoliberal, la liberación del comercio no basta para lograr automáticamente el desarrollo humano. La expansión comercial no garantiza un crecimiento económico inmediato ni un desarrollo humano o económico a largo plazo. Es más: la liberación no es un mecanismo fiable para generar un crecimiento sostenible por sí mismo ni para emprender una real reducción de la pobreza.

Es por eso que, pensando no tanto en el dios mercado y en el beneficio empresarial sino en los seres humanos de carne y hueso, en las poblaciones sufridas, marginadas, históricamente postergadas, y retomando el proyecto de patria común latinoamericana efímeramente levantado en el momento de las independencias contra la corona española así como contra la nueva iniciativa de dominación del ALCA, surge ahora la propuesta del ALBA -Alternativa Bolivariana para América Latina y El Caribe-.

Esta nueva propuesta de integración fue presentada públicamente por el presidente venezolano Hugo Chávez en ocasión de la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe, celebrada en la isla de Margarita en diciembre del 2001; se trazan ahí los principios rectores de una integración latinoamericana y caribeña basada en la justicia y en la solidaridad entre los pueblos. Tal como lo anuncia su nombre, el ALBA pretende ser un amanecer, un nuevo amanecer radiante.

El ALBA se fundamenta en la creación de mecanismos para crear ventajas cooperativas entre las naciones que permitan compensar las asimetrías existentes entre los países del hemisferio. Se basa en la creación de Fondos Compensatorios para corregir las disparidades que colocan en desventaja a las naciones débiles frente a las principales potencias; otorga prioridad a la integración latinoamericana y a la negociación en bloques subregionales, buscando identificar no solo espacios de interés comercial sino también fortalezas y debilidades para construir alianzas sociales y culturales.

La noción neoliberal de acceso a los mercados se limita a proponer medidas para reducir el arancel y eliminar las trabas al comercio y la inversión. Así entendido, el libre comercio sólo beneficia a los países de mayor grado de industrialización y desarrollo, y no a todos sino a sus grandes empresarios. En Latinoamérica podrán crecer las inversiones y las exportaciones, pero si éstas se basan en la industria maquiladora y en las explotación extensiva de la fuerza de trabajo, sin lugar a dudas que no podrán generar el efecto multiplicador sobre todos los grupos sociales, no habrá un efecto multiplicador en los sectores agrícola e industrial, ni mucho menos se podrán generar los empleos de calidad que se necesitan para derrotar la pobreza y la exclusión social. Por eso la propuesta alternativa del ALBA, basada en la solidaridad, trata de ayudar a los países más débiles y superar las desventajas que los separa de los países más poderosos del hemisferio buscando corregir esas asimetrías. Con estas características, un proceso de integración hemisférica realmente sirve a las grandes mayorías por siempre excluidas.

Como dijo el presidente Chávez sintetizando el corazón de la propuesta: "Es hora de repensar y reinventar los debilitados y agonizantes procesos de integración subregional y regional, cuya crisis es la más clara manifestación de la carencia de un proyecto político compartido. Afortunadamente, en América Latina y el Caribe sopla viento a favor para lanzar el ALBA como un nuevo esquema integrador que no se limita al mero hecho comercial sino que sobre nuestras bases históricas y culturales comunes, apunta su mirada hacia la integración política, social, cultural, científica, tecnológica y física".

Según publicación del diario La Nación, Buenos Aires, Argentina, del 13-9-05: "Las materias primas y las manufacturas de origen agropecuario acaparan actualmente las ventas de Latinoamérica. Conforman el 72% de las exportaciones argentinas, el 83 % de las bolivianas, el 83% de las chilenas, el 64% de las colombianas y el 78% de las venezolanas. La especificidad mexicana (81% de exportaciones manufactureras) es engañosa, porque el país se ha especializado en el ensamble de partes sin valor agregado, que las maquiladoras intercambian con las casas matrices estadounidense. Unicamente Brasil constituye una relativa excepción, ya que en su canasta de exportaciones las materias primas constituyen el 52% del total". Para muchos países de América Latina y El Caribe la actividad agrícola es, por tanto, fundamental para la supervivencia de la propia nación. Las condiciones de vida de millones de campesinos e indígenas se verían muy afectadas si ocurre una inundación de bienes agrícolas importados, aún en los casos en los cuales no exista subsidio por parte del gobierno federal de Estados Unidos. Hay que dejar claro que la producción agrícola es mucho más que la producción de una mercancía. Es, en todo caso, un modo de vida. Por lo tanto no puede ser vista ni tratada como cualquier otra actividad económica o cualquier producto sin su correspondiente cosmovisión cultural. El ALBA, justamente, intenta rescatar ese punto de vista.

El ALBA es, de momento, una buena intención pero aún no está afirmado en su posición. De todos modos en esa línea pueden inscribirse ya importantes pasos: los convenios de cooperación suscritos entre Cuba y Venezuela son un ejemplo. Pero hay más aún en esta intención integracionista: la incipiente comunidad energética con Petrocaribe y Petrosur, la integración en la comunicación con el canal televisivo teleSur, las surgentes ideas de un Banco del Sur, de una Universidad del Sur, de unas Fuerzas Armadas del Sur. Es decir: movimientos concretos que nos acercan y nos unen como pueblos contra la estrategia hemisférica de recolonización por parte del imperio y contra los mecanismos de unión aduanera capitalista del MERCOSUR.

La propuesta de integración, de todos modos, es mucho más ambiciosa: entre otras cosas apunta a crear un gigante petrolero latinoamericano -Petroamérica-, que bien podría convertirse en punta de lanza de un amplio proceso de integración económica de la región cuestionando seriamente el monopolio energético que manejan las grandes compañías petroleras, estadounidenses en su gran mayoría.

El campo popular pasó años atrás por un momento de reflujo, a partir de las dictaduras que ensangrentaron el continente y los posteriores planes de ajuste neoliberal que se aplicaron. Pero hoy se están retomando tradicionales banderas de lucha por la justicia, en buena medida inspiradas por la Revolución Bolivariana de Venezuela. En este renacer asistimos a lo que se está formulando como "socialismo del siglo XXI". Aunque eso, al igual que el ALBA, está en pleno proceso de formulación, marca ya un camino: no debemos repetir similares errores del pasado.

La construcción del socialismo en un solo país se ha demostrado sumamente dificultosa. Hoy día, ante el surgimiento de grandes bloques de poder, pensar en desarrollos nacionales autónomos parece casi imposible, de donde surge la casi obligada necesidad de impulsar procesos regionales como opción con posibilidades reales de concreción. Una integración desde el capitalismo, dirigida tanto por las clases dirigentes latinoamericanas vernáculas como por Washington, no sirve para el mejoramiento real de las mayorías explotadas. De ahí que las renovadas ideas de integración -en buena medida aportadas por el actual proceso bolivariano de Venezuela- marcan un importante camino alternativo. Una integración basada en principios de solidaridad y desarrollo genuino para los pueblos es, en estos momentos, un enorme paso hacia delante en términos políticos. El nuevo socialismo, el socialismo del siglo XXI, sin renunciar a sus postulados históricos, debe buscar nuevos perfiles. Y ahí entra en escena esta nueva idea de la integración.

El capitalismo de ninguna manera está derrotado; pero se abre hoy un nuevo escenario que permite profundizar su crítica. Aunque sólo Cuba y Venezuela transitan el socialismo, esos nuevos aires que soplan ahora por América Latina pueden marcar una tendencia que debe potenciarse: los pueblos ansían otra cosa.

Unidos, buscando la integración solidaria para todos y no sólo aquella que beneficie a los tradicionales grupos de poder, podremos construir un mundo más justo. En ese sentido la nueva idea de integración latinoamericana puede ser un importante camino socialista.

Algunas consideraciones sobre el socialismo

I

Hemos asumido como axiomas que la humanidad todavía no ha alcanzado un estado final de evolución cultural y que la nueva visión que tenemos de socialismo es unívoca de integración de nuestros pueblos; luego, estamos en pleno decurso de un proceso que ya ha dejado algunas cosas en claro pero, otras esperan por ser esclarecidas.

Está claro que el imperialismo norteamericano en sus dos pervertidas versiones, demócrata y republicana, no tiene otra finalidad que saquear la riqueza de los pueblos del Sur y esclavizarnos, a la vez que imponernos su criterio de quietud.

En efecto, hay mucha quietud en amplios sectores de nuestros sufridos pueblos. Se trata de una quietud que no es casual. Esa quietud a la que hacemos referencia, digámoslo en sentido amplio, es una funesta consecuencia de estrategias estructuradas y puntualmente definidas por el imperialismo norteamericano para manipular la conciencia del Sur y, en consecuencia, generar hombres, mujeres y niños manipulados mediante patrones cuyas pautas establecen: periodistas "descerebrados" que piensan con la cabeza de sus editores, es decir, periodistas amaestrados y dispuestos a salirse de sí mismos para subastar su dignidad, exhibiendo valores falsos. O "sesudos analistas" despotricando del "eje del mal", a contrapelo del "eje del bien", y niños comiendo en un Mc Donald's tomando Coca-Cola.

La inteligencia, el sentimiento, las costumbres, la cultura de quienes estamos fuera de esa cadena de patrones, nada valemos para las necesidades de los medios de difusión de las "bondades del capitalismo" que se apropian de la verdad de los hechos para llevarla a laboratorios donde esa verdad es maquillada y manipulada, ulteriormente soltada a los cuatro vientos, con la intención expresa de generar hombres y mujeres manipulados, quienes después elegirán a gobernantes inescrupulosos.

La sangrienta invasión y ocupación militar norteamericana en Panamá puso en evidencia que la quietud de otros pueblos latinoamericanos ante la criminal agresión de Washington no es casual.

Tanto en las cárceles como en las escuelas de América Latina, se ha venido practicando un absurdo autoritarismo como forma de castigo, y eso forma parte de la misma estrategia psicológica de la mal llamada "Escuela de las Américas" donde nuestros militares son entrenados para torturar a sus propios hermanos.

La suerte de esos hombres, mujeres y niños que son maltratados y castigados es obviamente previsible, a tal punto que cuando pudiese dárseles toda la libertad, ellos no podrían usarla por no estar preparados para ejercerla puesto que han sido llevados a un estado extremo de indefensión. Ese individuo indigente, aislado y sin posibilidades de tener a mano una vía de escape hacia su autodeterminación y su libertad, entonces se enclaustra en las drogas para, en su orfandad, formar una pieza importante del sistema explotador.

A tal punto están algunos indefensos que por sí mismos nunca podrían salir de su infierno; están como en un pozo profundísimo del cual no podrán salir sin que le tiremos una cuerda larga, muy larga y con un buen soporte, aparte de una buena razón para que inclusive quieran salvarse.

El ser humano es parte del Universo, pero la sociedad capitalista no hace más que tratar de regularlo para ponerlo entre límites y clasificarlo según su cultura y lugar de nacimiento. A manera de ejemplo, es del conocimiento general que a Estados Unidos no puede entrar un iraquí o alguien que se le parezca, a menos que sea para cumplir un papel del Departamento de Estado. Por el contrario, para una sociedad socialista -a propósito de las propuestas de integración latinoamericanista- la nacionalidad debería ser considerada como un valor externo a la calidad humana; cuando mucho, la nacionalidad debería ser no más que un valor agregado y sólo eso.

Un boxeador mexicano se caracteriza por ser guapo, valiente y entrador incansable, es decir: un "Ratón Macías". Las mujeres de Venezuela se dice -machismo de por medio- que son lo más bonito del globo, y los "sureños" del sur profundo parecen ser pedantes a medida que el criterio de "Sureñidad" es emitido cerca del paralelo cero, pero es que en cada quien hay un conjunto de razones, una manera de ser que obviamente es catalogada diferentemente desde distintos puntos de vistas, y lo que aquí es un parecer, allá es otro. Cada quien es una realidad intraespecífica. Todo ser humano se mueve en por lo menos una dimensión histórico-cultural, además de la dimensión biológica, por lo que las propuestas de integración latinoamericana y de socialismo tienen que ahondar en todas las otras facetas posibles.

La naciente propuesta socialista tiene que estructurar leyes social y jurídicamente avanzadas para evitar hacer falsas e injustas caracterizaciones del "extranjero" y, para mejor, incorporarlo al verdadero desarrollo doquiera se encuentre, encima o debajo de la madre tierra, porque los pueblos son los que han sido, los que ahora estamos y los que en siglos han de venir. La voluntad infinita de los pueblos para empinarse sobre las dificultades y avanzar debe ser la bitácora del nuevo socialismo.

La ideología socialista que nazca del debate abierto será a la integración latinoamericana lo que las cabillas son a las paredes, siempre y cuando el debate no se quede en la superficie de la realidad del hombre sino que se de en todos los estamentos de manera profunda.

Sin una educación descolonizadora cualquier avance en lo económico será inversamente proporcional al bienestar de los pueblos.

Queda por esclarecer el estado social de justicia y de derecho, lo que nos obliga a buscar e inventar caminos en los que la ética del Sur prevalezca en el Sur, que el amor prevalezca sobre el encono, la solidaridad sobre el egoísmo y la paz sobre la diatriba estéril.

La nacionalidad de alguna manera separa a los seres humanos; los ideales internacionalistas, por el contrario, fortalecen vitalmente la interrelación. La universalización de las artes y de la ciencia constituye importantes factores de integración más allá de las fronteras del racismo que hace ver que una persona es inferior a otra cuando precisamente son las presiones sociales y culturales las que conllevan tales diferencias.

Como humanos somos una realidad, y ya el mero hecho de coexistir implica la posibilidad de tropezar, así que si tratamos de corregir un poco la percepción de algo que merece ser revisado, vamos a hacerlo. La manera en que América Latina ha coexistido tiene que revisarse; de hecho, hay una propuesta de integración sobre el tapete. El patrimonio histórico de nuestros pueblos, que no es sólo el presente, sino el pasado y además el futuro, tiene que planificarse para el bienestar y la felicidad de todos. El socialismo tiene que ver con esa planificación.

La vía más segura para impulsar la integración y profundizar en la visión política del socialismo nuevo es oyendo lo que puedan decir todos los pueblos en un debate crucial, sin el cual se niega expresamente la posibilidad de rectificar. El hábito constante de corregir y completar ideas comparándolas con otras, imparcialmente, con toda la honestidad posible, es una vía segura para desechar la duda y alcanzar el fundamento estable y de confianza en lo que deseamos conocer a fondo y, lejos de evitar las objeciones y las dificultades, debemos buscarlas para el análisis y para la síntesis, para la confrontación.

A diferencia de la globalización informativa como arma usada por los grandes centros de poder internacional, y también del viejo internacionalismo proletario pro-soviético, el socialismo latinoamericano no debe estructurarse bajo un solo patrón. Es necesario que afloren las modalidades de cada país, pero el carácter esencial de la solidaridad y la cooperación no deben ser soslayados bajo ningún respecto.

II

A veces afirmamos que algo es verdadero demostrando que se cumple, es decir, acumulando pruebas a favor; sin embargo, la investigación de lo que niega un hecho también es un camino válido para comprobar la realidad "aproximadamente" objetiva. La iglesia católica, que ha sido tradicionalmente intolerante, conservadora y rígida, no obstante para canonizar a un beato escudriña todo lo que en contra del posible santo pueda sustanciarse. Con todo lo que el diablo pueda esgrimir contra el santo, rigurosamente analizado, medido, entonces es cuando se concede la canonización, si procede, pero un importante sector de esa iglesia, especialmente de la más alta jerarquía, arremete contra el socialismo, soslayando el juicio de los pueblos. Es por lo que en la discusión y el debate para construir el socialismo y la integración no debe quedar una sola rendija por donde los detractores puedan meterse, no debe quedar un solo cabo suelto.

El socialismo que planteamos como propuesta hemisférica para coadyuvar la integración de nuestros pueblos no pretende ser un socialismo ecuménico; por lo contrario y a diferencia de la globalización, que como arma es manejada desde los centros de poder internacional, tiene que alejarse de un solo patrón. Ni el caduco enfoque del internacionalismo proletario soviético ni el consenso de Washington, ni la injerencia del Vaticano deben impedir que los pueblos asuman su propio destino. Los pueblos tienen que pensar y expresar lo pensado además de confrontar, como una manera de acercarse a la esencia de su propia realidad para desde allí edificar su propio socialismo; pero, en cada caso, la solidaridad y la cooperación deben ser su fundamental rasgo distintivo.

Las opiniones a veces son verdaderas y a veces son falsas, pero puede suceder que todas sean verdaderas. La discusión de opiniones disidentes es necesaria para completar el resto de la verdad que siempre anda por ahí cojeando. Si no se discute, se olvidan o simplemente se soslayan los fundamentos de las opiniones, y ya sabemos que quien no conoce más que su propia opinión no conoce gran cosa. Puede ser que una opinión sea tan acertada que nadie pueda refutarla pero si se es incapaz de refutar las ideas del interlocutor porque ni siquiera se conocen, no hay motivos para afirmar que se prefiere la opinión propia respecto a la otra y lo único que podría hacerse es abstenerse de juzgar, a menos que se deje ganar por el autoritarismo.

Dar por cierta una opinión mientras exista alguien dispuesto a negarla, y no permitírselo, es un absurdo. Si el Socialismo nuevo, el socialismo del porvenir, pretendiese tener seguidores en lugar de personas que quieren descubrir, explorar, inventar posibilidades, entonces podría fracasar, de ahí que sea imprescindible abrir un gran debate en el seno de los pueblos.

El socialismo soviético, la iglesia católica y el imperialismo norteamericano han tenido en común cúpulas que niegan toda apelación, por lo que en algún momento se han desviado hacia el despotismo y hasta han convertido los anhelos populares en un obituario de esperanzas. Así mismo, se han convertido en bloques a la manera en que, en lugar de alianzas tales que cada nación tenga libertad y autodeterminación, prefieren ejercer hegemonías unilaterales.

En la política de bloques hay una "obligación", a diferencia de la política de alianzas en las que se refleja el carácter voluntario de las naciones participantes, y eso en el nuevo socialismo tiene que ser considerado prioritariamente.

Desde luego que los enfrentamientos se dan de acuerdo a los intereses de los países líderes de cada bloque -léase Vaticano, Washington, Moscú- obligando a los subordinados a seguir atados, inclusive en detrimento de sus propios desarrollos políticos, económicos y sociales. Cuando alguno de los países subordinados de cada bloque trata de escapar de esa situación, es brutalmente retenido y confiscados sus anhelos de progreso; así vemos cómo los países líderes pujan por ampliar su radio de acción hacia otros países del continente que les son tenazmente adversos (casos de Cuba y Venezuela en la actual coyuntura latinoamericana). En nuestro continente, con anterioridad Nicaragua fue sometida al amedrentamiento y manipulación por parte de la opinión internacional así como la ocupación de su territorio en flagrante violación de los Acuerdos de Ginebra y el soborno de una vendida clase dirigente de las mafias somocistas. Puesto que la fuerza de ese pequeño país es en lo cuantitativo infinitamente inferior respecto a ese gran bloque militar y político que se le enfrenta, es predecible la secuela de fracasos; sin embargo, mirando desde otro punto de vista, el ético, uno se da cuenta del esfuerzo supremo de Nicaragua, El Salvador, de la Cuba Revolucionaria, de Haití y tantos países hermanos, para avanzar y tener conciencia frente al estado de guerra que trata de imponernos el Norte imperialista

Las sangrientas dictaduras de Paraguay, Chile, Argentina y tantos otros países del área, no le preocuparon a la clase dirigente de Washington. Frente a ese panorama brutal, pasado y presente, no queda opción más importante que estimular la conciencia de América Latina y que esa reflexión se convierta en mensaje para que su eco llegue a los oídos de todos nuestros hermanos como estímulo para luchar por nuestros genuinos intereses.

III

Valga la paradoja, pero en América Latina, pese a tanta quietud suena un ruido silente, que en Venezuela proviene fundamentalmente de los cerros de Caracas, donde están las barriadas pobres; en México, de las zonas "zapatistas" de las selvas lacandoncas; en Bolivia, en Ecuador y en Perú de las zonas indígenas y en Centroamérica sale de debajo de las piedras. Panamá es un caso especialísimo: del subsuelo de Chorrillos sale un gemido, más que un ruido, porque murió el General Torrijos. Y también en Argentina, donde los piqueteros y las Madres de Plaza de Mayo continúan la resistencia, así como en Brasil, donde los movimientos populares se han puesto de pie llevando a Lula a la presidencia. Y lo mismo en Haití, donde la población históricamente postergada, los descendientes de esclavos africanos, dijeron "basta".

Ahora bien: ¿son todos estos movimientos una clara señal que el socialismo está ganando espacios? ¿Retornan los ideales de justicia sepultados décadas atrás por dictaduras sangrientas y por posteriores planes de ajuste neoliberal? ¿Son los actuales gobiernos de centro izquierda una genuina opción para sacar de la pobreza y la marginación a las grandes mayorías de Latinoamérica?

Una cosa son los movimientos populares, otra distinta las administraciones socialdemócratas que comienzan a extenderse por la región. La era de ultraliberalismo de fines del siglo XX parece haber entrado en una fase de confrontación fuerte, y no está dicha la última palabra en esta batalla entre imperio y pueblos que se rebelan. La nueva centroizquierda que administra hoy muchos países del área está entre ambos fuegos, jugando muchas veces al doble discurso, pero muchas veces pactando a la postre con el gran capital -nacional y extranjero-. Pero como decía el Manifiesto de 1848, los pueblos "no tienen nada que perder, más que sus cadenas". Eso es lo que hoy, ya pasados los peores años de la represión sanguinaria de la Guerra Fría, comienza a vislumbrarse. No hay dudas que la Revolución Bolivariana de Venezuela es un punto de principal referencia en este despertar. Los pueblos del continente están despertando luego de años de quietud. La historia no había terminado.

¿Cómo construir entonces el socialismo hoy día? Por lo pronto, no repitiendo viejos errores. La historia demostró los peligros de la centralización. "Una economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?", se preguntaba Albert Einstein, que además de físico genial era un agudo pensador social de izquierda -faceta que le es bastante desconocida por cierto-. El socialismo del siglo XXI, proyecto en gestación del que no sabemos con exactitud hacia dónde puede derivar, abre luminosas expectativas.

Viendo que la coyuntura actual no es en absoluto la de décadas atrás, sin un bloque soviético que permita, por ejemplo, una revolución cubana que hasta llegó a desafiar al gigante estadounidense con misiles nucleares en su territorio, el realismo político nos impone ver cómo construimos una opción socialista adecuada a las actuales circunstancias. Ello no va en desmedro del ideario socialista histórico; el socialismo del siglo XXI no quiere decir que desconoce al del siglo XIX, el que pensaron los clásicos, y que deja de nutrirse con los aciertos y desaciertos del construido durante el XX. Significa, en todo caso, plantearse utopías con los pies sobre la tierra. La utopía, en tanto construcción de un ideal aspirado, sigue siendo el norte del socialismo. Y ese ideal sigue siendo la igualdad, la justicia social, la lucha contra toda forma de explotación.

Hoy, viendo las dificultades de edificar una experiencia socialista en solitario, se levanta la idea de unidad continental. Pero no la unidad de los capitales, sino la de la Patria Grande, popular y en beneficio del ciudadano común. Es en ese sentido la utopía sigue siendo posible, necesariamente posible. Para el nuevo socialismo que quiere comenzar a abrirse campo en América Latina, el norte debe ser el Sur.


lunes, 27 de enero de 2014

Tecnologías y poder



Marcelo Colussi

Si somos incapaces de preservar la especie humana, ¿qué objeto tiene salvaguardar las especies vegetales?

Wangari Muta Maathai

I

Desde la primera piedra que el primer homo habilis afiló hace dos millones y medio de años, la tecnología humana no ha parado de superarse. Y sin duda, no se detendrá jamás, porque justamente en ello consiste la esencia de nuestra especie: la búsqueda perpetua de lo nuevo. La tecnología, en definitiva, no es sino eso: la forma de desarrollar instrumentos que nos permitan aumentar nuestra capacidad natural, nuestro poder, de defendernos de lo hostil y desconocido. Es decir: la tecnología es la posibilidad de llevar a cabo esa búsqueda, de dejar atrás la indefensión natural descubriendo cosas nuevas. En eso, sin dudas, no hay límites: la búsqueda del poder como resguardo contra la finitud de origen es el sentido mismo de la vida. Desde la primera piedra afilada hasta el misil nuclear hay una línea común que nos conduce ininterrumpidamente como especie, llamémosla afán de poderío, intento por saltar los límites o fascinación por el saber y lo novedoso.

Los instrumentos de que nos valemos para esa búsqueda son interminables, cambiantes, sorprendentes. La historia de la humanidad es la historia de ese desarrollo; es decir: la historia del desarrollo de nuestras posibilidades de "hacer". En definitiva, la palabra "tecnología" que hemos acuñado –tomándola del griego clásico: tecné– no significa sino eso: saber hacer, capacidad de operar, posibilidad de transformar.

Las tecnologías, por tanto, en tanto instrumentos, en tanto herramientas que nos permiten ese operar en el mundo, no son en sí mismas ni "buenas" ni "malas" (salvo excepciones muy puntuales sobre las que luego volveremos). Las tecnologías son las herramientas de que nos valemos para vivir; lo que las pone en marcha es el proyecto de vida en que se inscriben, el marco filosófico-político en que cobran sentido. La energía nuclear puede servir para alimentar la electricidad de una ciudad, o para hacerla volar por el aire con una bomba. Y la electricidad puede servir para salvar vidas (en un quirófano, por ejemplo), o para quitarla (con la silla eléctrica), o para torturar (con una picana). Está claro que, en sí mismos, los productos técnicos que la evolución de los seres humanos va obteniendo sirven en función de lo que se quiere hacer de ellos. El poder no está en la tecnología; sigue estando en las relaciones políticas que se establecen entre los grupos humanos.
           
Las relaciones entres los seres humanos (relaciones de poder hasta ahora siempre asimétricas: luchas de clases sociales, relaciones entre géneros, relaciones entre distintas culturas, relaciones generacionales) se valen de esos instrumentos para mantener/perpetuar el estado de cosas (donde alguien manda y alguien obedece) o, eventualmente, cambiarlo. Pero nunca las relaciones entre seres humanos están definidas solo por las tecnologías en juego. Las tecnologías son siempre aquello de que nos valemos para hacer andar el mundo; no nos determinan. Somos los humanos los que las determinamos a ellas. Un arado, una espada, un cántaro de arcilla, un alto horno de fundición o un robot sirven para instrumentalizar las distintas relaciones entre los grupos humanos; como objetos, por sí mismos, no determinan nada. Sirven para determinar, para relacionar, para articular procesos; esa es la razón de ser de una herramienta: servir para algo.
           
En el mundo capitalista moderno iniciado con la revolución industrial hace unos dos siglos, las ciencias juegan un papel determinante: han sido –y cada vez lo son más– la llave de la explosión productiva. La revolución científico-técnica en curso pareciera no tener límites, y las posibilidades que abrió en unos pocos años provocaron un salto monumental en historia de la humanidad. Con las ciencias que se instauran en la modernidad europea luego del Renacimiento y su aplicación sistemática en los procesos productivos que trajo el capitalismo, proceso hoy día ya globalizado y sin vuelta atrás posible, la especie humana avanzó en unos pocos siglos lo que no había hecho en milenios y milenios de civilización. De ahí que las ciencias modernas y sus nuevas tecnologías han pasado a ser los nuevos dioses de nuestros tiempos. Y algo curioso, digno de ser destacado: el proceso productivo mismo, el quehacer, la industria, en esa nueva cosmovisión moderna ha pasado a cumplir sin más el papel de ídolo, de deidad adorada. Hablamos indistintamente de "avance de la ciencia" como de "avance de la tecnología". Más aún: identificamos progreso con desarrollo tecnológico. El paso del desarrollo, según esta cosmovisión, lo marca el ritmo de las "tecnologías de punta". Pero no debemos olvidar que las tecnologías son una expresión visible, la aplicación de los conceptos científicos que la sustentan; y todo ello, en definitiva, hace parte del proyecto político en juego de un sistema de relaciones. La tecnología es una demostración del tipo de relaciones sociales que la sostienen, y al mismo tiempo, la posibilitan.

II

De acuerdo al proyecto de sociedad en que se desarrollan, las tecnologías pueden cumplir diversos papeles. Solas, en sí mismas, no representan nada. Son muy pocas las tecnologías nocivas en sí mismas. La gran mayoría, útiles en cuanto facilitan los distintos aspectos de la vida, sirven de acuerdo al proyecto en que se desenvuelven. En ese sentido, podría decirse que hay varias categorías, con implicaciones igualmente diversas:

1)      Tecnologías inaceptables en el actual sistema económico-social, pero aceptables en un marco socialista.
2)      Tecnologías correctas en sí mismas, pero que precisan moratoria o lentificación por motivos sociales.
3)      Tecnologías que no siendo prioritarias deben someterse a moratoria antes de haber logrado desarrollarse las primeras.
4)      Tecnologías que ya están suficientemente desarrolladas y no necesitan más investigación.
5)      Y solo en algunos casos muy especiales, tecnologías intrínsecamente negativas

1.       Tecnologías inaceptables en el actual sistema político, pero aceptables en un planteamiento socialista

Hay una serie de realizaciones tecnológicas que serían aceptables, incluso algunas son imprescindibles en sí mismas, pero que desarrolladas dentro de la dinámica del sistema capitalista van a servir inevitablemente no para el provecho colectivo sino solo para el lucro empresarial privado, contrariando el beneficio social. Su uso debería postergarse hasta que existan "reglas de juego" socialistas, donde la actuación política esté dirigida con racionalidad y justicia distributiva, y el respeto al medio ambiente sea una realidad efectiva.

La investigación y desarrollo en estos ámbitos están motivados enteramente por el interés monetario de las patentes, tanto en la investigación privada como en la mayor parte de la investigación académica, por ser una fuente importante de financiación de las universidades. Todo lo que se está patentando desbocadamente bajo el actual sistema abusivo de patentes del capitalismo está alejando sus beneficios a la generalidad de la población e incrementando aún más el poder de las grandes corporaciones multinacionales, que son las beneficiarias finales de las innovaciones. Se adelantan a patentar todo antes de que pueda existir un sistema mucho más restrictivo de patentes, como sería imprescindible. Entre estas tecnologías tenemos los sistemas para la detección, la monitorización cibernética y el automatismo.

a) La detección vía satélite es básica para comunicación, posicionamiento por GPS, alerta climatológica, etc.

El inconveniente es la desviación de su uso a fines éticamente cuestionables, como los bélicos de "guerra de las galaxias", o el control indiscriminado sobre toda la población del planeta. La mayor parte de los satélites en órbita realizan funciones bélicas y de espionaje, habiendo colmado el espacio de los satélites útiles. Los más de 20.000 artefactos o restos en órbita son un peligro para los útiles y para el planeta.

b) Buques-factoría y sistemas para la detección de bancos de peces.

Suponen un gran ahorro energético en la búsqueda, captura y transporte de la pesca, al disminuir los desplazamientos necesarios, pero son también el instrumento para su exterminio. Solo serían buenos si existieran reglas claras para el reparto equitativo de los beneficios, no desplazasen a quienes solo tienen recursos artesanales, y fuera controlada la pesca realizada con los sistemas sofisticados de control que se destinan a otros fines (generalmente perversos).

c) Global Forest Resources Assessment (GFRA).

Medir con exactitud la fotosíntesis que se produce en una parcela forestal o agrícola es útil para desmontar la falacia habitual de ciertas políticas ambientales cuando afirman que "se han plantado 10 árboles por cada uno talado", pues se vería que durante las próximas dos décadas cruciales esos 10 nuevos árboles van a fijar mucho menos dióxido de carbono que el único árbol talado o que un matorral autóctono. También el complejísimo monitoreo planteado, provisto de innumerables sensores, sería útil para el seguimiento de la evolución edáfica de los suelos a consecuencia del tipo de manejo forestal realizado. Pero sería necesario que los sensores instalados detectaran las variables correspondientes a dicha finalidad; que los –seguramente alarmantes– datos que se obtuvieran se hicieran públicos (en lugar de seleccionarlos o falsearlo como es muy habitual); y que se tomaran las medidas necesarias para atajar la degradación (de poco sirve ahora la observación por satélite de las deforestaciones masivas o clandestinas cuando no se aplican medidas correctoras). El desarrollo del GFRA bajo la lógica y la dinámica del sistema capitalista dominante puede servir también para gastar fondos públicos con fines perversos, por ejemplo: ensayar el control remoto de los espacios forestales, combinando la observación por satélite con los sensores sobre el terreno. O como un medio más para eliminar agentes forestales y campesinos provocando la despoblación del medio rural y la expulsión del campesinado. También podría servir para desarrollar industrias de "alta tecnología", controlada por las grandes transnacionales y en su exclusivo beneficio monetario, tecnológico, y político. O para adquirir experiencia en planes de dominación global que no son impensables para un mediano plazo: la regulación y el control cibernético de la biosfera, y con ello el poder absoluto sobre el mundo (por ejemplo: la guerra climatológica, denunciada en más de una ocasión como una realidad ya en curso; es decir: por ejemplo, huracanes teledirigidos). O más aún: la utilización de los sistemas de detección para la completa localización en cualquier lugar del mundo de los movimientos guerrilleros que se cobijan en las selvas, siempre con el benemérito pretexto de la lucha mundial contra las drogas.

2.      Tecnologías correctas en sí mismas, pero que precisan moratoria o lentificación por motivos sociales

Sabido es que en el capitalismo la mayor parte de las innovaciones tecnológicas se orientan a la disminución de la mano de obra y a la ampliación de la tasa de ganancia empresarial. Lo correcto sería dar tiempo al tiempo, que es un factor fundamental a considerar cuando se implementan procesos de innovación. Sin embargo, bajo la lógica del capitalismo, esto no cuenta; lo que le interesa es lucrar cuanto antes con la innovación, y la generación de desocupación masiva es un factor más de beneficio añadido al permitir el descenso de los salarios por tener un ejército de desocupados de reserva. Las políticas neoliberales se han especializado en este mecanismo. Particularmente sangrante es el desplazamiento de la población campesina, expulsada de su territorio (mediante la violencia generalmente) para la agricultura industrial. En este caso, a la catástrofe humanitaria se añade un grave daño a la biosfera común, tanto por la degradación de los suelos que provocan los agronegocios, como por incrementar la insostenibilidad del medio urbano con megápolis cada vez más inmanejables, violentas y hostiles para la sana convivencia.
           
En esa lógica encontramos la actual revolución industrial cibernética. Su magnitud se refleja en la cantidad de jubilaciones anticipadas, regulaciones y despidos que se han desencadenado en los últimos años. Resulta expresivo que una fábrica de automóviles que empleaba unas décadas atrás a 20.000 operarios con el llamado modelo fordista, se convierte en una factoría robotizada con solo 300 trabajadores muy cualificados. Parte del personal "sobrante", encontrando cerradas todas las puertas para la sobrevivencia, puede hallar como estrategias de vida solo la delincuencia, por lo que un beneficio tecnológico que debería ser alegría para todos (reducción de la jornada laboral, por ejemplo), termina transformándose en una bomba social. Por tanto sería necesaria una moratoria en el desarrollo de ciertas tecnologías aceptables aunque no prioritarias, y una lentificación en el desarrollo de otras de mayor interés, adaptándolas al ritmo de la reconversión y reubicación profesional de los que resultarán desplazados. Las políticas de pleno empleo de todas las experiencias socialistas, así sea recargando innecesariamente a veces las nóminas de algunas dependencias públicas, por lejos son siempre más humanas que los planteos capitalistas que consideran a los trabajadores solo "variables de ajuste". Si las tecnologías no sirven para beneficio de la humanidad, ¿para qué la queremos?

3.      Tecnologías que no siendo prioritarias deben someterse a moratoria antes de haber logrado desarrollar las prioritarias

Pueden tener algún interés para el avance científico, pero su desarrollo es irracional e inmoral por su elevado coste mientras no se resuelvan de forma estable problemas básicos de la humanidad como el hambre, las enfermedades de la pobreza (las diarreas, debido a la falta de agua potable, o las infecto-contagiosas, debido a las malas condiciones de vida), el problema habitacional, la educación básica para todas y todos. El esfuerzo investigador y los recursos deben utilizarse en la ciencia básica y en las investigaciones prioritarias, siempre en atención a las necesidades coyunturales de la sociedad de que se trate, y con perspectivas de mediano y largo plazo.

a) La estación espacial. Al fin se ha reconocido su escaso interés científico y la irrelevancia de los experimentos allí desarrollados. En realidad es prematura e innecesaria toda la aventura espacial, incluyendo la exploración personal o robótica de la luna o Marte. Comparar las sumas invertidas en los viajes espaciales con las necesarias para evitar la muerte por hambre de millones de personas resulta inmoral y obsceno. Hoy día puede verse con más claridad –y además puede decirse abiertamente– que la carrera espacial de Estados Unidos y la Unión Soviética fue una arista más de la Guerra Fría, inconducente y sin relevancia positiva real para los pueblos del mundo. De hecho, la llegada de misiones tripuladas a la luna por parte del gobierno de Washington no aportó prácticamente nada en términos científicos, siendo solo espectáculos mediáticos destinados a tapar la boca a su contrincante socialista.

b) La industria aeroespacial en su totalidad (lo llamado pretenciosamente "la conquista del espacio", "la nueva frontera", la "guerra de las galaxias") representa nuevos impactos sobre la biosfera por la extracción de los minerales escasos necesarios para las construcciones y las naves espaciales, guerras por intermediación para el control de la minería de materiales estratégicos, consumo de combustible, impacto sobre la atmósfera y la troposfera, dispersión de chatarra espacial, con el peligro que ésta representa en su posterior caída sobre la tierra, en ocasiones de combustible nuclear y otros materiales radiactivos. Lo inmoral, irresponsable e irracional de la aventura espacial culmina cuando ni siquiera se invocan los supuestos avances científicos, sino que ese daño y derroche se prepara con fines turísticos: se patenta la luna, se montan empresas de venta de parcelas, se reservan plazas para viajes regulares o para los proyectados hoteles espaciales. Todo ello sin que ningún organismo internacional declare la nulidad de esas patentes, de esas empresas, de los despachos de ingeniería y los técnicos que desarrollan y venden los proyectos, de las cantidades ya percibidas como reservas.

4.      Tecnologías que ya están suficientemente desarrolladas y no necesitan más investigación, al menos por ahora

Si bien no se puede limitar el desarrollo de la investigación científica, se deben abrir cuestionamientos éticos sobre mucho de ella, tanto respecto a su implementación como del "avance" en sí mismo que representa como bien social. Hay tecnologías que ya han dado saltos fabulosos y, hoy por hoy, no necesitan seguir desarrollándose. Por ejemplo: la calidad de la reproducción de todos los actuales medios audiovisuales (cine, televisión, videojuegos, pantallas de computadoras). El punto alcanzado es definitivamente muy bueno y se torna innecesaria su evolución en estos momentos; si se lo hace, es solo en función de continuar generando mercancías para colmar políticas empresariales, pero tecnológicamente no hay nada que las justifique.

Otro tanto pasa con la industria de los vehículos automotores; sabiendo que los motores de combustión interna son uno de los principales agentes causantes del efecto invernadero negativo, lo racional y éticamente correcto sería utilizar los nuevos avances tecnológicos en la producción de transportes públicos no contaminantes, buscando la paulatina eliminación del automóvil privado. Pero el hambre de ganancias de las gigantescas corporaciones fabricantes de vehículos, indisolublemente unidas a las grandes compañías petroleras, prefiere continuar con la producción irracional de autos particulares en vez de promover salidas viables con medios de movilidad públicos. La tecnología automotriz actual se sigue desarrollando solo por el afán de ventas, siendo que ya no sería necesario su avance sino, por el contrario, su reconversión hacia otro tipo de vehículos: no contaminantes y de uso masivo, eliminando el agresivo, en términos ecológicos, automóvil unipersonal o familiar.

5. Tecnologías intrínsecamente negativas

Llegamos a un capítulo especial, aquél en el que sí, efectivamente, la forma misma de la tecnología conlleva una carga negativa, por su probada peligrosidad. Se han desarrollado tecnologías peligrosas sin respetar el más elemental "Principio de Precaución" a pesar de existir serios indicios e informes científicos señalando sus peligros, y se han aplicado masivamente después de que tales peligros se confirmaron, y además con mayor gravedad y rapidez de lo previsto.

a) Biotecnologías que ponen en peligro la conservación de la biosfera. Pueden incluirse aquí: la tecnología del ADN recombinante; todos los cultivos y liberaciones ambientales de transgénicos; los intentos de fabricar bacterias sintéticas, las bacterias alteradas por mutaciones inducidas para uso en la "guerra bacteriológica", entre otros avances tecnológicos.

b) Tecnologías bélicas, cuya única función es la destrucción y el asesinato masivo. En particular las minas antipersonales, o la utilización de "uranio empobrecido" para deshacerse de su peligro en algún "país empobrecido". Según las cifras del jefe de oncología del hospital local de Basora, en Irak, se ha producido un tremendo aumento de los casos de cáncer y tumores, que han pasado de 32 casos anuales en 1989 a más de 600 en el 2002, lo que se atribuye al bombardeo masivo con proyectiles de "uranio empobrecido". Sin embargo, un veterano estadounidense que actuó en esta la primera Guerra del Golfo afirma que se lanzó allí una bomba atómica, de menor potencia que la de Hiroshima (algo muy verosímil pues es una intención declarada del Pentágono la prueba de "pequeñas" bombas atómicas tácticas). En cualquier caso, la utilización masiva de proyectiles con uranio empobrecido por los Estados Unidos está sobradamente acreditada y confesada en los lugares en que ha intervenido, tanto en Irak como en Kosovo.

III

La investigación científico-técnica es siempre una buena noticia para la humanidad. La promoción de nuevos saberes y la invención de nuevas tecnologías abren perspectivas positivas, por lo que siempre es deseable su promoción. Si alguno de esos descubrimientos se muestra inoportuno, inconveniente o dudoso en cuanto a su beneficio colectivo, el problema no está en la producción misma de los nuevos conocimientos sino en su posterior aplicación. Por eso el objetivo final de toda crítica no debe ser la tecnología propiamente dicha, o los conceptos científicos de que se nutre, sino el sistema de relaciones sociales en que se desenvuelven. El poder no está en los instrumentos mismos, en las herramientas de que nos valemos para la vida, no importando su magnitud o complejidad: ha estado y seguirá estando en las relaciones que establecemos los seres humanos entre sí. La lucha por un mundo de mayor justicia, por tanto, no es una cuestión de tecnologías. Es una cuestión política.

Si la tecnología no sirve para un genuino desarrollo humano integral, ¿para qué está entonces? ¿Por qué termina siendo más importante tener cosas –y cambiarlas cada vez más rápidamente– que su aprovechamiento? No podemos estar fatalmente condenados a valorar la vida en función de las cosas que, en todo caso, nos deben servir para ayudarnos a vivir. El hacha de piedra, la rueda, el automóvil o el teléfono celular son simplemente instrumentos que nos facilitan la vida; olvidarlo implica generar un mito, reduciendo la vida a una frenética carrera por su posesión, para no saber qué hacer una vez se los ha obtenido.

"El ser humano ha llegado a ser, por así decirlo, un dios con prótesis; bastante magnífico cuando se coloca todos sus aparatos, pero éstos no crecen de su cuerpo, y a veces le procuran muchos sinsabores", decía con razón Sigmund Freud. Si lo olvidamos, no hay real desarrollo del ser humano. En vez de venerar imágenes, tótems o espíritus, glorificamos pedazos de plástico o cromo-vanadio. ¿O será ese nuestro destino? Evidentemente es muy pobre ese camino. Las herramientas –cualquiera sea, desde la primer piedra pulida del homo habilis hasta la actual super computadora más potente– tienen que servirnos para mejorar nuestras vidas, no para esclavizarnos más. Si nos esclavizan, está claro que ello sucede porque el proyecto en que se inscriben es el esclavizante. Una vez más entonces: el "enemigo" no es la tecnología, sino el sistema que permite llegar a pensar que un robot es más importante que una persona de carne y hueso, o que el lucro económico puede permitir destruir la naturaleza.