sábado, 29 de diciembre de 2012

GUATEMALA.- La gran deuda del gobierno con la población indígena y campesina en el 2012




Por Marcial Rivera
"Yo pregunto a los presentes
si no se han puesto a pensar
que esta tierra es de nosotros
y no del que tenga más.

Yo pregunto si en la tierra
nunca habrá pensado usted
que si las manos son nuestras
es nuestro lo que nos den."

(Fragmento de la canción "A desalambrar" de Víctor Jara)

Termina el año 2012, ha pasado el 13 Baktun y con esto, según las antiguas creencias mayas, inicia una nueva era en la historia de la humanidad. En esta coyuntura, se hace propicio hacer un análisis de los principales sucesos que marcaron el 2012, sobre todo porque este año se ha caracterizado por ser de luchas constantes. Uno de los principales sectores y luchas impulsados en este 2012 fue el estudiantado normalista con las luchas contra la reforma a la carrera de magisterio y lo que ello implica. En especial el campesinado indígena realizó importantes movilizaciones y luchas, con el objetivo de alcanzar mejores condiciones de vida, tener más acceso a la tierra, y a un entorno propicio para desarrollarse como campesinos.
¿Por qué lucha el campesinado?
La principal bandera de lucha en torno a esto, la causa que hicieron suya todas las organizaciones campesinas es la lucha por la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural Integral, ley 4084, la cual beneficiará directamente a las poblaciones que viven en condiciones infrahumanas y de grandes limitantes socioeconómicas. Lo relevante de esta ley, es que hace once años fue presentada al Congreso y aprobada por la comisión respectiva, pero aún así, debido a la influencia de la oligarquía y los grupos de poder burgués, no ha sido aprobada por el pleno. Incluso autoridades municipales se decantan por la aprobación de esta ley, en la medida en que beneficiará a las poblaciones más vulnerables de Guatemala, a partir de la construcción de un tejido productivo basado en el fortalecimiento y tecnificación de la producción agrícola.
Un elemento importante de la propuesta de ley es que democratiza lo relacionado a las consultas comunitarias, pues las reconoce como medio legítimo y adecuado de participación social, así como la creación del Ministerio de Desarrollo Rural, el cual sustituiría y haría las veces del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación, otro elemento importante es el relacionado al uso de los ecosistemas, el cual se plantea equilibrado y respetuoso con el medio ambiente; así como otros parámetros relacionados al comercio, siempre con miras a beneficiar al campesinado.
La ley 4084 dista mucho de ser una reforma agraria, como lo afirman los sectores de la oligarquía rancia guatemalteca, organizados en ANACAFÉ, el CACIF, la Cámara de Industria y la Cámara del Agro. Estos empresarios oligarcas afirman que se les quiere despojar de sus tierras, mientras que en realidad la ley posibilita el uso de tierras ociosas e improductivas, para el campesinado, generando con esto miles de empleos directos otros tantos más indirectos, y aunado a esto la posibilidad del aumento de la capacidad adquisitiva por parte de la población. Es claro que la aprobación y aplicación de esta ley no cambiará la estructura de la tenencia de la tierra ni resolverá todos los problemas ancestrales del campesinado indígena, pero sin duda mejorará sus condiciones de vida. Aún está por verse si, en caso de aprobarse la Ley de Desarrollo Rural Integral, se logra reglamentar su aplicación efectiva, cosa que no ha sucedido, por ejemplo, con la Ley de Vivienda aprobada a inicios del año.
Falta de consensos
El atraso a la aprobación del proyecto de ley se debe a dos factores: el primero es la inestabilidad que existe en el congreso a partir de las interpelaciones impulsadas por la bancada de Libertad Democrática Renovada, que no se logran llevar a cabo por no tener quórum, el cual a su vez no es logrado por la oposición a los procesos de interpelación por parte del Partido Patriota. Por otro lado, las enmiendas que se han propuesto al proyecto original tanto por parte de las gremiales empresariales como por parte de algunas bancadas legislativas a lo interno de la Asamblea. En la última semana de noviembre, durante tres días, la Junta Directiva del Congreso trató de que se aprobara la ley, pero fue imposible lograr el quórum necesario. Las maniobras de la oposición, de las cámaras empresariales y de diputados del mismo PP, a pesar de la posición del presidente y la vicepresidente a favor de la ley, evitaron su aprobación.
Este episodio puso de manifiesto también las diferencias entre el gobierno de Pérez Molina y los sectores más reaccionarios del empresariado. La política presidencial es negociar y hacer concesiones, con el fin de lograr “paz social” que permita el fortalecimiento del Estado y que éste priorice el combate a la delincuencia y el crimen organizado, mayor estabilidad, y en última instancia, un buen clima para la inversión capitalista y los negocios. Pérez Molina ansía lograr con el campesinado el mismo tipo de acuerdos logrados con los principales sindicatos del magisterio y de trabajadores de salud, y por ello impulsa la aprobación de la ley 4084. La oligarquía, en cambio, prefiere una política más inflexible, retener el control, dando a la vez dádivas por medio de programas como la “responsabilidad social empresarial”, cruzadas de jóvenes de las universidades privadas que construyen viviendas para los pobres y otras engañifas por el estilo.
Esta ley debe aprobarse pronto, pues no es solo una ley que ha sido discutida a lo interno del Congreso de la República, sino además ha sido suficientemente discutida por distintos sectores de la sociedad, esto a partir de la marcha indígena y campesina que se diera en marzo, desde Cobán, Alta Verapaz. El principal punto de discusión relacionado con esta ley es el artículo 10, que ha recibido contrapropuestas. Éste básicamente establece que se promoverá la democratización del uso y tenencia de la tierra, sin embargo no menciona la palabra expropiación ni su espíritu es el de confiscar las tierras a los dueños de las mismas, en función de otorgárselas a los campesinos y que ellas y ellos puedan hacer uso de la misma. Sin embargo aunque dicho artículo no establece esto, esta ha sido la interpretación de los sectores empresariales. Los representantes empresariales aseguran que dicha ley no debiera aprobarse en tanto que no se ha consensuado lo suficiente, siendo que la misma ha sido discutida por más de seis meses. Por otro lado cabe citar a Alberto Brunori quien funge como representante de Naciones Unidas, al referirse a la aprobación de la ley como una deuda que el gobierno tiene con los pueblos indígenas.
La lucha debe seguir
Pronto comenzará el 2013, y con esto nuevas coyunturas que girarán en torno a las principales banderas de lucha que se izaron en 2012. La relacionada con las luchas populares sobre la tierra será una de ellas. La unidad de las organizaciones campesinas será fundamental para lograr éxitos, y la lucha debe expresarse en todos los espacios de organización popular y participación política. El Partido Socialista Centroamericano (PSOCA), cree en esto firmemente y apoya la lucha campesina e indígena por la aprobación la Ley de Desarrollo Rural Integral, enfatizando a la vez que una verdadera transformación de la democracia y del sistema político sólo será posible por medio de una Asamblea Nacional Constituyente y una nueva Carta Magna que transformen el país a favor de los desposeídos.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Represión en temporada navideña: Persecución y captura de manifestantes del 20 de octubre


COMUNICADO URGENTE


Mientras el ejército de ocupación de Guatemala incrementaba su presencia desde el 13 de diciembre en Barillas, para proteger nuevamente los intereses de una empresa hidroeléctrica de origen español (Hidralia Ecoener), al mismo tiempo en la resistencia de La Puya, ubicada en San José del Golfo, continúa la zozobra por las amenazas de desalojo para favorecer a una empresa minera de origen estadounidense (Kappes Cassiday & Associates). Por otro lado, en San Rafael Las Flores se criminaliza y se está montando un escenario de guerra para reprimir a la resistencia comunitaria que se opone a las operaciones mineras de una empresa de origen canadiense (Tahoe Resources). También se teme que el Gral. de Guerra, Efraín Ríos Montt, no sea enjuiciado por sus crímenes de lesa humanidad, y la corrupción campea por las instituciones del Estado sin que se haga efectiva la justicia. Mientras ese tipo de casos de alto impacto no son atendidos como se esperaría en un estado democrático:
El MP y la PNC gastan recursos en perseguir y capturar a manifestantes que el 20 de octubre de 2012 rompieron vidrios y mancharon paredes del edificio de Gobernación, como un acto de profunda y legítima indignación y desesperación por las razones arriba expuestas, y en especial por la masacre cometida el 04 de octubre contra el pueblo K’iche’ de Totonicapán.
En este momento se persigue y encarcela a estudiantes de la USAC por depredación de un edificio creado durante la dictadura de Ubico y que sirvió como centro de tortura durante la guerra. No obstante, no se persigue con la misma “efectividad”, la depredación y saqueo que ordenaron altos mandos del ejercito durante los 80, a sitios como Río Azul, El Zotz e Ixkún del Petén y estelas en Huehuetenango. Asimismo se tiene conocimiento de la destrucción de montículos en el oriente del país y de otros utilizados como tiro al blanco como el Naranjo en Petén.
Por su parte, varias familias oligarcas como los Novella y los Paiz intentan privatizar sitios y piezas arqueológicas a través del proyecto Reino Kan y del Museo del mundo Maya. Asimismo no podemos dejar de mencionar la destrucción de sitios prehispánicos por la realización de megaproyectos y complejos comerciales. A pesar de todo ello, son los estudiantes de la USAC los que son perseguidos y encarcelados como si fueran criminales.
Por tanto:

  1. Repudiamos el papel que está jugando el Consejo Superior Universitario (CSU), al proporcionar información como si los y las estudiantes fuesen delincuentes de facto, violando así la Autonomía Universitaria. Esto nos hace recordar las rectorías como la de Eduardo Meyer a principios de la década del 80, donde varios estudiantes fueron señalados y posteriormente desparecidos por las fuerzas represivas del Estado.
  2. Le solicitamos al Ministerio Público (MP) a que tome en cuenta la coyuntura en la que se desarrollaron estos hechos, y en especial a la Fiscal General Claudia Paz y Paz que no utilice esta situación como excusa o balance frente a los casos relacionados con la Memoria, la Verdad y la Justicia, que si son de alto impacto.
  3. Al Ministerio de Gobernación que respete el debido proceso llevado a cabo por el MP y que no extralimite sus funciones en materia de investigación penal.
  4. Exigimos al Gobierno de Guatemala que cese la violencia política judicial y extrajudicial contra las distintas expresiones del movimiento social.
  5. Hacemos un llamado a las diferentes expresiones organizativas a que no se dejen llevar por las notas de prensa o discursos criminalizadores que sólo generan división entre el movimiento y que justifican la persecución política a todos niveles.
  6. Nuestra solidaridad con los estudiantes perseguidos y detenidos, así como a sus familias que pasaran las fiestas de fin de año sin sus seres queridos.
Guatemala 14 de Diciembre de2012,

¡No a la criminalización de la protesta!
¡Libertad a los presos políticos por Luchar!
¡Cese a la persecución contra el movimiento social!

Sindicato de Trabajadores y Comerciantes del Campus Central de la Universidad de San Carlos (SITRACOMUSAC), Frente Popular (FP), Bloque Antiimperialista, Organización Estudiantil de la Escuela de Historia (OEH), Coordinadora de la Juventud de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (Juventud-URNG), H.I.J.O.S. Guatemala, Movimiento Estudiantil 78-12,  

viernes, 14 de diciembre de 2012

Venezuela sin Chávez





Marcelo Colussi

Plantearse cómo sería, por ejemplo Estados Unidos sin Barack Obama, o Alemania sin Angela Merkel; o si se quiere, extremando las cosas, cómo serían Bourkina Fasso o Turkmenistán sin sus actuales mandatarios (que seguramente los lectores de este opúsculo ni sabremos quiénes son), ya nos da una pista: lo más probable es que cualquiera de estos países, ricos y poderosos o pobres y olvidados, no sufrirán ninguna alteración con los jefes de Estado que sucederán a los actuales. No es lo mismo en el caso del país caribeño. Venezuela sin Chávez puede implicar cualquier escenario: guerra civil, guerra interna en las filas del PSUV, retroceso en las conquistas populares, quizá avance y profundización en el proceso socialista. Pero de lo que podemos estar seguros es que, sin Chávez, las cosas no van a continuar sin cambios.

Lo que viene sucediendo en la República Bolivariana de Venezuela desde hace casi una década y media no admite parangón; el proceso en marcha –una transformación de las relaciones político-sociales que, sin ser una revolución al estilo de los socialismos conocidos, permite un nivel de vida sustancialmente mejorado para las grandes mayorías populares–, sin que entremos a evaluarlo aquí en relación a otras experiencias socialistas conocidas, todo ello se liga indisolublemente a la figura de Hugo Chávez.

Sin la menor duda, la figura de Chávez es ya un ícono de fines del siglo XX e inicios del XXI. Fue él quien, luego de los terribles años en que se implementaron los planes de capitalismo salvaje eufemísticamente llamados “neoliberalismo” o “globalización neoliberal”, volvió a poner en agenda una actitud de protesta, desaparecida para entonces en cualquier gobernante. Fue él quien, a su muy particular modo, trajo nuevamente a escena las ideas de socialismo. Fue él quien, con sus políticas redistributivas, volvió a dar protagonismo a los sectores populares de su país natal, contribuyendo así, directa o indirectamente, a un resurgir del campo popular latinoamericano. Negar o subestimar su papel en todas estas nuevas dinámicas es imposible.

Es por todo ello, por su protagonismo, por su discurso contestatario e irreverente contra el imperialismo, por su apelación al socialismo, a un nuevo socialismo que tomara distancia de los errores del socialismo burocrático y centralista de muchas de las experiencias del siglo pasado, pero socialismo al fin –término que había sido anatematizado por el discurso oficial dominante–, es por todo esto, por haber contribuido a devolver las esperanzas en transformaciones sociales y desempolvar ideales que se suponían terminados, que su peso específico no es similar al de ninguno de los presidentes que mencionáramos más arriba. Si desaparece el primer mandatorio de Bourkina Fasso o de Estados Unidos, sin dudas nada de base va a cambiar, ni a lo interno de sus respectivos países, ni en la arena internacional. La desaparición de Chávez como figura central de la política venezolana por supuesto que va a traer cambios. En su país y, seguramente, también en la región (¿seguirán el proceso de paz las FARC en Colombia, por ejemplo? ¿Qué harán ahora los países del ALBA?)

¿Por qué tantos son los cambios que se avizoran entonces? El protagonismo de Hugo Chávez en el proceso en curso en Venezuela es total. Lejos está de ser un autócrata, un dictador, como la prensa de la derecha quiere presentarlo maliciosamente; pero sin dudas su presencia es omnímoda. “No puedes ser el alcalde de Venezuela”, fueron palabras de sana advertencia que le diera en alguna ocasión Fidel Castro; definitivamente, no se equivocaba. La vida política del país petrolero comenzó a depender cada vez más de la figura absoluta del comandante. Sin dudas, eso le confería una autoridad moral increíble, pero abría dudas que el proceso nunca se encargó de despejar: ¿puede una revolución asentarse enteramente en las espaldas de una sola persona? ¡Absolutamente no! Eso es un peligro, una terrible bomba de tiempo que, tarde o temprano, tiene que estallar.

Y lamentablemente parece que ahora está llegando ese momento. Ojalá el comandante Chávez supere este amargo trance de su enfermedad, que se reponga y que siga al frente de la Revolución Bolivariana. Vayan mis más profundos deseos en ese sentido. Pero al mismo tiempo de este acompañamiento moral, entiendo que es imprescindible abrirnos una genuina y profunda autocrítica en el campo de la izquierda. ¿Podemos seguir callados ante los mismos errores de siempre? ¿No es necesario plantearse los procesos de transformación social aprendiendo de las faltas cometidas anteriormente?

Quizá Chávez regrese pronto al ejercicio de su cargo de presidente. Lamentablemente, las cosas no parecen apuntar en esa dirección. Por lo pronto, ya ha nombrado “sucesor”. El solo hecho de esa designación debería abrirnos una pregunta: ¿sucesor? Pero, ¿no suena a monarquía eso? En Corea del Norte sucedió lo mismo, y por eso justamente, desde la izquierda, criticamos este tipo de cosas: ¿y el poder popular, el poder de las bases?

Puede entenderse la designación de Nicolás Maduro como un intento de aglutinar las fuerzas tras una persona nombrada por el líder a quien, por simple respeto, todos los sectores afines deberán apoyar. Podríamos entenderlo como estratégico quizá (beneficio de la duda, para ser bondadosos). Sin entrar en el análisis de los pormenores de los juegos de poder posibles a lo interno de las filas chavistas, esto mismo de un “sucesor” ya debería prender las alarmas: ¿se trata de recomposiciones palaciegas, de ver quién cuenta con más cuotas de poder, si Nicolás Maduro o Diosdado Cabello, de ver qué papel juegan las Fuerzas Armadas? ¿Y dónde está entonces la construcción de lo que se suponía debe ser la savia de una revolución socialista: el poder popular, desde abajo?

Hay quien dice, quizá desde un pronunciado optimismo, que ahora se abren las puertas para la verdadera profundización de la revolución socialista. Otros, por el contrario, avizoran un desmoronamiento del proceso como castillo de naipes. La derecha, por supuesto, se ha de estar restregando las manos, muy feliz, esperando la caída estrepitosa del “régimen”. Como sea, lo que se avecina no augura sino luchas, más sacrificios para el campo popular, probablemente situaciones de alta conflictividad.

Me sumo a las fuerzas que apoyan el pronto restablecimiento de Chávez y, en el peor de los casos, una continuidad del proceso sin su figura dentro de los marcos de la actual democracia, en paz, sin reaccionar a las provocaciones que vendrán de la oposición. Pero no dejo de mencionar que no podemos seguir repitiendo el mismo esquema de culto a la personalidad que puede llegar a resultar nefasto, aunque aparentemente pueda verse como una garantía de avance.

Quizá la angustia que en las filas del proceso bolivariano pueda estar provocando el probable alejamiento del líder dejan al desnudo las debilidades de un proceso que tenía mucho de montaje: una revolución genuina, aunque llene masivamente plazas con adeptos uniformados de rojo, no puede depender de un solo personaje. ¿Será cierto que, sin Chávez, se abren las posibilidades para comenzar a construir el socialismo?

Entrevista a Marcelo Colussi: “El socialismo sigue siendo una esperanza abierta”





Liberto Asudem Ibaraden
Desde Canarias.

“El socialismo sigue siendo una esperanza abierta”, así manifiesta rotundo el psicólogo, profesor, escritor, periodista, activista a tiempo completo por la libertad, la justicia social y la dignidad global, aunque mejor persona, Marcelo Colussi.

Pregunta: Según ha manifestado usted en más de una ocasión, y después de revisar seria, rigurosa y profundamente lo que ha sido la historia de los seres humanos, concluye no sin cierto pesimismo (precisamente utiliza la cita del pensador e intelectual Antonio Gramsci en uno de sus últimos artículos que titula “Socialismo y poder” que dice: “hay que actuar con gran pesimismo en la inteligencia, junto a un férreo optimismo de la voluntad”), que en realidad las personas nos movemos en buena medida por un afán de poder, y que, por lo tanto, estamos irremediablemente condenados a seguir ese molde, incluso para apoyar esta tesis también cita al Premio Nobel de Literatura, José Saramago cuando manifiesta que “No nos merecemos mucho respeto como especie”; y llega a concluir que casi estamos tentados a afirmar que “esto no tiene arreglo” ¿Cómo es que si tiene esta “convicción” lo vemos siempre comprometido con las causas que apuestan precisamente por darle “otra” oportunidad al ser humano que lucha, que combate, comprometido, por construir un mundo más justo, más digno, más solidario, más libre; en definitiva, una comunidad socialista, es decir, la aspiración a un mundo más justo, pensamiento este que mantenía desde los años 70 la escritora canaria-cubana Nivaria Tejera, que llegó a manifestar que “…Todo apesta…” , refiriéndose a la condición humana que cuando llega a algún tipo de poder sobre los demás se transforma repugnantemente en una especie de semidios aunque por lo general suelen ser un@s complet@s “analfabet@s funcionales… inept@s … déspotas y terminan convirtiéndose en “presuntos” corrupt@s…. usurpadores de las riquezas colectivas, que , aunque exista la mayor crisis económica o financiera éstos jamás sufren sus consecuencias, mientras la inmensa mayoría apenas tiene para cubrir las necesidades básicas…. aunque trabaje —que se ha vuelto un imposible?

Marcelo Colussi: Que nuestra condición humana nos confronte con esas “mezquindades” (el afán de poderío que pareciera constituirnos tan estructuralmente, ese egoísmo tan enraizado que lleva a Saramago a perder las esperanzas), con esas características tan poco altruistas, tan faltas de solidaridad en muchos casos, no significa de ningún modo que no debamos seguir buscando siempre, con la más absoluta convicción, el mejoramiento de lo que somos. O si se quiere decir de otro modo: la aspiración a un mundo más justo –por el que uno puede estar dispuesto a dar la vida incluso– no riñe con este conocimiento que se pueda tener de nuestros límites. Efectivamente somos finitos, limitados, bastante mediocres, llenos de flaquezas, pero todo ello no significa que se deba abandonar la lucha por un mundo mejor, más justo, más equitativo. En todo caso es necesario saber qué somos, cómo somos, dónde está nuestro talón de Aquiles, saber de nuestros límites, para saber a qué podemos aspirar, para no hacernos ilusiones desmedidas. Pero una cosa no quita la otra. Por otro lado, si es cierto que hoy podemos ver ese tipo de sujeto humano lleno de mezquindades –eso somos, hay que reconocerlo, no lo neguemos– nada nos dice que estemos irremediablemente condenados a seguir ese molde. Cómo será el famoso “hombre nuevo” del socialismo, no lo sabemos; pero sin ninguna duda podemos y debemos seguir aspirando a algo mejor que esto que somos hoy día. En todo caso, el pesimista que cree que esto “no tiene arreglo” es Saramago. Yo soy un convencido radical que la historia humana es una perpetua búsqueda de mejoras, de avances. Es decir: una sucesión interminable de nuevas oportunidades. La historia nunca está escrita, la escribimos con nuevas oportunidades segundo a segundo. El socialismo, aún con todos sus errores, sigue siendo una esperanza abierta. Y si es cierto que la lucha en torno a los poderes vertebra toda nuestra vida (social, subjetiva, relaciones de pareja, etc., etc.), ello no significa que nuestro objetivo no sea tener claro eso y buscar más equidad en esas relaciones. En ese sentido tomaría las palabras de Martin Luther King cuando dijo, con una convicción radical, con una esperanza infinita que también hago mía: “aunque supiera que mañana vaya a ser el fin del mundo, hoy, de todos modos, plantaría un árbol”.

Pregunta: Usted afirma que “un sistema económico enfermo da como resultado un planeta enfermo”, en un lúcido artículo el que inicia con una cita de Adam Smith que mantiene que “no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados” ¿Cuál sería la alternativa a este sistema económico? ¿No cree que para cambiar de sistema económico, y que sea factible y duradero, habría que cambiar las estructuras educativas, sociales, culturales, políticas?

Marcelo Colussi: La alternativa abierta al sistema capitalista –hay que decirlo con todas las letras, aunque hoy, en el medio de la marea neoliberal de estos últimos años esto pueda haber pasado a ser una mala palabra– es el socialismo. Es decir: un sistema donde la estructura última de la organización social no sea la búsqueda del lucro económico. Si el motor de la sociedad, y consecuentemente la ideología de cada uno de los miembros que la componen, se ciñe solo al beneficio económico, estamos ante un absurdo. El capitalismo lo evidencia de modo patético: ese sistema no tiene salida. Un sistema que destruye el medio ambiente en el que vivimos en función de obtener ganancias económicas, que tiene las guerras como válvula de escape siempre presente para resolver sus problemas estructurales insolubles, que puede llegar a la descabellada noción de “poblaciones sobrantes”, que hace de los simples instrumentos para la vida un fetiche donde un teléfono celular o un automóvil –por poner algún ejemplo– pueden llegar a ser “lo más importante” de esa vida, todo eso tiene mucho de absurdo, de tragicómico. El proyecto socialista, del que conocemos solo los primeros pasos balbuceantes –los cuales, pese a enormes dificultades y con los errores del caso, han dado ya resultados infinitamente más justos que los siglos de acumulación capitalista– es un camino que aún prácticamente no se ha recorrido. La involución de la Unión Soviética o de la República Popular China no significa que el capitalismo sea la solución, el fin de la historia, la personificación de la perfección. Un sistema económico que destina tantos recursos a la muerte –condenando al hambre a tanta gente, con su industria bélica siempre en aumento, con el narcotráfico, con la autoagresión que significa el modelo industrial depredador que se ha generado– de ningún modo puede ser el punto final de llegada de la civilización humana. Cambiar ese modelo significa, sin lugar a dudas, un cambio enorme, monumental. Transformar una sociedad no es solamente tomar el poder político, asaltar la casa de gobierno. Un cambio profundo implica enormes transformaciones culturales, eso lo sabemos; y eso lleva generaciones y generaciones. Recién hoy día, con la globalización neoliberal de estos últimos años, puede decirse que el capitalismo se impuso realmente como sistema dominante por todo el mundo. Ese proceso implicó siglos, desde el Renacimiento europeo en adelante, con la destrucción de las poblaciones y las culturas de América y África. Cambiar el curso de esa historia, además de un cambio político, implica hondas modificaciones en la estructura subjetiva, lo cual no puede ser nunca algo fácil. Por el contrario, un cambio de esas proporciones se evidencia como algo sumamente complejo, nunca falto de mucho sufrimiento, de violencia, de terribles luchas. No sabemos si vamos hacia la destrucción de toda la civilización con una guerra nuclear, hacia una huída de los grupos dominantes de este mundo hostil y casi invivible que ha generado el capitalismo para instalarse en otros puntos del sistema solar dejando aquí el actual desastre para los que no puedan abandonar el planeta, o si vamos hacia un paraíso planetario de justicia y equidad con el triunfo del socialismo a nivel global. Esto último, en estos momentos, pareciera casi quimérico. Pero de lo que no cabe ninguna duda es que el sistema económico actual no puede tener salida: hay que cambiarlo de raíz y empezar algo nuevo. Es vergonzoso en términos humanos que, con todo el desarrollo de nuestra tecnología como especie inteligente, el hambre siga siendo la principal causa de muerte. Eso hay que cambiarlo de una buena vez.

Pregunta: De sus artículos y reflexiones publicados en diversos Medios de Comunicación Alternativos de La Internet, en webs como www.rebelion.org, www.argenpress.info y www.aporrea.org entre otros, se desprende que es un profundo conocedor de la realidad política, económica, social, cultural, no sólo de Latinoamérica, sino del mundo en general; además, ha sido testigo directo de algunos procesos “revolucionarios” que se han originado en países como Venezuela, donde fue miembro de la web www.aporrea.org que ofrecía una información alternativa a la que nos daban las grandes agencias de noticias americanas y europeas donde claramente había una manipulación de los sucesos y acontecimientos que ocurrían, no sólo en Venezuela, sino en toda Latinoamérica, en Bolivia, en Nicaragua, en Brasil… en los que, a pesar de tener presidentes salidos de las urnas, y por lo tanto votados por la mayoría del pueblo democráticamente, están constantemente atacados en la forma de gobernar, no sólo por elementos del interior de esos países, sino por países como Colombia o EEUU, ante el silencio vergonzante de la llamada “Comunidad Internacional”, ¿Cómo se vive desde el interior esta injusta injerencia de Países que no son precisamente modelos a imitar, a parte de su escasa, por no decir nula, autoridad moral para dar lecciones a nadie de cómo gobernar?

Marcelo Colussi: La injerencia de los más poderosos sobre los más débiles es una constante en las relaciones políticas entre países. En Latinoamérica, si algo significan los procesos de liberación –pensemos en Cuba, en la Nicaragua sandinista, en la “primavera democrática” que vivió Guatemala entre las décadas del 40 y del 50 del siglo pasado, en el Chile de Salvador Allende, en las propuestas nacionalistas de un Omar Torrijos en Panamá o en el actual proceso bolivariano que se vive en Venezuela con Chávez a la cabeza– es siempre un tomar distancia de la hegemonía de las grandes potencias dominantes, que para el caso en esta región del mundo es siempre la política imperial de Washington. Todos estos procesos que mencionábamos –que no son siempre, en sentido estricto, planteos socialistas con todas las letras, visiones marxistas con un apoyo conceptual en el materialismo histórico– tienen como común denominador el enfrentamiento con el imperialismo. En Latinoamérica, al igual que ocurre en los países de todo el Sur, si bien las luchas de clases a nivel nacional son el núcleo último que define la situación social, la contradicción país periférico-metrópoli tiene un peso muy considerable. Eso no explica todo, pero sin dudas es parte importantísima de la dinámica político-económica de estos países, y por tanto, también de la cultural. El antiimperialismo es algo siempre presente, pero al mismo tiempo se da un fenómeno complejo: Estados Unidos es el país invasor, el que marca el ritmo, el enemigo omnipresente, pero también la fuente de recursos, el lugar donde se mandan las exportaciones, el lugar donde se puede ir a trabajar y desde donde enviar remesas en dólares para las familias que aquí quedan, el punto que se mira como referencia obligada en lo político y cultural. La imagen que se tenga de esa relación depende de quién la observe: para las clases dominantes en general no se siente como opresión; es un dato natural, prácticamente parte del paisaje social cotidiano. Para buena parte de las aristocracias locales, Estados Unidos es el modelo a imitar, el lugar donde se va a estudiar, donde se hacen compras de lujo, el paraíso soñado, el referente a seguir. Para los sectores populares, en muchos casos es una mezcla compleja: causa de los propios males y enemigo por definición, pero también punto ansiado para ir a trabajar porque allí se “gana en dólares”. De todos modos, la conciencia antiimperialista está siempre presente, y cada vez que las situaciones políticas se tensan, eso se deja ver. Se podría decir que toda expresión progresista en nuestros países latinoamericanos tiene que ser, casi por definición, antiimperialista.
  
Pregunta: A parte de su labor como docente y periodista, usted también destaca como excelente escritor de libros de ficción. Uno de los más geniales que he tenido la oportunidad de leer ha sido el libro “Cuentos para olvidar”. (Algunos de estos textos se pueden leer en la web www.elguanche.net de los que destacaría “Decisión” “Telebasura: el show más inaudito de la televisión”….). ¿Tiene algún libro de ficción inédito o algún proyecto en marcha?

Marcelo Colussi: Proyecto editorial propiamente dicho no tengo ninguno ahora. Igual que tantos escritores desconocidos y siempre esperanzados en ganar algún concurso por ahí, en conseguir algún editor por allá, tengo dispersos cantidad de materiales por todas partes. Donde más publico es en internet, que si bien no es lo mismo que un libro en sentido estricto, también tiene una amplia difusión. Creo que en España están por aparecer algunos relatos míos en una publicación colectiva dentro de poco, en una antología de autores latinoamericanos, pero eso no constituye un proyecto editorial en el que yo esté directamente involucrado.

Pregunta: ¿Cómo y cuándo fue su primer contacto con la escritura, con la palabra?

Marcelo Colussi: Para ser sincero…., ni me acuerdo. Siempre he escrito, pero es más, muchísimo más lo que destruí que lo que conservé. Anteriormente lo hacía con la máquina de escribir, así que lo que eliminaba eran papeles. Años después vino la computadora, y eliminar pasó a ser sinónimo de borrar del disco duro. Pero si bien escribí desde siempre, publico regularmente artículos y ensayos desde hará unos 20 años, en revistas y medios de ciencias sociales y/o derechos humanos. Literatura –ni sabría decir por qué– recién me atreví a publicar hace unos pocos años, en el 2004, luego de haber obtenido una mención en un certamen internacional de relatos.

Pregunta: ¿Podría decirnos cuáles son los escritores que más le han marcado o cuáles han sido fundamentales en su vida?

Marcelo Colussi: Son tres: Dostoievski, Kafka y Borges.

Pregunta: A parte de “intentar” escribir bien ¿se le debe pedir al escritor que salga afuera para sacudir y atacar a la conciencia pública como sugería el francés Antonin Artud?

Marcelo Colussi: Creo que a un escritor no se le puede pedir mucho, como en general no se le puede pedir a un artista. La creación tiene algo de mágico, y cuando alguien crea, transmite algo que tiene necesidad de decir. Si eso tiene “compromiso” social, político, si ataca a la conciencia pública o no…, es bastante difícil de precisar. Sería deseable que todos los artistas tuvieran una posición política crítica frente a la realidad, pero también sería deseable que todo el mundo la tuviera. Y sabemos que en general eso no es lo más común. Podemos esperar que un escritor sea crítico, pero no tenemos ningún derecho a exigírselo. Y por supuesto, muchos de los más grandes escritores (ahí está Jorge Luis Borges por ejemplo) son reaccionarios políticamente, conservadores, grises y aburridos representantes del statu quo. Así como en un sentido también lo fue Sigmund Freud, un médico de clase media conservador, contrario a las ideas revolucionarias en términos políticos, pero quien, en cuanto a lo que legó como obra intelectual, es uno de los más osados revolucionarios en el orden conceptual, en el campo del pensamiento. Por último: ¿quién se tiene la suficiente autoridad moral para pedirle a un escritor que sea “comprometido”? ¿Desde dónde pedírselo?

Pregunta: Una cuestión que se le suele plantear a løs escritorøs es preguntarle por qué escribe. Algunos escritores irreverentes llegaron a responder que “porque me da la gana” ¿Qué nos diría usted?

Marcelo Colussi: Sin el más mínimo ánimo de ser irreverente en la forma de responder, creo que esa respuesta es la más exacta. Es más: creo que es la única respuesta posible. ¿Por qué alguien se dedica a la tarea de crear, de inventar ficciones, de hacer arte y transmitirlo a otros? Solamente porque así lo desea. Si alguien tiene esa pasión, lo hace pura y exclusivamente porque su deseo lo lleva allí, pues en principio nadie vive de la literatura (la gran mayoría de escritores vivimos soñando con el premio o la gran publicación que solo en contadísimas ocasiones llega para muy pocos). Por tanto, sí: uno escribe porque tiene ganas de hacerlo, y no hay mucho más que agregar. En términos psicológicos –y esto es algo muy de orden personal, privado se diría– cada escritor tendrá una particular historia que lo constituye como tal, historia marcada por un entrecruzamiento de causas: subjetivas, familiares, ideológicas, culturales, etc. Pero en definitiva podríamos decir que se escribe porque uno tiene ganas, así de simple. Al menos en lo tocante a literatura.
En lo referido a ciencias sociales, a lo politológico, la situación es distinta: se escribe porque hay un compromiso social, ideológico, porque quien escribe intenta generar debate en torno a ciertos temas, a despertar conciencia, a aportar soluciones en la construcción de alternativas. Que se consiga, es otra cosa, pero el motivo de base anida en el compromiso político.

Pregunta: Otra queja muy común entre una gran mayoría de escritores, al menos, en Canarias y en el Estado español, es que la industria editorial sólo apuesta a caballo ganador ¿Ocurre lo mismo, por ejemplo, en Guatemala, en particular, y en Latinoamérica en general?

Marcelo Colussi: La industria editorial, como cualquier negocio dentro del marco capitalista, se mueve por una pura lógica empresarial de lucro. Por tanto, la mercadería literaria se maneja como cualquier otro bien mercantil: si vende, es bienvenida; si no vende, se la deshecha. De ahí que para tantos escritores sea tan difícil abrirse paso en ese mundo editorial, ámbito marcado por todos los juegos económicos, codazos y zancadillas que pueden encontrarse igualmente en cualquier otra esfera del quehacer mercantil. Quizá uno no se sorprende tanto cuando se habla de las mafias de la industria de los armamentos, o del espionaje industrial entre, por ejemplo, los fabricantes de vehículos, o de computadoras, pero sí produce cierto escozor cuando vemos todo esto entre literatos y toda la industria editorial. Pero, más allá que la mercadería en juego en este ámbito es distinta a una ametralladora, un tractor o una motocicleta –yo prefiero un libro, aclaro– en sustancia, en términos empresariales, no hay muchas diferencias en los manejos propiamente mercadológicos. El monopolio, las mafias y las zancadillas también están aquí.

Pregunta: Después del llamado “boom” latinoamericano donde esa industria editorial apostó fuertemente y dieron a conocer a todo el mundo a escritores como Gabriel García Marqués, Mario Vargas Llosa, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Álvaro Mutis, José Lezama Lima… con el llamado “realismo mágico” en el género novelístico (en el poético ya habían conquistado el “mercado” autores como Rubén Darío, César Vallejo, Alfonsina Storni, Pablo Neruda…), pareciera que ya no existiesen más y mejores autores ¿cuál es su opinión al respecto?

Marcelo Colussi: Comparto eso a medias. Siempre hay buenos autores. Sucede que hay momentos especiales, estelares. Las décadas pasadas, años mucho más movidos en términos políticos y culturales, dieron como resultado una gran creatividad rebelde, irreverente, novedosa, desafiante. Y la industria editorial supo transmitir (y hacer negocio) de todo ello. Para los años 70 y 80 del siglo pasado, en toda Latinoamérica hubo una clara involución política (fríamente calculada por los grandes poderes, por supuesto) que marcó un repliegue en todos los avances, en lo político, en lo ideológico, con dictaduras manchadas de sangre que produjeron un silencio generalizado. Por eso hoy día lo que más se produce y se vende son libros de autoayuda –principal rubro de la producción librera a nivel mundial, por otra parte–. Pero entiendo que es un poco exagerado, o quizá injusto, decir que hoy día ya no hay grandes autores en los países latinoamericanos. Preferiría decir que hay una situación distinta. En todo caso, la época de dictaduras y post dictaduras con democracias de baja intensidad como las actuales no favorece ese “boom” de años anteriores, pero no creo que se haya terminado la inspiración. Ya reaparecerá; o, en todo caso, no tendrá la misma forma. Lo que sí es evidente que años atrás hubo un momento de especial creatividad en la literatura latinoamericana, así como hay momentos de especial fertilidad en distintos órdenes, y luego pasan: la filosofía en el siglo V a.C. en Grecia, los pintores en el Renacimiento italiano, los pensadores en el idealismo alemán, los grandes jazzistas negros en las primeras décadas del siglo XX en Estados Unidos, etc., etc. Son momentos especiales, memorables. Es cierto que en Latinoamérica hubo en los 60 y 70 un despertar literario que ahora no se ve. Pero buenos escritores sigue habiendo.

Pregunta: La última cuestión la dejo siempre abierta para que el entrevistado tenga la oportunidad de expresar cualquier asunto, observación o tema que desee sugerir y que considere de interés.

Marcelo Colussi: Yo no sabría si definirme como proyecto de escritor –en sentido de narrador de cuentos– o de pensador –como alguien que intenta reflexionar sobre la realidad–. Quizá como pensador soy un divertido cuentista, y como narrador soy un aburrido filósofo. Pero eso no importa. Lo que creo realmente importante es estimular la reflexión, la creatividad, la imaginación, el espíritu crítico, la sana irreverencia. Y escribir me parece una importante, quizá vital, posibilidad para dar salida a todo eso. Escribir no es nada fácil, porque eso fuerza a poner en orden las ideas, a saber qué se quiere decir para que lo entienda el lector, a decir las cosas con precisión y calidad. Escribir constituye un hermosísimo ejercicio de creatividad, y eso es siempre algo portentoso, casi milagroso: ¿cómo hacer para que, a partir de una hoja en blanco –una pantalla en blanco podríamos decir hoy–, al cabo de un rato, y luego de dejar allí plasmados unos cuantos garabatos, alguien pueda encontrar en esos nuevos símbolos algo que lo conmueva, le transmita conocimiento, le abra una perspectiva nueva, le aclare cosas, lo agrade, lo haga reír o llorar, lo haga querer seguir leyendo más adelante?

viernes, 7 de diciembre de 2012

San Salvador: Presentación del Libro Unidad Nacional y Primera graduación de Nahuat, en Nuestra América



Guatemala: Desalojos en La Puya


Esta mañana alrededor de las 6 horas comenzó el despliegue de agentes de Policía Antimotines en "La Puya", el punto de resistencia pacífico de las comunidades de San José del Golfo y San Pedro Ayampuc. Hasta ahora no se ha comprobado la existencia de la orden de desalojo que pretenden ejecutar de manera violenta.  Solicitamos su acompañamiento y difusión para que no se perpetúe otra masacre en contra del pueblo de Guatemala.
Fotografía: de La Hora
Objeto desconocido
LOS ACONTECIMIENTOS
Están lanzando gases lacrimógenos contra la gente, mientras trabajadores de la Empresa Kappes Cassiday & Associates – “KCA” – Exmingua S.A. impiden el paso, estos se están concentrando en el ranchón, en donde también llegó un tractor.
Alertamos y pedimos la presencia de bomberos voluntarios y cuerpos de socorro, pues ya hay niños y niñas intoxicadas, según información de personas de las comunidades.
DETENIDOS DE LA RESISTENCIA PACÍFICA
La Policía detuvo a las seis de la mañana a los lideres comunitarios de la resistencia pacífica y los tienen en las radiopatrullas número 12190 y 11007
  • MILTON CARRERA de San José Del Golfo
  • FRANCISCO OLIVA FLORES
  • TOMÁS AQUINO
  • ISRAEL OLIVA (aparentemente a el ya lo liberaron)
  • IZABEL MURALLES
ACCIÓN ILÍCITA, VIOLENTA Y ARBITRARIA POR PARTE DE LA POLICÍA NACIONAL CIVIL
Según información del abogado Sergio Vives,  esta es una acción ilícita dirigida por el comisario Telémaco Pérez García subdirector general de Operaciones de la Policía Nacional Civil quien no tiene orden de desalojo.
Hay ya alrededor de 70 antimotines agrupados en tres líneas, la más gruesa está al frente, la segunda tiene lanza gases y la tercera cuerpo de policía con macanas y palos. En este momento están conversando para realizar el desalojo, en donde están las mantas y techos de plástico.  (9:16 am, 7 de diciembre)
IMPIDEN EL PASO A ORGANIZACIONES DE DERECHOS HUMANOS
La Policía Nacional Civil no permite el ingreso  a organizaciones de Derechos Humanos, como el Comité de Unidad Campesina – CUC, en donde se encuentra  Daniel Pascual junto a otras personas y otras organizaciones de Derechos Humanos. Hay presencia de patrullas y agentes policiales de las comisarías 11 y 12 de la ciudad capital, de Chiquimula y de Jalapa.
Información de: Centro de Medios Independientes, Equipo de Comunicación  y Análisis “La Movilización Comunitaria en Guatemala”, Waqib' Kej  

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Las maquilas en Latinoamérica: una nueva forma de esclavitud





Marcelo Colussi

«Por una camisa marca GAP un consumidor canadiense paga 34 dólares, mientras en El Salvador una obrera gana 27 centavos de dólar por confeccionarla en una planta maquiladora.»

Organización Internacional del Trabajo

Permítasenos comenzar con esta cita escuchada a dos obreras de maquila en El Salvador (Centroamérica): "Con estas condiciones de trabajo parece que volvemos al tiempo de la esclavitud", afirma una de ellas, respondiendo la otra: "¿Volvemos? Pero… ¿cuándo nos habíamos ido?".

Entre los años 60 y 70 del siglo pasado comienza el proceso de traslado de parte de la industria de ensamblaje desde Estados Unidos hacia América Latina. Para los 90, con el gran impulso a la liberalización del comercio internacional y la absoluta globalización de la economía, el fenómeno ya se había expandido por todo el mundo, siendo el capital invertido no sólo estadounidense sino también europeo y japonés. En Latinoamérica, esas industrias son actual y comúnmente conocidas como "maquilas" (maquila es un término que procede del árabe y significa "porción de grano, harina o aceite que corresponde al molinero por la molienda, con lo que se describe un sistema de moler el trigo en molino ajeno, pagando al molinero con parte de la harina obtenida"). Esta noción de maquila que se ha venido imponiendo desde algunos años invariablemente se asocia a precariedad laboral, falta de libertad sindical y de negociación, salarios de hambre, largas y agotadoras jornadas de trabajo y –nota muy importante– primacía de la contratación de mujeres. Esto último, por cuanto la cultura machista dominante permite explotar más aún a las mujeres, a quienes se paga menos por igual trabajo que los varones, y a quienes se manipula y atemoriza con mayor facilidad (un embarazo, por ejemplo, puede ser motivo de despido).

Estas industrias, en realidad, no representan ningún beneficio para los países donde se instalan. Lo son, en todo caso, para los capitales que las impulsan, en tanto se favorecen de las ventajas ofrecidas por los países receptores (mano de obra barata y no sindicalizada, exención de impuestos, falta de controles medioambientales). En los países que las reciben, nada queda. A lo que debe agregarse que es tan grande la pobreza general, tan precarias las condiciones de vida de estos países, que la llegada de estas iniciativas más que verse como un atentado a la soberanía, como una agresión artera a derechos mínimos, se vive como un logro: para los trabajadores, porque es una fuente de trabajo, aunque precaria, pero fuente de trabajo al fin. Y para los gobiernos, porque representan válvulas de escape a las ollas de presión que resultan sociedades cada vez más empobrecidas y donde la conflictividad crece y está siempre a punto de estallar. Dato curioso (u observación patética): algunas décadas atrás en la región se pedía la salida de capitales extranjeros y era ya todo un símbolo la quema de una bandera estadounidense; hoy, la llegada de una maquila se festeja como un elemento "modernizador".

La relocalización (eufemismo en boga por decir "ubicación en lugares más convenientes para los capitales") de la actividad productiva transnacional es un fenómeno mundial y se ha efectuado desde Estados Unidos hacia México, América Central y Asia, pero también desde Taiwán, Japón y Corea del Sur hacia el sudeste asiático y hacia Latinoamérica, con miras a abastecer al mercado estadounidense, en principio, y luego el mercado global, tal como va siendo la tendencia sin marcha atrás del capitalismo actual. En el caso de Europa, las empresas italianas, alemanas y francesas primero trasladaron sus actividades productivas hacia los países de menores salarios como Grecia, Turquía y Portugal, y luego de la caída del muro de Berlín a Europa del Este. Actualmente se han instalado también en América Latina y en el África.

Las empresas maquiladoras inician, terminan o contribuyen de alguna forma en la elaboración de un producto destinado a la exportación, ubicándose en las "zonas francas" o "zonas procesadoras de exportación", enclaves que quedan prácticamente por fuera de cualquier control. En general no producen la totalidad de la mercadería final; son sólo un punto de la cadena aportando, fundamentalmente, la mano de obra creadora  en condiciones de super explotación laboral. Siempre dependen integralmente del exterior, tanto en la provisión de insumos básicos, tecnologías y patentes, así como del mercado que habrá de absorber su producto terminado. Son, sin ninguna duda, la expresión más genuina de lo que puede significar "globalización": con materias primas de un país (por ejemplo: petróleo de Irak), tecnologías de otro (Estados Unidos), mano de obra barata de otro más (la maquila en, por ejemplo, Indonesia), se elaboran juguetes destinados al mercado europeo; es decir que las distancias desaparecen y el mundo se homogeniza, se interconecta. Ahora bien: las ganancias producidas por la venta de esos juguetes, por supuesto que no se globalizan, sino que quedan en la casa matriz de la empresa multinacional que vende sus mercancías por todo el mundo, digamos en Estados Unidos.

En el subcontinente latinoamericano, dada la pobreza estructural y la desindustrialización histórica, más aún con el auge neoliberal que ha barrido esta región estas tres últimas décadas, los gobiernos y muchos sectores de la sociedad civil claman a gritos por su instalación con el supuesto de que así llega inversión, se genera ocupación y la economía nacional crece. Lamentablemente, nada de ello sucede.

En realidad las empresas transnacionales buscan rebajar al máximo los costos de producción trasladando algunas actividades de los países industrializados a los países periféricos con bajos salarios, sobre todo en aquellas ramas en las que se requiere un uso intensivo de mano de obra (textil, montaje de productos eléctricos y electrónicos, de juguetes, de muebles). Si esas condiciones de acogida cambian, inmediatamente las empresas levantan vuelo sin que nada las ate al sitio donde circunstancialmente estaban desarrollando operaciones. Qué quede tras su partida, no les importa. En definitiva: su llegada no se inscribe –ni remotamente– en un proyecto de industrialización, de modernización productiva, más allá de un engañoso discurso que las pueda presentar como tal.

Toda esta reestructuración empresarial se produce en medio de no pocos conflictos sociales en los países del Norte, pues cientos de fábricas cierran y dejan desocupados a miles de trabajadores. Por ejemplo, en la década del 90 del pasado siglo más de 900.000 empleos se perdieron en Estados Unidos en la rama textil y 200.000 en el sector electrónico. El proceso continúa aceleradamente, y hoy día las grandes transnacionales buscan maquilar prácticamente todo en el Sur, incluso ya no sólo bienes industriales sino también partes de los negocios de servicios. De ahí que, para sorpresa de nosotros, latinoamericanos, se vea un crecimiento exponencial de los llamados call centers en nuestros países: super explotación de la mano de obra local calificada que domina el idioma inglés, siempre jóvenes. En definitiva: otra maquila más.

Todo esto permite ver que en el capitalismo actual, llamado eufemísticamente "neoliberal" (capitalismo salvaje, sin anestesia, para ser más precisos), las grandes corporaciones actúan con una visión global: no les preocupa ya el mercado interno de los países donde nacieron y crecieron, sino que pueden cerrar operaciones allí despidiendo infinidad de trabajadores –que, obviamente, ya no serán compradores de sus productos en ese mercado local– pues trasladan las maquilas a lugares más baratos pensando en un mercado ampliado de extensión mundial: venden menos, o no venden, en su país de origen, porque sus asalariados ya no tienen poder de compra, pero venden en un mercado global, habiendo producido a precios infinitamente más bajos.

El fenómeno parece no detenerse sino, al contrario, acrecentarse. La firma de tratados comerciales como los actuales TLC’s (Tratado de Libre Comercio) entre Washington y determinados países latinoamericanos, no son sino el escenario donde toda la región apunta a convertirse en una gran maquila. Las consecuencias son más que previsibles, y por supuesto no son las mejores para Latinoamérica: en el trazado del mapa geoestratégico de las potencias, y fundamentalmente de los capitales representados por la Casa Blanca, nuestros países quedan como agro-exportadores netos (productos agrícolas primarios, recursos minerales, agua dulce, biodiversidad) y facilitadores de mano de obra semi-esclava para las maquilas.

En alguna medida, y salvando las distancias de la comparación, China también apuesta a la recepción de capitales extranjeros ofreciendo mano de obra barata y disciplinada; en otros términos: una gigantesca maquila. La diferencia, sin embargo, está en que ahí existe un Estado que regula la vida del país (con características de control fascista a veces), ofreciendo políticas en beneficio de su población y con proyectos de nación a futuro. No entraremos a considerar ese complejo engendro de un "socialismo de mercado", pero sin dudas toda esta re-ingeniería humana desarrollada por el Partido Comunista ha llevado a China a ser la segunda potencia económica mundial en la actualidad, y ahora se habla de comenzar a volcar esos beneficios a favor de las grandes mayorías paupérrimas. Por el contrario, las maquilas latinoamericanas no han dejado ningún beneficio hasta la fecha para las poblaciones; en todo caso, fomentan la ideología de la dependencia y la sumisión. Eso es el capitalismo en su versión globalizada, por lo que sólo resta decir que la lucha popular, aunque hoy día bastante debilitada, por supuesto que continúa.