jueves, 22 de agosto de 2013

El Salvador: Sobre los enfrentamientos entre ANEP y ALBA PETRÓLEOS

La dirigencia de ANEP no tolera el surgimiento de una nueva burguesía  
Por Marcial Rivera
El 30 de julio del presente año, la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) –principal gremial empresarial en El Salvador, ligada tradicionalmente al partido ARENA- presentó nuevas pruebas a la Superintendencia de Competencia en contra de Alba Petróleos. Según el Diario El Mundo “La Asociación entregó a la Superintendencia información de la compra o creación por parte de Alba Petróleos de empresas relacionadas a esa empresa, como alimentos, fertilizantes, medicamentos, energía, combustible, gas y arroz. Con las nuevas pruebas, la ANEP quiere demostrar que Alba estaba haciendo concentración económica no solo en los combustibles, explicó Jorge Daboub, presidente de la gremial”.
Estas nuevas pruebas se unen a una denuncia inicial que presentó la ANEP ante la Superintendencia por distintas acciones, entre otras las de fusionar capitales y fusionar estos capitales con otras empresas, sin las respectivas autorizaciones. Básicamente lo que buscan es que se dé un proceso sancionatorio en contra de ALBA Petróleos, por “concentración económica”. Pero además por otras motivaciones como competencia desleal, y las “ventajas” que el Estado mismo otorga a ALBA Petróleos para que incursione en el mercado de las distintas líneas de productos que comercializa. Otras razones por las que han presentado esta denuncia es porque esta empresa “no ha presentado sus estados financieros” desde 2011, lo que también contribuye a la falta de competencia que la ANEP alega.
Esta falta de competencia ha sido anteriormente denunciada en otros espacios. El empresariado considera que al no existir condiciones para competir en el mercado interno, la inversión extranjera es ahuyentada; no obstante, se habla de competencia en un Estado en donde existen grandes oligopolios como el mercado de harinas y otras áreas de producción. Debe recordarse que esta empresa fue creada como resultado de la inversión conjunta de varias alcaldías gobernadas por el FMLN, y que al principio comercializaban gasolina, diesel, y otros derivados del petróleo, pero en la actualidad han diversificado los productos que comercializan.
Entre otros, los rubros en los que ha incursionado en la actualidad ALBA Petróleos son por concentración de activos y capitales en mercados de alimentos, fertilizantes, medicamentos, energía y gas. En este sentido, la realidad es que lo que se está dando es una lucha frontal por la renta nacional, entre los dos protagonistas de la lucha por este tema, que son básicamente la ANEP, principal gremial empresarial ligada a la derecha, y ALBA Petróleos, conectada a los núcleos económicos incipientes, ligados al FMLN.
El crecimiento de ALBA Petróleos, es evidente; y la diversificación de sus ofertas también. En la actualidad sus actividades giran en torno a Alba Alimentos, que son granos básicos a precios accesibles, Alba Fertilizantes, otorgados a los pequeños agricultores, en el interior del país, Alba Energía, ligada al tema del petróleo, Tu Financiera, que busca dar pequeños créditos, Alba Med, que son medicamentos a precios accesibles, además de Misión Milagro y Misión Sonrisa, que son otros proyectos siempre ligados a ALBA Petróleos.
Dentro de la “proyección social” que ha tenido ALBA Petróleos, se encuentra el tema de ALBA Becas, que es un programa cuya finalidad es la de otorgar becas a jóvenes de distintas zonas tanto urbanas como rurales, para que puedan estudiar. Sin embargo, esto es un acto de clientelismo político, en tanto que son otorgadas a gente ligada al FMLN, o se otorgan con fines esencialmente electorales. No obstante, el programa ha sido estratégico, pues ha permitido un aumento sustancial de la base social que tiene el FMLN, sobre todo en las áreas urbanas, en las que tradicionalmente el FMLN no tenía tantas bases, esto por supuesto sin dejar de lado también las áreas rurales. De este modo esta base social que ha logrado el FMLN, no tendrá trabajo político relacionado con la defensa de un proyecto político, de cambio, de izquierdas o socialista; esta nueva base social estará encargada, de luchar por la defensa de un proyecto esencialmente empresarial, comandado por el FMLN “S.A. de C.V.”
Lo que la población debe tener claro es que las intenciones de la ANEP al presentar esta denuncia no son las de defender la “libre competencia” y poder operar en un esquema de plena competencia. Por el contrario, este es un conflicto entre la burguesía tradicional y la nueva burguesía emergente. El descaro de ANEP ha llegado el límite de lo absurdo cuando propone que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no divulgue la lista de empresarios morosos con el fisco. Todas las burguesías son idénticas.

domingo, 18 de agosto de 2013

El Power Point: dios de la cultura audiovisual



Marcelo Colussi

Que el desarrollo científico-técnico surgido en Europa y luego expandido por todo el mundo en estos dos últimos siglos ha sido fabuloso y cambió la historia de la humanidad de una manera sin precedentes, es incontrastable. Los cimientos intelectuales de ese cambio -la moderna ciencia matemática que se mueve por conceptos- llegaron para quedarse, y su impronta en la cultura humana ya no puede tener retrocesos. En esa línea, entonces, son pensables descubrimientos, inventos e innovaciones sin un límite preciso: ¿se llegará a producir vida artificial?, ¿a viajar en el tiempo?, ¿a acumular tanto poder destructivo como para terminar con el sistema solar o la galaxia completa? Tal como se perfila hoy el desarrollo de nuestra capacidad productiva, todo esto es pensable -¡y posible!-.

Ahora bien, despejemos rápidamente un espejismo: cuando hablamos de un desarrollo casi sin límites de la revolución científico-técnica moderna, debemos tener muy claro dos cosas: a) que la misma está al servicio de la gran industria, del gran capital, y b) justamente por lo anterior, sus beneficios no llegan a la totalidad de los seres humanos. Por el contrario, si bien la potencialidad de la acción humana hoy por hoy podría resolver de cuajo problemas que aún continúan siendo endémicos (el hambre, muchas enfermedades, el trabajo forzado, muchas formas de los miedos más primitivos), la realidad nos confronta con que los avances de las ciencias no se reparten con equidad.
Hablando de espejismos, entonces, cuando mencionamos el desarrollo de la tecnología moderna, no olvidemos que una cuarta parte de la humanidad no dispone de energía eléctrica, y un 20 % no tiene acceso a servicios de agua potable. Ni mencionemos ya que las dos primeras causas de muerte, pese a la diosa-ciencia, siguen siendo el hambre y las diarreas. Y la tercera causa es la violencia (dos muertos por minutos a nivel mundial por un arma de fuego, lo cual lleva a preguntar entonces por el sentido del desarrollo tecnológico: ¿sirve para matarnos?, ¿para perpetuar injusticias que nos matan?)

Se habla hoy con insistencia de la "era de las comunicaciones", pero ante ello no debe dejar de recordarse que un tercio de la población del planeta está a no menos de una hora de marcha del teléfono más próximo; y el Internet apenas si lo usan un 10 % de los habitantes del orbe (lo usan -¿usamos?-, no olvidarlo, entre un 25 y un 30 % de los casos, para consultar pornografía).
Los seres humanos vivimos de espejismos, de ensoñaciones. Y la ciencia lo sabe. En los albores de la psicología social, a principios del Siglo XX, ya Gustave Le Bon lo anticipaba: "La masa no tiene conciencia de sus actos; quedan abolidas ciertas facultades y puede ser llevada a un grado extremo de exaltación. La multitud es extremadamente influenciable y crédula, y carece de sentido crítico". Y todo el desarrollo de distintas ciencias sociales no hizo sino corroborar y ampliar ese saber posteriormente; la sociología, la semiótica, la psicología de la comunicación, lo saben y lo enseñan con claridad meridiana. Pero más aún lo saben los factores de poder. Si no, no sería posible el auge impresionante y siempre creciente de los medios de comunicación de masas, uno de los grandes y más notorios símbolos de la explosión científico-técnica del siglo XX, siempre al servicio de los poderes opresores: "En la sociedad tecnotrónica el rumbo lo marca la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados, que caen fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón" (Zbigniew Brzezinsky, asesor presidencial de James Carter e ideólogo ultra conservador, mentor de los tristemente célebres Documentos de Santa Fe).  

No muy distinto al reino animal, la imagen nos atrapa, nos subyuga. Imagen, hipnosis, espejismo constituyen un continuum que desemboca en la fascinación, la cual es, sustancialmente, la ausencia de pensamiento, de análisis, de crítica. El auge de la cultura de la imagen, que marcó la segunda mitad del siglo XX y parece no tener fin, determina en muy buena medida la manera en que concebimos nuestra realidad. En otros términos: importa más la presentación que el contenido. Se vende cualquier cosa (productos necesarios o innecesarios, candidatos políticos o religiones, se vende la felicidad, se vende el paraíso y la gloria, etc., la lista es interminable) más por su colorido, por la cosmética con que se la recubre, por la superficialidad ruidosa y hedonista con que se la presenta, que por sus cualidades reales. En esa lógica entra la cultura del Power Point.

Hoy por hoy, este programa para presentaciones con elementos multimediales ideado y comercializado por el gigante Microsoft, es ya un ícono obligado en lo tocante al mundo de los negocios, el del ámbito académico y el de las comunicaciones en general.

El avance tecnológico resuelve problemas, facilita las cosas, torna todo más sencillo; a veces. A veces con costos excesivos (recordemos el desastre medioambiental en curso, ocasionado por el mismo "progreso" que nos trajo también, a no dudarlo, tantos beneficios). Pero a veces también, y esto podemos verlo fundamentalmente en el campo de las comunicaciones -ámbito donde estamos tan cerca del circuito de la hipnosis, del espejismo irreflexivo-, el modelo en juego en el desarrollo científico-técnico refuerza y aprovecha desde la lógica del poder nuestra humana condición de ser manipulables, tontos, banales, boquiabiertas e infinitamente influenciables.

Sin dudas se podrá decir que la aparición de la aplicación Power Point debe ser saludada como un interesante aporte al desarrollo: facilita las presentaciones, las hace más amenas, va contra el aburrimiento de tediosos discursos. Quizá. Pero no es menos cierto que también refuerza nuestra capacidad de fascinarnos con los ojos desorbitados y con la baba chorreándonos. Quien se fascina, claro está, no piensa. ¿Llegaremos a presentar la Metafísica de Aristóteles, o el Quijote de Cervantes, o la teoría de la relatividad o el Capital de Marx, también en Power Point? ¿Será que eso torna temas complejos en menos aburridos y más light, o estamos alimentando la cultura de la inmediatez superficial y la cápsula? (hay que decir tip para estar a la moda). ¿Es el Power Point un síntoma que hemos entrado de lleno en la cultura del manual, del instructivo banal y ligero? El Tao Te King o la Fenomenología del Espíritu, por ejemplo, o el Hamlet, pueden trocarse así en el "Manual para pensar lo humano, su historia y su sentido en el universo" (en 3 diapositivas), o en el "Manual del sentido trágico de la vida" (en 4 diapositivas con efectos sonoros).

En otros términos: ¿ayuda positivamente este nuevo instrumento, o ratifica el triunfo de la imagen a costa del análisis razonado? Quizá todo esto no es sino una estúpida exageración: el programa Power Point es una herramienta, y nada más; de cómo se use la herramienta depende el impacto. Pero quizá no: tal vez muestra el mundo que el desarrollo científico-técnico y su aplicación por los poderes fácticos van construyendo -pareciera que sin vía de retorno, o al menos con esa intención para algunos: explotando de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón.

sábado, 10 de agosto de 2013

EL SALVADOR: Exijamos al gobierno que aumente el gasto en educación


Por Marcial Rivera
Algunas semanas atrás fue presentado el estudio titulado “El financiamiento de la educación en El Salvador”, por parte del Ministerio de Educación (MINED), la Fundación de Innovaciones Educativas Centroamericanas (FIECA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), tal como informaba la Prensa Gráfica (17/07/13): “El estudio sustentará la campaña que emprenderán dichas instituciones para abogar porque el presupuesto para educación alcance el 6 % del Producto Interno Bruto (PIB)”
¿Por qué es necesario elevar el nivel de inversión?
Debe destacarse que el nivel de inversión en educación en El Salvador ha sido de forma sistemática excesivamente bajo. Guatemala, Haití y El Salvador, se destacan por tener niveles de inversión bajos en materia educativa, lo que se refleja en los porcentajes de analfabetismo, índices de desarrollo humano bastante bajos, deserción escolar y mano de obra poco calificada. Esta realidad complica el cumplimiento de los Objetivos del Milenio y del Plan 2021, entre otros.
En promedio puede afirmarse, con base en los datos de UNESCO, que el promedio de inversión en materia educativa no ha sobrepasado del 4% en los últimos años, sobre todo en los gobiernos de derecha, en los que incluso hubo periodos de reducción en este ramo, lo que tuvo y tiene sus consecuencias para el país. Tanto UNESCO, como FIECA propusieron una Ley para el Financiamiento de la Educación, como una alternativa para la inversión en el ramo educativo, que a su vez se complementaría con inversión municipal como indica El Diario de Hoy (17/07/13): “La propuesta anterior, que por lógica conlleva la necesidad de que en el país se haga un esfuerzo por mejorar los niveles de crecimiento económico, también va acompañada de otra: la creación de un fondo de inversión municipal en educación”. Por otro lado, también se contempla la posibilidad de blindar un mínimo de inversión en educación, desde la Constitución misma; de esta forma un presupuesto justo y equitativo estaría garantizado para la educación. De cualquier forma, un eventual aumento de inversión educativa implica no solo la correcta y transparente fiscalización de este aumento, sino además implicaría que el gasto se condujera de forma correcta, para priorizar la contratación de educadoras y educadores, la incorporación de material bibliográfico a las bibliotecas escolares, equipamiento computacional, frente a los gastos operativos.
¿Propuesta?
Sin embargo, la prioridad principal se configura frente a elevar el nivel de inversión del PIB en educación. En la misma nota se hace la siguiente propuesta: “Un modelo propone invertir el 6% del PIB ($150 millones) de cara al 2015 si se quiere lograr 100% de cobertura preescolar, 75% en Secundaria y 100% en alfabetización. Otro modelo implica invertir 7.5% ($764 millones) de cara al 2021, pero si se prolonga el cumplimento al 2025 requerirá 10%.”
Lo que debe tenerse claro, es que el tema de la inversión en educación, debe convertirse en una política de Estado, y no en una política de gobierno, para darle continuidad a este tema y en tal sentido la propuesta y eventual aprobación de la Ley para el Financiamiento de la Educación, podrá convertirse en la expresión concreta de esta política de Estado. Un pueblo sin educación vive a expensas de la voluntad de la clase dominante; sin embargo, esta clase dominante necesita de mano de obra calificada para emplearla.
Los padres de familia, estudiantes, educadoras y educadores con sus gremiales deben estar alertas para exigir que, en caso de que esta ley sea aprobada, el incremento de la inversión estatal en educación garantice una enseñanza gratuita y de calidad; no permitiremos que, como se pretende hacer en otros países centroamericanos, la inversión estatal incluya subvenciones a establecimientos educativos privados, que no son más que un lucrativo negocio.
Esto va de la mano con una reforma al sistema educativo, que contemple inversión en equiparación de tecnologías de información y comunicación; pero más que esto, debe apuntar a la edificación de un sistema educativo liberador y emancipador, más que tecnificador y orientado a proporcionar mano de obra calificada al capital explotador. Cualquier incremento en la inversión estatal en educación debe ir acompañado, para su financiamiento, de aumento en impuestos a las ganancias de los empresarios. Los sectores populares debemos exigir al gobierno este urgente aumento en los gastos de la educación. También debemos exigir que representantes de los estudiantes, maestros y padres de familia fiscalicen el gasto del gobierno en este importante rubro
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viernes, 9 de agosto de 2013

¿Terrorismo?


 


Marcelo Colussi








Desde hace ya unas décadas, hacia fines del siglo XX, fue estableciéndose como una táctica militar un tipo amplio y difuso de acciones al que se le ha dado el impreciso nombre de “terrorismo”. Quienes otorgan ese nombre tienen una idea determinada de lo que entienden por él; pero quienes lo reciben en realidad jamás se autodefinen como “terroristas”. De hecho, el autor de estas líneas aparece mencionado en un listado de la Fundación contra el Terrorismo en la república de Guatemala, pudiendo afirmar que yo no me considero para nada un terrorista. ¿Lo seré sin saberlo? ¿En qué consiste exactamente ser un terrorista?


Si bien puede haber grandes diferencias entre los que así son designados, nadie que reciba ese mote se reconoce -mucho menos se ufana de ser- “señor del terror” sino, en todo caso, luchador social. Con lo que vemos que es muy difuso el término, equívoco, hasta incluso engañoso. En verdad ¿quién es “terrorista”? ¿Qué significa con precisión ser un “terrorista”?


Siendo estrictos, no hay una definición unívoca del término. En todo caso, puede advertirse desde el inicio que su nombre mismo ya presenta una carga negativa: evoca el terror. Un acto terrorista, por tanto, más que significado político -según la lógica con que usualmente se usa en Occidente- es sinónimo de “salvajismo”, comportando un mensaje ético, emotivo, más cercano a lo visceral que a la conceptualización racional. Carga que no tiene, por ejemplo, la llamada guerra convencional. Quien mata en guerra es un héroe. Ninguna bomba inteligente de alta tecnología es asesina, es terrorista, pero sí lo son, por ejemplo, quienes resisten a la ocupación estadounidense en Irak. O, según las nuevas leyes antiterroristas que vamos viendo por diversos países latinoamericanos, quienes se oponen a las industrias extractivas de capitales globales (minería, explotación petrolera o gasífera), o quienes simplemente alzan su voz como protesta por la carestía de la vida. ¿Tiene sentido eso, o se trata sólo de un discurso de dominación, un ejercicio de poder? En el Manual de Entrenamiento Militar de la Escuela de las Américas de Estados Unidos puede leerse como una sana recomendación para sus alumnos, por ejemplo: “aplicar torturas, chantaje, extorsión y pago de recompensa por enemigos muertos”. ¿Eso es guerra limpia o terrorismo? Más aún: ¿es posible que haya guerra limpia? El terrorismo, ¿en qué categoría entra?


Pero entonces, en definitiva: ¿qué es el terrorismo? ¿Hay alguna definición seria al respecto? De hecho se han aportado varias, pero los mismos ideólogos que debaten sobre sus propiedades no terminan de encontrar una versión convincente. El Departamento de Estado de los Estados Unidos de América en uno de sus Informes anuales sobre “Tendencias del Terrorismo Mundial”, antes de definirlo siquiera comienza diciendo que “la maldad del terrorismo siguió azotando al mundo este año, desde Bali hasta Grozny y hasta Mombasa. Al mismo tiempo, se libró intensamente la guerra mundial contra la amenaza terrorista en todas las regiones, con resultados alentadores”, con lo que, ante todo, se parte de una valoración: el terrorismo es intrínsecamente “malo”. Acto seguido lo caracteriza diciendo que “se constituye, tanto en el ámbito interno como en el mundial, en una vía abierta a todo acto violento, degradante e intimidatorio, y aplicado sin reserva o preocupación moral alguna”.


El ex presidente George Bush declaró durante su mandato que “no se cansará, no titubeará y no fracasará en la lucha por la seguridad del pueblo estadounidense y por un mundo libre del terrorismo. Seguiremos sometiendo a nuestros enemigos a la justicia o les llevaremos la justicia a ellos”. Claro que esa justicia puede ser la invasión militar, obviamente, pasando por sobre el derecho internacional y las resoluciones de la ONU. En nombre de la lucha contra este declarado “flagelo”, está visto que puede hacerse cualquier cosa. ¿Tan malo es el “terrorismo” que da lugar a todo tipo de intervención, incluidas guerras preventivas -hasta con armamento nuclear, como llegó a pretender en algún momento la Casa Blanca contra Irán muy recientemente- o hay ahí “gato encerrado”? Obviamente el hecho de concebir una situación tan tremendamente compleja como ésta en los maniqueos términos de “buenos” y “malos” (versión hollywoodense por cierto) nos advierte que ahí hay demasiada mentira acumulada.
De acuerdo a datos suministrados por el mismo gobierno federal de Washington, el “terrorismo” mata en el mundo, en promedio, 11 personas por día, la misma cantidad que muere por hambre… ¡en menos de un minuto!, o que contrae el VIH cada cinco minutos. Pero curiosamente la Casa Blanca utiliza 100 veces menos presupuesto en su lucha contra el SIDA que lo que emplea para su guerra preventiva contra el “terrorismo”. ¿Acaso representa una mayor amenaza a la seguridad de la especie humana el siempre mal definido e impreciso “terrorismo” que la pandemia de SIDA que hoy día nos aqueja, o la hambruna crónica que sigue habiendo?


El tema es complejo, y estamos dominados por un cargado discurso ideológico que la manipulación mediática de estos últimos años nos legó y sigue alimentando a diario: algunos soldados (en general blancos, rubios, amantes de la libertad y la democracia según se nos dijo -y de la Coca-Cola-) suelen ser los “buenos” en toda esta urdida historia, y los “terroristas” -que curiosamente no son blancos…ni toman Coca-Cola- suelen ser los “malos”.


¿Son prácticas “terroristas” las guerras de guerrillas, las guerras de liberación nacional, las luchas anticolonialistas? ¿Cuándo empiezan a ser “terroristas” las acciones militares? Por cierto que el campo conceptual es amplio, difuso, cargado ideológicamente. Si lo que busca el “terrorismo” es crear conmoción y pavor -según una sesgada visión-, eso fue lo que logró, por ejemplo, la invasión angloestadounidense en Irak, a punto que así se designó oficialmente la operación (“Conmoción y pavor”); y no se la llamó “invasión terrorista”. ¿Quiénes son más “terroristas”: las guerrillas antiimperialistas latinoamericanas o los grupos musulmanes antisionistas?, ¿el ejército israelí o la ETA vasca?, ¿las tropas rusas en Chechenia o los comandos chechenios en Rusia?, ¿las bombas nucleares que podrían lanzar Estados Unidos o Israel sobre Irán o los zapatistas de Chiapas?


Como vemos, las posibilidades que pueden caer bajo el arco de “terrorismo” son por demás de amplias: una bomba en un restaurante, una emboscada a una unidad de un ejército regular, un ataque aéreo de un país contra otro, son todas acciones igualmente violentas, con resultados similares: muerte, destrucción, terror en los sobrevivientes. ¿Cuál de ellas es más “terrorista”? Y por otro lado -quizá esto es lo esencial-: ¿quién las define como “buena” o “mala”?, si se quiere: como “terrorista” o como “no-terrorista”.


Es obvio que el término no es nada inocente; su utilización arrastra una tácita condena: habría una violencia legítima -la que puede ejercer un Estado contra otro, o la que ejerce contra insurrectos que se alzan contra el orden constituido-, y una violencia no legítima a la que le cabe el mote -por cierto despectivo- de “terrorismo”. La diferencia estriba no precisamente en una consideración ética (la violencia es siempre violencia, y ninguna es más “buena” que otra) sino en un ordenamiento jurídico que se desprende, en definitiva, de relaciones de poder.


El atentado contra las torres del Centro Mundial de Comercio de New York en el 2001 es un acto terrorista, pero no lo es -al menos así lo presenta la prensa oficial que moldea la opinión pública mundial- un manual militar como el citado más arriba. ¿Cuál de las dos lógicas en juego es más “terrorista”? Y si fuera cierto que la destrucción de esos edificios fue un acto auto-provocado por el gobierno federal de Washington para justificar su proyecto de guerras preventivas, ¿eso es terrorismo o no? Es terrorismo de Estado, pero la prensa oficial no habla de eso. Pinochet, en su lucha contra los “terroristas subversivos”, ¿no era él un terrorista por los métodos empleados? ¿No fueran las peores expresiones de terrorismo de Estado las guerras sucias que ensangrentaron los países latinoamericanos las décadas pasadas? Pero oficialmente esas fueron guerras “contrainsurgentes” y no “terroristas”. ¿Quién lo decide?


Si lo distintivo de un acto “terrorista” es la búsqueda de población civil no combatiente como objetivo, el 80 % de los muertos en las guerras habidas desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 a la fecha se encuadra en este concepto; actos, sin duda, por los que ningún militar ni político ha sido juzgado en calidad de “terrorista”. ¿Podría ahora abrírsele un juicio al presidente de Estados Unidos como terrorista por las dos bombas atómicas utilizadas contra población civil? ¿Por qué no?


Hoy por hoy, en un mundo absolutamente dominado por los montajes mediáticos, en forma insistente se ha ido metiendo la idea del “terrorismo” como uno de los peores flagelos de la humanidad. De manera casi refleja suele asociárselo con maldad, crueldad, barbarie; y por cierto, en esa visión parcial e interesada, esas prácticas nos alejan de la civilización supuestamente democrática, presunto punto de llegada de la evolución cultural (léase: economías de mercado con parlamentos formales). Dentro de esa lógica hemos terminado por no poder distanciarnos de la falacia impulsada por los planes de dominación geoestratégicos de Washington de “terrorismo = malo, estamos contra él o somos un terrorista más”. Merced al impresionante juego manipulatorio de los medios masivos de comunicación suele ligárselo a cualquier forma de protesta, en general conectada con los países más pobres y postergados. En esa dimensión, hoy pasan a ser terroristas cualquier trabajador desocupado que protesta, o quien reclama aumento de sueldo, o un estudiante que pide más presupuesto para educación. De hecho, el autor de estas líneas podría serlo.

Todo estos montajes son intrínsecamente perversos, traicioneros, sádicos, propio de fanáticos fundamentalistas. Un “terrorista” -según ese orden discursivo- es un delincuente subversivo, un apátrida; en definitiva: un monstruo inhumano. Por supuesto que los autores del manual de la Escuela de las Américas, aunque inciten a la tortura y a la corrupción, no son “malos”, porque lo hacen en nombre de la guerra contra el terrorismo, que es, a no dudarlo, una “guerra buena”.


¿Quién en su sano juicio podría alegrarse y festejar por la muerte violenta de unos niños, de una señora que estaba haciendo sus compras en el mercado, de un ocasional transeúnte alcanzado por una explosión? Pero ahí está la falacia, lo perverso del mensaje sesgado con que el poder se defiende: se presenta la parte por el todo, mostrando sólo un aspecto -con ribetes sentimentales- de un conjunto mucho más complejo. ¿Alguna vez los medios muestran las escenas dantescas que sobrevienen a los bombardeos “legales” de una potencia militar? ¿Alguna vez se habla de las monstruosidades propiciadas por la pedagogía del terror de un manual como el de la Escuela de las Américas? ¿Sufre más una víctima que la otra? ¿Es más “buena” y “respetable” una violencia que otra? Y fuera de un amarillismo oportunista bastante execrable que constituye una grosera pornografía de la pobreza, ¿cuándo el hambre del mundo es considerado un verdadero problema por los poderes tomándose acciones reales en su contra?


Está claro que la dimensión del fenómeno es infinitamente más compleja que la malintencionada simplificación con que los poderes fácticos presentan el problema. El maniqueísmo n juego, en definitiva, ahoga las posibilidades de soluciones reales. Son tan víctimas los civiles que mueren en un atentado dinamitero hecho por un grupo irregular como los que caen bajo el fuego de un ejército regular. ¿Por qué los regulares serían menos asesinos que los irregulares?


El mundo sigue siendo injusto, terriblemente injusto; la distribución de la riqueza que el sistema capitalista crea es de una inequidad espantosa. El hambre sigue siendo principal causa de muerte de la población mundial, hambre evitable, hambre que debería desaparecer si se repartiera algo más equitativamente el producto social que creamos los humanos. Esa injusticia estructural en las relaciones interhumanas es el principal exterminio que enfrentamos a diario; pero eso no es la gran noticia, de eso no se habla mucho. Hoy el “terrorismo internacional” se presenta como el peor de los apocalipsis concebibles, y en la lucha contra él -así nos dicen al menos- vale todo.


Es por eso que sigue teniendo vigencia lo que, en 1981, firmaban numerosos Premios Nobel como “Manifiesto contra el Hambre”, y que debemos seguir levantando como principal estandarte por un mundo mejor: “Cientos de millones de personas agonizan a causa del hambre y del subdesarrollo, víctimas del desorden político y económico internacional que reina en la actualidad. Está teniendo lugar un holocausto sin precedentes, cuyo horror abarca en un sólo año el espanto de las masacres que nuestras generaciones conocieron en la primera mitad de este siglo y que desborda por momentos el perímetro de la barbarie y de la muerte, no solamente en el mundo, sino también en nuestras conciencias. […] El motivo principal de esta tragedia es de carácter político.”


Por tanto el enemigo y principal amenaza para la humanidad no es el impreciso y siempre mal definido “terrorismo”; sigue siendo la injusticia, aunque nos hayan querido hacer creer estos años que estaba un tanto pasado de moda hablar de ella.

viernes, 2 de agosto de 2013

Guatemala, 1° de agosto 2013 – Allanado el Instituto DEMOS!

COMUNICADO DEL RELATOR ESPECIAL DE NACIONES UNIDAD PARA LA LIBERTAD DE OPINIÓN Y EXPRESION 




El día jueves 1° de agosto al llegar las primeras compañeras y compañeros del Instituto Demos a nuestra sede, a temprana hora de la mañana, se encontraron con el lamentable hecho de que durante la noche, nuestras oficinas fueron allanadas violentamente, y quienes ingresaron se llevaron las computadoras de trabajo que se encontraban sobre los escritorios o computadoras portátiles que estaban en las gavetas de los mismos,  y por supuesto, la información que ellas contenían.  También abrieron gavetas y archivos, incluyendo “Leitz”, dejando los papeles esparcidos por todas partes, en mi oficina, incluso sacaron una gaveta en donde guardamos los “boarding passes” de vuelos realizados para mi trabajo como Relator, dejando todos ordenados encima del escritorio como si alguien los estaba analizando o fotografiando.  Lo más extraño sin embargo es que abrieron una bodega en la que tenemos computadoras usadas guardadas, pero éstas no las sustrajeron, de igual forma no se llevaron una televisión grande, otra pequeña, la cañonera de “power point” y otros aparatos con algún valor, lo cual hace pensar que no se trataba de un simple robo, por lo que nosotros lo entendemos más bien como un acto de intimidación por el trabajo de Derechos Humanos que realiza el Instituto DEMOS. 
 
Quienes ingresaron ilegalmente lo hicieron haciendo un boquete en la pared de atrás de la casa, en donde hay un estacionamiento de vehículos y, posteriormente, de nuestra casa abrieron un boquete hacia la casa vecina a la cual ingresaron y extrajeron productos comerciales que allí se encuentran.  Ambas casas tienen sistemas internos de alarma que fueron inutilizados por los invasores.
 
Cabe mencionar que tanto en el Instituto Demos como a título personal, por ejercer el mandato de Libertad de Expresión, hemos sido atacados verbalmente por una supuesta “fundación contra el terrorismo” y cuyo director se ha permitido ofender públicamente a activistas de derechos humanos, intelectuales y líderes mayas, actitud que hemos cuestionado en comentarios de prensa o televisión, ante lo cual el mismo respondió con una columna ofensiva y de agresión en mi contra, el día martes 30 de julio en el diario El Periódico.
 Lo que me he permitido expresar en mi columna de los jueves, de Prensa Libre, es que queda claro que hay quiénes están interesados en provocar a los sectores progresistas y populares del país, buscando generar una tensión artificial, regresando a la retórica extremista y violenta del conflicto.  Pero el problema fundamental de esta actitud es que eventualmente, los hechos siguen el rumbo de las palabras, y si se genera un ambiente de agresión verbal progresiva, inevitablemente, se lleva al país a momentos de agresión física; esto ya está sucediendo con las comunidades indígenas que expresan su rechazo a las concesiones mineras que les hacen daño, por lo cual están sufriendo agresiones violentas y acusaciones de terrorismo, al igual que las agencias internacionales de cooperación que dan apoyo a dichas comunidades.
 Yo no acepto ninguna forma de censura gubernamental, pero sí creo que la sociedad en general tiene el derecho de expresar su indignación y rechazo ante estas formas violentas y ofensivas de expresión pues no debemos permitir a nadie utilizar la Libertad de Expresión como excusa para atropellar la dignidad humana.

Agradecemos las muestras de apoyo y solidaridad que estamos recibiendo desde todos los rincones y pedimos al mundo entero que vuelva a dirigir su atención hacia Guatemala, un país que atraviesa una de las peores crisis de inseguridad y desigualdad económico-social y que está al borde de la ingobernabilidad por la incapacidad y corrupción de sus líderes políticos.
FIN
Frank La Rue
Relator Especial de Naciones Unidas para
La Libertad de Opinión y Expresión

Guatemala: Historia Inmediata, un tema de sociología Guatemalteca


Guatemala: Racismo, Capital y Estado de Guatemala