martes, 29 de mayo de 2012

Derechos del trabajador, ¿un tema para arqueólogos?




Eduardo Galeano
Escritor, Poeta e Historiador Uruguayo para El Mundo  

Más de noventa millones de clientes acuden cada semana a las tiendas Wal-Mart. Sus más de novecientos mil empleados tienen prohibida la afiliación a cualquier sindicato. Cuando a alguno se le ocurre la idea, pasa a ser un desempleado más. La exitosa empresa niega sin disimulo uno de los derechos humanos proclamados por las Naciones Unidas: la libertad de asociación. El fundador de Wal-Mart, Sam Walton, recibió en 1992 la medalla de la Libertad, una de las más altas condecoraciones de Estados Unidos.
Uno de cada cuatro adultos norteamericanos y nueve de cada diez niños engullen en McDonald's la comida plástica que los engorda. Los trabajadores de McDonald's son tan desechables como la comida que sirven: los pica la misma máquina. Tampoco ellos tienen el derecho de sindicarse. En Malasia, donde los sindicatos obreros todavía existen y actúan, las empresas Intel, Motorola, Texas Instruments y Hewlett Packard lograron evitar esa molestia. El Gobierno de Malasia declaró union free (libre de sindicatos) el sector electrónico. Tampoco tenían ninguna posibilidad de agremiarse las 190 obreras que murieron quemadas en Tailandia, en 1993, en el galpón trancado por fuera donde fabricaban los muñecos de Sesame Street, Bart Simpson y los Muppets.
Bush y Gore coincidieron, durante la campaña electoral del año pasado, en la necesidad de seguir imponiendo en el mundo el modelo norteamericano de relaciones laborales. 'Nuestro estilo de trabajo', como ambos lo llamaron, es el que está marcando el paso de la globalización que avanza con botas de siete leguas y entra hasta en los más remotos rincones del planeta. La tecnología, que ha abolido las distancias, permite ahora que un obrero de Nike en Indonesia tenga que trabajar cien mil años para ganar lo que gana en un año un ejecutivo de Nike en Estados Unidos, y que un obrero de la IBM en Filipinas fabrique computadoras que él no puede comprar.
Es la continuación de la época colonial en una escala jamás conocida. Los pobres del mundo siguen cumpliendo su función tradicional: proporcionan brazos baratos y productos baratos, aunque ahora produzcan muñecos, zapatos deportivos, computadoras o instrumentos de alta tecnología, además de producir, como antes, caucho, arroz, café, azúcar y otras cosas malditas por el mercado mundial.
Desde 1919 se han firmado 183 convenios internacionales que regulan las relaciones de trabajo en el mundo. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de esos 183 acuerdos, Francia ratificó 115; Noruega, 106; Alemania, 76, y Estados Unidos... 14. El país que encabeza el proceso de globalización sólo obedece sus propias órdenes. Así garantiza suficiente impunidad a sus grandes corporaciones, lanzadas a la cacería de mano de obra barata y a la conquista de territorios que las industrias sucias pueden contaminar a su antojo. Paradójicamente, este país, que no reconoce más ley que la ley del trabajo fuera de la ley, es el que ahora dice que no habrá más remedio que incluir 'cláusulas sociales' y de 'protección ambiental' en los acuerdos de libre comercio. ¿Qué sería de la realidad sin la publicidad que la enmascara?
Esas cláusulas son meros impuestos que el vicio paga a la virtud con cargo al rubro relaciones públicas, pero la sola mención de los derechos obreros pone los pelos de punta a los más fervorosos abogados del salario de hambre, el horario de goma y el despido libre. Desde que Ernesto Zedillo dejó la presidencia de México, pasó a integrar los directorios de la Union Pacific Corporation y del consorcio Procter & Gamble, que opera en 140 países. Además, encabeza una comisión de las Naciones Unidas y difunde sus pensamientos en la revista Forbes: en idioma tecnocrático, se indigna contra 'la imposición de estándares laborales homogéneos en los nuevos acuerdos comerciales'. Traducido, eso significa: arrojemos de una buena vez al tacho de la basura toda la legislación internacional que todavía protege a los trabajadores. El presidente jubilado cobra por predicar la esclavitud. Pero el principal director ejecutivo de General Electric lo dice más claro: 'Para competir, hay que exprimir los limones'. Los hechos son los hechos.
Ante las denuncias y las protestas, las empresas se lavan las manos: yo no fui. En la industria posmoderna, el trabajo ya no está concentrado. Así es en todas partes, y no sólo en la actividad privada. Los contratistas fabrican las tres cuartas partes de los autos de Toyota. De cada cinco obreros de Volkswagen en Brasil, sólo uno es empleado de la empresa. De los 81 obreros de Petrobrás muertos en accidentes de trabajo en los últimos tres años, 66 estaban al servicio de contratistas que no cumplen las normas de seguridad. A través de 300 empresas contratistas, China produce la mitad de todas las muñecas Barbie para las niñas del mundo. En China sí hay sindicatos, pero obedecen a un Estado que, en nombre del socialismo, se ocupa de la disciplina de la mano de obra: 'Nosotros combatimos la agitación obrera y la inestabilidad social para asegurar un clima favorable a los inversores', explicó recientemente Bo Xilai, secretario general del Partido Comunista Chino en uno de los mayores puertos del país.
El poder económico está más monopolizado que nunca, pero los países y las personas compiten en lo que pueden: a ver quién ofrece más a cambio de menos, a ver quién trabaja el doble a cambio de la mitad. A la vera del camino están quedando los restos de las conquistas arrancadas por dos siglos de luchas obreras en el mundo. Las plantas maquiladoras de México, Centroamérica y el Caribe, que por algo se llaman sweat shops (talleres del sudor), crecen a un ritmo mucho más acelerado que la industria en su conjunto. Ocho de cada diez nuevos empleos en Argentina están 'en negro', sin ninguna protección legal. Nueve de cada diez nuevos empleos en toda América Latina corresponden al 'sector informal', un eufemismo para decir que los trabajadores están librados a la buena de Dios. La estabilidad laboral y los demás derechos de los trabajadores, ¿serán de aquí a poco un tema para arqueólogos? ¿No más que recuerdos de una especie extinguida?
En el mundo al revés, la libertad oprime: la libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más cárcel de todas las cárceles. El dios del mercado amenaza y castiga; y bien lo sabe cualquier trabajador, en cualquier lugar. El miedo al desempleo, que sirve a los empleadores para reducir sus costes de mano de obra y multiplicar la productividad, es, hoy por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas de los que buscan trabajo? ¿Quién no teme convertirse en un 'obstáculo interno', para decirlo con las palabras del presidente de la Coca-Cola, que hace año y medio explicó el despido de miles de trabajadores diciendo que 'hemos eliminado los obstáculos internos'? Y en tren de preguntas, la última: ante la globalización del dinero, que divide al mundo en domadores y domados, ¿se podrá internacionalizar la lucha por la dignidad del trabajo? Menudo desafío.
Eduardo Galeano

lunes, 28 de mayo de 2012

Desde Guatemala, entrevista a Marco Antonio Garavito



“El tema de la niñez desaparecida tiene trasfondo político, pero básicamente es un problema humano”






Marcelo Colussi


mmcolussi@gmail.com






Durante la pasada guerra interna en Guatemala, la desaparición forzada de personas constituyó una estrategia que incluyó adultos y también niñas y niños. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico, en las Recomendaciones del libro “Guatemala. Memoria del Silencio”, Tomo V, pág. 28 “constata con particular preocupación que gran cantidad de niños y niñas también se encontraron entre las víctimas directas de ejecuciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas y violaciones sexuales, entre otros hechos violatorios de sus derechos elementales. Además, el enfrentamiento armado dejó un número importante de niños huérfanos y desamparados, especialmente entre la población maya, que vieron rotos sus ámbitos familiares y malogradas sus posibilidades de vivir la niñez dentro de los parámetros habituales de su cultura”. Dicho informe señala que una quinta parte de las víctimas durante el conflicto armado fueron niñas y niños. De ese grupo, un 11% corresponde a niñez desaparecida. De hecho una idea bastante extendida en el cuerpo social es que el fenómeno de la desaparición forzada de personas es algo privativo de los adultos. Pero tanto ese informe como el de “Guatemala: Nunca más”, del Proyecto Interdiocesano REMHI de la Iglesia Católica, evidencian que fue una práctica bastante extendida la desaparición de menores a partir de las sustracciones a sus familias de origen que tuvieron lugar durante los años de guerra así como de las posteriores retenciones ilegales que se hicieron de los niños y niñas sustraídos. De los casos documentados, al menos un 85% corresponde a desapariciones forzadas, es decir: acciones explícitas donde se perseguía claramente ese objetivo. El restante 15% obedece a distintas circunstancias que se dieron a lo largo de la guerra. De esos casos documentados (véase ODHAG, “Hasta Encontrarte”, 2002) se “señala como responsable directo al ejército (92%), las Patrullas de Autodefensa Civil -PAC- (3%) y, finalmente, la guerrilla (2%) de las mismas. En el restante 3% no está definida la responsabilidad”. Lo anterior significa que hubo una política específica en el tema de la desaparición de menores, que no fueron casos aislados circunstanciales. Si vemos que son las fuerzas de seguridad del Estado o fuerzas paraestatales el principal actor que las llevó a cabo, ello habla de patrones, de lógicas debidamente concebidas. Si lo que alentó las masacres de comunidades mayas era “quitarle el agua al pez” al movimiento insurgente para cortarle su vinculación con las bases campesinas, la desaparición de niñas y niños durante el conflicto (fundamentalmente en familias mayas, en el área rural) tenía como motor “acabar con las semillas”, impedir que se criaran “futuros guerrilleros”, tanto en los hechos concretos, eliminando las “semillas” de carne y hueso, como en la psicología colectiva, enviando mensajes desmovilizadores, que apuntan básicamente a romper los tejidos sociales y a inmovilizar a las poblaciones.


Desde hace ya 13 años la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, bajo la dirección del psicólogo Marco Antonio Garavito, viene desarrollando un trabajo de búsqueda de niños/as desaparecidos, promoviendo el reencuentro con sus familias biológicas, llamado “Todos por el reencuentro”.


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Pregunta: ¿Qué es y para qué se hace la búsqueda de niñez desaparecida? Y concretamente, ¿qué es el programa “Todos por el reencuentro”?






Marco Antonio Garavito: Luego de la Firma de los Acuerdos de Paz en el año 1996 se abrió la posibilidad de empezar a hablar sobre algunos temas que anteriormente, durante la época del conflicto armado, habían estado prohibidos. Se comienza a hablar entonces de los horrores de lo que fue la guerra; salen a luz temas como las masacres, la tierra arrasada, las desapariciones forzadas. Pero en ese marco hay un tema del que se ha hablado y al día de hoy aún se habla muy poco: la niñez desaparecida durante el conflicto. En la gran tragedia que fue la guerra, los niños desaparecidos no son una prioridad. En los informes de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico y del REMHI aparece tocado el tema, pero siempre de un modo secundario. Es por eso que desde la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, en el año 1999 iniciamos un esfuerzo para saber si en el país podía haber niños desaparecidos que pudieran estar vivos, o que sus familias quisieran buscarlos. Concretamente entonces, el 20 de mayo de ese año iniciamos el programa que ahora se llama “Todos por el reencuentro”.


No fue fácil el inicio, porque cuando nace la propuesta se levantaron voces contrarias a desarrollar un trabajo de este tipo. Había quien decía que no valía la pena hacer esa búsqueda, porque en Guatemala no podía haber niños desaparecidos puesto que las campañas de tierra arrasada desarrolladas por el ejército habían acabado con todo. Y además, se consideraba que las familias de los eventuales niños desaparecidos estarían con mucho miedo por lo sucedido, y por tanto no se querrían involucrar en un esfuerzo de esta naturaleza. Pese a esas dos premisas negativas decidimos irnos a trabajar al campo, y luego de un año de búsqueda teníamos 86 casos bien documentados donde las familias querían seguir el proceso de esclarecimiento de lo ocurrido. Algo que ayudó mucho en nuestra propuesta y que la misma fuera ampliamente aceptada fue que no lo hicimos desde un discurso político-ideológico ni azuzando a la población con quien nos contactábamos para una búsqueda de castigo a los responsables de las desapariciones. Aunque la propuesta, obviamente, tiene un trasfondo político e ideológico muy claro, lo que priorizamos fue la parte humana. Nuestra intención fue movilizar a quien tenía un familiar desaparecido, un hijo o un hermano por ejemplo, y quería saber qué había pasado. Al haberlo planteado desde ese lado humano, como forma de intentar superar el dolor con que vivían, las personas contactadas se comenzaron a involucrar en el programa.


El programa “Todos por el reencuentro” es un proceso de acompañamiento psicosocial de familiares que tienen desaparecidos, estando junto a ellos brindando un apoyo para superar el dolor de la pérdida mientras se desarrolla la búsqueda, con la idea que si se llega a un feliz término puede haber un reencuentro. El programa, en ese sentido, tiene una acción beneficiosa para quienes se acercan a él, porque aún si no se encuentra el familiar desaparecido, poder trabajar el duelo congelado que soporta cada familia tiene un alto valor en términos de salud. De los más de 80 casos que contactamos en el año 99, al día de hoy la gran mayoría continúa siendo parte del programa, aún cuando muchas veces no hayan encontrado a sus hijos desaparecidos. De hecho, los participantes encuentran aquí una serie de beneficios colaterales, como por ejemplo estar con otras personas que han pasado o están pasando similares penurias. Eso les ha sido de gran utilidad, por eso desde el programa fuimos buscando la implementación de espacios donde pudieran confluir personas que estaban en situaciones similares para que pudieran compartir y ayudarse mutuamente a partir de experiencias similares. Eso llevó a que en el 2006 se pudiera inscribir legalmente en Santa María Nebaj, en el departamento de Quiché, la Asociación de Familiares de Niñez Desaparecida. La misma tiene hoy una estructura a nivel nacional y despliega un importante trabajo en el tema. La organización de los familiares en su búsqueda de sus desaparecidos constituye de hecho una estrategia de salud mental.


Cuando arrancamos con el programa, en 1999, nos preguntábamos si efectivamente íbamos a poder encontrar a alguien, y en el año 2001 tuvimos nuestro primer reencuentro -don Tomás Choc con su hija Julia- en la comunidad de Santa María Samacox, en el sur del Ixcán. Hoy, 13 años después, ya vamos por el reencuentro número 351, y tenemos varios más ya programados, con 11 reencuentros que en este momento están en preparación. Sin dudas podemos decir que el programa es muy exitoso en términos de resultados. La cantidad de personas vinculadas al programa, es decir: familiares y declarantes, son alrededor de 1,300. Casi un tercio de los casos emprendidos se han logrado resolver. Eso, creemos, es un gran éxito.






Pregunta: ¿Qué valor tienen estos reencuentros tanto a nivel individual y/o familiar, para el desaparecido que reencuentra a su familia, o para ésta que se reencuentra con su niño desaparecido hace tantos años, y qué valor tiene todo esto en términos sociales, para toda la sociedad guatemalteca?






Marco Antonio Garavito: Desde el punto de vista de las familias hay dos fenómenos, que serían las reacciones más típicas. Por un lado, las familias que perdieron al pequeño, desde el momento mismo de la desaparición tienen un sentimiento de culpa muy fuerte. Eso es lo que más se trabaja desde que se documenta el caso, y en general siempre se logran recuperar de esa culpa. Eso crea mucha sanidad. Por el lado del desaparecido también encontramos, casi con un valor de patrón que se repite, el sentimiento de haber sido abandonado. Un niño, con o sin memoria del hecho puntual, no puede entender por qué sus padres lo abandonaron. Todos los niños, ya adultos cuando trabajamos, presentan ese sentimiento de haber sufrido mucho, aunque no puedan dimensionar lo que fue la guerra y el por qué se dio su separación de los padres. Quedan, por tanto, con esa sensación de haber sido abandonados, que no los querían. Eso lo encontramos siempre, aún con los casos de niños que están viviendo ahora en Europa, donde se los llevaron durante la guerra en condición de adoptados. Siempre aparece la pregunta de por qué sus padres los dieron, no los protegieron. Todo esto, entonces, tiene un gran valor para ambas partes: para la familia, poder trabajar el sentimiento de culpa que le acompañó por años, y para el menor desaparecido, poder trabajar su síndrome de abandono. Trabajar eso tiene un valor restitutivo en términos de salud mental.


Por otro lado, además del gran valor que tiene el programa en términos de subjetividad personal, es un gran aporte para trabajar el tema de ciudadanía. Antes del inicio de nuestro programa, en muchas comunidades donde estamos trabajando ahora no había ningún interés por participar en términos políticos-sociales-comunitarios; a veces ni sabían que en la comunidad había un niño desaparecido durante la guerra. Por eso, cuando avanzamos con un proceso y se llega a un reencuentro, participa la comunidad entera; todos se involucran. Lo que queremos transmitir es que estos no son problemas individuales, sólo del o de los familiares del desaparecido, sino que es un problema de todos, de toda la sociedad. Esto debería interesar y tocar a todos, al Estado, a los medios de comunicación, a la sociedad en su conjunto. Por eso el nombre del programa es “Todos por el reencuentro”; eso tiene un sentido muy claro. Es un símbolo. Si una familia puede reencontrarse 30 años luego de su sufrimiento, la sociedad también puede hacerlo. Por eso trabajamos fuertemente por la recuperación del concepto de ciudadanía. En las reuniones en las comunidades no hablamos solamente de los hijos desaparecidos: hablamos de los problemas concretos del país. Eso es participación ciudadana.






Pregunta: Por supuesto que trabajar sobre la niñez desaparecida, además del valor subjetivo personal que puede tener en el ámbito familiar, tiene ese valor social, de restitución de ciudadanía, de volver a participar colectivamente, todos y sin miedo. Y en muchos casos llegando a buen términos con un reencuentro, que es un logro para toda una comunidad. Ahora bien: ¿qué hacer con todos los desaparecidos que no se van a poder encontrar? ¿Qué hacer con todas esas familias, o con todo un tejido social, que nunca tendrá un reencuentro con la persona desaparecida durante la guerra?






Marco Antonio Garavito: Hay varias líneas de acción. Es públicamente conocido que en Guatemala existen muchos miles de desaparecidos: 45,000 para ser más exactos. Y también es conocido que las agendas de la paz no hicieron mayor cosa respecto a este punto. Hay varios elementos que pueden ayudar en este campo: por un lado, en el Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, en su Recomendación N° 24 se propone que el Estado cree una Comisión Nacional de Búsqueda de niñez desaparecida. Pero eso jamás se ha hecho. Incluso: al contrario. Pese a que se crearon algunas estructuras, como la Secretaría de la Paz o el Programa Nacional de Resarcimiento, donde hay mandato para el tema de niñez desaparecida, eso se usó sólo en términos clientelares. Nosotros, con un programa que sin dudas puede exhibir logros importantes, jamás recibimos apoyo del Estado, con ningún gobierno. Incluso nos han bloqueado. También la Corte Interamericana de Derechos Humanos dijo algo sobre el tema: cuando salió la condena por la masacre de las 2R, recomendó crear una página web para la búsqueda de niños desaparecidos. Pero de nuevo vemos que no se ha hecho nada, siendo eso algo tan simple de implementar.






Pregunta: ¿Por qué el Estado no tiene ningún interés en apoyar el tema?






Marco Antonio Garavito: Porque, por supuesto, hay un trasfondo político-ideológico en esto. Pero además está la idea que mejor dejar el pasado y pensar en el presente y en el futuro: no andar revolviendo lo que sucedió. Incluso la gente supuestamente de izquierda que ocupó los espacios de la Secretaría de la Paz y del Programa Nacional de Resarcimiento, no han apoyado para nada nuestro programa. Nos hemos mantenido exclusivamente de la cooperación de pueblo a pueblo, de iglesias de base, de organizaciones populares de otros países; casi no hemos recibido nada de la gran cooperación internacional.


Otro elemento importante a considerar aquí es la Comisión Nacional de Búsqueda de Desaparecidos. Hay un proyecto de ley al respecto, que se llevó al Congreso en su momento, pero que hasta el día de hoy está engavetado. Y algo más en este tema es que en el año 2006 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Convención Internacional contra la Desaparición Forzada. 103 países la aprobaron, incluyendo a Guatemala; pero eso no ayudó a desentrampar el tratamiento de la ley en el Congreso. Eso llevó a crear una Coalición Internacional contra la Desaparición Forzada desde las organizaciones populares; nosotros, como Liga Guatemalteca de Higiene Mental, hacemos parte de ese esfuerzo, para promover en los parlamentos de cada país la aprobación de estas leyes, que ahora están detenidas. Aquí la ley está parada, pese a que hemos intentado moverla. En su oportunidad logramos reunir unas 4,000 firmas, fundamentalmente en el interior, pidiendo que se desentrampara la iniciativa. En otros países latinoamericanos ya se ratificó. Aquí no. La Convención entró en vigencia, porque ya fueron más de 20 países los que la ratificaron. Hoy creemos que más que crear la Comisión de Búsqueda de Desaparecidos es importante ratificar esta Convención. La misma no tiene efecto retroactivo, pero de todos modos es muy importante, porque con eso se puede asegurar que el país no entre de nuevo en la lógica de las desapariciones forzadas. Es decir: tiene un efecto preventivo hacia el futuro.






Pregunta: Hablando de los reencuentros propiamente dichos, ¿qué sucede a partir del momento que se vuelven a ver los familiares luego de años de separación? ¿Cómo funciona la dinámica del reencuentro?






Marco Antonio Garavito: El programa “Todos por el reencuentro” tiene cinco áreas de trabajo. Desde el inicio vimos que la cuestión no era solo buscar y reencontrar. Eso, así solo, no tiene mayor sentido. El proceso es mucho más complejo. El programa tiene un área de investigación, que se encarga de buscar documentación y hacer las averiguaciones necesarias. Luego hay un área que llamamos de organizaciones de base, puesto que para funcionar, el programa necesita tener vínculos con muchas organizaciones comunitarias, unas 80 aproximadamente, que son las que en definitiva posibilitan la tarea. Son las organizaciones primarias de la comunidad. Hay luego una tercer área que es organización, que es la que derivó en la creación de la Asociación de Familiares; hay ahí una dinámica organizacional que va más allá del trabajo puramente investigativo. Tiene su estructura y se reúne periódicamente. Luego tenemos un área específica de reencuentros, que es la que se encarga puntualmente del proceso mismo de los reencuentros, y que trabaja con la familia biológica, la familia adoptiva, el desaparecido, preparando todas las condiciones necesarias para llevar adelante el proceso. Pero llegar a un reencuentro, cosa que por supuesto es muy importante, quedaría corto si ahí se deja el trabajo: sólo con el reencuentro físico en un momento determinado del desaparecido y su familia de origen. En el momento mismo del reencuentro, que son siempre episodios muy emotivos, no surgen cosas que luego sí van a aparecer. En general el desaparecido es el primogénito o primogénita. Luego del momento de emoción de volver a verse, pueden surgir los problemas. Por ejemplo: el pedazo de tierra que le correspondía al desaparecido, el padre ya lo repartió con los otros hermanos, y al aparecer el desaparecido se cambian las cosas en relación a la herencia de esa porción de tierra. Es decir: con el reencuentro se abre una cantidad de temas que antes no aparecían, como el de la herencia que comento, y muchísimos otros más. Todo eso hay que comenzar a trabajarlo sanamente luego de pasada la primera emotividad. Hoy día, los reaparecidos ya son todos adultos, y el panorama familiar ya es algo muy distinto a 30 años atrás, cuando se dio la desaparición; todo eso hay que trabajarlo. En general no vuelven a vivir juntos. Por eso, ante todo este nuevo panorama, hay que hacer un abordaje especial; es ahí donde entra la quinta área del programa, que es la que llamamos de integración. El programa busca que luego del reencuentro se mantengan los vínculos, que se sigan visitando entre esas familias. El vacío generado por varias décadas de distanciamiento sólo se puede llenar por medio de un proceso de comunicación. Quizá nunca se llene, pero se ayudan a trabajar todos los sufrimientos que eso trajo aparejado. ¿Quién sufrió más: el desaparecido o la familia que lo perdió? Es complejo, por supuesto, y hay que abordarlo.


En algún momento del programa hicimos un encuentro nacional de reencontrados. Estuvimos cuatro días interactuando y sacando conclusiones a partir de las experiencias de muchas familias que se habían reencontrado, tratando de ver cómo habían funcionado, qué había pasado luego de los reencuentros. Producto de eso, y de una sistematización que ya veníamos haciendo, salió un libro: “Corazones en fiesta”. Ahí tratamos de elaborar teóricamente las conclusiones de qué pasa luego de los reencuentros. En un momento había mucho interés en apoyar todo esto, y la cooperación internacional financiaba generosamente. Llegó a haber 11 organizaciones que se ocupaban del tema de niñez desaparecida. Ahora ya no quedó ninguna, salvo nuestro programa. Y es necesario decir que muchas veces se cayó en eso de buscar y reencontrar, y punto. Pero la cuestión más importante es qué pasa después de ese reencuentro.


En todo el trabajo que hacemos desde las tres áreas tenemos tres ejes: uno es el de salud mental. Esa no es una parte puntual del programa sino un eje que lo atraviesa completamente: la salud mental de la población está siempre implicada, en todo momento. Hay otro eje transversal que es de comunicación social, hay un tercer eje que tiene que ver con lo jurídico. El programa tiene toda una integralidad, pues todos los componentes están unidos y van de la mano. Ahora tenemos algunos problemas financieros, por eso hemos perdido algunos colaboradores. Pero seguimos adelante, por supuesto. Hay mucho compromiso con lo que estamos haciendo, y hay mucha respuesta de la gente en las comunidades.






Pregunta: ¿En qué principios se base el programa “Todos por el reencuentro”?






Marco Antonio Garavito: El programa creó desde sus inicios algunos principios éticos e ideológicos. Entendemos que el tema de la niñez desaparecida es una responsabilidad del Estado. Muchas veces las ONG’s terminamos ocupándonos de problemas como éstos, dado que nadie lo está atendiendo; pero es el Estado quien verdaderamente debe responsabilizarse por esto. Otro principio que tenemos es que esto es un problema eminentemente humano. Esto parece obvio, pero no lo es tanto. Lo decimos porque muchas veces las mismas víctimas han sido instrumentalizadas para fines políticos, dejando de lado su sufrimiento como personas. Nosotros jamás manipulamos a un familiar ni lo hemos llevado a algún lado para protestar. Hay un trasfondo político muy fuerte en todo esto, por supuesto, pero básicamente es un problema humano. Como es eso lo que nosotros priorizamos, eso ha hecho que la gente en las comunidades siga enganchada al programa durante tantos años, porque ve que no hay manipulación política sino que se atiende su dolor como seres humanos que sufren.


Otro principio que nos alienta es saber que estos son temas de largo plazo, a veces de toda la vida. Estas cosas no se pueden resolver con proyectos puntuales de un año, como muchas veces se alientan. No se trata sólo de documentar una desaparición; eso, en definitiva, no sirve para mucho. La cuestión es reencontrar, y fundamentalmente, trabajar lo que comienza a pasar después. Por eso nosotros trabajamos con humildad lo que podemos y hasta donde podemos, sabiendo lo que sí verdaderamente estamos en condiciones de acompañar en el tiempo. Por eso también trabajamos sólo en algunas áreas del país, no en todas. No se trata sólo de ir a documentar y sacarle información a la gente. Eso no sirve. Lo importante es acompañar todo un proceso, que por supuesto toma mucho tiempo, mucho esfuerzo. Nosotros estamos en el área norte de Huehuetenango, el Ixcán, la región ixil, la zona reina en el departamento del Quiché y la Alta Verapaz. Y también tenemos algunos casos dispersos por todo el país. Por supuesto que resta muchísimo trabajo por hacer, porque el tema de la niñez desaparecida es un problema a nivel nacional. Pero para eso se necesitan fondos. Y debería ser el Estado quien se involucre. Pero aún esto es un tema muy silenciado, muy prejuiciado.


Es importante destacar que en el ámbito jurídico hemos comenzado recientemente la presentación ante la Corte Suprema de Justicia de algunos casos bajo el recurso de habeas corpus, cuando tenemos pruebas suficientes para decir quién fue el que secuestró a estos niños. Por eso decimos que tiene que ser el Estado el que dé respuesta en esos casos, explicando qué pasó con esas desapariciones. Ya presentamos un primer caso, el de Baudilio Monzón, en el Ixcán, que fue llevado por el ejército. A fines del año pasado presentamos otro caso, el de la niña Elvia Gómez, secuestrada en San Pablo El Baldío. Pero de momento la Corte Suprema de Justicia no ha dado ninguna respuesta. Y ahora estamos por presentar un caso colectivo, el de la Finca Sacol, en Alta Verapaz, donde secuestraron 60 niños al mismo tiempo. Algunos de ellos ya aparecieron, y fueron adoptados viviendo ahora en Italia, con adopciones legalmente cuestionables; pero 9 de esos niños no aparecen. Ahora, por esta vía del habeas corpus, estamos buscando que el Estado dé respuestas. El programa busca y reencuentra, y luego jurídicamente va hasta donde los familiares quieran llegar. Nosotros no imponemos ninguna decisión a la familia; es ella que la decide qué quiere hacer, si quiere accionar legalmente, y hasta dónde. Y si quiere desistir de hacerlo, se respeta su decisión.


martes, 22 de mayo de 2012

Socialismo y poder. Una revisión crítica



 



Marcelo Colussi


mmcolussi@gmail.com






La presente es la Introducción del material “Socialismo y poder. Una revisión crítica”, (11 capítulos, 151 páginas) texto que próximamente estará apareciendo en la nueva iniciativa de publicaciones digitales de Libros Armonía (portal aún en construcción), colección dirigida por Abel Samir y que presentará una amplia gama de escritos de ciencias sociales, política y literatura.




Hasta ahora la historia nos demuestra que los seres humanos nos movemos en muy buena medida por el afán de poderío. De lo cual puede desprenderse, quizá con cierta ligereza, o con cierta mirada pesimista sobre nuestra condición, que estamos irremediablemente condenados a seguir repitiendo ese molde. El colmo de ese pesimismo lo presenta José Saramago, cuando no encontrando salida a todo esto llega a concluir entonces: "No nos merecemos mucho respeto como especie". La constatación tan interminablemente repetida del abuso del poder por parte de quien lo dispone –aún en el campo de la izquierda– podría llegar a permitirnos sacar esa conclusión. Estaríamos casi tentados de afirmar, por tanto, que "eso no tiene arreglo".



Pero si efectivamente está en la esencia humana esta "dialéctica del amo y del esclavo", si eso es parte definitoria de nuestra condición, ¿para qué seguir luchando por un mundo de mayor equidad? El estudio de la historia o de cualquier interrelación nos confronta con que la lucha en torno al poder cuando se encuentran dos personas, o dos colectivos, surge con pasmosa facilidad. ¿Autoriza ello a ver en esa repetición una matriz de origen biológico? ¿Cómo poder afirmar que la violencia, el afán de poderío, la dominación sean de orden genético? Si una lectura darwinista de la historia humana pude llegar a esa conclusión –justificando, de ese modo, la existencia de "razas superiores" y una presunta selección natural de los "mejores"– una visión más amplia de nuestra condición debe apuntar a otra cosa. ¿O acaso podemos avalar un triunfo de "superiores" sobre "inferiores"?



Hasta ahora, al menos, más allá de la ilusión positivista de cierta tendencia tecnocrática que busca un sustrato bioquímico para explicar toda la complejidad de lo humano, no se ha podido aislar ninguna sustancia específica que dé cuenta de estos fenómenos. Puestos a interactuar niños pequeños de distintas etnias cuando recién están comenzando a hablar, cuando aún no tienen incorporada toda su carga cultural, ninguno discrimina a otro ni lo mira "desde arriba". Eso llegará luego: los adultos nos encargamos de transmitírselo. ¿Por que resignarnos entonces ante una supuesta tendencia natural que nos compele a comernos unos a otros?




Anida ahí un error que, si no lo corregimos con fuerza, puede llevarnos a la entronización del individualismo –cosa que hace con absoluta naturalidad el capitalismo, premiando al "ganador", que no es otro que el más fuerte que se impone con brutalidad sobre los más débiles–, o puede llevarnos, por otro lado, a la resignación.






Decimos "el capitalismo", pero podríamos hacerlo extensivo a cualquier sociedad de clases. Desde que sabemos de la existencia de sociedades estratificadas donde unos mandan usufructuando el trabajo de otros, los cuales trabajan y obedecen (desde el inicio de las primeras sociedades agrarias sedentarias, para fijarlo de algún modo en el tiempo, aproximadamente unos 10.000 a 12.000 años atrás), desde ahí se viene repitiendo esta situación. Dialéctica del amo y del esclavo donde un grupo decide sobre la vida de otro con distintos grados de violencia, de crueldad, desde ser el dueño por entero de la vida de ese otro, hasta el pago de un salario supuestamente consensuado entre ambas partes por una cantidad de horas de trabajo. Esa historia no nos ofrece sino explotación de unos sobre otros, aprovechamiento, falta de solidaridad, violencia, crudeza. Matriz ésta que se reitera muy frecuentemente en todas las relaciones humanas: entre géneros, entre generaciones, entre distintas culturas. Y viendo con objetividad ya sea la historia o la dinámica interhumana en un corte puntual aquí y ahora, ello pareciera poder dejar extraer la conclusión que así es nuestra condición sin más. Si podemos hacer eso: torturar, engañar, matar, sin dudas que –más allá de una visión pesimista– eso se muestra como nuestro destino. De ahí a la conclusión que no tenemos remedio como especie, sólo un paso.






Y a ello podríamos agregar que los intentos de construir un nuevo sujeto en los balbuceantes socialismos del siglo XX no lograron superar con creces esos patrones de violencia. La codicia y la mezquindad siguieron todavía incorporadas a las características comunes de los ciudadanos, más allá de las buenas intenciones de transformación. ¿Hay que resignarse entonces? ¿No es posible el cambio? ¿Habrá que contentarse que lo máximo a lo que podemos aspirar es a un crecimiento enorme de la productividad y a una más equitativa repartición de la riqueza que generemos, resignándonos a que siempre habrá uno "más listo" que manejará a los "más tontos"? ¿No hay alternativa? ¿Es cierto que "no nos merecemos mucho respeto como especie" entonces? ¿No es posible la equidad total, la horizontalidad? ¿Habrá siempre quien, en nombre de lo que sea, "mire desde arriba" a otro?






Por esa vía, el punto máximo de desarrollo aspirable sería la socialdemocracia. Sin dudas que los pocos países con políticas socialdemócratas viven bien, con abundancia y equidad. Ahí están unas cuantas sociedades del norte de Europa dando el ejemplo: ordenadas, felices, racionales. Pero la estructura del mundo no permite que todos seamos Suecia, o Noruega o Canadá. Además, la bonanza de las socialdemocracias presupone un Tercer Mundo históricamente explotado. ¿Podría algún país africano o centroamericano repetir el modelo socialdemócrata nórdico en las condiciones actuales? ¿Cómo? Las deudas externas que religiosamente deben pagar esas sociedades empobrecidas van a parar también a las socialdemocracias. Así es fácil gozar la vida…y tener equidad. Pero si hablamos de "otro mundo posible", hablamos de igualdad para todos, absolutamente para todos y todas en total paridad. Es decir: hablamos de una verdadera democratización e igualación de los poderes, para todos, no sólo para los blancos.






Cuando nos referimos al sujeto humano tenemos como referente esto que las distintas sociedades clasistas basadas en la diferenciación entre poderosos y oprimidos han venido dando como resultado hasta ahora. Nos es relativamente más fácil entender la lógica de una sociedad antigua –la egipcia, los fenicios, los mayas– porque nos resulta familiar poder imaginar qué sentiría un amo o un esclavo (aunque la reflexión la hagamos ahora y no seamos, en sentido estricto, ni faraones ni esclavos. Sin embargo, intuimos de qué se trata la relación). Pero nos resulta incomprensible, o al menos mucho más lejana de nuestros códigos, una sociedad del neolítico, o alguna de los pequeños grupos que aún hoy existen sobreviviendo como en ese entonces –los indígenas amazónicos, o los habitantes originarios de Australia–. ¿Cómo entender desde nuestra cosmovisión una sociedad de puros iguales, homogénea, horizontal? Nuestra matriz, hoy día, es forzosamente esa visión de jerarquías, patriarcal, vertical. De ahí que nos suene extraño aún –y por tanto cueste tanto– establecer relaciones de total horizontalidad, de absoluta paridad. Aunque en las experiencias socialistas intentemos llamar a los dirigentes con el apelativo de "camarada", en la realidad cotidiana el "camarada ministro" o el "camarada alcalde" sigue aún gozando de privilegios que los "camaradas comunes" no tienen. ¿Significa eso que nunca cambiará esa dinámica?






Seguramente no podemos esperarnos un paraíso de la sociedad humana. No somos ángeles. Pero podemos hacer algo para que no sea un infierno. Y hoy, más allá de una porción minúscula que vive en la opulencia manejando la vida de las grandes masas, y fuera de un no más del 15 % de la población mundial que puede ser considerada clase media, con acceso a aceptables cuotas de confort y seguridad, para la más amplia mayoría de la Humanidad la vida es un infierno. El socialismo, si bien tuvo un inicio en el siglo XX que debe ser rigurosamente criticado por autoritario y vertical (en alguna medida, también un infierno), sigue siendo aún una fuente de esperanza. Del capitalismo nada se puede esperar.






Pero la duda –por decirlo de alguna manera, o el temor, o preocupación– se plantea cuando intentamos revisar los supuestos que ha venido desarrollando el socialismo. Si consideramos el proceder de muchos de los cuadros revolucionarios, o incluso la conducta de los ciudadanos, los camaradas de a pie, dentro de las experiencias socialistas, se abren interrogantes: ¿se podrá prescindir de esta cultura del "mirar desde arriba" a otro? A veces sucede esta horizontalidad, este espíritu de solidaridad y de desprendimiento, pero en muchísimos casos, más allá de la declaración de principios y del uso de consignas que sitúan en el "club" de la izquierda, se siguen manteniendo privilegios irritantes, actitudes despóticas, el convencimiento que hay algunos con derecho a "mirar desde arriba" a otros.






¿Por qué los camaradas médicos cubanos cuando están fuera de la isla "arrasan" con las mercaderías que no se consiguen en su país? ¿Son menos "revolucionarios" por eso? Seguramente no, pero todas estas actitudes nos indican que quizá el meollo mismo de lo humano es muy difícil de transformar: si somos herederos de la cultura que nos constituye en lo más hondo de nuestro ser –machistas, patriarcales, verticalistas, competitivos, belicistas, y en estos últimos años, capitalismo mediante, impúdicamente consumistas– todo eso no se va a terminar por decreto. La cuestión, en todo caso, es: ¿cambiará? ¿Qué hay que hacer para que cambie? ¿Cómo desarmar la cultura del poder que nos constituye?






Hoy día podemos hablar de los seres humanos criados en este modelo histórico, dado que sólo hemos conocido estos patrones. Por eso la dificultad que apuntábamos para entender otros modelos sociales "primitivos", sin clases sociales, la pura horda original. Las sociedades clasistas quedamos irremediablemente lejos de esa experiencia, y los modelos progresistas que hemos inventado todavía tienen muy cerca la matriz del "triunfador", del éxito individual sobre y contra el bien común. Si no, no sería tan fácil que muchas cooperativas terminen siendo pequeñas empresas lucrativas privadas olvidándose de la filosofía que las impulsa. O no hubiera sido tan fácil la restauración de la cultura capitalista en Rusia, o en China, donde hoy se premia como el gran logro la picardía para hacer fortuna no importa a qué precio olvidando principios levantados hace apenas unos años. Invocar un llamado al amor para construir el socialismo, la nueva sociedad y el nuevo sujeto, queda corto. Sabemos que el amor es básicamente narcisista y no nos sobra; más bien nos sale con cuentagotas. Es difícil, cuando no imposible, amar incondicionalmente al prójimo. Pero no se trata de amarlo sino de respetarlo. Esa es la clave que puede cambiar la actitud. Nadie está obligado a amar a nadie por decreto; pero la sociedad sí obliga a respetarnos. Si logramos establecer una comunidad donde todos verdaderamente nos sentimos pares, iguales, aunque no nos "amemos", sí podremos convivir con mayores cuotas de solidaridad social. Aunque no somos ángeles, ¿quién dijo que estamos obligados por naturaleza a explotar al otro? Si nos preparamos para esa cultura de la más absoluta igualdad, ¿por qué no podríamos superar la dudosa noción del amor incondicional para forjar una cultura del respeto? Porque en nombre del amor se pueden cometer las peores atrocidades, no olvidarlo. Ahí están todas las guerras religiosas, por ejemplo, las más despiadadas y crueles de la historia para demostrarlo. O la Santa Inquisición…por amor.






Ningún sustrato bioquímico podrá explicarnos por qué ese afán de poderío. Es nuestra matriz social, cultural, psicológica, la que nos hace así. De lo que se trata, entonces, es de construir otra matriz que dé como resultado otro tipo de sujeto. Aunque, claro está, esa construcción no podrá ser nunca una imposición por vía de decreto. Hay que forjarla. Y ese es el reto que tiene el socialismo.






En Rusia, siete décadas después de la revolución bolchevique, hay gente que sigue buscando el retorno del zarismo y pensando en la gran patria de los rusos blancos. ¿Pasó en vano la revolución? Y en Cuba una enorme cantidad de población profesa con devoción la santería. ¿Puede decirse que fracasó la revolución? En Venezuela, con un proceso de transformación socialista en marcha, por cierto muy reciente aún, siguen siendo un símbolo nacional las Miss Universo y las mujeres con pecho siliconado, y muchísima población –incluidos funcionarios de gobierno– continúan adorando los más rancios valores capitalistas, desviviéndose por el vehículo lujoso con un chofer que les abra la puerta y cambiando divisas en el mercado paralelo. ¿No está funcionando la Revolución Bolivariana entonces? Todo esto no nos habla de un fracaso de los ideales socialistas. Nos habla, en todo caso, del peso fenomenal de la historia, de las tradiciones, de la cultura. Como brillantemente lo expresó Einstein: "es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio".






El desafío es cambiar esa historia. Eso es la revolución. Si nos tomamos en serio lo de las utopías, pues de eso se trata entonces: no sólo transformar las relaciones políticas, cambiar las reglas de juego de las relaciones sociales; no sólo repartir con equidad el producto del trabajo humano. Se trata, junto a todo ello, y quizá más que ello, de transformar la historia misma, las matrices que nos determinan como sujeto.






Es ahí donde entra a jugar un papel clave el tema de la autocrítica de nuestra humana condición. ¿Estamos acaso, tal como lo pretendería el darwinismo social, condenados a una lucha a muerte los unos contra los otros? ¿O nuestra "naturaleza" va de la mano de las condiciones culturales? ¿Por qué cuesta tanto superar los vericuetos del poder? ¿Nuestra condición finita y deficiente nos lleva a acercarnos al ámbito del ejercicio del poder como alternativa para superar esa pequeñez originaria? ¿Puede superarse la idea del poder como sinónimo de beneficio propio a base del sacrificio de otro? ¿Es cierto que el que manda, manda; y si se equivoca… vuelve a mandar? ¿Qué habrá que hacer para superar todo esto?






El trabajo es arduo, enorme. Es transformar toda una cultura que lleva hoy un peso ancestral en sus espaldas con una importancia definitoria, y que con las nuevas tecnologías que generó el capitalismo (léase: guerra psicológico-mediática, guerra de cuarta generación, como la llamaron los estrategas militares estadounidenses) se impuso por todo el globo, y en muchos casos, haciéndose atractiva. Si no, los camaradas cubanos no arrasarían las tiendas buscando esos productos "seductores" toda vez que tienen oportunidad al salir de la isla. Lo cual nos lleva a un tema no menos trascendente.






La cultura del consumo a que dio lugar el capitalismo mercantil es insostenible –se produce no sólo para satisfacer necesidades sino, ante todo, para vender, para obtener lucro económico–. En función de ese modelo de desarrollo el planeta se está empezando a poner en serio riesgo. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de los suelos, los químicos tóxicos que inundan el globo terráqueo, la desertificación, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado por 13 la incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero negativo, el derretimiento del permagel son todas consecuencias de un modelo depredador que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación de los recursos naturales? Las sociedades agrarias "primitivas", o inclusive las tribus del neolítico que aún se mantienen, son mucho más racionales en su equilibrio con el medio ambiente que el modelo industrialista consumidor de recursos no renovables. Si buscamos un nuevo mundo, una nueva ética, nuevos y superadores valores, la cultura del consumo debe ser abordada con tanta fuerza revolucionaria como las injusticias sociales. Pero ahí está el problema justamente: tanto ha calado esta cosmovisión del consumo hedonista que se hace muy difícil atacarlo, desarmarlo. Y el "hombre nuevo" todavía no pudo sacudirse esa carga cultural. ¿Podremos construir una cultura alternativa al consumo industrial fabuloso sin volver a las cavernas, aprovechando el confort que brindan las nuevas tecnologías traídas por la industria capitalista y la moderna ciencia occidental?






Se abre allí otro desafío, por cierto. ¿Somos más revolucionarios porque no tomamos Coca-Cola, o es más compleja que eso la lucha contra el patrón consumista? Sin dudas es más compleja, y por tanto, más difícil que mantener una consigna. Esa cultura milenaria de la dialéctica del amo y del esclavo que constituye nuestras relaciones, esa cultura de la búsqueda del poder como fin en sí mismo, esa creencia ancestral en que hay "superiores" e "inferiores", eso da como resultado también una cultura del poder sobre la naturaleza. En el mundo de la industria moderna la naturaleza dejó de ser parte del cosmos del que somos parte para pasar a ser recurso explotable. El marxismo clásico no pudo ir más lejos de esa visión estrecha; por eso hoy la crítica del consumismo irracional es tan imprescindible como la lucha contra las injusticias. El planeta no es la "cantera a explotar", el "bosque a arrasar" sino parte de nuestra realidad compleja; si lo destruimos, nos destruimos a nosotros mismos. Si lo vemos sólo como lucro económico, ahí están los resultados con la catástrofe ecológica que ese modelo generó. Obviamente, si la consideramos con detenimiento, esa idea de progreso científico-técnico no parece tan "desarrollada". De ahí que pueda entenderse el pesimismo de Saramago.






Vemos, entonces, que la tarea transformadora de la revolución socialista es titánica. Lo es porque más difícil que cambiar el mapa político de un país –desplazar a una minoría de la casa de gobierno, armas en mano incluso–, muchísimo más difícil que eso –y nadie dijo que eso fuera fácil– es aún cambiar el sujeto humano. Pero ahí está el desafío. Educación, formación ideológica, autocrítica, revisión de la historia, discusiones, liberar la creatividad, la imaginación al poder… los pasos para lograr esa monumental empresa son muchos, diversos, variados. Hablamos de "hombre nuevo"; ideal genial, sin dudas. Mas ¿no se filtra allí ya desde el vamos un prejuicio machista? ¿No es de la mayor arrogancia machista identificar la especie en su conjunto con sólo su mitad? ¿Los seres humanos somos todos hombres?






Hoy, después de las primeras experiencias del pasado siglo y teniendo claro los límites de nuestra condición, probablemente estamos en mejores condiciones para avanzar por ese camino. Si hablamos de un nuevo socialismo del siglo XXI –que no desconoce las bases sentadas en el XIX ni las primeras experiencias del XX– es para superar viejos errores y llegar con éxito al XXII.






La ruta misma de la revolución socialista debe guiarse por lo que acertadamente proponía Gabriel García Márquez: luchar para "que ningún ser humano tenga derecho a mirar desde arriba a otro, a no ser que sea para ayudarlo a levantarse". Hasta que eso no sea realidad, debemos seguir luchando, porque si no, la revolución no habrá triunfado.




lunes, 21 de mayo de 2012

Venezuela: entrevista a Modesto Emilio Guerrero




¿Para dónde va la Revolución Bolivariana?






Meriem Choukroun






El azar y la necesidad parecen el síntoma frenético del momento político venezolano, dada la enfermedad del presidente Hugo Chávez, “jefe nacional, árbitro de casi todo lo que ocurre en la vida política” y la especulación, tanto chavista como de la derecha, sobre su salud. Y claro está, las próximas elecciones presidenciales para el período 2013-2019 que se llevarán a cabo en octubre. Desde el dominio de su trabajo como escritor, analista internacional, periodista y un largo compromiso de militante político-sindical, el venezolano Modesto Emilio Guerrero nos ofrece un panorama de la actualidad de su país. Con más de una decena de libros publicados donde se destaca “Quién inventó a Chávez”, de gran suceso editorial, “Mercosur, Origen, Evolución, Perspectiva, Medios y Poder en Venezuela”, o “12 Dilemas de la Revolución Bolivariana”, premiado en 2011, Guerrero nos promete una charla inquietante en esta entrevista.






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Pregunta: ¿Cómo está la situación política de Venezuela?






Modesto Guerrero: Podríamos definirla de manera tentativa bajo dos palabras que se contradicen: estabilidad e incertidumbre. Llevadas a su máxima expresión, se anularían. Sin embargo, esa es la tendencia más general de lo que solemos llamar “situación política”. Veamos lo económico. El gobierno cuenta con una "caja" petrolera enorme que le permite financiar planes de infraestructura como vivienda, ferrocarriles, hidroeléctricas y otras fuentes de energía. Fíjate tú que la construcción creció al 29%, algo sorprendente. El 17 de mayo se entregó la casa número 200 mil, con un detalle, cada casa está equipada con muebles y "línea blanca". Luego está el plan de siembra conocido como Misión Agro Venezuela que ha distribuido más de 2.000 millones de dólares para desarrollar proyectos agroalimentarios rurales y urbanos, aunque el resultado sigue siendo pobre en este rubro. El PBI salió del subsuelo estadístico en 2010, pisó la superficie en 2011 y como es el estilo de los PBI en países petroleros, saltó de menos cero a 5,6% en menos de dos años. La gente está consumiendo como pocas veces. De algo así solo recordamos los años de 1973 a 1978. Los salarios aumentaron 9 veces en 10 años, el último aumento al sector privado, el 1º de mayo pasado, fue de 32%. La demanda de carros supera en vez y media la oferta sumada de carros ensamblados internos e importados. Esos signos son de estabilidad, no de crisis. Como otras veces, la economía nacional marcha a contra corriente de Latinoamérica. Estabilidad económica y estabilidad social.






Pregunta: ¿Pasa lo mismo en el terreno político?






Modesto Guerrero: Ahí es donde aparecen las complejidades, pero hay que verlo con cautela. No hay que confundir la necesidad y los deseos de la burguesía opositora, con la realidad. Entre una cosa y otra, media la relación de fuerzas, y ella está del lado del chavismo y la izquierda. No solo en lo social y económico, también en lo electoral a pesar del deterioro serio del voto chavista desde 2007. De las 9 encuestadoras 8 dan ganador a Chávez con un margen de 19 a 29 puntos. El chavismo es un movimiento muy grande y arraigado. Por mucho que pierda, no es suficiente para ser derrotado en este momento. Un dato interesante es que el régimen surgido del triunfo revolucionario del 13 de abril de 2002 entró en crisis en 2010 y logra sobrevivir, en buena medida por la enorme caja petrolera y el carisma sobre determinante del Líder bolivariano. A finales de 2010 la molestia popular fue tan grande que no daban suficientes votos para continuar en el poder. Por suerte las elecciones fueron legislativas, no presidenciales. Por supuesto que hay planes conspirativos, pero estos no son lo más probable. Lamento no coincidir con la mayoría de los analistas latinoamericanos de izquierda y con cuadros políticos muy respetados del chavismo, que ven invasiones, golpes y asonadas violentísimas en Venezuela. Ganas no les faltan a los enemigos, pero no es lo más probable en las actuales condiciones. Creo que analizan con una visión externa a las entrañas de la vida social, a los estados de conciencia, se basan en métodos conspirativistas, impresionistas. Si la OEA o el Congreso yanqui votan algo contra Venezuela convierten eso en una conspiración irremisible. No veo a los capitalistas apostando a un derrocamiento violento del chavismo, con tasas de ganancias tan altas, créditos bancarios tan jugosos, créditos estatales tan amplios y baratos. Mira tú, el crecimiento de la inversión externa fue del 339% en el último año. Las derrotas en el norte de África no son suficientes. La Cumbre de Cartagena mostró a un Washington más cauteloso por su pérdida de espacio en el continente. ¿Cuáles son las condiciones nacionales e internacionales para una perspectiva como esa? Yo no la veo. El centro de la burguesía venezolana (Polar, Cisneros y otros) apuestan a otra cosa. Igual que los yanquis y la burguesía latinoamericana. Aunque conspiren, lo que predomina es la apuesta a desplazar a Chávez por elecciones y otras vías institucionales. Esa es su apuesta actual, lo que no niega la posibilidad de algunos tiritos. Este tablero saltaría en pedazos si el camarada Chávez feneciera o quedara inhabilitado físicamente. O si aparece un accidente, como atentados de algún grupo suelto de la derecha. Allí se abriría otro escenario completamente opuesto, imprevisible, abierto en todo.






Pregunta: Hablando de elecciones, el personalismo gubernamental lleva a una angustia a la hora de votar ¿verdad? ¿Hay alternativas populares?






Modesto Guerrero: El personalismo presidencial es en sí mismo un estado estructural de angustia colectiva. Chávez emergió como una proyección mediúmnica de una gigantesca angustia social en 1992. Parafraseando una expresión inteligente de Freud, la excesiva centralidad de Chávez es “un síntoma de la enfermedad” social, de la debilidad nacional. El individualismo burgués, el caudillismo o el “hiper liderazgo”, como dijo Juan Carlos Monedero, es una manifestación de la jerarquización social del capital. Chávez es su expresión, no su creador. El gobierno venezolano no es burgués, pero el Estado que administra si lo es, por eso el primero termina sometido a los códigos y leyes del segundo, representándolo. Allí nace su dualidad de conducta política. Es un fenómeno del siglo XX inadvertido por el marxismo. Chávez fue y es muy útil a las masas como el instrumento histórico para salir del marasmo de 1992, pero él no se superó a sí mismo, ni fue superado por un régimen político más colectivo, más democrático, regulado por los movimientos. El estatismo avanza sobre el poder popular, no al revés. Allí comenzó a ser una mediación de carácter dual, muy contradictoria. Avanza y retrocede con más pragmatismo que programa histórico. Esa es la dificultad del socialismo que propagandiza. Siendo sincero en su discurso, no es suficiente para construir una sociedad socialista. Entonces las transición va hacia adelante en algunas cosas y hacia atrás en muchas otras.


Pregunta: ¿Para dónde irá el proceso actual?






Modesto Guerrero: Para una respuesta rigurosa a esta pregunta primero hay que despejar la duda sobre la enfermedad presidencial, o sobre el rol presidencial. La otra duda está en el riego cierto de que el gobierno pierda la mayoría de las gobernaciones y alcaldías. Son dos vórtices de la relación de fuerzas en la coyuntura. La mayor parte de la gestión es malísima. Sorprende ver gobiernos locales ricos incapaces de recoger la basura domiciliaria. El fenómeno es que esa molestia social es bastante independiente de la prueba presidencial de octubre. A nadie en su sano juicio le cabe duda que gana Chávez. Ya la derecha lo tiene asumido, aunque no lo pueda decir. Eleazar Díaz Rangel cita este domingo 20 de mayo, un informe del Bank of America Merryl Linch, que reconoce en forma indirecta el inevitable triunfo de Chávez en octubre. Es un dato clave. Ellos se preparan, en lo inmediato, para negociar con el gobierno, no para darle un golpe. Claro, la realidad es más compleja, multideterminada, que las estadísticas electorales, pero si buscamos respuesta a la coyuntura, octubre es una señal muy fuerte. No estoy tan seguro que el amplio y público malestar en la base chavista por la mala gestión local, la corrupción o el burocratismo, la inseguridad y la alta inflación, sea suficiente para que la masa tire 13 años de avances por la borda. La gente vota con racionalidad comparativa, casi “oportunista”. Y creo que hace bien. Otra cosa es si eso sirve para sostener el proyecto bolivariano a largo plazo. Creo que no. Me parece que se está conformando un “voto conservador de izquierda”, algo así como “mejor malo conocido que Capriles por conocer”. Es conservador, pero conserva algo mejor que la oferta de Capriles Radonski, que sería un retroceso insoportable. Es una hipótesis sobre un tipo de voto muy contradictorio, progresivo para conservar lo conquistado, pero regresivo porque se conformará con lo que existe, sabiendo que no ha luchado y sacrificado tanto en 13 años, para conformarse con un régimen controlado por “boliburgueses” y arribistas, donde los movimientos sociales les sirven como decorado de izquierda.






Pregunta: ¿Qué pasaría con la revolución si no estuviese Chávez, teniendo en cuenta su centralismo?






Modesto Guerrero: Todo el sistema institucional venezolano se construyó desde hace 13 años alrededor de un solo jefe nacional, árbitro de casi todo lo que ocurre en la vida política. Esto le sirvió para muchas cosas, pero terminó volteándose en su contra. Si él no está en el centro, el sistema entra en total crisis. Los efectos serían superiores a los del 11 de abril de 2002. Esa es la discusión actual. La derecha expresa su deseo de ver a Hugo Chávez bajo tierra lo más pronto. Una suma de ingenuidad histórica y desesperación de clase. Ellos no soportan un día más en el centro del poder, a un personaje que no es suyo, y que hace cosas "horribles" como nacionalizar, regular precios, subir salarios, decretar una Ley laboral muy avanzada en lo social, aunque estatista, y sobre todo, rechazan las expropiaciones, (aunque hayan pagado muy buenas e indebidas, indemnizaciones), el control obrero, el poder campesino, las milicias. El chavismo y sus alrededores también deliberan y se prepara para la misma eventualidad que la derecha, por supuesto con otra actitud moral y con objetivos distintos. Entre una y otra postura, median las masas trabajadoras. El pueblo trabajador no está determinando nada en estos momentos, no es protagonista en este debate nacional, se limita a lo sentimental y anímico. Sobre toda la sociedad venezolana sombrea el riesgo de que Chávez desaparezca involuntariamente del centro del poder. De la resolución de ese intríngulis dependerá el camino del proceso actual.






Pregunta: ¿Cómo se reacomoda entonces el chavismo?






Modesto Guerrero: Frente a esa probabilidad, se reacomoda por lo menos de tres maneras. Está la opción bonapartista-militar, que opta por Diosdado Cabello (Jefe del Congreso y ex Coronel con peso interno en el Ejército). Eso tiene un adelanto de algunos años en la “militarización” de cargos fundamentales. Las comillas quieren decir que acá no hay ocupación militar ni represión a lo Cono sur, solo me refiero a una toma de posición institucional por parte del “partido militar”. Hace unos meses se hizo una encuesta entre cuadros del PSUV y resultaron cinco nombres: ninguno era militar. Desde entonces vemos a Diosdado en el centro de la escena. Es un síntoma. Luego existe otra opción que se prepara para un recambio más colegiado desde del PSUV; allí se habla de posibles figuras de reemplazo: Maduro, Jaua, Giordani, otros, pero también apareció en Consejo de Estado, que puede ser una gran mediación entre estas opciones. Existe una tercera opción que apuesta a un gobierno de coalición con un sector de la burguesía, esta se percibe como minoritaria, pero cuenta con figuras de mucha autoridad histórica como José Vicente Rangel. Y una cuarta opción, de tipo revolucionaria, surgida desde los movimientos sociales y políticos del chavismo radical. Esta última es más reciente y más débil en lo político, pero existe. Sólo Nicolás Maduro es visto como alguien con brillo propio en parte de la base; aunque su luz sea como la de una estrella muy lejana en una galaxia cuyo único sol es Chávez. Esto puede modificarse en forma abrupta, sólo quiero señalar las tendencias. Dicho esto, hagamos una distinción. En estricto sentido, en Venezuela no estamos en presencia de una revolución. Si la hubiera, la discusión sobre la figura presidencial sería otra, la centralidad del movimiento obrero o social sería otro, como suele ser cuando hay revoluciones. Una prueba de esto lo vivimos en 2002. Las acciones revolucionarias del 12, 13 y 14 de abril decidieron las escenas y sus personajes, así como el curso de todo del proceso político. En Venezuela vivimos un profundo y complejo proceso político con aspectos y transformaciones cualitativas, algunas sorprenden por sus desarrollos. Los sectarios no han comprendido nada acá, y los oportunistas se enamoraron más de la cuenta y deforman sus potencialidades para recibir prebendas de la renta petrolera y publicar revistas en el exterior. Pero de conjunto no hay una revolución social. Hubo actos y momentos revolucionarios como los de abril 2002, febrero 2003, febrero y agosto de 2004. Transformaciones maravillosas en salud, educación, la vida campesina, parte de la vida obrera y los barrios pobres, ahora la vivienda. Pero esas realidades no han cambiado el conjunto en forma suficientemente radical, para que sea una revolución. La "revolución bolivariana" es el nombre popular, periodístico, de ese creativo y complejo proceso de transformaciones, el más avanzado vivido en Latinoamérica en la última década.






Pregunta: Como para complejizar un poco más, ¿qué pasaría si Chávez no gana las elecciones?






Modesto Guerrero: Si Chávez no ganara las elecciones podríamos ver reacciones defensivas muy importantes de la militancia chavista de base y de movimientos de vanguardia, para defender sus conquistas sociales en el campo y la vida urbana. Esa capacidad política es la gran conquista, aunque no se convierta todavía en una opción política nacional, se limita a la acción. Podríamos presenciar una salida "sandinista" a la situación, o sea, alguna crisis institucional momentánea, pero sobre la base de un pacto de estabilidad institucional de conjunto. Por ahora ésta es una “hipótesis negada", como dicen los abogados: nada indica que Chávez pierda el 7 de octubre. La reacción violenta podría venir de la derecha, aunque no les alcance para modificar la relación de fuerzas. Los análisis conspirativistas se basan en un hecho cierto: en Venezuela el odio de clase no tiene solución institucional a largo plazo. En esa perspectiva el dilema es profundizar el aspecto revolucionario del proceso, o retroceder feo. Ese dilema es de hoy, de mañana, no se detiene el 7 de octubre. Chávez ganará con una montaña de votos, pero debajo habrá una crisis irresoluble en términos institucionales.






Pregunta: Hoy día se habla poco y nada del socialismo del siglo XXI. ¿Por qué?






Modesto Guerrero: Si nos guiamos por las declaraciones del presidente, en realidad él sigue hablando de socialismo. Es posible que no sea tan sistemático como antes. La base chavista y sus cuadros hablan todos los días de socialismo. Acá cientos de miles de venezolanos comunes luchan por el socialismo. Mi preocupación no es por el uso masivo de la palabra, sino por lo que se está sembrando en su nombre. Es un mérito de Hugo Chávez poner de moda y masificar el uso del socialismo como opción de vida. Pero se puede repetir la historia por su lado feo, o sea, reducir socialismo a Estado y economía nacionalizada, como fue en Europa del este, China, Cuba o en los socialismos panarábicos. Lo maravilloso que ha sido la instalación de esa palabra-concepto en millones de venezolanos está mutando en una perversión: cualquier cosa es bautizada bajo esa palabra. En Venezuela, lo bueno contiene un riesgo. Socialismo es un modo de vida social, no un tipo de economía o un tipo de Estado. No puede haber socialismo y revolución cuando aumentó la tasa de explotación obrera y la economía privada, la banca y el comercio importador crecen más que la economía estatal, la agroproducción y la de control obrero. Algo no está bien. Lo bueno, al revés de los países citados, es que en Venezuela esto se discute abiertamente. Un libro premiado por el Estado plantea este serio problema. Para mí esta cuestión se resolverá en los hechos. Si hay una profundización revolucionaria nos habremos ahorrado un farragoso camino, el punto de partida en la cabeza de la gente será el socialismo. Aquí, excepto la burguesía y parte de la clase media, nadie le teme al socialismo. En cinco encuestas, a casi 40% de la población le gustaría el socialismo para Venezuela. Eso es mucho en el contexto mundial después del Muro.






Pregunta: El PSUV tiene métodos poco socialistas, poco democráticos. ¿Qué pasa con esta estructura? El ALBA no ha crecido todo lo que se esperaba. ¿Qué alternativas se ven al respecto?






Modesto Guerrero: El PSUV pudo ser una maravilla en América Latina, pero terminó convertido en una maquinaria electoral, que además no es tan efectiva como otras que hemos conocido, es bastante ineficaz técnicamente hablando. Su burocratización estaba en los genes que le dieron nacimiento en 2007. Se convirtió en una mímesis del Estado que gerencia. Como decimos en Venezuela, se "adequizó", en referencia a Acción Democrática, el aniquilado partido nacional burgués nacido en los años 40 junto con el peronismo y otros movimientos nacionalistas. La militancia chavista más activa y luchadora, la más honesta del país, no se referencia en el PSUV. Tampoco los poderosos movimientos sociales venezolanos, en el campo, los barrios pobres, en menor grado en las fábricas. En muchos casos lo enfrentan. Eso no impide que todos voten por el PSUV en las elecciones. Es una dualidad, que se supone transitoria, cuya resolución solo podrá verse en otro gran acontecimiento donde el PSUV sea superado. En los últimos 3 o 4 años se han intentado por los menos cuatro intentos sanos de ofrecer una alternativa a la izquierda del PSUV. Todos fracasaron. Por ahora la gente no entiende ese cambio tan abrupto. Hay una falencia crónica en la vanguardia izquierdista de mi país, poca tradición, poca sistematización teórica, eso frena las enormes posibilidades que tienen en sus manos. Son fuertes en lo social y débiles en lo político. No se asumen opción histórica. El Estado pesa mucho y los coopta con bastante facilidad.






Pregunta: La nueva ley orgánica del trabajo ¿puede ser una de las razones para un intento de golpe antes de las elecciones del 7 de octubre?






Modesto Guerrero: No conozco señales de la realidad que indiquen un intento de golpe antes del 7 de octubre. La burguesía odia la LOTTT como odiará todo lo que tienda a reducirle su control de la plusvalía. Esta Ley es maravillosa en avances sociales, aunque está preñada de la perversión estatista.






Pregunta: ¿En qué medida perjudica la enfermedad de Chávez desde lo real y desde lo especulativo?






Modesto Guerrero: Hay dos tipos de especulación, la que hace la derecha y la del chavismo. Creo que el gobierno se equivoca al ocultar el riesgo real del cáncer, pues el enemigo usa el vacío informativo para especular y embasurar con las cosas más horrendas de la especie humana. Lo que hicieron con Evita Perón en 1953 queda pálido. El sitio www.S.O.S.Chavez es un derrame de odio de clase, étnico, moral, etc. Pero se ha producido una curiosísima paradoja. La propia burguesía está creando a un Presidente inmortal. Mientras más anuncian su muerte, más vuelve Chávez de La Habana como un toro de lidia. El riesgo existe, pero quiero retratar la disociación psicótica de la oposición burguesa venezolana. Es una clase en serios problemas.






Pregunta: ¿Cómo fue tu evolución desde los contenidos periodísticos que publicaste sobre la gestión actual?






Modesto Guerrero: Yo soy de la generación que preparó desde la militancia los aspectos revolucionarios del proceso bolivariano actual. No sabíamos que se llamaría bolivariano, pero el nombre es secundario, además, el ejemplo radical de Bolívar es bueno. Comencé por estudiar el fenómeno chavista a la luz de dos factores, la experiencia histórica de la lucha por la revolución social, que incluye al nacionalismo tercermundista, y por el fenómeno mismo tal como se manifestaba desde el 4 de febrero de 1992. En diciembre de ese año publiqué en Venezuela, con el matemático y militante Fernando Sánchez, un folleto de aproximación desde el PST-La Chispa. Desde Argentina mi nuevo acercamiento serio comenzó en abril de 2002. Desde entonces lo sigo a diario y en profundidad. He escrito centenares de artículos y dado otros centenares de charlas, he escrito tres libros para pensar el asunto. La biografía es mucho más que una biografía, Pedro Brieger hizo una correcta definición de ese trabajo, que este año lo publica una editorial del Estado venezolano, a pesar de su carácter crítico, una muestra de la democracia que predomina en la revolución bolivariana y de la dualidad de la que hablo. Yo escribo sobre el chavismo desde adentro y sin pre-juicios. No dependo de él, mi programa es la revolución socialista, la revolución bolivariana es un punto de partida. Como es natural, he aprendido mucho escribiendo sobre él, es un gran campo de experimentación militante. Eso no lo entienden quienes llevan una “revolución de bolsillo” en sus camisas, como diría Ricardo Napurí. Lo mejor de la generación anterior y presente está fuera de los comandos políticos del gobierno. La mayoría de las jefaturas actuales son extrañas a un programa socialista, y como dijo alguien que dirigió revoluciones, no se puede hacer el socialismo con las herramientas del capitalismo.






Pregunta: ¿Hay ausencia de un polo anticapitalista o revolucionario?






Modesto Guerrero: Sí, sufrimos de la ausencia de un polo revolucionario internacional y local. Este es el aspecto más dramático de la actual situación internacional. Europa es una muestra terrible de esto. La gente vota entre “izquierda” y “derecha”, casi como si fueran sinónimos. Claro que es un aprendizaje y uno apuesta a eso, pero hay una pérdida de más de medio siglo de acumulación, por lo menos tres generaciones mal educadas por el estalinismo, la socialdemocracia y los nacionalismos. Cuando mejor es la situación objetiva, peor está la subjetiva. Parafraseando a Hegel diríamos que el espíritu subjetivo tiene graves problemas para objetivarse. Esas tres gangrenas lo paralizaron ideológicamente por tres generaciones. De todas maneras, la realidad sigue ofreciendo oportunidades de recreación de una generación de revolucionarios. Esa es la apuesta en la movilizada Europa, en Argentina, Bolivia o Venezuela, las desigualdades solo hablan de los ritmos y los límites, no niegan la posibilidad. Hace pocas semanas se conformó en Caracas una opción política de una parte de la vanguardia más de izquierda. Son parte de los mejores dirigentes sociales, que se quieren preparar para escenarios imprevistos. Ese es un gran paso adelante. Pero la vanguardia venezolana es frágil, inestable y la mayoría sigue apostando a lo que Mészáros llama “atajos” inconducentes. Como ves, está casi todo en marcha, eso es lo hermoso, es creativo.






Pregunta: El gobierno alemán está insistiendo en un apoyo más contundente y más abierto de la Unión Europea a la oposición venezolana. ¿Hay intereses puntuales en esta posición?






Modesto Guerrero: Claro, para el imperialismo europeo es muy mal ejemplo un gobierno que nacionaliza o expropia, o un país donde hay control obrero en grandes fábricas. España, Francia y Portugal tienen muchos capitales en Venezuela. La burguesía española es una madriguera enemiga de los avances de América Latina, sea la avanzada “revolución bolivariana” o el tímido 51% de YPF en Argentina. Para ellos todos somos chinos.






Pregunta: ¿Cómo juegan los medios alternativos comunitarios en estas instancias pre-electorales?






Modesto Guerrero: Los medios comunitarios en Venezuela tienen un rol central en la vida política. Son protagonistas de la vida social. Hay un medio de masas como Aporrea, pero hay muchos otros con influencia local. El gobierno les debe respeto. Los quiere controlar, estatizar, pero no puede con todos, porque son muchos y porque muchos son muy radicales. Conviven con los medios públicos contra la derecha burguesa, pero se diferencian de los públicos en otras áreas. En este proceso electoral de 2012 los comunitarios resultan vitales, en algunas zonas más que los estatales, debido a su grado de enraizamiento local. Es un fenómeno venezolano de tipo revolucionario, un aporte para América Latina.