martes, 22 de diciembre de 2009

Ricardo Ribera 2009, LA DERECHA EN SU LABERINTO

Se dice que la política es “el arte de lo posible”. En El Salvador ha pasado a ser “el arte de lo improbable”. Lejos de ser previsible y, por tanto, aburrida, en nuestro entrañable terruño se ha convertido en terreno de sorpresas. Es lo que la hace tan entretenida. Es lo que mantiene expectante al personal, siempre pendiente del espectáculo de nuevas figuras, cual calidoscopio en el que nuevas combinaciones imprevistas sustituyen a las anteriores, en una sucesiva serie de colores y formas, en transformación constante.

Posiblemente sea esto lo que inquietó al Presidente. No tanto el riesgo de perder estabilidad y gobernabilidad, como la falta de predictibilidad. En la Asamblea Legislativa predomina lo impredecible, lo cual siempre será visto como un riesgo para quien tenga la tarea de gobernar este país, que tiende de suyo propio a lo caótico y lo ingobernable. Sin embargo, esta primera apreciación de Mauricio Funes ha quedado desmentida en los hechos.

El resultado del terremoto parlamentario es un nuevo escenario en el que aumentan las opciones para el partido de gobierno. Por tanto, aumenta la gobernabilidad, entendida como la posibilidad real de que las decisiones de gobierno puedan ser llevadas a la práctica sin obstáculos de importancia. El FMLN dispondrá de tres opciones distintas para lograr la mayoría simple: con Arena, con el G-12 o con el PCN. Para alcanzar la mayoría calificada tendrá dos alternativas: con Arena o en un acuerdo que incluya al PCN y al grupo de doce disidentes areneros.

Por tanto, es innegable que el Ejecutivo queda en una mucho mejor posición al momento de necesitar apoyarse en el poder legislativo. El FMLN, partido ganador de la elección presidencial, consigue cierta capacidad de control o incluso de veto respecto a su propio candidato, hoy Presidente de la República. A éste le tocará negociar con su propio partido, algo que siempre será mucho más cómodo que hacerlo con quien amenazaba “hacer arder Troya” si no se satisfacían sus demandas.

Cristiani exigía detener la “operación limpieza” en el aparato estatal, mismo que tras dos décadas de control arenero está repleto de militantes, activistas y saboteadores del gobierno. A esta exigencia central fue agregando otros caprichos, como el apoyo a las promesas de campaña del alcalde capitalino, impracticables desde las finanzas de la municipalidad. El mismo esquema copiaron los disidentes: el Coena debía detener la “limpia” de estructuras internas – de los “saquistas” o “saqueadores”– más otros caprichos, como puestos en la dirección partidaria e incluso el retiro del propio Cristiani. Nada frena ahora que ambas depuraciones se lleven a cabo, la del aparato de estado y la del partido. Para bien de la politica.

La fragmentación de la derecha, su proceso de descomposición, tiene su origen en sus propias decisiones. La elección legislativa y municipal fue separada en el tiempo de la presidencial. Era una estratagema de la derecha que ha resultado fatal para ella misma. En efecto, entre las de enero y las de marzo se forjó el “bloque de derecha”, como un intento desesperado para impedir la posible victoria de la izquierda en una primera vuelta, haciendo que el 15 de marzo fuera una especie de segunda vuelta. Ahí cobró fuerza el desprendimiento de líderes demócrata cristianos, encabezados por el hijo de Napoleón Duarte, que se sumaron a la campaña de Funes. Provocó en el PCN la ruptura de sus candidatos con el partido, que también sumaron a la candidatura por el cambio, acuerpados por el diputado Arévalo.

Es decir, la unidad de toda la derecha impulsó la actual división. Cegada por la astucia táctica, a la derecha le faltó inteligencia estratégica. Hoy paga el precio por ello. En política el pensamiento estratégico siempre termina imponiéndose a las maniobras tácticas, la inteligencia a la simple astucia. La derecha no supo aprender de su oponente: debió calibrar el resultado del pulso entre el estratega Schafik Hándal y el táctico Joaquín Villalobos. Uno vive hoy en el pináculo de la inmortalidad y desde allí sigue influyendo con sus ideas, mientras el otro permanece en su exilio dorado, devaluado en simple propagandista, desprestigiado, sin mayor incidencia ni capacidad de arrastre.

Villalobos coló a su lugarteniente Ana Guadalupe Martínez, como segunda de a bordo del PDC. Tampoco el actual secretario general, Rodolfo Parker, procede de la tradición cristiano-demócrata ni posee afinidad ideológica con el ideario histórico de este partido. Éste languidece en las playas de los naufragios históricos. Logró en el protocolo del 1° de mayo una presencia desproporcionada en la Junta Directiva del parlamento, fruto de la astucia del momento que ahora resulta corregida por la astucia coyuntural del grupo de Gallegos: con sólo cinco diputados, tener dos sillas retorcía la lógica política. La nueva aritmética pone ahora las cosas en su lugar, queda con un solo asiento en la directiva y Parker regresa a la llanura, al frente de una fracción que de hecho es hoy por hoy irrelevante.

En la aritmética parlamentaria, a veces surrealista, dos más dos pueden ser cinco. Es así cómo Arena, que conserva 20 diputados, tendrá dos puestos en la directiva mientras que la docena de disidentes obtiene tres. Dudando entre optar por la firmeza o por la habilidad, el lobo Cristiani termina cual oveja trasquilada. Ha logrado lo que parece un imposible, que la mayor fracción opositora resulte cualitativamente irrelevante a la hora de hacer mayoría, simple o cualificada; con derecho a pataleo mas sin incidencia.

Pagará su precio si no consigue transformar pronto el escenario: si algo no perdona la derecha es ser un perdedor, invertir mal tu capital, no saber qué hacer con las cartas con las que te toca jugar. De ahí que la recomposición de la dirección de Arena se vuelva algo impostergable, de supervivencia.

Quien sigue flotando es don Ciro Cruz Zepeda y su partido, sobreviviente de naufragios peores, capaz de ofrecer su mercancía a quien le convenga comprarla y pague su precio. Sin embargo, tiene la carcoma en las maderas de su propia casa, en sus mismas bases, y podría venirse al suelo en tiempo no tan distante. Desde que le ganó el pulso a Hugo Carrillo, don Ciro tomó el timón como complemento indispensable de gobernabilidad y estabilidad, no necesariamente a favor de la derecha, como lo demostró en legislaturas pasadas. El PCN no es el futuro. Representa el pasado como ningún otro partido en el país. Ha servido de refugio a cuanto marginado, frustrado o expulsado de las otras derechas ha ido apareciendo. En este sentido, podría tener todavía un futuro, pues probablemente lo que más va a abundar en las filas derechistas es la frustración y la marginación.

Un general francés, al término de la segunda guerra mundial, comentó con ácida ironía: “amo tanto a Alemania, que prefiero que haya dos”. Más de algún izquierdista en nuestro país debe ahora estar pensando algo similar: “quiero tanto a la derecha, que prefiero que haya varias, que haya muchas”. Al paso que vamos pronto nos tocará concluir que el proyecto de unidad nacional que se impulsa hoy por el gobierno, ha venido a edificarse sobre la división de la derecha opositora. No es un destino. Es más bien propio de la ceguera que, como en Edipo, provoca la predicción fatal, justamente en los intentos desesperados por querer escapar de ella.

No hay comentarios: