viernes, 18 de diciembre de 2009

LO QUE ESTÁ EN JUEGO

Hola pueblo, durante estos dias estaré subiendo los artículos de Ricardo Ribera, de este año, espero los comenten....

LO QUE ESTÁ EN JUEGO

Ricardo Ribera


La palabra “capitalismo” resulta un poco abstracta por ser muy general. Hay varios tipos de capitalismo. De hecho, en El Salvador hemos tenido distintos modelos del mismo a lo largo de la historia. Por varias décadas imperó un capitalismo agro-exportador centrado en el café. Éste modernizó el país y enriqueció a una oligarquía agraria, pero empobreciendo a las masas campesinas a las que el modelo necesitaba como mano de obra barata, disponible en las fincas cafetaleras en la época de la corta. La miseria del campesino era condición necesaria para el buen funcionamiento macroeconómico del modelo y para la concentración de capital de la oligarquía cafetera, por lo que tal modelo de capitalismo agrario requería fuertes dosis de represión. Medio siglo de dictadura militar fue el precio a pagar para sostener tal modelo. La república liberal de inicios del siglo XX resultaba incapaz de contener las demandas de la mayoría marginada de la bonanza económica y del progreso de que supuestamente gozaba el país. Para acallar la protesta popular se necesitó de un general Martínez, de un genocida, déspota feroz y admirador del nazismo. La clase dominante decidió ceder la administración del poder al estamento militar, incluso después de la caída de Martínez, de manera que la política pasó a ser sinónimo de uso de la fuerza y el Estado se convirtió en simple administrador de la violencia estructural e institucionalizada.

La crisis del modelo cafetalero requirió reajustes, un proyecto de industrialización y de diversificación de exportaciones, que trató de impulsar el PCN en la década de los sesenta. Fracasó tal intento y con ello también la tímida apertura política en la que se habían fundado legalmente partidos opositores, con la esperanza de propiciar la evolución democrática del régimen. Los años setenta representaron la involución de la dictadura, que degeneró a formas de terrorismo de estado, al tiempo que el sector más retrógrado de la clase dominante cerraba toda opción a un proceso de reforma agraria. Los sectores de elite más visionarios fueron apartados del poder y se impusieron las tendencias más proclives a expresiones fascistas. La guerra civil abrió un gran paréntesis, con graves consecuencias para la supervivencia del modelo. Expropió a parte de la oligarquía cafetalera vía reforma agraria, impidió las labores agrícolas en buena parte del país, arruinó a gran parte del sector industrial y liquidó temporalmente al capital bancario. El país vivía de la ayuda internacional en gran medida, al tiempo que crecía una economía en la sombra ligada al tráfico de armas, de drogas, a la industria del secuestro y otras actividades delictivas. No era posible “convivir con la guerra” como pretendía Duarte y al final la clase dominante se impacientó con los militares, a los que veía incapaces de ganar la guerra y los acusaba de haberla convertido en un negocio.

A este “capitalismo de guerra” de los ochenta, una especie de anarco-capitalismo donde al creciente vacío de poder estatal se superponía la existencia de varios poderes paralelos, vino a poner fin la solución negociada del conflicto. La situación era en 1992 harto confusa: los alzados en armas se sublevaron en su momento para sacar del poder a la oligarquía cafetalera, lo que no lograron; sin embargo los cafetaleros, no sólo habían perdido poder, sino que estaban endeudados y en crisis. Una nueva oligarquía, más reducida, que concentraba la propiedad de los bancos des-nacionalizados y re-privatizados, parecía ser la nueva clase dominante. El capitalismo en el país parecía ir camino a estructurar un nuevo modelo económico, de tipo terciario, es decir, de servicios, a la vista de la pujanza de los sectores de capital comercial, financiero y de servicios. Y así parecía confirmarlo el perfil de los dos primeros gobiernos de ARENA, tanto Cristiani como Calderón Sol pertenecían a la elite económica, ampliamente representada en sus gabinetes. Un capitalismo modernizador y neoliberal, que provocaba un éxodo sin precedentes de salvadoreños hacia el exterior, pero que parecía compatible con el proceso de democratización del país a partir de los acuerdos de paz. El partido ARENA se perfilaba como el instrumento por excelencia de dicha elite, al tiempo que la eficacia de su maquinaria electoral tranquilizaba a los sectores de derecha más atrasados políticamente, pues se demostraba la posibilidad de “convivir con la democracia” sin que la izquierda revolucionaria recién legalizada fuera a poner en riesgo el ejercicio del poder y la estabilidad del sistema.

Pero se produjo un quiebre a partir de 1999: los profesionales de la política, formados en las filas partidarias, llegaban de la mano del Presidente Flores al gabinete, desplazando paulatina pero firmemente a los representantes directos del gran capital. Desde el gobierno se consensuó con éste la dolarización y los términos del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos pero al mismo tiempo empezó a impulsarse otro modelo de capitalismo. Al tiempo que en el imperio, de la mano de Bush el neoconservadurismo iba sustituyendo al neoliberalismo, las políticas autoritarias aplastaban las tradiciones liberales y los escándalos de corrupción y de licitaciones amañadas desde la Administración salpicaban su Presidencia, en El Salvador las cosas evolucionaban de manera paralela. Es lo que en España la prensa calificó de “capitalismo de amiguetes”, de cherada, y que en nuestro país fue multiplicándose incluso antes del caso Perla. Un modelo de oligopolio y de complicidades, sin una verdadera competencia ni libre mercado, sino de nuevos ricos que deben su fortuna a los favores del poder y a la corrupción estructural y sistemática. Mientras por un lado se proclama la “mano dura” por el otro hay mano suave, pues ese modelo se nutre de la economía ilegal y amañada que campea paralela a la economía legal y formal.

La cuarta Administración arenera no parece haber corregido el rumbo de su antecesora sino por el contrario, ha hundido más al país en dicho modelo “a la colombiana”. Es lo que vuelve irresoluble el problema de inseguridad ciudadana, pues es el propio modelo y sus beneficiarios quienes tienen interés en que la situación confusa se mantenga. De ahí que la super-mano dura (o mano super-dura, que es como debiera llamarse para no violentar incluso a la gramática) no haya sido sino un signo más de la continuidad del actual gobierno respecto al anterior. Continuidad contra la que se alzan los intereses, esta vez no sólo de las mayorías populares del país, sino incluso de parte importante de la clase dominante que se ve dañada por el “capitalismo de cheros” que se le ha impuesto al país. Se ve el reflejo de ello en el actual pulso de precandidaturas, entre la actual Vicepresidenta y lo que representa y el actual Secretario de ideología y responsable del área de seguridad y lo que por su parte representa. Un pulso, probablemente preparatorio y de prueba, en lo que saltan otras cartas sobre la mesa, para una partida que puede ser definitoria y definitiva. No es sólo que ARENA podría perder la Presidencia en 2009, es que se arriesga a dejar de ser el referente e instrumento único de los sectores dominantes del país. La crisis del modelo arrastra la crisis del instrumento, por lo que está en juego por un lado el futuro del país y por el otro el futuro mismo de ARENA.

Es éste un partido que ha ido perdiendo el significado de su nombre, pues dejó de ser “Nacionalista” para ofrecerse como apéndice del imperio y ha vendido hasta los bancos del país, se fue apartando del sentido “Republicano” al fusionarse con el Estado en una peligrosa tendencia hacia el fascismo y ahora arriesga dejar de ser “Alianza”, para convertirse en “arena” de confrontación, similar a la del circo romano. En alguna parte el pulgar del César, apuntando arriba o abajo, indicará quién es el vencedor a los ojos del poder real. A no ser que la plebe esta vez alce su voz e imponga su criterio. Para terminar el circo y acabar su juego, para que la alternancia se haga por fin realidad y así volver real la democracia, ese juego que todavía no hemos jugado realmente, pero sobre todo para impulsar el cambio de rumbo que tanta falta le hace al país y a su gente.

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