Estimados lectores, disculpen por el título “rimbombante”. Al principio dudé que existiera la palabra “obsolescencia”. Tuve que echar mano del diccionario de la Real Academia Española para verificar que existe tal palabreja en nuestro idioma. Acaba de utilizarla Joaquín Samayoa (“El anti-imperialismo y otras obsolescencias”, La Prensa Gráfica, 2 de diciembre de 2009). Su significado es “cualidad de obsolescente”, lo que a su vez quiere decir “que está volviéndose obsoleto, que está cayendo en desuso”. No sé si el inusual término se pondrá de moda, triunfará y terminará imponiéndose. Lo dudo mucho. Pero ya que es lo único que he encontrado de novedoso y creativo en su escrito, me ha parecido oportuno realzar esa cualidad desde el propio título.
Todo su artículo es más de lo mismo. Otra voz que se suma al coro de “analistas preocupados” por la asistencia del FMLN a un encuentro de partidos políticos de izquierda, donde se denunciaron planes del imperialismo y se acordó crear una Quinta Internacional Socialista. La pobreza argumentativa sorprende. Tras dedicar dos párrafos aceptando la historia del intervencionismo imperialista en América Latina, en una auténtica acrobacia discursiva dictamina: “De cualquier forma, las cosas han cambiado mucho”. Aduce que Estados Unidos permitió a la izquierda llegar al poder en procesos democráticos y que no ha “parado en seco” a Hugo Chávez. Sin más argumento y olvidando el intento de golpe en 2002 contra Chávez, el analista prosigue fustigando como “obsolescencia” la postura antiimperialista de las izquierdas latinoamericanas. Al FMLN le critica una actitud de “sumisión” (a Chávez) o de “pereza mental”.
El articulista concede que Estados Unidos antes tuvo, frente a América Latina, una “omnipresencia arrogante y abusiva”. Ahora ya no. Al revés, para él “ahora nos sentimos tentados a reclamar por un descuido casi absoluto”. ¿De dónde ha sacado eso? ¿Está analizando la realidad? Basta enumerar algunas de las graves preocupaciones que son objeto de debates actualmente en nuestro continente: la reactivación de la IV Flota que había sido desmantelada pocos años después de concluida la segunda guerra mundial, el acuerdo con Colombia para usar siete de sus bases militares más otras cuatro en Panamá, la calculada ambigüedad y probable complicidad con los golpistas hondureños. No son cosas del pasado, sino que se están impulsando por la actual Administración norteamericana.
Hugo Chávez está preocupado, lógicamente. Pero también lo está el presidente de Ecuador, Rafael Correa, cuyo país ya fue víctima de un ataque armado por la vecina Colombia el año 2008, después de que se negó a prorrogar el uso por Estados Unidos de la base militar de Manta. También el presidente de Bolivia, Evo Morales, que logró derrotar intentos golpistas y maniobras separatistas de la derecha, a raíz de lo cual expulsó a la agencia norteamericana anti-drogas, DEA, del país acusándola de participar en las conspiraciones. Asimismo lo está Lula, pues la flota del imperio podría usarse para ingresar por el Amazonas a una región que autoridades estadounidenses han dicho que debería ser declarada “patrimonio de la humanidad”, sustrayéndola de la soberanía de las naciones que la comparten, o para disputar la plataforma continental marítima brasileña donde se han hallado enormes reservas de petróleo, que según Estados Unidos corresponde a aguas internacionales.
Son preocupaciones lógicas y legítimas. No son “patrañas” como las califica el articulista. Se pueden discutir estrategias o ideologías, es opinable, pero lo que no es válido es pretender que no existen fundamentos para temer el retorno de prácticas imperialistas que, de hecho, han sido una constante desde la doctrina Monroe, en la segunda década del siglo XIX. ¿Por qué suponer que ha dejado de estar vigente aquel enunciado de “América para los (norte-)americanos”? El imperio no es un “molino de viento” como pretende Samayoa, ni tampoco ha sido “un tigre de papel” como dijo Mao. Obama está empeñado en dos guerras, la de Irak y la de Afganistán, y amenaza con iniciar una tercera contra Irán. De manera que si el articulista tuviera razón y se hubiera “descuidado” de América Latina, tanto mejor. Pero no ha dado indicios y no fuera muy sensato confiarse. Obama prometió “un nuevo tipo de relaciones” con América Latina, pidió dejar de ver al pasado y mirar juntos al futuro. Pero su credibilidad en el continente atraviesa horas bajas, ante las sucesivas señales de continuismo en las políticas imperiales de sus antecesores.
Samayoa le pide al FMLN no sacrificar “su capacidad de analizar la realidad” y “los desafíos reales” que enfrenta El Salvador. Pero él mismo no hace mucho en este sentido. El golpismo de Honduras es parte de la realidad, desestabiliza a la región y hace peligrar sus procesos democráticos. También entorpece el proceso de negociación de Centroamérica con la Unión Europea, lo cual pudiera ser uno más de los objetivos del imperialismo estadounidense que suele jugar con varias barajas simultáneamente. Adoptar la postura de negarse siquiera a considerar la hipótesis y proclamar dogmática e ingenuamente que el imperialismo ya no existe – a partir de no se sabe qué signos, intuiciones o lecturas astrológicas del analista – impide analizar hechos e iniciativas, intenciones o motivos. Desarma intelectualmente.
Por veinte años en nuestro país se ha aplicado el “consenso de Washington” y la consabida receta neoliberal. Nos hemos dedicado a suplir necesidades de mano de obra barata del imperio y la economía se volvió dependiente de las remesas. Se nos impuso, ilegal y falazmente, una dolarización de hecho, acrecentando la tremenda dependencia hacia Estados Unidos. Tenemos una base de monitoreo militar en Comalapa, con la excusa del combate al narcotráfico, pero que forma parte de una red de vigilancia extraterritorial que abarca gran parte del Pacífico y del Caribe. Casi todos los mandos militares han pasado por adiestramiento en bases norteamericanas y están imbuidos de su pensamiento estratégico. El país firmó un TLC con la potencia del norte y hoy tenemos en marcha dos juicios internacionales porque dos transnacionales mineras demandan al Estado por muchos millones de dólares, en aplicación de las cláusulas del mismo. Son retos y cuestiones que no necesariamente deben enfrentarse de inmediato, pero están ahí y en algún momento del futuro habrá que encararlos.
Por esto es oportuno que el FMLN haya recordado su identidad como partido revolucionario, democrático y socialista, tal como está en sus estatutos. Igual su programa, donde la revolución democrática se acompaña de la anti-oligárquica y de la anti-imperialista. Eso define un pensamiento y una estrategia. Otra cosa son los tiempos, los escenarios, el ritmo de avance, las cuestiones de táctica. Es importante la claridad ideológica y política, en especial cuando la derecha está en plena crisis de identidad y de proyecto.
Campañas mediáticas como la actual, a la que tanto supuesto analista se presta, pueden distraer a la opinión pública del espectáculo decadente de la derecha y sirven para alimentar suspicacias hacia la izquierda. Pero a la larga contribuyen a la educación política e ideológica de nuestro pueblo. Bienvenido el debate. Yo en lo personal prefiero a propagandistas genuinamente derechistas, como Rafael Castellanos cuando elogia a los golpistas hondureños, o Alfredo Mena Lagos cuando dice de Pinochet que “salvó a Chile”. Más perniciosos me parecen los que han tenido algún pasado vinculado a la izquierda. Están en su derecho, desde luego, de cambiar de opinión y proclamar ahora sus nuevas convicciones. Pienso que tal vez les hizo mella ser tildados de “tontos útiles” por acompañar las luchas populares. Pero ahora corren el riesgo de haberse ido al otro extremo, de haberse convertido en “listos inútiles”. Obtienen elogios y reconocimiento de los poderes fácticos, pero jamás serán aceptados plenamente, sólo utilizados. Toda su inteligencia, capacidad y preparación resultan desperdiciadas en tareas ideológicas y propaganda, lejos de la genuina preocupación por los problemas y desafíos del país y de la región.
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