Ya lo había dicho Andreotti, el viejo zorro político italiano: “Ciertamente el poder desgasta, sobre todo – añadía irónicamente– a quien no lo tiene”. La democracia cristiana italiana estuvo más de cuarenta años seguidos en el gobierno; su líder sabía de lo que hablaba. La verdad de esta idea sería comprobada en El Salvador en las elecciones de 2009. Lo expresamos en una columna de opinión a principios del año: “el que pierda se divide”.
Ni el FMLN saldría indemne de otra derrota electoral en las presidenciales, que hubiera sido la cuarta consecutiva, ni tampoco Arena en caso de que se viera apartada del poder. Se dio lo segundo y casi enseguida afloraron en el anterior partido oficial signos de crisis y división. La derrota es sin duda la causa inmediata de la crisis, aunque no la única. La ruptura de la fracción legislativa arenera no será el fin de su crisis interna. Recordando la frase de Winston Churchill podríamos decir que “no estamos ante el fin, ni siquiera es el principio del fin; probablemente es tan sólo el final del principio”.
Lo que sorprende es la simplicidad con que se ha desarrollado este primer desenlace. Tan simple todo, que vuelve superfluo el análisis. No hay nada a desvelar porque, sin velos ideológicos ni ropajes políticos, los grupos de Arena en pugna dejan ver, sin pudor alguno, al desnudo, la evolución de su fragmentación. Luchas de poder, de fracciones, sin apreciables diferencias ideológicas ni políticas. Un pulso donde la derrota y sus culpables son el único argumento. Lo dice el dicho: “al triunfo le aparecen muchos padres, pero el fracaso siempre es huérfano”.
Chantajista chantajeado: Cristiani exigía una serie de cosas al gobierno. Si no accedía a su lista de demandas, más y más larga cada vez, amenazaba con bloquear el presupuesto, con bloquear al gobierno, con bloquear al país. “Aquí va a arder Troya” exclamó y sonó como grito de batalla. Pero de repente los diputados disidentes van y le aplican su misma medicina. Es Cristiani quien ahora resulta bloqueado, chantajeado. Había amenazado con hacer arder Troya, pero ahora se ve que el caballo lo tenía él infiltrado en su propia casa. Que es también la de Tony Saca.
Éste lo expresó claramente en la asamblea partidaria: “No me voy, ésta es mi casa”: Tal vez no le entendieron el domingo. Tuvieron que entenderlo el día siguiente, cuando se anunció la rebeldía parlamentaria. A cambio de sus votos esta docena de diputados fueron elevando el nivel de exigencias al Coena, hasta el rompimiento, que parece definitivo.
Lo grave es que sin esa docena de votos Arena, aun manteniéndose como la mayor fuerza de oposición, pierde toda capacidad de veto. El partido en el gobierno puede obtener mayoría simple e incluso calificada sin los votos de los diputados areneros que se mantienen fieles a la actual dirección del partido. En conclusión, Arena puede caer en la irrelevancia. Nunca antes visto. Inimaginable.
Es pronto para juzgar el desempeño de Alfredo Cristiani como presidente de su partido, en una coyuntura tan complicada. Por de pronto ha perdido mucho de su capital político e imagen histórica: ni su presunta habilidad, ni su publicitado carácter visionario, ni su talante supuestamente concertador, ni la firmeza inmutable que se le atribuía. Nada de eso se ha visto en estos meses en el puesto de mando de Arena. Más bien todo lo contrario: se le vio como alguien voluble, autoritario, de cortas miras, torpe políticamente.
Se puso al timón de un barco que había encallado. Con sus maniobras para destrabarlo, tal parece que ha provocado que empiece a hacer agua y que peligre irse a pique. Si alguna pericia le queda, tendrá que demostrarla muy rápidamente. Con lo que le queda de tripulación, tras el motín a bordo del que estamos siendo testigos. Que tal vez no termina.
La derecha económica difícilmente mira con tranquilidad el espectáculo de esta derecha partidaria. Se queda sin instrumento. No es claro quién puede representar una solución, si los veteranos, o los novatos, o los perdedores. No hay unidad de intereses ni de pensamiento. Lo que es peor: no hay pensamiento. Nadie ofrece un proyecto, una estrategia, una alternativa de largo plazo.
Ha de parecer más sensato cambiar de barco o ponerse a construir uno nuevo. El problema es que eso lleva tiempo. Por ahora su mejor opción ha de ser tratar de ponerse de acuerdo con el actual gobierno. Éste, en vez de representar el Apocalipsis que anunciaban las profecías de campaña, más se asemeja al arca de Noé, donde las más diversas especies se salvaron de ahogarse durante el tiempo que duró el diluvio. En efecto, es lo único que parece flotar, hasta donde la vista alcanza, en mitad de tal tempestad.
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