martes, 15 de diciembre de 2009

Dimas Rodríguez según Dagoberto Gutiérrez

El comedor a esa hora siempre estaba lleno de gente, era la hora del almuerzo y el variado menú siempre atraía a los clientes seguros, se llamaba “El Izalqueño”, y estaba en una esquina cerca de la Alcaldía Municipal de San Salvador, el cocinero era un homosexual muy respetable, se llamaba Gayo, Gordo, Fuerte y muy ágil, pero sobre todo un excelente cocinero. A las doce y media llegaba Nicolás Solórzano y era un joven de voz grave, atlético y fuerte. Siempre daba la impresión de tener una fuente inagotable de energía que necesitaba escaparse, parecía tener prisa y comía rápido y se marchaba rápido. Para esta época 1975 Nicolás se entrenaba físicamente como parte de la capacitación requerida para ser guerrillero. La clandestinidad ya tocaba su vida y ya mostraba la calidad del compromiso y la entrega que después lo llevaría a convertirse en Dimas Rodríguez, dirigente guerrillero. Sus ojos mostraban una combinación de la ternura y la profundidad; pero tenía un cierto sentido inquisidor, su mirada mostraba una cierta melancolía y su frente ya anunciaba entradas grandes en las que pese a su juventud se reflejaba tensión y fuerza vital; su nariz era mediana, definida y segura y su boca también mediana, que sabía reír de manera sonora, franca. La barbilla redonda cerraba su rostro, también redonda y se advertía que podría ser capaz de enjuiciar fácilmente sin miedo y sin pena; sus orejas eran suficientes para oír y escuchar. Su cabello era lacio, ligeramente ondulado y “canche”.

Dimas nació en San Luís del Carmen, en Chalatenango; pero su familia se trasladó a Copapayo y su infancia campesina lo vinculó a la naturaleza, a sus amaneceres hermosos y a sus anocheceres tranquilos, entendía el lenguaje de señales que venían de la vida intensa de la naturaleza, supo de las pozas rumorosas, de las cacerías nocturnas y conoció en carne propia la humillación del desalojo y de la afrenta. Su familia fue afectada por la construcción de la presa del Cerrón Grande y aunque era una familia de maestros, también emigraron ante el avance incontenible de las aguas.

Dimas estudió su bachillerato en Suchitoto y era el menor de sus hermanos. Antes de él, nacieron Víctor Manuel, Vila Alicia y Gloria. Dimas, participa activamente en la preparación de la guerra, fue organizador de la imponente lucha de masas, que preparó políticamente el estallido de la lucha militar aprendió la relación intensa entre las armas y la política, y a la hora de los hornos aprendió también a conducir a la fuerza guerrillera desde Chalatenango encendido.

Los ejércitos guerrilleros de todo el país se movieron sigilosos hacia San Salvador, miles de hombres y mujeres recorrieron grandes distancias, movieron pertrechos militares en grandes cantidades, nada de esto fue detectado por el ejército gubernamental; Dimas siempre estuvo en la parte medular de este desarrollado esfuerzo de guerra.

La ofensiva de 1989 contó con esta totalizadora concentración y el ataque a San Salvador, pero sobre todo, a su periferia y a la Colonia Escalón estremeció al viejo poder oligárquico y a su ejército incapaz de detener la ofensiva. El volcán de San Salvador no contaba con obras de ingeniería ni tenía condiciones para dar seguridad a las fuerzas guerrilleras que allí se concentraban.

El ejército encontró una táctica operativa que le resultó eficaz; luego de un contacto con la guerrilla acudía rápidamente a la fuerza aérea y la amenaza aumentaba por la ausencia de ingeniería militar.

Para las fuerzas se hizo necesario abandonar el volcán y moverse a los frentes conocidos y seguros, y en una noche del 11 de Diciembre de 1989 los heridos fueron trasladados a Guazapa, una columna de perros labradores acompañó a la columna guerrillera durante largos tramos. E amanecer del 12 de Diciembre estaba cargado de tensión; todos presentíamos que algo iba a ocurrir. En la tarde anterior se ordenó a toda la fuerza la construcción de zanjas, usando cuchillos, tenedores cucharas, y hasta las mismas manos; aún en la noche oscura se continuó trabajando. A las 9 de la mañana de este día los 12 trabajos no estaban concluidos; a las 9:30 de la mañana captamos una comunicación de un batallón enemigo que había detectado una fuerza guerrillera en la parte alta del volcán, se trataba de una unidad comandada por Dimas Rodríguez y Milton Méndez. El choque parecía inminente y en efecto, poco tiempo después el combate sonó furioso y la fusilería estalló en los cafetales como látigo de fuego. A continuación un gripo de combatientes bajo el mando de Milton se unió a nuestra unidad y supimos que Dimas se quedó en la parte alta. Minutos después la aviación atacó nuestro campamento con un poder de fuego destructor y mortal; los helicópteros atacaron con cohetes y ametralladoras y los aviones usaron el fuego de sus sistemas eléctricos, las ramas de café eran cortadas como la muerte corta la vida, las bombas de quinientas libras removían el suelo, y destruían los árboles que nos protegían, el fuego de las ametralladoras culebreaba por los barrancos, todo se llenó de humo y el eco sonoro del ataque corría por la arboleada estremecidas, mientras las aves huían en desbandada.

El ataque parecía tener las seguridad que esa mañana de Diciembre, el ejército aniquilaba a toda la guerrilla del volcán; pero no nos causó ninguna baja, ningún herido y ningún daño material. Poco a poco las distintas unidades se reportaron.

Todo estaba en orden, y a las dos de la tarde, cuando decidíamos nuestros siguientes pasos, un mensaje extraño nos sobresaltó; Milton nos mostró el mensaje, y en el se informaba que Dimas había muerto. Pedimos confirmación y de nuevo, tenaz y contundente, el mensaje confirmó la muerte de Dimas. Supimos así que en uno de los ataques de la aviación una ráfaga dirigida a nuestras posiciones recorrió la distancia, cruzó el espacio e impactó, finalmente, a Dimas que de lejos y aparentemente a salvo, escuchaba el ataque. La sensación de seguridad se perdió de inmediato y aunque la fuerza guerrillera estaba intacta, todos supimos, de repente, que el enemigo, sin saberlo, había dado un zarpazo de mucho dolor a la guerrilla victoriosa. Dimas fue enterrado allí donde murió, en plena ofensiva y en el filo de la historia. Su vida trasnochada expresó, finalmente, que sólo una fuerza inmensa y una agresión total pudo terminar con una vida preciosa, llena de energía, plena de firmeza y de pleno compromiso.

Cuatro años después, en el mes de Marzo de 1993, Dimas fue exhumado y sus restos descansan en el Cementerio General de San Salvador.

El ramalazo de la muerte, fugaz, no vencerá nunca la eternidad contenida en la vida.

Por Dagoberto Gutiérrez (Escritor, analista político, hoy por hoy único líder de la izquierda salvadoreña, y si la comisión política del FMLN, recapacita, posible candidato y presidente de la República en el 2014)

1 comentario:

Unknown dijo...

Gloria eterna a dimas