martes, 27 de julio de 2010

Políticas y consecuencias del arismo

Quienes esperaban unas elecciones como las de 2006 –con dos candidatos muy igualados que polarizaron la sociedad entorno a dos propuestas de desarrollo enfrentadas - se habrán llevado una gran sorpresa con los recientes comicios que se celebraron en Costa Rica. En ausencia de un enemigo común al que enfrentarse –un TLC-, las izquierdas se difuminaron y más del 70% del electorado votó por la continuidad del modelo económico y social encarnado por las candidaturas de Laura Chinchilla y Otto Guevara. Ahora, de la nueva presidenta, protegida del actual mandatario; Oscar Arias, no se espera que sea más que la prolongación natural de los cuatros años anteriores de “arismo”. El modelo implantado por el presidente saliente tiene ya unas características propias bien definidas: por un lado, el fomento incondicional de la inversión extranjera y de una economía orientada a la exportación; y por otro, la atención de los más pobres a través de programas sociales focalizados. ¿Será suficiente para suplir el vacío dejado por un sistema socialdemócrata en vías de extinción?
Si por algo se han caracterizado el segundo mandato de Óscar Arias ha sido por la relevancia que ocupó en la agenda su gobierno la liberalización de la economía; el desmantelamiento de todas las barreras al libre mercado que durante años levantó la socialdemocracia costarricense. Una y otra vez su administración trató de crear un marco jurídico adecuado para la penetración definitiva del capital privado en actividades que hasta el momento se habían considerado como propias del Estado.

La liberación de la telefonía celular, del servicio de internet y de los seguros fueron probablemente las decisiones más mediáticas, por lo histórico se supuso romper los monopolios de instituciones con la trayectoria del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE). Sin embargo, los últimos cuatro años en los que Arias estuvo al mando, estuvieron plagados de intentos de liberalización. Así, entre otras muchas cosas, el presidente trató de que la Refinería Costarricense de Petróleo (Recope, la petrolera estatal) se abriese a la inversión de otras empresas, también impulsó la concesión de la gestión de los puertos a la iniciativa privada así como una nueva legislación para ampliar los privilegios de las Zonas Francas a todos los exportadores. En unos casos tuvo éxito y en otros fracasó; sus intentos, por ejemplo, de reducir las derechos que contempla el Código del Trabajo, para “flexibilizar el mercado laboral”, han sido hasta la fecha infructuosos.

Claro que mientras en la “superficie” este choque de modelos tenía lugar, las consecuencias de la implantación del neoliberalismo, se manifestaban en silencio. Arias, por tanto, pasará a la historia como el mandatario que liberalizó el ICE pero también por ser uno de los pocos presidentes de la Latinoamérica de la última década en “conseguir” que los índices de pobreza aumentasen en su país.

Y es que como señala el último Informe del Estado de la Nación, en los últimos años Costa Rica ha ido empeorando en algunos indicadores clave. El aumento de la pobreza ha sido probablemente uno de los fenómenos más importantes. Entre 2007 y 2008 la pobreza general subió un 1%, pasando del 16.7% de la población, al 17.7%. La indigencia, por su parte, creció del 3.3% al 3.5%. Este aumento se ha debido, en gran parte, al crecimiento de la pobreza urbana que pasó del 15.7% en 2007 al 16.9%, al año siguiente.

El Informe del Estado de la Nación, no obstante, señala que aún con el repunte de 2008, los niveles de pobreza son en la actualidad los mejores desde 1990, pero que lo que sí ha crecido en los últimos años ha sido el índice de vulnerabilidad de la población. Este indicador mide el porcentaje de la población que logra escapar a ser incluido en las estadísticas de la pobreza, pero que siempre está cerca de caer en el abismo ya que cuenta con sólo unos ingresos sólo 1.4 veces mayores que los de los pobres. Este grupo, en 2008 representaba al 13% de los ciudadanos.

Según los autores del citado estudio, la imposibilidad de mejorar el nivel de vida de los más vulnerables tiene mucho que ver con la ausencia en los últimos años de políticas que garanticen empleos dignos. Así, los índices de informalidad no han dejado de crecer y, en 2008, uno de cada tres ocupados cobró menos del salario mínimo, en total 588 mil personas que tuvieron un ingreso mensual promedio de US$ 220, una cifra insuficiente para cubrir las necesidades básicas.
Programas sociales
La liberalización de la economía –que ha beneficiado a la élite- y la desprotección de los trabajadores han ido de la mano, no obstante, del auge de los programas sociales focalizados. Arias puso en marcha dos proyectos de trasferencias condicionadas que se han convertido en el eje de su política social. Uno de ellos es “Avancemos”, que consiste en entregar sumas que van desde US$ 27 a US$ 90, mensuales, a las familias más empobrecidas por cada hijo que mantengan estudiando educación secundaria. Unas 140 mil personas se benefician de este subsidio, que en 2009 tuvo un presupuesto de US$ 100 millones.

El otro es el Régimen de Pensiones No Contributivas (RNC), orientado a las personas de la tercera edad que no cuentan con ingresos ni con una pensión de la Caja del Seguro Social (CSS). Los fondos asignados a este programa, que abarcó a unas 80 mil personas el pasado año, fue de aproximadamente US$ 150 millones.

Según los datos oficiales, si no hubiesen existido estas dos políticas las tasas de pobreza serían entre un 2% y 3% mayores. Aún, así, los autores del Informe del Estado de la Nación reconocen que la inversión pública aún no ha igualado los niveles que tenía Costa Rica antes de la crisis de la deuda de los 80. El gasto estatal como porcentaje del PIB ha conseguido equipararse en los últimos años, sin embargo, la inversión pública per cápita sigue siendo un 8% inferior a la que se registraba en 1980.

“¿Hasta cuándo puede seguir Costa Rica como sociedad sin activar mecanismos redistributivos, más allá de la inversión social?”, se interrogan los autores del estudio. “La mala situación económica encuentra un país que no ha resuelto desafíos fundamentales: una reforma fiscal que aumente la carga y mejore la equidad tributaria, una política de salarios reales crecientes, una política de empleo preactiva en materia de protección así como programas de apoyo a la producción capaces de proteger sectores como el campesino que tienen casi tres décadas de estar sistemáticamente marginado del bienestar y el crecimiento”, concluyen.











Chinchilla gana, el modelo se perpetúa
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Edición : 1834
Publicado : 12/02/2010
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Costa Rica recuperó su imagen de país previsible y de “cambio de tranquilo” que le ha caracterizado durante los últimos 50 años. Lejos quedó la polarización que había dominado la sociedad en los últimos comicios y en el referéndum sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC) de 2007, cuando el país quedó dividido entre dos propuestas de desarrollo económico y social enfrentadas. La candidata oficialista ganó holgadamente en la primera vuelta y ninguno de sus oponentes pudo hacerle sombra. Una mayoría de la sociedad dio el respaldo al modelo de economía liberalizada del estado costarricense. Se confirmó definitivamente la transición de un sistema bipartidista a uno multipartidario, pero algunas de las predicciones que se había realizado acerca de lo que podrían traer estos comicios no se cumplieron: ni hubo una abstención significativa ni un sector considerable de la población se inclinó por la ruptura que implicaba votar por la “mano dura”.

La mayor parte de las encuestas publicadas en las jornadas anteriores al día de los comicios había previsto que Laura Chinchilla ganaría con facilidad y muy probablemente sin necesidad de recurrir a una segunda vuelta. Otto Guevara, del Movimiento Libertario (ML) y Otton Solís, del Partido de Acción Ciudadana (PAC), de centro izquierda, pelearían por la segunda posición.

Las predicciones fueron ciertas a medias. La candidata liberacionista fue, con diferencia, la más votada, sin embargo el PAC de Otton Solís sobrepasó con un cierto margen al ML, confirmando que el partido, surgido como una escisión hacia la izquierda del PLN, se ha consolidado definitivamente como la segunda fuerza en el país.

De los más de 2.8 millones de costarricense llamados a las urnas, unos 863 mil (46%) votaron por Chinchilla, un 6% más que los sufragios que obtuvo Oscar Arias en la primera vuelta de 2006. La candidata del PLN ganó en todas las provincias (departamentos) del país y en tres de ellos: Cartago, Puntarenas y Guanacaste, arrasó, sumando más del 50% de los votos.

Otton Solís, que en 2006 obtuvo el 40% de los votos y peleó por la presidencia en la segunda vuelta, en esta ocasión no canalizó el malestar contra la apuesta neoliberal de los partidos tradicionales. Unas 464 mil personas votaron por él y obtuvo solamente el 25% de los sufragios. En la mayor parte de las provincias del Valle Central (San José, Cartago, Heredia y Alajuela), las más urbanas, con una población de más recursos y con más años de estudio, Solís obtuvo más votos que en su promedio nacional. Así, en la capital recibió el 30%, frente a un 46% de Chinchilla.

Estos resultados ponen de relieve un triunfo: que el PAC se ha consolidado como el partido de una cierta clase media que es joven y dispone de estudios universitarios; pero también un fracaso: que el partido ha sabido articular un discurso que atraiga a todos aquellos que aspiran a recuperar la Costa Rica que en un pasado cercano conocieron. La polarización que rodeó al referéndum del TLC con EEUU colocó a Solís como un gran líder, en tanto que él abanderó el “No”. Sin embargo, en esta ocasión el terreno fue menos favorable para el candidato del PAC: la campaña estuvo dominada por la seguridad y Solís no supo imponer su discurso.

La que debía ser la gran sorpresa, la emergencia de Otto Guevara, no fue tal. El líder del ML ganó mucho terreno en comparación con el 8% de votos que recibió en 2006, pero se hizo patente que el país aún no está dispuesto a apoyar masivamente a un candidato que provenga de fuera del sistema de partidos con un discurso de derecha, como sí hicieron, por ejemplo, los panameños el pasado año o los chilenos más recientemente. El ML, sumó el 20.8% de los sufragios y solo fue segundo en las provincias de Guanacaste, Limón y Puntarenas, las menos pobladas y más rurales. De esta forma, Guevara no convenció a las clases medias urbanas, que son la base del sistema político y que siguen más inclinadas hacia discursos más progresistas como los del PLN y el PAC.

El Partido de Unidad Social Cristiana (PUSC), por su parte, confirmó su decadencia. De ser el segundo pilar del bipartidismo, junto con los liberacionistas, los socialcristianos han pasado, prácticamente, a la irrelevancia. Su candidato inicial, el ex presidente Rafael Ángel Calderón Fournier, tuvo que retirarse por su implicación en un caso de corrupción y su sustituto, Luis Fishman, sólo recibió el 3.8% de los votos.

El PUSC ha sido, sin duda, la principal víctima de la decadencia del bipartidismo, un sistema que muchos ciudadanos ven hoy como una fuente de corrupción en el que una élite política se encubre entre sí para seguir enriqueciéndose y ejerciendo el poder indefinidamente. Los dos últimos ex presidentes del PUSC, Calderón Fournier y Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, han sido declarados culpables por llenarse los bolsillos durante su mandato. Ese es un “pecado” que el electorado conservador no ha perdonado, dándole la espalda al PUSC y apoyando al ML con su discurso neoliberal; que además, se adecúa mejor a la actual mentalidad de la clase alta, que para nada cree necesitar la existencia de un Estado fuerte.

El fin del bipartidismo, en el que PLN y PUSC se alternaban sin sobre saltos en la presidencia, se reflejó a la perfección en el reparto de las 57 curules que componen de la Asamblea Legislativa. Los resultados aún no son definitivos, pero las primeras proyecciones apuntan a que los liberacionistas se quedarán con 23 diputados, uno menos de los que obtuvieron en la anterior legislatura y a seis de los necesarios (29) para contar con mayoría absoluta. El PAC también habría perdido al menos dos o tres curules y se situaría con 12 representantes. El gran triunfador en este caso sí habría sido el ML, que puede doblar su representación pasando de cinco a unos nueve diputados.

Ante este panorama al PLN no le quedará más opción que la negociación continua. Una poco probable alianza con el PAC determinaría un giro social de los liberacionistas, pero al mismo tiempo, también podría representar la muerte política para Solís. La historia muestra que en las cuestiones clave el PLN ha encontrado apoyo en la derecha, ya que ambos sectores se han mostrado de acuerdo en que Costa Rica debe apostar por el modelo del crecimiento a toda costa y la atracción de inversiones. De hecho, con los seis diputados que obtuvo el PUSC, los liberacionistas contarían con votos suficientes para una mayoría simple en la Asamblea, lo cual podría seguir perpetuando la alianza PLN-PUSC.
La mujer “del modelo fuerte”
Otras dos mujeres centroamericanas habían alcanzado el cargo de presidenta antes: Mireya Moscoso en Panamá y Violeta Barrios, en Nicaragua. Ambas con una historia muy diferente a la de Laura Chinchilla. Las dos proceden de familias de clase alta y tanto la una como la otra, accedieron al mundo de la política a través de sus maridos, ellos mismos destacados dirigentes. En el caso de Violeta Barrios se trataba del periodista y político Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, asesinado por el somocismo en 1978. El caso de Moscoso es especialmente particular ya que estuvo casada con dos presidentes de Panamá•: Arnulfo Arias Madrid (45 años mayor que ella) y el general Omar Torrijos.

El caso de la recién electa presidenta de Costa Rica es diferente. Nacida de un país que desde 1948 se ha caracterizado por la fortaleza del sector público y por tener una estructura de clases menos extrema que sus vecinos, Laura Chinchilla creció en una familia de funcionarios del Estado –su padre fue contralor general de la República- y siempre asistió a centros educativos estatales. Chinchilla ha sido elegida, además el Partido de Liberación Nacional (PLN), que siempre ha llevado por bandera el haber sido el artífice del modelo socialdemócrata costarricense.

El ascenso al poder de una mujer perteneciente a una familia de origen humilde, que ascendió en el escalafón social a través del Estado, ha sido un buen indicativo de los logros a los que ha conducido al país, un modelo político y social que, en la actualidad, está siendo desmantelado por sus propios artífices. Es precisamente esta imagen de mujer producto de la socialdemocracia costarricense la que, según los análisis más repetidos, ha movilizado el voto a favor de Chinchilla. Si bien es cierto que para explicar el ascenso de la presidenta a la élite política no puede obviarse el hecho de que ella ha sido “la preferida” del actual mandatario Oscar Arias, tampoco puede dejar de mencionarse la popularidad de la que siempre ha gozado Chinchilla, como mujer estudiosa y trabajadora, “hecha a sí misma”.

El voto femenino a su favor, de hecho, ha sido crucial. Según una encuesta de Unimer para el diario La Nación, publicada esta semana, hasta un 60% de las mujeres que fueron a las urnas la apoyaron. Eso pese a que la candidata en contadas ocasiones explotó un discurso a favor de los derechos de las mujeres. Muy al contrario, se mostró firme en su condena al aborto y en todo momento resaltó su perfil católico, anunciando que bajo su mandato nunca se legalizaría el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Éste ha sido un factor, probablemente, tan importante como su perfil de experta en seguridad. Y es que en una campaña donde ha dominado el tema de la criminalidad –en ascenso en el país desde hace unos años-, su currículo ha sido un factor clave para atraer el voto de los ciudadanos más preocupados por el flagelo; sobre todo, para evitar que este sector se inclinase por la opción de “mano dura”, encarnada por el derechista Movimiento Libertario (ML) y su candidato Otto Guevara, que ha sido quien más ha incido sobre el tema de la delincuencia como movilizador del voto.

Considerada una autoridad en cuestiones de seguridad pública, justicia y reforma policial, Chinchilla desarrolló una exitosa carrera como consultora para diversas instituciones internacionales y también para la Fundación Oscar Arias para la Paz. Este bagaje le permitió incorporarse al equipo del PLN en 1996, cuando fue nombrada viceministra de Seguridad. Posteriormente, pasó a ser la titular de la cartera, hasta que en 2006, Arias la designó como candidata a la vicepresidencia. Tras la victoria, Chinchilla ocupó además el ministerio de Justicia, cargo en el que permaneció hasta que se retiró para lanzar su candidatura a la presidencia.

Gracias a este historial, Chinchilla ha sabido presentarse como una mujer “firme” en el combate de la violencia, pero al mismo tiempo, por su preparación académica, no ha articulado un discurso maniqueo sobre la delincuencia propio de un candidato de “mano dura”, sino que ha incido en la necesidad de entender sus causas sociales. A la luz de los resultados de los comicios, esta combinación de dureza e inteligencia se ha revelado clave. En ausencia de un verdadero debate sobre el modelo de desarrollo, sobre la necesidad de ahondar más en la Costa Rica neoliberal o retornar a la Costa Rica socialdemócrata; la seguridad ocupó un espacio preponderante en la campaña. Con su oferta de reducir la criminalidad: ni muy dura, ni muy blanda, Chinchilla consiguió canalizar a una sociedad de clases medias hacia su propuesta, mejor de lo que lo hizo Otto Guevara con su discurso próximo a la ultraderecha.

Las promesas de campaña de Chinchilla y el perfil de las personas que ha elegido para que le acompañen en la presidencia permiten adelantar que no habrá cambios sustanciales en el rumbo del país.

En la definición de la política económica jugará un papel importante el vicepresidente Luis Liberman Ginsburg, que ya fue asesor del presidente Arias y representa la ortodoxia liberal. El también ex ministro de Hacienda, es un próspero empresario, fue fundador del banco Interfin, que llegó a ser la principal entidad de crédito privada (los grandes bancos son aún públicos) y lo vendió a Scotiabank por casi US$300 millones. Por ello, no cabe esperar más que se prosiga en la política de firma de TLCs, liberación del mercado de trabajo y de los principales servicios públicos.

En lo social, Chinchilla ha dado muestras de querer proseguir con los programas de asistencia focalizada que puso en marcha su predecesor, Oscar Arias. Éstos son dos esencialmente: las pensiones no contributivas para los ancianos sin ingresos y las transferencias condicionadas “Avancemos

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