jueves, 22 de julio de 2010

Antiimperialismo o apoyo político incondicional al régimen?

Escrito por Alsen - España

Miércoles 21 de Julio de 2010 14:57
Recientemente el gobierno cubano decidió extraditar 52 presos políticos a España, el mayor número en más de una década. De hecho, es una liberación de presos políticos, en una respuesta a la presión ejercida por las frecuentes huelgas de hambre realizadas por varios disidentes, entre ellos Orlando Zapata Tamayo, muerto después 85 días sin ingerir alimentos, y Guillermo Fariñas, que realizó una larga huelga de hambre para reivindicar la libertad de todos los presos políticos de Cuba.

Reproducimos a continuación el artículo publicado en la revista de la LIT-CI, Correo Internacional N° 1 (Terceira Época), que nos da un panorama de las polémicas realizadas en aquella ocasión y que mantiene su actualidad frente a los nuevos hechos. Esperamos que el site de la LIT contribuya para el debate de este importante tema.
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La muerte de Orlando Zapata ha desencadenado una batalla política y propagandística de alcance mundial. La resolución del Parlamento Europeo condenando la muerte de Zapata y pidiendo “al gobierno cubano la liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos y de conciencia”, de un lado, y la respuesta del gobierno cubano denunciando una “campaña mediática contra Cuba”, del otro, han ido polarizando el debate.

Intelectuales y asociaciones pro gobierno cubano han lanzado una campaña que incluye declaraciones y manifestaciones de “apoyo a Cuba”. Un manifiesto suscrito en Madrid concluye diciendo “Alto a las agresiones imperialistas contra Cuba”. La polarización imperante parece no dejar lugar más que para estar en la “barricada” del imperialismo o en la del gobierno cubano. Buscar una posición independiente es sinónimo de “capitulación” y motivo para ser tildados de “sicarios del imperialismo” y “gusanos”.

Hay entonces una cuestión previa: cuando en la izquierda se discuta sobre Cuba no podemos aceptar el método de la fe ciega y el acriticismo más alienante. Cuando alguien opine contra el gobierno cubano, contra el régimen o el sistema que hay en Cuba, se le debe rebatir con toda pasión, pero con datos y con argumentos. Rechazamos los anatemas, el tildar de “contrarrevolucionario”, o “agente del imperialismo” a cualquier crítico del régimen cubano. Ese método es ajeno al marxismo y propio de la burocracia y los inquisidores.

No ponemos en cuestión la voluntad antiimperialista de los participantes en los actos de apoyo al gobierno cubano. Pero, ¿son verdaderamente manifestaciones antiimperialistas o, como pensamos nosotros, meros actos de apoyo incondicional al régimen y al gobierno cubanos?

Un antiimperialismo a medias

Cuando el imperialismo atacó Iraq o Afganistán nos opusimos resueltamente. Desde la OTAN, la ONU y los gobiernos se justificaba la agresión en nombre de “la lucha contra la dictadura” de Sadam Husein o de los talibanes. Dijimos entonces que la primera obligación de una izquierda que se define “antiimperialista” es la oposición frontal a la agresión, independientemente del juicio que le merezca el gobierno o el régimen del país que está siendo agredido militarmente. En Iraq o Afganistán, apoyar al país invadido significa colocarse en su “campo militar” y actuar a favor de la derrota de los agresores, aunque éstos sean de tu propio país. Esa posición, sin embargo, no concedía ni un gramo de confianza, ni comprometía un ápice de apoyo político, al régimen o gobierno de turno del país agredido.

“¿Porque la LIT-CI no aplica ese mismo criterio ahora para Cuba?”, nos reclaman honestamente algunos compañeros. La razón más elemental es que en Cuba no estamos ante una intervención militar, ni previsión de que la haya (según el propio gobierno cubano), sino ante una confrontación política (“mediática”) entre un sector del imperialismo y el gobierno de Cuba.

Hay un dato de la realidad que muestra que la campaña a que nos referimos no responde a un criterio antiimperialista consecuente sino de apoyo incondicional y acrítico al gobierno cubano. Esta campaña omite la denuncia de la más brutal de las “agresiones” imperialistas que sí se está produciendo: la profunda penetración en Cuba de las multinacionales imperialistas.

La presencia de multinacionales españolas, canadienses, italianas, inglesas… viene creciendo sistemáticamente en el turismo, en la industria del níquel, en la extracción del petróleo, el tabaco, etc. Según los economistas cubanos “La IDE (Inversión Extranjera Directa) en Cuba proviene de más de cuarenta países y opera en 34 ramas de la economía”. Esta forma de intervención imperialista no merece ni el menor comentario en las campañas “antiimperialistas”. La razón es obvia: esa “invasión” se hace de la mano del propio gobierno cubano.

¿Una recolonización por la vía de la invasión militar o por la economía?

Desde 1982, el gobierno cubano, a golpe de Ley, viene abriendo las puertas a la inversión extranjera directa en Cuba. La Ley 77 de 1995 supuso un salto cualitativo: eliminó las restricciones a la participación de capital foráneo y permitió las empresas de capital totalmente extranjero, que podían expatriar sus beneficios sin ninguna limitación. Nuevos decretos posteriores abrieron “zonas francas” y “parques industriales” a las multinacionales, como anteriormente se había hecho en China, y hasta la propia Constitución cubana de 1976 fue modificada para “ampliar las formas de propiedad”. Cuba dejó de regirse por el plan de producción central y pasó a hacerlo por el criterio elemental del mercado (producción para la ganancia), al tiempo que puso fin al monopolio del comercio exterior.

Eran los requisitos para abrir Cuba a las multinacionales. El turismo por ejemplo, dominado por empresas españolas, ha sido calificado por los propios economistas cubanos como “la locomotora de la economía nacional a fines de este siglo y para la venidera centuria”. El gobierno cubano ha dejado claro “la apertura de la inversión extranjera directa (IDE) no constituye un proceso coyuntural o temporal en la economía cubana, sino que ocupa un lugar en la estrategia de desarrollo, y es un proceso que avanza a pesar de los obstáculos internos y externos”.

A no ser que se demuestre que las multinacionales invierten para “fortalecer el socialismo”, o con fines altruistas, la gran vía de penetración imperialista en Cuba es tan “pacifica” como demoledora, viene por la economía y lo hace de la mano del gobierno cubano.

A final de los ’80 y comienzos de los ’90, la dirección castrista comenzó a desarrollar una política de restauración capitalista y de desmonte de las bases del estado obrero. Los pilares fundamentales de una economía planificada (el plan central gubernamental y el monopolio del comercio exterior) ya no existen y la economía cubana funciona según las leyes capitalistas de mercado.Al igual que en China, los capitales extranjeros buscan aprovechar los bajísimos salarios y las condiciones propicias para la acumulación de capital y extraer ganancias extraordinarias: así, crecen las inversiones imperialistas de Europa y Canadá.

Con ello, el régimen castrista se ha transformado en socio, impulsor y defensor de la restauración capitalista y sus consecuencias. En este sentido, es semejante al chino: los mismos que antes defendían sus privilegios como burocracia, ahora defienden a los nuevos capitalistas y sus negocios, a cualquier costo.

“La batalla económica es la tarea principal”

“La batalla económica constituye hoy, más que nunca, la tarea principal (…) Este es el mayor y más importante desafío que tenemos para asegurar la continuidad de la obra construida en estos 50 años (…)”. Son palabras de Raúl Castro en su reciente discurso ante el IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas. Efectivamente, la economía cubana vive un las consecuencias de la profunda crisis económica mundial.

Pero, en respuesta a ella, mientras, con una mano, se abre la puerta a las multinacionales, con la otra se dictan recetas de salida a la crisis que se parecen cada vez más a las de nuestros gobiernos de turno. Según el presidente cubano: “Sabemos que sobran cientos de miles de trabajadores en los sectores presupuestado y empresarial, algunos analistas calculan que el exceso de plazas sobrepasa el millón de personas y este es un asunto muy sensible que estamos en el deber de enfrentar con firmeza y sentido político”.

En una población laboral de entre 4,5 y 5 millones de trabajadores, sobran más de un millón. ¡Eso es lo que está anunciando Raúl Castro! ¿Y qué va a pasar con esos trabajadores que van a ser despedidos? El pasado mes de enero, el gobierno cubano anunció la eliminación del seguro de desempleo planteando que ofrecería a cambio “un trabajo productivo”. Ahora Raúl Castro dice que “no se trata de que el Estado se encargue de ubicar a cada uno en varias ofertas laborales. Los primeros interesados en encontrar un trabajo socialmente útil deben ser los propios ciudadanos”. Dicho en plata: ¡que se busquen la vida!

Apelar a los efectos del “bloqueo estadounidense” para explicar la situación actual se convierte, cada vez más, en un recurso sin credibilidad. Las relaciones comerciales con EEUU desmontan ese argumento. Pese al bloqueo, EEUU se ha convertido en el quinto socio comercial de Cuba. La isla importa 84% de los alimentos que consume y, desde 2000, el Congreso norteamericano autorizó la venta de alimentos y productos agrícolas a Cuba. EEUU se ha convertido en el primer suministrador de estos rubros.

Además, si el bloqueo estadounidense ya es realmente sólo parcial, no existe ningún bloqueo de comercio e inversiones por parte de las otras potencias imperialistas (como las europeas o Canadá) ni de la mayoría de los países del mundo que negocian libremente con Cuba. Por otro lado, un dato poco conocido es que, entre 2003 y 2008, la economía cubana fue una de las que más creció en Latinoamérica y en el mundo: en esos años, su PIB per cápita pasó de 2.300 dólares a 4.500; es decir, casi se duplicó[1]. En otras palabras, el gobierno de Raúl Castro hubiera tenido excelentes condiciones de mejorar el nivel de vida del pueblo cubano.

¿De qué Cuba hablan?

La campaña incluye la constante loa a las “conquistas sociales de Cuba”. Pero, ¿acaso la realidad cubana es la de una sociedad que preserva las grandes conquistas de la revolución del 59? Los últimos 20 años han marcado una creciente emigración de cubanos. Más de 1.600.000 cubanos están fuera de la isla. Si restamos los 458.000 del llamado “exilio histórico” (salieron antes de 1980), el resto es el fruto de sucesivas oleadas migratorias. Oficialmente, 426.037 salieron entre 1990 y 2009.

Como ocurre en cualquier país semicolonial, las remesas de los emigrantes se convierten en fuente de sustento de muchísimas familias y una entrada nada despreciable de divisas al país. Según datos oficiales, 60% de los cubanos dependen de las ayudas que reciben del exterior. La Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que el ingreso anual de estas remesas supera 1.000 millones de dólares, lo que representaría un 25% del total de las divisas que entran. A esa cantidad, hay que sumarle los envíos ilegales, vía las llamadas “mulas” (gente que entrega el dinero en mano por fuera de los cauces oficiales) que, ya en 2005, se calculaban en un millón de dólares semanales. En la Cuba “socialista”, más de 60% de la población depende de las remesas que le envían sus familiares, como sucede en Marruecos, en Ecuador, en El Salvador…

Mal que nos pese a muchos, la popularidad de Obama en la isla no es nada despreciable. Una razón poderosa es su política de levantar las restricciones impuestas por Bush. Es el caso de las visitas de cubanos a la isla, eliminó el periodo máximo de duración de las visitas, sus frecuencias o el dinero que se puede gastar durante la estancia. También se eliminaron los límites de transferencias de dinero y las operadoras de EEUU pueden, además, subscribir contratos para operar en Cuba.

En septiembre de 2009, el gobierno anunció la supresión de los 24.700 comedores obreros, en los que comen diariamente 3,5 millones de trabajadores. Sobre estas medidas, sobre la creciente desigualdad social en Cuba, sobre la miseria de una parte cada vez mayor de la población, sobre la carencia de vivienda, sobre el deterioro brutal de infraestructuras básicas (como las canalizaciones de agua o la red de alcantarillado), sobre los apagones de luz, que son tan frecuentes y largos que los cubanos con su retranca habitual llaman ya “alumbrones”, sobre las cartillas de racionamiento que cada vez dan para menos (y se anuncia ya su próxima supresión), sobre la escasa y mala comida y condiciones de vida en las residencias universitarias, sobre el deterioro de la sanidad y la educación…, sobre todo eso, que los cubanos llaman “el descojonamiento económico”, no oímos hablar a los “defensores” de Cuba.

La campaña en “defensa de Cuba” es hoy el apoyo incondicional a un gobierno y a un régimen en el que las FFAA dirigen la seguridad, controlan al Partido Comunista (PCC) y ordenan la economía. Ellas concentran bajo su control el llamado Grupo de Administración Empresarial (GAESA), dirigida por un general, que agrupa a los principales sectores estratégicos de la economía cubana. Son los militares los que han desarrollado el llamado Sistema de Perfeccionamiento Empresarial y controlaban, en 2007, las 322 empresas más grandes del país, responsables de 89% de las exportaciones y de 60% de PIB. Es sobre esa situación y desde ese régimen político que el “plan de ajuste” que anunció Raúl Castro se va aplicar a los trabajadores y al pueblo cubano.

La muerte de Orlando Zapata

El argumento del gobierno cubano, al que se han plegado todos los defensores de sus tesis, es que Orlando Zapata era “un delincuente”. Hay muchos datos que atestiguan que Orlando Zapata era un preso de conciencia. Pero pongámonos en el caso de alguien que no sabe muy bien realmente qué era. Se nos ocurre una pregunta muy básica a los defensores de esa tesis: ¿cuántos delincuentes comunes vieron ustedes inmolarse? ¿Cuántos presos comunes vieron, en su lucha contra las condiciones penitenciarias, ponerse en huelga de hambre y mantenerla hasta morir? Los presos comunes, los Malamadre de este mundo, suelen pasar a cuchillo a los funcionarios, quemar las celdas, organizar motines… Pero la protesta de Orlando Zapata, se compartan o no sus opiniones, es la típica de un preso político, de conciencia.

Pero supongamos que llevan razón y Zapata era un preso común. Si eso es verdad: ¿qué cambia? Si era un preso común, ¿eso le da al Estado cubano o a otro, el derecho a tratarle como a un perro? Un hombre que entra en la cárcel por delitos comunes, con tres años de condena, aún no han explicado por qué se le convierten en 30 años. ¿Ha matado dentro de la cárcel a alguien? ¿Cómo es posible que en vez de ir redimiendo pena, haya ido acumulando años de presidio? Tendrán que explicarnos qué sistema penitenciario es ése que, como la deuda externa, cuanto más años de condena cumples, más debes.

La izquierda en este país as defendido presos que hicieron estropicios que el gobierno cubano no atribuye ni de lejos al mismo Zapata: organizar motines, secuestrar funcionarios, destrozar cárceles, etc. Eran verdaderos “delincuentes” alentados por la Coordinadora de presos en lucha, la COPEL. ¿Estuvo mal apoyarles? Eso fue una bandera de toda la izquierda en los últimos años de la dictadura franquista. Porque el hecho de que fueran "delincuentes”, presos sociales, no autorizaba a gobierno alguno hacer con ellos lo que quiera en las cárceles.
Se argumenta, para defender la actuación del gobierno cubano, que allí solo se detiene a los "terroristas" y a sus colaboradores. ¿Alguien de la izquierda en este país, y en el mundo, puede dar esos argumentos sin estar tirando piedras contra sí mismo? ¿Cuál es hoy la argumentación de todos los gobiernos del mundo para perseguir opositores? ¿No nos suena eso de "terroristas" y del "entorno"?.

Recordemos que criticando la Ley de Partidos, apoyados en la oposición de un grupo de juristas catalanes a esta ley, decíamos: “se trata, a nuestro entender, de uno de los ejemplos más graves de los efectos extensivos de la aplicación del concepto de ’terrorismo’ sobre la disidencia política."

Ni el mismo gobierno cubano tildó a Zapata de ‘terrorista’ como si lo hizo aquí un sector de la izquierda, sin molestarse en presentar una sola evidencia para semejante acusación. A Zapata se le trató no como procapitalista, o proimperialista (que a lo mejor lo era). Fue a la cárcel porque era opositor en un país donde eso está prohibido. Ese es el problema y a eso es a lo que hay que contestar.

Algunas contradicciones de hierro

La defensa incondicional del gobierno y el régimen cubanos, lejos de ser una postura antiimperialista, acaba siendo el mejor servicio que se le hace al imperialismo. En primer lugar, porque se le regalan las banderas de las libertades democráticas más elementales. Porque decir al Parlamento europeo y a los gobiernos imperialistas que son unos cínicos y demagogos, que van por la vida aplicando aquello de que “consejos vendo que para mi no tengo” es una verdad irrefutable. Pero esa verdad no sirve para negar otra: que en Cuba los derechos más elementales, como el de manifestación, asociación y huelga, no existen y eso es así, lo diga quien lo diga.

La lucha por el socialismo, basado en un régimen de democracia obrera, exige recordar que nosotros denunciamos la democracia burguesa porque es “formal”, porque reconoce, en el mejor de los casos, derechos, pero no el ejercicio del derecho mismo. Por eso, se puede tener derecho al trabajo mientras uno se pudre en el paro. Denunciamos que es una falsa democracia que no encubre otra cosa que la dictadura de una clase. Pero, como decía Rosa Luxemburgo, no nos mueve la finalidad de hundir la democracia, sino la de construir una verdadera democracia.

¿Es o no, por tanto, una contradicción de hierroque defendamos las libertades democráticas en todo el mundo, máxime cuando los gobiernos las recortan a cada paso, para luego defender al gobierno de un país donde los trabajadores no tienen los derechos de manifestación, asociación y huelga?

¿Es o no una contradicción de hierro denunciar, con toda justicia, la infame y antidemocrática Ley de Partidos, para defender a un régimen político donde la "Ley de Partidos” reza que hay partido único, el resto son “contrarrevolucionarios” y el que se salga de ese redil va a la cárcel?

Con toda justicia repudiamos en Europa las Leyes de Extranjería y los nuevos muros que se levantan contra los trabajadores. Pero resulta que en Cuba hay gente que va deportada o es presa porque se fue de su provincia a La Habana y allí se quedó sin “permiso de residencia”. En Cuba, aunque el Artículo 43 de la constitución establece el libre derecho de los cubanos a residir en cualquier lugar del territorio nacional, el Decreto Ley 217 de 1997 limita la libre circulación y el derecho a residir en cualquier lugar. Esa ley obliga, para residir en la Habana, a tener el permiso reglamentario. Esta Ley se promulgó para evitar la llegada masiva a la capital de gente pobre de las provincias orientales, castigadas con un altísimo desempleo. Eso ha generado que se calcule más de medio millón de “ilegales” en La Habana y que se hayan formado autenticas villas miserias, como en cualquier país latinoamericano. Peor aún, toda persona que carece de permiso de residencia es deportada a su lugar de origen o es llevada a la cárcel, acusada de “peligrosidad predelictiva”. ¿Es o no una contradicción de hierro denunciar aquí la Ley de Extranjería y defender la política del gobierno cubano cono los migrantes internos?

Hay lamentablemente muchos más ejemplos de contradicciones de este calado. Por eso, a los compañeros/as que creen y apoyan la campaña “Cuba no está sola”, no podemos por menos que preguntarles: ¿con semejantes contradicciones se pretende atraer a millones de trabajadores del mundo a las banderas del antiimperialismo y el socialismo?


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[1] - Datos extraídos de la página https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/

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