jueves, 22 de julio de 2010

Polaridades engañosas vs. continuidad estructural

por Andrés Cabanas

Las acusaciones, el lenguaje divisor, los enfrentamientos progresivamente violentos, no logran desvanecer las grandes líneas de aproximación entre gobierno y oposición partidaria. Los discursos polarizantes ofrecen mayor contenido publicitario que sustento real: en las propuestas y sobre todo en las prácticas partidarias y de gobierno predomina la continuidad sobre las diferencias.

Continuidad estructural…
Los partidos mayoritarios, incluido el gobernante, no cuestionan el modelo económico primario agroexportador, que genera el gobierno de los mercados. El andamiaje legal que sustenta este modelo concentrador de beneficio y generador de pobreza (Ley General de Electricidad de 1996, Ley de Minería de 1997, Ley de Fomento y Desarrollo de Actividades Exportadoras y de Maquila, sistema tributario orientado al no pago) se mantiene independientemente de la composición del Congreso y el Ejecutivo. Las políticas de desarrollo se heredan como expresión de intereses sectoriales, no como políticas públicas: las inversiones en infraestructura en la Franja Transversal del Norte, que arrancan en los años 60, o los proyectos hidroeléctricos y energéticos.

Lejos de enfrentarlo, cada gobierno aporta su grano de arena y se beneficia de la generalización de este modelo: durante la administración actual, la Matriz Energética 2008-2014, que eleva la producción de electricidad a través de carbón al 46% del total producido, puede ser uno de los negocios más rentable para empresarios y financiadores cercanos al equipo gobernante.

La continuidad se manifiesta, además, en el hecho de que los diferentes partidos apoyan en la práctica la existencia de un Estado corporativizado, débil para regular y promover derechos colectivos, sobre todo económicos y sociales. El sistema funciona aproximadamente así: Gobierno y Congreso garantizan la continuidad del modelo de desarrollo, que es básicamente subdesarrollo vía expropiación. Lo que sí se desarrolla, en contrapartida, son los negocios para el grupo gobernante y sus financiadores, y las concesiones de inversiones del Estado para empresas vinculadas a diputados distritales. En este contexto, el discurso de fortalecimiento del Estado retrocede ante la necesidad de mantener marcos legales no invasivos de la actividad de las empresas.

Finalmente, gobierno y partidos no condicionan el poder de transnacionales. Por el contrario, lo refuerzan con la negociación del Acuerdo de Asociación Unión Europea-Centroamérica, iniciada por Oscar Berger y rubricada por Álvaro Colom, que generará una legalidad y poderes de alcance superior al estatal: entre otros, utilización de mecanismos propios de control social, es decir, de represión; posibilidad de arbitraje del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativo a Inversiones, cuando las empresas consideren dañados sus derechos por acciones del Estado, tal y como sucede con la demanda de más de 700 millones de dólares interpuesta por la EEGSA, demanda originada por diferencias en el cálculo de la tarifa fija por abonado, y sustentada en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

…polaridades engañosas
A partir de las coincidencias y a pesar de los discursos, no se perciben proyectos de país diferenciados. No existe lucha de clases ni de los pobres frente a los ricos, al menos en el sistema de partidos y en la lógica de los factores de poder predominantes. Tampoco existe una clara polaridad capital tradicional/oligarquía tradicional frente a capital emergente (en el marco de la cual la alianza con uno debilitaría al otro) a partir de la irrigación de la economía criminal y su dominio económico (control del porcentaje mayoritario del Producto Interno Bruto) y político: es decir, la influencia de actores de la oligarquía tradicional y de la economía criminal en todos los partidos y al interior del ejecutivo, y su contribución al mantenimiento del actual sistema.

No existe, en fin, una línea divisoria definida entre reformismo democrático e involución autoritaria: sectores económicos y políticos ultraconservadores apoyan el neogolpismo hondureño, al igual que lo hace el gobierno de Colom (al reconocer al Presidente Pepe Lobo, sucesor del golpismo), con lo que esto implica de aval del golpe como instrumento, y del recorte de libertades y la posibilidad de reversión de la voluntad popular como fin.

Discutir para no cambiar
La polaridad actual es útil en el marco preelectoral, tiende a generar una esquematización de la vida política y social y una reducción a dos de las opciones de país posible. Pero no cuestiona el avance del modelo económico neoliberal, transnacionalizado y excluyente. La polarización y los enfrentamientos se recategorizan y delimitan en función de la similitud de agendas y el interés de fondo: el control de negocios, la supremacía en la conducción estratégica de la economía y del Estado (bajo la concepción del Estado como garantía de acumulación sectorial). Es decir, asistimos a una polarización diseñada para la continuidad del sistema y para la definición de la hegemonía al interior del mismo.

En este cuadro de disputa, la violencia se convierte en instrumento intrínseco y en ascenso: estado de excepción y persecución de luchas sociales como medio de control; la compleja criminalidad como factor para la desmovilización; los enfrentamientos entre supuestos mareros como mecanismo de terror; especialmente la violencia intragrupos de poder: cada vez más agresiva, con rasgos de desestabilización institucional.

Frente a esta realidad, resulta marginal –en términos de planteamiento de cambio- el mayor énfasis que unos y otros adjudican al papel del Estado o la autorregulación del mercado; resultan vanas las autodefiniciones ideológicas: socialdemócratas, liberales, libertarios. Incluso Cohesión social y las transferencias condicionadas como distintivo no contradicen sino que conviven con la depredación económica.

Pensar un nuevo país
Sin diferencias de fondo, sin espacios para definir un país diferente, el debate electoral, el debate político en general, es hoy la ausencia de debate. Nos queda chismear, calificar, insultar y calumniar a partidos y candidatos. Consumimos, sobre todo los medios de comunicación consumen, horas, páginas enteras, dibujando escenarios, aventurando opciones y, en buen chapín, jugando con nombres y siglas: quién se alía con aquel otro; cuál es el Vicepresidente posible del Presidenciable probable; quién se acerca, se aleja, se hace la cama o se la deshace.

Nos queda consumir páginas y horas confeccionando listados de candidatos y convertimos este ejercicio en quintaesencia de la política, a falta de nada más importante en qué pensar: por ejemplo, cómo hacemos para desnaturalizar y volver insoportables e inadmisibles el hambre, el racismo, el feminicidio, la actual democracia de corporaciones y poderes criminales que deciden por nosotros. El debate importante debe ser el que nos permita pensar juntos qué país queremos, a partir de la necesidad de superar nuestras injusticias históricas. Y eso debe hacerse con o a pesar de los actores políticos actuales. Con o sin elecciones y partidos. Con las actuales reglas de juego o con nuevas formas de convivencia.



Resumen de Primera parte
Centralidad política frente a ficción democrática

Posiblemente no hemos decidido cómo votar, botar o rebotar el próximo 2011, pero con bastante seguridad votaremos entre contradicciones y paradojas. La primera contradicción: votamos para elegir quien nos gobierna, pero las decisiones se toman en forma vertical y la organización política continúa promoviendo la exclusión (por ejemplo, al no respetar las consultas comunitarias contra la explotación de bienes naturales).

Segunda contradicción, votamos pero la mayoría de “elegibles” no se visibilizan ni someten su poder al escrutinio social: corporaciones familiares dueñas de gran parte de la riqueza, especialmente vía sistema financiero; transnacionales de la energía, petróleo, oro, agua, agro combustibles; narcotraficantes con control de amplios territorios e influencia sobre la política; Ejército a partir del poder económico y el uso de la fuerza (latente o real como en el caso hondureño); Estados Unidos como “dueño” histórico de este patio trasero; Unión Europea entendida como el armazón institucional al servicio de los intereses de las multinacionales.

Tercera contradicción, votamos pero no decidimos, ya que las políticas económicas están comprometidas en el medio plazo: política energética, tributaria, agraria, concesiones mineras y petroleras, incluso las deudas con empresas constructoras heredadas por los sucesivos gobiernos, que representan en la práctica la extensión de privilegios del grupo gobernante, durante varios periodos. Por otro lado, temas necesarios de debate (reforma agraria, redistribución de la riqueza, racismo, refundación del Estado) no emergen en las propuestas preelectorales.

Las elecciones, que constituyen un instrumento todavía protagónico en la vida política del país (de ahí el valor creciente de la precampaña electoral) no parten de principios ni fortalecen hoy por hoy prácticas democráticas: no construyen consenso social (aunque intentan fortalecerlo clientelarmente y vía promesas de negocios), no redistribuyen el poder y la toma de decisiones (aunque generan estabilidad transitoria a partir de la ficción de decisión), no plantean soluciones estructurales porque no discuten problemas estructurales.

Texto completo en
www.memorialguatemala.blogspot.com

No hay comentarios: