martes, 9 de junio de 2009

Celebramos la memoria, honramos la vida

Celebramos la memoria, honramos la vida*
Rafael Correa, presidente de Ecuador
01/06/2009





En nuestra América, la memoria es subversiva; en cada uno de nuestros pueblos luchamos en contra de la impunidad, en contra del olvido; aquí, por los espacios abiertos de la Universidad Centroamericana, cada noviembre, se prenden farolitos, que van dando su fuego a otros faroles, de mano en mano, de palabra en palabra, para representar el ejemplo de luz, de consecuencia, que encendieron los mártires el 16 noviembre de 1989.
La lucha permanente por cambiar las condiciones de vida de nuestros pueblos constituye nuestra profesión de vida, nuestro canto de amor, la celebración de la memoria.
Porque Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López, Joaquín López y López, Elba y Celina Ramos, que fueran asesinados, andaban bajando Cristos de sus cruces, poniendo el corazón, sembrando dignidad, jugándose el alma por los pobres, por los necesitados.
No interesa tanto precisar los nombres de quiénes mataron a unos cuantos curas “comunistas”; el mundo entero sabe desde qué bando se disparó, desde dónde se alentó el crimen en contra de estos mártires, acusados de terroristas y asesinos, por estar identificados con la Teología de la Liberación, con la opción preferencial por los pobres, adoptada en Puebla, en la encíclica Populorum Progressio, como doctrina progresista de la Iglesia.
De ser así, tendrían, pues, que matarnos a todos quienes creemos en la palabra de Cristo. Cierto es que lo vienen intentando, sin éxito, los poderosos, desde los tiempos del cristianismo primitivo, desde las catacumbas de Roma. Necios, lo han intentando una y otra vez. Y cada vez que intentan matarnos la esperanza, solo logran que crezca más y más.
“Ellacuría es un guerrillero. Que le corten la cabeza”, “Debemos sacar a Ellacuría para matarlo a escupidas” fueron algunas de las expresiones que recoge la historia, pronunciadas en cadena radial pocos días antes de la masacre. No cabe duda de que frases similares deben haber sido pronunciadas en tiempos de Poncio Pilatos.
Nosotros celebramos la memoria, honramos la vida. Por ello nuestra posición indeclinable en contra de la impunidad, en contra del olvido. Los que sembraron de muerte nuestros campos y ciudades, los que torturaron y desaparecieron a tantos miles de hombres y mujeres, los que mataron a monseñor Arnulfo Romero, los que asesinaron a los mártires de la UCA tienen que rendir cuentas de su infamia, tienen que ser juzgados y pagar por sus crímenes de lesa humanidad.
Ellos, los mismos de siempre, que en cada uno de nuestros países representan a los grupos que han ostentado, hasta ahora, todos los poderes, los señores de las sombras, pusieron la muerte en vez del pan; las balas en contra de los libros, en contra de los libres.
El desprecio a la verdadera libertad les hace derrochar ríos de tinta para injuriarnos, para mentir. Nunca pudieron aprender a querer a la patria, a sus hermanos, a los campesinos, a su historia, a su tiempo, a su comarca, a lo que ellos eran, de donde venían; cuando el amor se venía por las montañas, con los muchachos, cantando a gritos por la vida.
Después de 19 años de la masacre, es imperativo, ineludible, esclarecer la verdad sobre estos crímenes. La lucha en contra de la impunidad es el camino para construir una nueva sociedad en la que el miedo no tenga razón de ser, en la que la injusticia forme parte del pasado abyecto. Si los asesinos pueden pasearse por las calles, poco es lo que podremos avanzar por la justicia y dignidad de América Latina.
La elección de Mauricio Funes reivindica para El Salvador la esperanza, jamás perdida, jamás asesinada. “Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal que seguí cantando…”, entona la voz de la esperanza a lo largo y ancho de la América nuestra.
Estos son tiempos de dignidad, son nuevos tiempos. Nuestro saludo emocionado al pueblo salvadoreño en su nueva etapa por la construcción democrática; un abrazo grande al compañero presidente Mauricio Funes; a la memoria de Francisco Morazán, Farabundo Martí, Roque Dalton, a todas las mujeres y los hombres que con su esfuerzo hacen posible un nuevo El Salvador, que ocupará el puesto de dignidad que le corresponde en el concierto de pueblos libres de la Patria Grande.
El asesinato de los sacerdotes jesuitas, de Elba y Celina; ante todo sus vidas, su profesión de amor, son parte del camino a la victoria, a la construcción de la paz con justicia; por eso, no pueden formar parte del olvido.
Jon Sobrino, el único que se salvó de la masacre, dice que los mataron “por ser conciencia crítica en una sociedad de pecado y por ser conciencia creativa de una futura sociedad distinta”.
Los hermanos que no nos conocíamos estamos juntando nuestras manos, de todos los colores, para levantar la solidaridad continental, para honrar el sueño de nuestros próceres, de Farabundo Martí, de Eloy Alfaro, de monseñor Arnulfo Romero, de monseñor Leonidas Proaño, de Simón Bolívar, de Francisco Morazán, integracionistas, humanistas profundos, seres de luz, de alma grande, de amor de Patria inmensa americana, nuestra.
Al llegar hasta aquí, físicamente, hemos andado el mismo camino que los asesinos; pero nosotros venimos con la vida, con el cariño y la esperanza.
Estamos por la vida, compañeros. ¡Nuestro norte es el Sur! ¡El futuro es nuestro, hermanos salvadoreños!
¡Hasta la victoria siempre!

* Texto leído por el presidente Correa durante la visita que realizó a la UCA para honrar a los mártires.


http://www.uca.edu.sv/shown.php?mnota=90211

http://www.youtube.com/watch?v=IMu4y8t4_Ko

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