viernes, 25 de junio de 2010

Desarrollo sin esfuerzo

Editorial YSUCA




Desarrollo sin esfuerzo






Entre nuestro empresariado pesa demasiado la idea de que el Estado debe permitir que la gente se enriquezca sin aportar al desarrollo más que las fuentes de trabajo que abran. Pero abrir fuentes de trabajo no asegura automáticamente el desarrollo, si el trabajo no es retribuido con un salario digno, decente, si usamos el término técnico que suele usar la Organización Internacional del Trabajo, OIT. Pero el salario digno no abunda en nuestra tierra. Si abundara, no serían tantos los salvadoreños que desean marcharse del país y se marchan de hecho, buscando nuevas oportunidades más allá de nuestras fronteras.


Recientemente un par de millonarios norteamericanos, Warren Buffett y Bill Gates, comenzaron a promover que los grandes millonarios distribuyeran la mitad de su fortuna, bien en vida, bien después de su muerte, a asociaciones de filantropía o a organizaciones de beneficiencia, ONG´s, universidades, etc. No son, ciertamente, personas con un pensamiento socialista, pero sienten la necesidad de redistribuir. Y de hacerlo no sólo a través de sus propias inversiones, sino a través de la donación de una buena proporción de sus fortunas.


En El Salvador, aunque hay gente con realmente mucho dinero, no hay ese tipo de multimillonarios que cuentan su fortuna en miles de millones de dólares. Algunos cuentan con cientos, y también con fundaciones que apoyan a diversos movimientos altruistas. Pero lamentablemente no abundan entre quienes tienen dinero, los que estén dispuestos a entender y apoyar la necesidad de aportar más en impuestos. Uno puede entender que no se quiera subir el impuesto sobre la renta a las empresas, especialmente si ese dinero ganado se reinvierte en la misma, en salarios, maquinaria, etc. Pero el impuesto de la renta a las personas no hay por qué mantenerlo en ese exiguo y tacaño techo máximo del 25 por ciento. En el Salvador hay gente que gana más del medio millón de dólares al año. Pagar un 40 por ciento de sus ingresos en impuesto sobre la renta les dejaría en 300.000 dólares al año. Lo que equivale a 25.000 dólares mensuales. Ciertamente es difícil pensar que no se pueda vivir bien con esa suma.


El desarrollo de todos exige sacrificio de todos. Pero los pobres ya lo están haciendo al trabajar por un salario que a penas les da para sobrevivir. Tienen además el impuesto del IVA, en el caso de que no puedan pagar renta, que a fin de cuentas les daña proporcionalmente su economía mucho más que lo que sufre con ese impuesto el presupuesto de quienes viven en la abundancia. ¿Por qué no exigir más a quienes tienen más? La mayoría de quienes tienen mucho en El Salvador, tienen una parte de su dinero fuera del país. Digan lo que digan, corren muchos menos riesgos que los más pobres. Y ciertamente un impuesto mayor sobre la renta que el que pagan en la actualidad no los convertiría en pobres.


Hablar de subir impuestos pone nerviosos a los que tienen. Y por supuesto furiosos a quienes no tienen, si sienten que les va a golpear más su ya golpeada economía. Pero hay formas de subir impuestos que pueden dejar a los más pobres con un relativo respiro y apretar más a quienes tienen más. Además de la renta está el impuesto predial y sobre las herencias. Entrarle a esos temas es básico si queremos financiar el desarrollo. Y ciertamente si queremos financiar esa deuda que no deja de crecer. Porque si el nuevo Gobierno ha sido experto en aumentarla, debe ser también experto en disminuirla, financiando nuestro desarrollo con nuestros propios aportes. Hablar de impuestos, de aportar, de entregar riqueza para el bien público, no debería ser visto como calamitoso. De eso hablan muchos de los grandes millonarios, que con frecuencia, además, han pagado impuestos mucho más elevados que los que pagamos en El Salvador. Estando como estamos en estado de emergencia económica, no es malo que los ricos y la clase media acomodada contribuyan con más capital a financiar el desarrollo nacional. Y por favor, que no esperen hasta ser de los más ricos del mundo. Basta con que lo sean de El Salvador.
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“Ningún límite histórico cierra el futuro esperanzado del seguidor de Jesús” (I. Ellacuría)

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