sábado, 9 de enero de 2010

“SE HACE CAMINO AL ANDAR”

“SE HACE CAMINO AL ANDAR”
Roberto Zapata Varela

No cabe duda que el despertar de Honduras es esperanzador; cuando el entusiasmo se mantiene y a pesar de 194 días de enfrentamiento con la oligarquía, la deserción es poca, cabe pensar que estamos preparados para emprender las tareas enormes que debemos realizar para refundar nuestra patria.

Refundar una nación no es cosa fácil, pero tampoco está fuera del alcance de un grupo de soñadores. Más difícil ha de haber sido para nuestros próceres darle vida a estas formas de gobierno, para América en ese tiempo, todavía de carácter experimental. No puede ser imposible si tenemos en cuenta que las formas de gobierno no son siempre estáticas, como estructuras acabadas, “pétreas”, como dirían nuestros actuales gobernantes. En igual medida las constituciones sobre la base de unos fundamentos y definiciones de alguna manera permanentes, delinean las características particulares que deben conformar la nación y los postulados que deben de regir el contrato social que mediará las relaciones de los habitantes; pero teniendo en cuenta que en la medida en que las sociedades evolucionan, la perspectiva del mundo cambia. Una constitución debe dar margen a esto; es decir estar abierta a un reacomodo cada vez que la sociedad particular lo requiera. Lo pétreo sabe a dogma y el dogma no es científico y mucho menos humano.

Aristóteles en “Sobre las clases Sociales”, afirma que “ a la misma ciencia corresponde considerar cuál es la mejor constitución política y qué carácter debe tener de acuerdo con nuestro ideal si ningún factor externo lo impide, como también cuál es la que puede adaptarse a tal pueblo”. No puede haber pues, una constitución que responda a la idiosincrasia de otros hombres y mujeres distintas a los que ha de regir y mucho menos excluir a buena parte de los ciudadanos y favorecer a unos pocos. Pues si los propósitos de la política es buscar el bien común, el contrato social debe propiciar, promover y ordenar las instancias que hagan posible que las riquezas de la nación beneficien a todos los miembros de la sociedad implicada.

En el mismo trabajo, el filósofo griego enseña que “las formas de gobierno hemos distinguido tres constituciones rectas, a saber, monarquía, aristocracia y república, así como tres desviaciones de ellas, y que son respectivamente: de la monarquía, la tiranía; de la aristocracia, la oligarquía, y de la república, la democracia”, que sin satanizar a ninguna las arregla según él cree peor (la tiranía), más o menos mala (la oligarquía) y buena (la democracia), de acuerdo con la cantidad de los ciudadanos implicados que beneficie. “La democracia existe cuando una mayoría de ciudadanos libres y pobres ejercen la soberanía, y la oligarquía, a su vez, cuando la ejerce una minoría de ricos y nobles.”

Pero lograr una nueva constitución es a penas un paso. Hay cuestiones de mayor o igual importancia que debemos encarar. Refundar una nación como la que aspiramos implica asumir responsabilidades que hasta hoy hemos dejado de lado por dejadez, pereza, acomodo, ignorancia o perversidad. Una democracia participativa requiere de ciudadanos activos, dispuestos a participar en la resolución de los problemas, no de los que se sientan a quejarse; hombres y mujeres dispuestas a desterrar la insalubridad, la injusticia, la ignorancia y la perversidad.

Estamos obligados a desemantizar la cultura en que nos han obligado a vivir y que hemos asumido como verdadera, para quitarle aquellas correspondencias extrañas que nos hacen actuar como extranjeros en nuestra propia tierra; debemos abandonar los calificativos terriblemente negativos con que caracterizamos la cultura nacional y nuestros comportamiento. Recordemos que occidente nos trajo entre otras cosas el machismos y el racismo, formas excluyentes que no tienen justificación científica, humana ni cultural y que para echarlas de nos necesitamos dos cosas: voluntad para cambiar de actitud y mejorar nuestra educación.

La tarea es grande y larga la jornada, costosas por aquellos apegos que se derivan de las costumbres y difíciles por la visión estrecha que nos han configurado, pero, como dice el poeta “se hace camino al andar”

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