Editorial YSUCA
Todos los años nos dejan tareas pendientes. Todo año nuevo es herencia no sólo de bienes o males acontecidos el año anterior, sino también legado de responsabilidades. Año nuevo vida nueva no significa que el pasado no importa, queda absolutamente en el olvido y comienza sin más una nueva realidad. Todo lo contrario. La conocida frase es más bien una invitación a tomar con mayor seriedad la realidad y enfrentarla con mayor responsabilidad que en el año anterior. Es, en definitiva, evaluación crítica del pasado y proyección generosa del futuro.
En este contexto bueno es analizar los trabajo s que tenemos pendientes. La violencia es una de las tareas más pesadas heredadas no del año pasado sino de la acumulación de desaciertos de muchos año de nuestra propia historia. Es tarea urgente enfrentarla. Se lanzó el ejército a la calle y la violencia no disminuyó. La prevención y la investigación del delito siguen siendo los dos elementos indispensables para poder enfrentar la ola delictiva y violenta. El reciente uso de granadas, incluso contra una clínica médica con su sala de espera llena de pacientes, muestra la degradación hacia la que camina la violencia y la necesidad urgente de enfrentarla.
Dentro de la violencia la secuencia de asesinatos de ambientalistas produce una honda preocupación. La defensa de la naturaleza debería verse como una labor sagrada, incluso más allá de las discusiones técnicas que son necesarias y de las diferencias de opinión. Y más en un país como el nuestro, duramente maltratado ecológicamente y con una muy alta densidad de población que vuelve más crítico el deterioro ecológico. La labor de envenenamiento mental de la mal llamada minería verde tiene mucho que ver en los crímenes cometidos. Investigar a fondo la muerte de quienes han luchado contra la minería es urgente si queremos evitar que cualquier tema de discusión importante se convierta en tema de violencia homicida.
La trasparencia en la información pública no sólo es una deuda del año anterior, sino una urgencia ética. Las acusaciones que entre sí se han lanzado importantes representantes de la derecha salvadoreña, señalándose mutuamente como ladrones del erario público, hace indispensable no sólo la ley de trasparencia y acceso a la información pública, sino la reforma de algunos de los vicios administrativos gubernamentales. La famosa partida secreta, apoyada en una ley totalmente favorecedora de la corrupción, tiene que desaparecer. El hecho de que haya una partida disponible para emergencias no tiene nada que ver con la secretividad. Si las cosas siguieran iguales durante este año y no hubiera cambios sustanciales en la conformación de esa partida, tendríamos que hablar claramente de falta de ética en el gobierno actual.
La lucha contra la pobreza, el desempleo y los efectos de la crisis sigue siendo un reto que nadie niega. Las medidas en favor de una recuperación de la economía pueden ser discutibles, deben ser dialogadas, y necesariamente llegar a verdaderos acuerdos nacionales que abran luces de esperanza para nuestro pueblo y le deparen una mayor justicia social. Un país como el nuestro, con una orientación al consumo exageradamente fuerte, con una fuerte densidad de población, viviendo una gran parte de nuestra gente en verdadero hacinamiento, con un reparto de la riqueza terriblemente injusto e inequitativo, tiene que seguir haciendo cambios en el área fiscal, en el área productiva y en el fortalecimiento de las redes de protección social en el campo de la salud, las pensiones y la educación.
No todo se podrá hacer en un año, pero tiene que verse claramente que la dirección del país va en la ruta de un cambio económico, social y cultural. De lo contrario los problemas no harán más que crecer. Y repitiendo al Bolívar cercano a la muerte y cansado de servir a la revolución, los salvadoreños harán suya la frase que él decía de los americanos. En nuestro caso sería: “Lo mejor que puede hacer un salvadoreño en El Salvador es emigrar”.
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