martes, 26 de enero de 2010

Referéndum

Editorial YSUCA


Referéndum



Ciertos sectores de El Salvador gustan de producir fantasmas. Cualquier idea que no sea propia la ven como una terrible conspiración. Ahora es el referéndum uno de los temas que asustan. Sin embargo desde hace tiempo muchas personas democráticas han venido hablando de que se necesitan cambios en la Constitución. Entre ellos se ha mencionado con frecuencia la aprobación del referéndum. Nadie entonces protestaba, porque seguramente confiaban en que ARENA no lo iba a permitir. Pero ahora que el FMLN habla del tema, el referéndum se convierte en una especie de prueba de que se quiere seguir el camino de Hugo Chávez.

Pero el referéndum en sí mismo no es ni antidemocrático ni, mucho menos, malo. Que Chávez lo use bien o mal es simplemente una cuestión de apreciación política y ética. De hecho a muchos nos gustó la figura del referéndum precisamente cuando se intentó echar a Chávez del poder. El famoso referéndum revocatorio en Venezuela fue aplaudido con entusiasmo por nuestra derecha criolla. Así mismo a muchos nos hubiera parecido también más democrático que antes de enviar tropas a IRAK, aquel pésimo presidente que fue Francisco Flores hubiera hecho un referéndum sobre si enviar soldados o no a dicho país petrolero. Pero ni el presidente ni la democracia salvadoreña no daban para tanto en aquel momento.

Si queremos buscar un punto de vista imparcial sobre el referéndum podemos acudir a la doctrina social de la Iglesia. En el número 413 del Compendio de Doctrina social de la Iglesia, editado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, se nos dice textualmente lo siguiente: “El referéndum es también un instrumento de participación política, con él se realiza una forma directa de elaborar las decisiones políticas. La representación política no excluye, en efecto, que los ciudadanos puedan ser interpelados directamente en las decisiones de mayor importancia para la vida social”. En otras palabras, que no podemos establecer una contradicción entre democracia representativa y democracia participativa. Al contrario, ambas contribuyen al desarrollo de la democracia.

En el caso de El Salvador se podría perfectamente introducir el referéndum en la legislación, haciendo constar de que no es un mecanismo para cambiar la Constitución. La Constitución señala ya los modos de cambio y qué se puede cambiar y qué no en su propio texto. Ciertamente el régimen representativo y pluripartidista es esencial no solo a la Constitución, sino a la democracia, y debe mantenerse. La no reelección inmediata de los presidentes, aun no siendo esencial para la democracia, es conveniente en nuestro caso particular mientras la democracia no esté mejor asentada. El referéndum podría ser un mecanismo importante de revalidación de políticas concretas. Y ciertamente daría a los salvadoreños un nivel mayor de participación democrática.

Ciertamente no se trata de usar el referéndum a cada rato. Es una medida extraordinaria, y para obligar al Estado a convocarlo se deberían reunir más firmas de solicitud que para poder constituir un partido político. Pero ciertamente hubiera salvado la vida de varios salvadoreños si se hubiera convocado antes de tomar la decisión de enviar soldados a IRAK.

Si detrás de cada propuesta de un partido político que no nos guste vemos una falsa y malvada intención, el diálogo en El Salvador no prosperará nunca. No podemos ver maldad en todo lo que ARENA propone, aunque mientras fue gobierno no lo hubiera propuesto, ni podemos ver maldad en todo lo que propone el FMLN. Lo fundamental en la democracia es analizar desapasionadamente las cosas y ver si la propuesta es buena o mala para la democracia y el desarrollo. Y como cualquier propuesta buena puede ser utilizada mal, también discutir con racionalidad qué limitaciones se le pone a toda propuesta buena, para que pueda ser utilizada solamente de un modo positivo. El referéndum es de esas ideas buenas que hay que saber manejar bien.

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