viernes, 20 de agosto de 2010

Los Tikales de Apopa

Editorial Ysuca




Los Tikales de Apopa




En los alrededores de Apopa hay una gran cantidad de barrios dormitorio, donde la vida salvadoreña es intensa, el trabajo duro y la lucha por la existencia llena de tensiones y esperanzas. Los índices de delincuencia son fuertes en muchos de estos sectores, y los espacios públicos se han visto reducidos por la inseguridad y la violencia. A un conjunto de estos barrios se les suele llamar los Tikales, por haberse construido con las denominaciones Tikal Uno, Dos y Tres. En esta populosa zona pegada a Apopa se había perdido un mercado, la casa comunal y el parque el Rinoceronte, ubicado junto a ambas construcciones, así como a la capilla de la Iglesia Católica. La inseguridad había forzado al exilio de los vendedores del mercado, algunos vecinos habían abandonado sus casas, el parque estaba abandonado y la casa comunal tenía un exceso de basura en su predio, las láminas del techo rotas y prácticamente estaba inutilizable y por supuesto inutilizada.


A través de un convenio con la Secretaría Estratégica del actual Gobierno, un amplio grupo de estudiantes de Administración de Empresas de la UCA en su proceso de graduación iniciaron un proyecto de recuperación de esos espacios públicos. Se pusieron a diseñar, pintar, limpiar, reparar, reconstruir los espacios mencionados. La comunidad se juntó inmediatamente al esfuerzo de los jóvenes mientras la PNC y la Municipalidad ofrecían apoyo y seguridad. Los estudiantes tomaron el esfuerzo como un proyecto, consiguieron fondos, sudaron al lado de la gente sencilla, recuperaron, junto con la comunidad el espacio público.


Este tipo de actividad muestra la importancia de la solidaridad. Los jóvenes descubrieron que los barrios supuestamente peligrosos no lo son tanto. Están poblados por gente mayoritariamente buena, pero que ha estado de tal manera abandonada por el Estado, que la violencia ha dominado, individualizado y atemorizado a la población. Población que en cuanto siente un mínimo de seguridad y de apoyo, revive, se multiplica en su entusiasmo y se une. Los estudiantes aprendieron algo que no se aprende simplemente con los discursos. Aprendieron que El Salvador es más que San Salvador, o más que las zonas seguras en donde habitan. Que hay gente mejor que ellos en condiciones mucho peores. Que no se puede vivir en un país sin confianza mutua entre todos los sectores sociales, y que la confianza se construye acercándose a los problemas y no echando discursos sobre los mismos. Es la misma experiencia que la que tienen otros grupos de jóvenes, como los de Un Techo para mi País, que en el trabajo de construir al lado de la gente necesitada casas de emergencia, reciben mucho más de lo que dan.


Pero en el caso de los Tikales además, la recuperación de los espacios públicos, la unión de la comunidad ante el esfuerzo de recuperar dichos espacios, la colaboración de la Municipalidad y del Ministerio de Justicia y Seguridad, contribuyó a hacer descender en los últimos seis meses de un modo ostensible la delincuencia en la zona. Los modelos de intervención para el desarrollo en que comunidad, instituciones tanto municipales como estatales, y sociedad civil se unen para sacar un proyecto adelante, son siempre eficaces y no sólo en un aspecto, sino en varios.


Los problemas de El Salvador no se resolverán sin un crecimiento de la confianza mutua. En el Consejo Económico Social, en definitiva, se está tratando, en torno a los problemas que se discuten, de encontrar, en la solución de los mismos, caminos de construcción de la confianza. La confianza entre personas las convierte, desde la perspectiva humana, en seres solidarios. Y desde la perspectiva política, en ciudadanos. Nada ofrece mayor capital social a un país que la construcción de la confianza en las instituciones y la confianza entre la misma ciudadanía y los diferentes sectores de la misma. De un modo u otro, repetir este tipo de experiencias, ampliarlas, involucrar a la juventud salvadoreña en estas tareas de solidaridad, se convierte en un paso indispensable para el desarrollo. Nadie mejor que los jóvenes como para reconstruir la confianza perdida. Nadie mejor que ellos para poner generosidad, esperanza y futuro en El Salvador.
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“Ningún límite histórico cierra el futuro esperanzado del seguidor de Jesús” (I. Ellacuría)

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