lunes, 10 de mayo de 2010

El Caso Dalton

Editorial YSUCA
El Caso Dalton



Celebramos el aniversario trigésimo quinto de la muerte de Roque Dalton. Y la polémica se ha instalado en el país. Reflexionar una vez más sobre los hechos que rodean el terrible asesinato de este poeta nos ilustra sobre la necesidad de analizar nuestro pasado desapasionadamente y poner a un lado cualquier tipo de capricho o justificación ideológica.

Tenemos que aprender es a llamar las cosas por su nombre. Matar a personas porque piensen diferente de otras es siempre asesinar. Se podrá decir que era costumbre, que la cultura lo permitía. Pero hoy no podemos sino reconocer que matar por pensar diferente no es más que un vil asesinato. Lo eran los autos de fe de la Inquisición, a pesar de la sofisticación de sus procesos penales, lo fueron los atentados impulsados por D´Abuisson o las masacres cometidas por el Ejército de El Salvador, y lo han sido los juicios sumarios que el FMLN emprendió contra diversas personas por diversidad ideológica, supuesta traición, etc. Decir que hubo un proceso, insinuando desde ahí una cierta justificación, es indignante. Y por supuesto una mentira y, de parte de quien eso afirma, una autojustificación monumentalmente hipócrita.

Si aceptamos la posibilidad de procesos en los que se pueda matar a quien piensa distinto y expresa su diversidad de pensamiento, estamos haciendo retroceder a la humanidad varios siglos. O en el caso nuestro, que llevábamos varios siglos de atraso cuando matábamos, no hace más de 20 años, por pensar de diferente manera, es desandar lo andado. Para establecer con firmeza la paz, hay que llamar a las cosas por su nombre. No se puede establecer la paz diciendo que hace 20 años unos crímenes se podían justificar y otros no. Ninguna decisión de matar al alguien, realizada desde cualquier tipo de organización, legal o ilegal existente en El Salvador en el pasado, tuvo justificación. Fue exactamente el mismo tipo de muerte injusta que hoy puede decidir una mara, un grupo de narcos o cualquier tipo de poder informal capaza de tomar ese tipo de decisión. No hay diferencia entre unas y otras, las de ayer y las de hoy, por más discurso ideológico que le queramos echar encima, sea éste de izquierdas o de derechas.

Cuando decimos que hemos pedido perdón, pero seguimos justificando cierto tipo de asesinatos, estamos mintiendo. Y sobre la mentira nunca se construye la verdadera reconciliación. Hacer verdad es el elemento básico de cualquier proceso de reconciliación. Incluido el caso del poeta Roque Dalton.

Reconocer la verdad y pedir perdón formalmente, desde la verdad concreta y desnuda, sin adornos ni palabrería, es el camino verdadero que purifica y transforma. Desde ahí, desde ese reconocimiento humilde y completo de la verdad, podemos comenzar los procesos de comprensión y de diálogo, incluso con los que cometieron ese terrible crimen de privar a otras personas de la vida. Los llamados a la reconciliación sin verdad son simplemente un acto de hipocresía de los poderosos. Perdonar individualmente se puede siempre, y todos debemos estar abiertos al perdón. Pero las dinámicas estructurales de la convivencia social exigen siempre que el estado busque sinceramente la verdad. Sólo desde ahí se logra esa confianza y cohesión social que lleva finalmente a una vida pacífica, tolerante y misericordiosamente humana.

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“Ningún límite histórico cierra el futuro esperanzado del seguidor de Jesús” (I. Ellacuría)

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