viernes, 19 de marzo de 2010

EN EL MES DE SAN ROMERO RECORDEMOS AL OBISPO VALDIVIESO

EN EL MES DE SAN ROMERO RECORDEMOS AL OBISPO VALDIVIESO

miguel ángel chinchilla amaya





Estamos en marzo, mes de San Romero. Treinta años van a cumplirse de su martirio y por vez primera el Estado salvadoreño va a pedir perdón públicamente por dicho magnicidio. Simbólicamente eso es bueno porque rompe paradigmas, aunque habría que ver el costo político que podría significar el abuso del uso y viceversa, es decir en el filo de la blasfemia. Porque por ejemplo ¿qué diría monseñor Romero, sobre la posición del gobierno que actualmente lo aclama y lo proclama, sobre hacer borrón y cuenta nueva con el grupo de golpistas y corruptos que se han tomado el poder en Honduras, a fuer de represión y asesinatos?, ¿qué diría Monseñor sobre la nueva imposición del imperio en este asunto de política exterior? Siendo pragmáticos tendríamos que traer a cuenta la famosa definición del novelista Carlos Fuentes, sobre qué es política:”el arte de comer sapos sin aturrar la cara”.



Pero bien, es inobjetable que la factura de Centro América se le debe a los curas, en nuestro caso el padre de la patria según la historia oficial es Josè Matìas Delgado; el creador de nuestra legislación es otro cura, Isidro Menèndez; el libertador de los esclavos fue el presbítero Josè Simeòn Cañas; nuestro primer periodista también fue un cura. En Nicaragua existió de la misma manera pero mucho antes, un obispo que fue asesinado por los encomenderos a mediados del S.XVI, su nombre Antonio Valdivieso. Muy parecido al caso de monseñor Oscar Arnulfo Romero, quien también murió martirizado por salir en defensa de los más desposeídos.



Es decir, la iglesia católica a pesar de la inquisición y la pederastia, ha brindado a la humanidad grandes y verdaderos humanistas.



A propósito, recientemente una amiga escritora nicaragüense originaria de León, Gloria Elena Espinoza de Tercero, me envió una obra suya de teatro editada apenas el año pasado, cuyo titulo es “Sangre Atávica”. Se trata de una obra dramática de corte histórico y escrita en formato tradicional: dividida en tres actos y un epílogo, en la cual aparece una treintena de personajes en una propuesta de montaje con ciclorama, luces, humo, música, coreografías, etc.; o sea, teatro de mucho recurso, nada que ver con la economía escénica del teatro minimalista.



Pero lo verdaderamente importante en el drama histórico de Gloria Elena, a pesar de los evidentes anacronismos como bien lo señala el prologuista, Jorge Chen Sham; lo importante repito es la relectura que la autora realiza con la historia de Nicaragua, ya que uno de los personajes principales en el drama de la distinguida amiga leonense, es el obispo Antonio Valdivieso, quien muere asesinado en escena por los sicarios de los hermanos Contreras, de una manera brutal y sangrienta.



Fray Antonio de Valdivieso fue nombrado obispo de la diócesis de Nicaragua en 1543. Amparado en las Leyes de Indias defendió con vehemencia a los nativos de Nicaragua, por lo cual el 26 de febrero de 1550 murió martirizado. Por haber sido decapitado algunos sostienen que el obispo Valdivieso es el mismo “cura sin cabeza” de la reconocida leyenda.



Por tanto, se me hace pertinente hoy que conmemoramos el trigésimo aniversario del martirio de monseñor Romero, recordar la legendaria figura del obispo Valdivieso, quien este pasado 26 de febrero estuvo cumpliendo el 460º aniversario de su martirio.



La poeta nicaragüense Vidaluz Meneses, en un comentario que escribió hace tres años sobre mi poemario “Romero Crucis”, decía: “Cuando en Nicaragua rememoramos la vida y el martirio de monseñor Antonio Valdivieso, primer obispo mártir de América Latina, mi referente inmediato y actual es monseñor Oscar Arnulfo Romero de El Salvador”.



Qué bueno ha sido entonces en esta coyuntura del trigésimo aniversario, leer “Sangre Atávica” de Gloria Elena Espinoza de Tercero, cuyo libro ha sido el motivo para estas breves lineas en memoria de nuestros dos obispos mártires centroamericanos, Antonio Valdivieso y Oscar Arnulfo Romero ¡Abur!

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