sábado, 22 de agosto de 2009

Santa Ana: Pos fiestas julias

Santa Ana: Pos fiestas julias
Roxana Contreras Peñate - - 2009-08-17

Las fiestas julias constituyeron la primera prueba de fuego para el nuevo concejo municipal de la alcaldía de Santa Ana, quien el pasado uno de mayo asumió el poder, tras tres períodos de gobierno del Ingeniero Orlando Mena en dos diferentes partidos políticos (en los primeros dos períodos con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Fmln, y en el tercer período con el Partido Demócrata Cristiano, PDC).

Envuelto en rumores de un desfalco de 10 millones de dólares, el ex alcalde Orlando Mena del PDC perdió su puesto ante Francisco Polanco del Fmln, al quedar en un tercer lugar en las votaciones municipales efectuadas a principios de este año.

Así, a sólo un mes y medio de haber asumido el cargo, Polanco y el nuevo concejo municipal se enfrentaban a un reto por demás cercano como lo eran las fiestas patronales en honor a Señora Santa Ana de quien deriva el nombre de este departamento del occidente del país.

Muchos fueron los contratiempos y desórdenes administrativos dejados por la gestión anterior que repercutieron en el inadecuado desarrollo de los procesos habituales en la alcaldía para este tipo de celebraciones.

Por esta razón, las presentes notas enmarcadas en “Santa Ana; Pos fiestas julias” pretende servir de luz para aclarar algunos aspectos que rodearon las pasadas fiestas julias y perfilan la situación actual que rodea a la conocida “ciudad morena” en el sector de los vendedores informales.

Desorden administrativo para el otorgamiento de puestos

Un profundo error cometido desde las oficinas de la alcaldía municipal de Santa Ana fue todo el proceso para el otorgamiento de puestos en el campo de la feria, el Parque Libertad y sus alrededores, la alcaldía, feria del libro, entre otros.

El problema comenzó con la falta de organización de las nuevas autoridades, que, en muchas ocasiones por la inexperiencia, tendían a confundir y enmarañar más los procesos que en años anteriores realizaban los pequeños y medianos comerciantes para poner sus ventas en las fiestas julias.

Como ejemplo, puede citarse el hecho que se obligó a varios comerciantes a pagar dos o tres vialidades y solvencias con la alcaldía para poder optar a tener un contrato para obtener un puesto, lo cual a todas luces es ilegal debido a que la vialidad solamente se saca una vez por año y no dependiendo del número de puestos solicitados, tal cual justificaban los funcionarios de la alcaldía.

Posteriormente, al ver el rechazo de esta decisión, se utilizaron otras formas para cobrar más impuestos, como lo fue el caso de una dulcera de San Vicente, a quien hicieron poner la solicitud del puesto a nombre de tres personas y ya en el momento de los trámites le solicitaron las tres vialidades y las tres solvencias.

Si bien los costos por estos papeles no eran excesivos (1.14 de dólar por vialidad y 4.12 por solvencia de la alcaldía), lo cierto es que dichos cobros ilegales iban en detrimento del bolsillo de los vendedores quienes no se habían encontrado ante tales situaciones en años anteriores.

¿Quién dijo cambio?

La queja predominante entre aquellos que realizaron sus trámites para optar a un puesto en las fiestas julias se debió a la ineficiencia del personal y los recursos de la alcaldía en el área de tesorería y extensión de solvencias.

El sábado 30 de junio se entregarían los contratos a los comerciantes que se distribuirían en los alrededores del Parque Libertad y en el interior de la Alcaldía de Santa Ana, solamente tras presentar la fotocopia de la vialidad y la solvencia previamente cancelada.

Sin embargo, el desorden fue creciendo debido a que no habían permitido la cancelación de la solvencia de impuestos en días previos, sino que se enviaba a los vendedores minutos antes de entregar el contrato.

Esta disposición ocasionó un fuerte desorden administrativo, ya que los personeros de la alcaldía tomaron las papeletas para hacer los trámites sin llevar un orden, con lo cual entregaban de primero las solvencias a aquellos que habían llegado de último, ocasionando un profundo malestar entre aquellos que desde temprano esperaban a que se les entregara la boleta para poder cancelar la solvencia y luego regresar por la solvencia propiamente dicha.

Ante esta situación, la mayoría de vendedores comenzaron a quejarse sobre el “cambio” que tan bien había vendido el Fmln para agenciarse la comuna santaneca y el cual no se podía percibir en la realidad de los trámites.

Un hecho que indignó por demás a los comerciantes, fue el que todavía se estuviera trabajando en máquinas de escribir manuales y que las personas que estaban atendiendo fueran en su mayoría muy descorteses y despectivas con “la gente del mercado”.

Muchos aseguraban que el cambio no había llegado a esta dependencia, porque si no utilizarían unas computadoras que estaban en desuso en otra habitación, en vez de seguir utilizando los “vejestorios” de máquinas de escribir Olympia que tenían.

Los gritos, dimes y diretes fueron el pan de ese día en el que, con suerte, algunos salieron con los contratos para poder optar a un puesto en las fiestas julias.

El puesto para el que tiene más galillo

El jueves 9 de julio era el día indicado para la entrega oficial de los puestos por parte de la Comisión de Puestos de la Alcaldía de Santa Ana.

Los autodenominados “tradicionales” (personas que tenían varios años de ir a vender a las fiestas julias), presumían tener prioridad frente a los novatos.

A falta de un mapa topográfico (indispensable en este tipo de casos), debido a una pugna entre personas de la pasada administración y los nuevos personeros en la comuna santaneca, lo único que les quedaba a los miembros de la Comisión de Puestos era confiar en lo que los vendedores “tradicionales” decían a través de su líder “el Chino”.

Fue así como pasó todo ese 9 de julio en el otorgamiento de los puestos para aquellos que venderían dulces y artesanías, ya que en los puestos más grandes (los destinados para comidas y usualmente llamados “chupaderos”) no había consenso, ya que todos querían sacar la mejor raja.

Los “tradicionales” fueron los más eficaces fiscalizadores en cuanto al otorgamiento de puestos, tal fue el caso de los juegos mecánicos o “maquinitas” que se había ubicado en un puesto en el intermedio de los puestos de comida, cuyo costo equivalía a no menos de 400 dólares, mientras que en sus papeles el propietario aducía el pago únicamente de 162 dólares, y de paso, estaba en un sitio que no le correspondía de acuerdo a los demás vendedores.

Por último, los nuevos eran aquellos que no tenían voz y tenían que conformarse con el lugar que les dieran, sin importar si era bueno o no para la venta de sus productos, sí implicaría altos costos para obtener la luz eléctrica u otros menesteres propios de este tipo de negocios.

La desorganización en el otorgamiento de puestos comenzó el jueves 9 de julio, y los posteriores 4 días, terminando de otorgar el último puesto 2 x 2 en el andén fuera del campo de la feria a una pareja de jóvenes que venderían artesanías y bisutería.

¿Corrupción en la Comisión de Puestos?

Entiéndase por corrupción toda acción en la que un funcionario se vale de su cargo para obtener un beneficio de tipo personal. Eso ocurrió con dos miembros de la Comisión de Puestos de la Alcaldía de Santa Ana, quienes, arbitrariamente, tras haber dado la mayoría de puestos en el campo de la feria, se adjudicaron un espacio de 10 X 15 metros con un costo por metro de 9.18 lo cual totaliza un valor de 2,295 dólares.

Se dice en este caso que se trata de corrupción, debido a que dichos funcionarios no hicieron los trámites realizados por todos los solicitantes (carta de solicitud a la Comisión de Puestos, pago de vialidad, pago de solvencia, llenado de contrato y previa cancelación del puesto en cuestión), sino que, en vistas que sobraba un espacio, decidieron que ellos también pondrían “un chupadero” para estas fiestas julias.

Al cuestionarles sobre su accionar, ellos se hicieron de oídos sordos y no quisieron responder nada al respecto, como es el derecho que tenían los y las santanecas a saber si ellos como juez y parte (miembros de la Comisión de Puestos y beneficiados con un puesto), realmente habían cancelado el impuesto de 2,295 dólares a la alcaldía santaneca como lo habían hecho el resto de comerciantes con sus respectivos puestos.

Asimismo, una de las quejas más sentidas en el momento de otorgar los puestos, fue el hecho de que dependiendo quien recomendaba a la persona así se entregaban los puestos. Así hubo varios casos, como el representante de Pollo Campero (quien al final ya no se ubicó en el puesto que le otorgaron), ya que dicha empresa no había realizado los trámites respectivos y los miembros de la Comisión de Puestos hicieron algunos movimientos “estratégicos” y arbitrarios para buscarle “una buena posición” a dicha empresa.

Además, hubo otros casos en los que algunas personas intentaban conseguir una buena ubicación simplemente por tener algún conocido dentro de la alcaldía o reportar que alguien de la comuna los enviaba.

Otra anormalidad al respecto se da con el supuesto “contrato de exclusividad” suscrito entre Industrias La Constancia, mayoritariamente con sus marcas Coca Cola, Pilsener y Agua Cristal, y la alcaldía santaneca, ya que si los negocios comercializaban comidas y en ellos vendían sus respectivas bebidas, entonces de acuerdo a algunos vendedores ellos debían cancelar a la comuna santaneca un extra de 35 dólares, con lo cual la empresa de bebidas dotaba “gratuitamente” a cada propietario de los puestos los canopy necesarios para cubrir su espacio, así como cámaras refrigerantes, hieleras, chalets, publicidad y en algunos casos hasta la luz eléctrica.

La crisis y las ventas malas

La mayoría de comerciantes ubicados en el campo de la feria, se mostraban decepcionados ante los altos costos de los puestos que no eran proporcionales a las ventas que realizaban. En términos generales, las ventas estuvieron “bastante calmadas” tanto así que ni siquiera los costos de inversión pudieron sacar muchos de los comerciantes allí instalados.

El inicio de las fiestas el 17 de julio con las respectivas mañanitas a la patrona Señora Santa Ana, presagiaban para los vendedores el banderillazo de salida para sus negocios provisionales en el campo de la feria; sin embargo, para muchos fue el primer trago amargo de muchos que beberían en los 10 días que duraban las fiestas.

Muchos comerciantes invirtieron gran parte de sus recursos con la sola idea de conseguir algunas ganancias en estas fiestas; sin embargo, la poca afluencia de personas, las constantes lluvias por la noche, la falta de algunos juegos mecánicos o las “ruedas chivas”, supuestamente detenidas en la frontera con Honduras por el conflicto político que vive el hermano país tras el golpe de Estado a su presidente elegido democráticamente Manuel Zelaya y la crisis económica que ha restado de capacidad adquisitiva a los y las santanecas y salvadoreñas en general fueron algunas de las causas que originaron las “ventas malas” del 17 al 24 de julio.

Sin embargo, el 25 y 26 de julio (principalmente en la tarde y noche) las cosas pintaban mejor para los comerciantes, ya que los puestos “más grandes” lograron, en su mayoría sacar gran parte de los costos de inversión y un poco de ganancia, aunque tal vez no era la que ellos esperaban.

Maltrato en el día a día con otros vendedores

En el mundo de los comerciantes lo que impera es la ley del más fuerte, caracterizada por los gritos, una actitud defensiva y el hecho de estar fisgoneando a ver “qué hace el puesto que tengo a la par”.

Sin duda alguna, la constante exposición en este medio, hace que la mayoría de vendedores salgan con el galillo por delante ante cualquier situación que insinúe el hecho de afectarlos en alguna manera.

Los vendedores en términos generales no son malos, ni siquiera quieren serlo; simplemente se da el caso que la mayoría de personas, aduciendo ignorancia de su parte, tratan de sacar ventaja y afectarlos económica, social, política y culturalmente.

Esto se evidenció en muchos casos, por ejemplo, la unión formada por los “tradicionales” en el otorgamiento de los puestos de comida y bebida. Esta unión no sólo les permitió obtener los “mejores lugares” de acuerdo a los novatos, sino también corroborar que en un sector extremadamente competitivo como es el comercio informal, lo más apropiado es asociarse y luchar juntos por los mismos intereses, ya que el maltrato día a día entre vendedores no conduce a más, sino a la pugna de un sector importante para la economía de Santa Ana.

La inexperiencia se paga cara

En este tipo de fiestas, ser joven y novato se paga muy caro. Esto lo aprendió muy bien una pareja de jóvenes a quienes se les entregó su puesto de 2 x 2 metros el domingo 12 de julio pasado el mediodía por parte de los miembros de la Comisión de Puestos. Los ubicaron en los alrededores del campo de la feria debido a que los miembros de dicha comisión ya se habían adjudicado el espacio de 10 x 15 arbitrariamente y no se querían tomar la molestia de volver a hacer las mediciones; la opción que les dieron fue la de colocarlos al final cerca de los circos y los baños públicos (lugar muy malo para las ventas).

Fue así que con fastidio y hambre, los miembros de la Comisión los dejaron en un andén, fuera de una casa morada, cuya propietaria había previamente alquilado el lugar y solamente le había hecho falta un puesto justamente de 2 x 2 metros, razón por la que colocaron a esta pareja de jóvenes en ese lugar y los dejaron a su suerte.

La dueña de la casa como ya tenía armado su tamal (ya había subarrendado ilegalmente el espacio, porque de acuerdo a la alcaldía ningún propietario de casa puede alquilar si no va a poner un negocio propio), engañó a más no poder a la pareja de jóvenes. Les quitó el puesto descaradamente y según ella “les dio la oportunidad” de ubicarse en su estacionamiento (otro acto ilegal de su parte porque en ellos no se pueden poner ventas debido a que entran o salen carros, por eso la alcaldía no cobra dicho espacio); además les dijo a los jóvenes que les daría un canopy para que no se asolearan ni mojaran, cosa que desmintió el primer día y los dejó sin ninguna protección al sol o lluvia, les había quitado el puesto y de remate había engañado con la “bajada de la luz”.

Así, a la intemperie, a oscuras y en una ubicación que no era la de ellos, la pareja de jóvenes no perdió la esperanza de recuperar al menos su inversión con los días de las fiestas, lo cual no pudo ser. Ellos habían pagado 46 dólares en impuestos y gastado unos 125 dólares en materiales para hacer bisutería fina; lo primero lo recuperaron, lo segundo simplemente quedó en el material. La afluencia de personas y potenciales compradores en dicha zona fue muy baja en la mayoría de los días de las fiestas. Además, los que se acercaban querían las cosas “demasiado baratas” aunque sabían que eran de buena calidad y aceptaban que estaban “bien bonitas”.

El colmo de esta experiencia lo sufrieron el 25 de julio por la mañana, fecha en la que la propietaria de la casa le dijo a la joven que pusiera el canopy con su hermano para que no se “asolearan”. Esto disgustó mucho a la joven y la encaró aduciendo que ellos no lo pondrían porque total ya habían pasado 10 días antes de la misma manera y no iban a cambiar un día antes de finalizar las fiestas.

La señora, de esas señoras de sociedad que llevan al Jesús en la boca y lo contradicen con sus palabras, quiso dárselas de buena y blanca palomita e indicó que todo lo que ella hacía era para “el bien” de aquella pareja de jóvenes. Esta hipocresía venida de la boca de la misma mujer que el primer día le había quitado el puesto, los había engañado y de paso había dicho que a ella no le importaba si llovía y ellos se mojaban, hizo enfurecer tanto a la joven quien le indicó que realmente no hacía nada por ninguna persona que no fuera ella misma.

Con el ego dolido, volcó su enojo hacia los vendedores que estaban a la par de los jóvenes artesanos y los puso en contra para que desocuparan el puesto que ella les había quitado. Este fue el punto final para esta aventura. La joven enfurecida desalojó el puesto, a sabiendas que perdería de vender en “los días buenos” (25 y 26 de julio) y aprendió una lección de la vida de la manera más dura… viviéndola.

No se recuperó ni la inversión

Uno de los muchos casos ocurridos a los vendedores debido a su inexperiencia fue el de una señora, quien recientemente había adquirido un carrito para hacer tortas, chéveres y hamburguesas, razón por la cual fue a la alcaldía santaneca a solicitar un permiso para vender en las calles de la ciudad morena.

Para su sorpresa, la ubicaron en los alrededores del campo de la feria pues en esas fechas “no estaban dando puestos en otro lado”. Con la inexperiencia al hombro asumió la posibilidad como un reto y quedó completamente decepcionada. Esto, comenzando con la mala ubicación que se le dio en uno de los andenes, posteriormente por la gran competencia y sobre todo por la poca afluencia de transeúntes por la zona.

Cuando tuvo algún “día bueno” logró vender unos 20 dólares; sin embargo, los gastos de la “bajada de la luz” (entre 40 y 60 dólares), el pago del respectivo recibo de la energía eléctrica (16 dólares), el pago del impuesto municipal (72 dólares) porque le “habían dado un puesto más grande” y el hecho de estar comprando los ingredientes a diario para estar preparando “su venta” hizo que la inversión fuera por mucho mayor a la ganancia obtenida.

Para rematar el caso, Reyna y su hija Karla, tuvieron que prestar dinero para pagar a la Coca Cola por la bebida que se les había dado en consigna (pagar sólo la que habían vendido). Una amarga experiencia para este par de vendedoras de tortas.

Historias no contadas de las fiestas julias

Una de estas historias es la de una vendedora de dulces nacida en San Vicente, que desde hace 28 años viene desde su tierra natal hacia Santa Ana para vender en sus fiestas julias. De acuerdo a la propietaria de “Dulcería Adelita” esta forma de ganarse la vida les ha servido a ella y su esposo, para poder sacar adelante a sus 8 hijos. La queja recurrente de esta pareja de vendedores fue el alza en los impuestos municipales para ubicar sus cinco puestos (3 en el campo de la feria, 1 en la feria ganadera y 1 en las afueras del Estadio Oscar Alberto Quiteño).

La más “tradicional” de todos los vendedores era una señora que vendía carnitas, pupusas, comida y bebidas gaseosas y cervezas desde hace 45 años, según ella, sus ventas las ha colocado desde que el campo de la feria se ubicaba en los alrededores del Mercado Colón en Santa Ana.

Las inversiones que realizan los vendedores en estos tipos de ferias pueden ser un tanto altas. Tal es el caso de un hombre que vendía panes a 2 dólares cada uno. Esta persona tenía empleadas a 8 personas (con clara tendencia homosexual), a quienes pagaba $60 dólares por todas las fiestas en un trabajo de 9 de la mañana hasta las 3 ó 4 de la mañana del siguiente día. Los 3 puestos que adquirió tenían un total de 1,500 dólares, aunque su comercio (caracterizado por las cervezas y boquitas) fue uno de los que tuvo una mediana aceptación a lo largo de las fiestas.

No hay comida arruinada que el agua con cal y el bicarbonato no puedan arreglar. Esta fue una de las grandes lecciones que dejan las cocineras de los puestos de comida de las fiestas julias.

Sin importar el estado de daño en el que los alimentos se encuentren, ya sea porque no fueron vendidos o hicieron mucho, la cuestión está en que cuando los clientes no llegan (principalmente en las mañanas) se dedican a recalentar las comidas y a echarles las cantidades necesarias de bicarbonato o de agua con cal, para no perder nada de lo invertido.

Roxana Contreras Peñate, periodista salvadoreña, colaboradora de Raíces.

http://www.raices.com.sv/redvista.php?id=86

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