domingo, 9 de agosto de 2009

Hacia dónde va el cambio

9 de Agosto 2009

Editorial YSUCA




Hacia dónde va el cambio








Está muy bien que se hable de cambio. Pero todos los ciudadanos debemos preguntarnos cuál es el cambio que deseamos y queremos. Para los cristianos, la voz de Benedicto XVI en su último mensaje universal, nos recuerda rutas auténticas de cambio. Decía a finales de Junio pasado que “el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad: Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”. No puede haber cambio si no se toma una opción básica por defender a la persona en todos sus derechos. Y especialmente, cuando hay pobreza, miseria, exclusión e injusticia, la obligación de velar por la persona debe aparecer en la construcción de justicia y desarrollo rápido de los derechos económicos y sociales de la población.


Esto tenemos que entenderlo todos, y especialmente aquellos que viven en la opulencia o el bienestar. Al lado del centro comercial Multiplaza hay un anuncio de una residencial que dice lo siguiente: “eres donde vives”. Nada más falso que eso. El tener, el vivir en una casa de lujo, no te hace ni más humano ni mejor. Al contrario, te convierte en una persona con una enorme deuda social. El propio Papa, en la carta encíclica ya citada denunciaba que “en las zonas más pobres, algunos grupos gozan de un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora”. Quienes viven en ese tipo de vivienda de lujo que se anuncia en esa zona de la Escalón, sólo pueden justificarse si trabajan arduamente para que las mayorías de nuestra población salgan de la pobreza o la exclusión. Pero lamentablemente ese tipo de residenciales suelen amurallarse para separarse lo más posible de El Salvador realmente existente. El subdesarrollo moral de las grandes mansiones es con frecuencia más peligroso para un país que el subdesarrollo socioeconómico.


El cambio en El Salvador vendrá cuando nos convenzamos de que sólo la búsqueda del bien de las mayorías, de todos y todas, garantiza el verdadero desarrollo. De nuevo citamos la carta encíclica de Junio, Caridad en la Verdad: “El objetivo exclusivo del beneficio, cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de destruir riqueza y crear pobreza”.


Y sobre todo, como muy bien sigue diciendo el papa, “el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de los diferentes países, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, poner en peligro la democracia, sino que tiene también un impacto negativo en el plano económico por el progresivo desgaste del ««capital social»», es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil”.
Los asesinatos, la corrupción, la debilidad de las instituciones, la falta de transparencia, son signos evidentes de la falta de cohesión social en El Salvador. Y las causas hay que verlas precisamente en ese afán de lucro desproporcionado de algunos sectores. El cambio debe venir desde la conciencia, desde el apoyo a toda medida que mejore la situación de los más pobres y desde el mejoramiento, fortalecimiento y reestructuración de las muy débiles redes de protección social que el país tiene.


A esta tarea tiene que contribuir también la empresa, aunque ello suponga en algunas de ellas “cambios profundos”. En otras palabras, y utilizando el vocabulario de Benedicto XVI, “uno de los mayores riesgos es sin duda que la empresa responda casi exclusivamente a las expectativas de los inversores en detrimento de su dimensión social”. Aunque la ganancia es legítima, fijarse más en la dimensión social de la empresa que en la maximización de los márgenes de ganancia, es a la larga mucho mejor para la economía nacional que la voracidad con la que algunos empresarios han trabajado hasta el presente.

Por el P. José María Tojeira s.j.
Rector de la UCA El Salvador

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