jueves, 29 de abril de 2010

Las instituciones y su control

Editorial YSUCA
Las instituciones y su control




La solución que se está buscando al registro nacional de las personas ha levantado críticas y confrontaciones en la última semana. Después de la mala experiencia de un dominio prácticamente pleno de un sólo partido sobre el registro, se quiere pasar ahora al control de otro partido. Quienes manejaron a su antojo el Registro sospechan que el FMLN quiera hacer lo mismo y protestan.


Sin embargo hay dos realidades inobjetables. El Registro de la s personas necesita una buena revisión. Y además de eso, y para ello, necesita un mayor control ciudadano sobre el funcionamiento institucional, igual que otras muchas instituciones del país. El FMLN está ciertamente interesado en una revisión seria del padrón y eso es positivo. Pero el acaparar el control partidariamente no es positivo. Que un sólo partido tenga el control de una institución como el registro de las personas, por muy buena intención que se tenga, es peligroso para la democracia. Se puede entender que sea el presidente de la república el que nombre al Director del Registro, pero no de una terna propuesta por un partido. Si lo nombra el presidente es mejor que lo nombre directamente, sin filtro partidario, pero que la ciudadanía tenga acceso real a la supervisión del funcionamiento de la institución.


En general en El Salvador se da la tendencia a politizar instituciones que deberían ser plenamente independientes en su funcionamiento con respecto a los partidos políticos. El ejemplo más recurrido es el de la Corte de Cuentas, en poder del PCN desde hace muchos años. Un poder que sirve para contratar amigos del mismo partido, e incluso proteger y amparar la presunta corrupción de cualquier persona que por los favores que sea ha logrado la amistad del partido en el control de la Corte. Pero también otras instituciones como la Corte Suprema de Justicia corren el peligro de depender de partidos con el sistema de elección de segundo grado imperante. Frente a esta tendencia la solución para el registro de las personas no puede ser la de pasar del control de un partido al de otro, sino la de aumentar la auditoría ciudadana.


Frente a la burocracia partidista que existe en El Salvador no hay mejor remedio que la participación de la sociedad civil en los procesos de selección de candidatos. Colegios profesionales, universidades, asociaciones u organizaciones no gubernamentales de expertos reconocidos, pueden constituir los grupos que propongan candidatos o que los revisen. Casos como el de aquel juez, Peñate Polanco, que apareció en el puesto de Procurador de Derechos Humanos, no se habrían dado a poco que se consultara con la los expertos en Derechos Humanos. Y aunque la Corte Suprema tiene entre sus filas personas honorables, la selección hubiera sido mejor, en general, si el proceso de consulta hubiera pasado por las Universidades y otras instancias ciudadanas, y se hubieran tenido controles de calidad con respecto a publicaciones y trayectoria de personas.


Institucionalizar formas de auditoría ciudadana, especialmente en instituciones como el Registro Nacional de las Personas sería también una forma de impedir las trampas y las manipulaciones del registro. En efecto, la oficina de control de las personas debería tener en su propio reglamento normas que permitieran a instituciones ciudadanas examinar procesos, contrastar datos, por supuesto con condiciones muy claras de no utilizar los datos del registro.


Hasta ahora el Registro de las personas ha estado controlado en la práctica por el partido ARENA. Pasarlo al control del FMLN, o buscar otras fórmulas de control partidario no dará los resultados de confiabilidad adecuados para la democracia. Aunque tenga su lógica que al Director del Registro lo nombre el Gobierno, y en particular el presidente de la república, no un partido, por razones de eficacia, deben abrirse fórmulas muy claras de auditoría ciudadana sobre la actividad y trabajo de la institución.
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“Ningún límite histórico cierra el futuro esperanzado del seguidor de Jesús” (I. Ellacuría)

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