lunes, 5 de septiembre de 2011

San Salvador: En defensa del Libro


Miguel Ángel Chinchilla Amaya
Actualmente los libros se enfrentan a una lucha encarnizada contra la tecnología, mis hijos por ejemplo para conocer el significado de una palabra ya no acuden al viejo Larousse sino al Blackberry. Uno de los argumentos que sostienen los apologistas de la tecnología contra el libro es que entre menos libros se editen habrá menos árboles sacrificados. Parece ser entonces que para los libros los días están contados.
El libro de tal suerte se convierte en un artículo pasado de moda con el agravante de ser depredador de la ecología, y se dice que por ello ya casi nadie lo demanda.
Algunos profesores de lenguaje en el interior del país no leen ni los periódicos, pero sin embargo les hablan a sus alumnos sobre lo poco que saben de Don Quijote o de Hamlet. No cabe duda que estamos en presencia del síndrome de Alejandría, ya que las bibliotecas también están pasando de moda, los libros en los anaqueles están cundidos por las telarañas o son alimento para las polillas, que sin lugar a dudas son las únicas interesadas en sus páginas.
Leer un libro ha dejado de ser entretención, aparte de que las masas desposeídas andan más preocupadas por el subsidio del gas o por la canasta básica que por saber lo que escribían  Francisco Gavidia o Rubén Darío, tan solo para citar dos clásicos de la literatura centroamericana.
Los libros de textos tampoco son la excepción, porque hoy día los estudiantes con el recurso de la Internet poseen un instrumento maravilloso de copy & page, que les ahorra la molestia de consultar aburridas enciclopedias o pesados mamotretos. Esto sin mencionar que la lectura es un hábito que debería fomentarse en el hogar, cuando hay suerte de pertenecer a uno, aunque es más importante tener un aparato de televisión y mirar telenovelas que perder el tiempo con un libro, o bien, es de mayor urgencia en este sistema consumista poseer un teléfono celular que disfrutar de una buena obra literaria.
Cierta vez en un banco mientras hacíamos la fila para llegar al cajero, una persona me dijo al percatarse que yo leía un libro: “para matar el tiempo”, no, le contesté, para aprovecharlo. Ergo, el libro es cada vez un artículo para minorías, mientras que las grandes mayorías siguen creyendo absurdamente que el libro más importante es La Biblia, sin darse cuenta que es más importante el diccionario de la RAE porque te salva de la ignorancia, por algo le llaman el mataburro.
En ese orden de ideas y frente a la inopia cultural que significa la devaluación de los libros, sobre todo en este país donde las máximas entretenciones siguen siendo el futbol y la política mercachifle; hace algunos años este servidor inició un proyecto radiofónico a través del cual mi objetivo principal era y es compartir la literatura de grandes escritores nacionales e internacionales,  sobre todo con las masas populares que son las más vulnerables en los aspectos de cultura y educación, fomentando de esa manera el conocimiento de los autores clásicos e induciendo a los radioescuchas a leer las obras originales cuando les fuera posible.
Comencé en un primer momento con los clásicos salvadoreños, tales como: Francisco Gavidia, Arturo Ambrogi, Francisco Herrera Velado, Salarrué, José María Peralta Lagos, Claudia Lars, Alberto Rivas Bonilla, Roque Dalton, José Roberto Cea, David Escobar Galindo y Matilde Elena López, entre otros. Produje también un disco de grandes fabulistas, desde Esopo, pasando por Iriarte, Samaniego, hasta nuestro máximo exponente del género León Sigüenza. Adapté obras de escritores universales como el Decamerón de Giovanni Bocaccio, Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, El Principito de Antoine de Saint Exupery, Disturbios en la Fábrica del Premio Nobel, Harold Pinter. También he producido obras de Khalil Gibran, Rubén Darío, Alejo Carpentier y Julio Cortázar. A nivel de literatura centroamericana produje un disco titulado Grandes Narradores de Centro América, que contiene seis clásicos de la narrativa regional, uno por país: José María López Valdizón de Guatemala, Arturo Martínez Galindo de Honduras, Arturo Ambrogi de El Salvador, Pablo Antonio Cuadra de Nicaragua, Carlos Salazar Herrera de Costa Rica y Rogelio Sinán de Panamá.
En el marco de la conmemoración del Bicentenario de la primera gesta independentista en Centro América, produje recientemente un disco titulado Colección Bicentenario, que comprende la producción de cinco obras literarias con el tema de la historia nacional en la búsqueda de una identidad propia como nación.
Mi programa radiofónico Clásicos de Chinchilla que se transmite a través de YSUCA, no es un programa de lectura de obras sino de recreación de obras narrativas y/o dramáticas, dentro del formato de teatro radiofónico, es decir, adaptamos las obras a lenguaje de radio como en la mejor época de oro del medio radial, como alguna vez lo hicieran Orson Wells y Bertolt Brecht respectivamente.
En la actualidad Clásicos de Chinchilla cuenta con un corpus de casi un centenar de obras literarias adaptadas a lenguaje radiofónico, a través del cual inducimos al radioescucha hacia el encuentro de la obra original.
En otro orden y siempre en la promoción y fomento del libro centroamericano y aprovechando asimismo el contexto del Bicentenario, el grupo literario AMATE y la Asociación de Escritores de Centro América, ADECA, vamos a realizar en  noviembre próximo el Primer Foro del Libro Centroamericano 2011, con el apoyo de la Secretaría de Cultura y algunas universidades, en la búsqueda de implementar las bases para una futura política del libro en la región, tanto en su producción como en su distribución y consumo.
Como decía al principio la tarea no es fácil, ya que existe una lucha desigual entre la tecnología consumista y el libro como producto que sufre hoy más que nunca de muy poca demanda, sin embargo como reza la sabiduría popular, no hay peor lucha que la que no se hace y nosotros como buenos románticos somos necios y testarudos y estamos en la disposición de seguir dando la batalla en función de que el libro recupere su estatus de gran oráculo, de máximo guardián de la sabiduría, en esta coyuntura histórica en que paradójicamente se especula tanto sobre la libertad de expresión y el derecho a la palabra, una época realmente oscurantista y aparentemente de poca esperanza, no obstante no hay que dejarse y lo mejor que podemos hacer es continuar consumiendo libros y seguir publicándolos, en la terquedad de horadar la roca de la necedad y la ignorancia.
Como colofón diré que las anteriores líneas serían expuestas en una mesa redonda titulada “el libro en Centro América” que con ocasión de la XV Feria Internacional del Libro en Centro América, sería realizada en una de las salas que para el efecto habían sido preparadas por los organizadores en las instalaciones del CIFCO de San Salvador. No obstante quizá por el día y la hora en que se había programado nuestra actividad (lunes 29 / 6:30 pm), no hubo presencia de público y por lo tanto la actividad se tuvo que suspender, lo cual confirma la inopia cultural, la devaluación del libro como agente de cultura y el oscurantismo de la época, a los cuales me refería en líneas anteriores; pero confirma también que las cosas de la gestión cultural no se están haciendo mejor que antes, ya que inclusive la publicidad de la Feria ha sido casi nula, tanto así que en uno de los periódicos matutinos nuestra actividad ni siquiera se mencionaba. Es penoso que sigan sucediendo estas cosas por falta de visión y previsión, y ojala que en el futuro no vuelvan a repetirse ya que es necesario trascender la retórica secular de cumplir con lo planificado solo por salir del paso ¡Abur!

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