miércoles, 3 de noviembre de 2010

El juego del ridículo

Editorial Ysuca
El juego del ridículo




A algunos diputados de la Asamblea Legislativa les cuesta pasar mucho tiempo sin hacer el ridículo. Como que se aburrieran si no dan una declaración absurda, si no emiten una ley tonta, o si no suprimen una parte inteligente de una ley. Hoy el tema ha sido la cólera que le ha dado a algunos diputados de derecha porque el presidente del Banco Central ha dado a entender que la aprobación de leyes de parte de los diputados depende bastante de que tengan intereses, más que de responsabilidades con el país. Y sin embargo es obvio que se mueven fundamentalmente por intereses. Y cuando no quieren que sus intereses o los de sus amigos se toquen, se unen rápidamente. La eliminación de la medida que proponía el Ministerio de Hacienda, obligando a la declaración patrimonial de quienes ganan más de 75.000 dólares al año, ha sido un escándalo más, protagonizado por estos pobres e ignorantes diputados que no tienen idea de cómo funciona un sistema de impuestos moderno y avanzado. Ojalá el presidente Mauricio Funes ponga el veto a esa decisión de quienes no quieren que haya trasparencia en los niveles superiores del impuesto sobre la renta.


Esa mezcla de ignorancia y falta de escrúpulos ha sido manifiesta. No sólo en esta legislatura, sino en toda la historia reciente de nuestra Asamblea. Oír los discursos de los diputados es simplemente escuchar palabras, con frecuencias carentes de ideas. Eso sí, expresando intereses. La reflexión y la independencia intelectual es casi nula. La pobreza de argumentos vergonzosa para cualquiera que conozca ligeramente las necesidades del país. Escuchar al diputado Merino hablando chocarrerías para supuestamente defenderse del presidente del Banco Central es casi tan vergonzoso como el espectáculo que nos dio hace varios años en la tele.


La Asamblea Legislativa sale sistemáticamente en los últimos puestos de aprobación ciudadana cuando se le consulta a la población su juicio sobre diversas instituciones. No se ha ganando la confianza de la ciudadanía generalmente por culpa de la abundancia de gente poco preparada que existe en la misma. Y porque la gente piensa al escuchar cómo discuten en la Asamblea, que hay más obediencia a líneas externas que a pensamiento propio, más preocupación por seguir la línea del partido que por interesarse realmente en la gente, más ganas de hostigar al contrario que de encontrar consensos sobre las graves necesidades del país.


Por eso llama la atención de que le haya molestado tanto a algunos Asambleístas que les digan que se mueven por intereses. En realidad lo que les ha dicho el presidente del Banco Central no es más que una mínima parte de lo que piensa la ciudadanía de ellos. Aunque no todos los que están en la Asamblea sean indeseables, hay una buena cantidad de personas irresponsables e ignorantes. E incluso desde una visión jurídica bastante documentada, un relativo buen número de diputados debería ser desaforado y destituido por violar la Constitución, si no por comisión al menos por omisión. Porque la Constitución tiene 27 años de existencia y algunos de los derechos que la misma otorga a la ciudadanía todavía no han sido consignados en la legislación secundaria. Es una vergüenza que la Constitución dé derechos al ciudadano y diga que esos derechos se regirá por legislación de la Asamblea, y las diferentes Asambleas Legislativas se hayan negado a emitir leyes que regulen esos derechos constitucionales. A eso se le llama violar la Constitución por omisión. Pero entre nosotros las violaciones a la Constitución sólo se mencionan cuando hay intereses de los poderosos de por medio. Los derechos del ciudadano pobre o sin voz como que no fueran constitucionales.


Un mínimo de sensatez es necesaria, y los diputados sensatos debían pronunciarse contra la insensatez de llamar al Presidente del Banco Central. Incapaces de enfrentarse con la opinión pública ciudadana, llaman sóllamente a los funcionarios a quienes creen que pueden amedrentar. Pero tal vez lo más inteligente sería que llamaran a diferentes personalidades de la sociedad civil y les preguntaran el por qué de la baja reputación que tienen los diputados entre la ciudadanía. Tal vez así podrían corregir errores, mejorar su trabajo y contribuir a la democracia. Porque una institución tan desprestigiada como nuestra Asamblea abona realmente muy poco a la cultura democrática de El Salvador.
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"Cuando la situación histórica se define en términos de injusticia y opresión, no hay amor cristiano sin lucha por la justicia" (I. Ellacuría, 1977)

16 de noviembre de 2010, XXI aniversario de los mártires de la UCA

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