jueves, 14 de octubre de 2010

El viaje a Cuba

Ética y Política
El viaje a Cuba
José M. Tojeira








Tanto antes como después, el viaje a Cuba del presidente Funes ha sido ampliamente comentado. Como de costumbre se discutían ventajas e inconvenientes. Y no faltaron los que presentaban un futuro sombrío, lleno de amenazas para los salvadoreños. Algunas reflexiones, así como una crítica del lenguaje político, pueden ayudarnos, ahora que ya pasó la visita, a poner las cosas en su sitio.


En primer lugar ampliar las relaciones diplomáticas es siempre bueno para un país. Tener miedo a otros países no es más que un síntoma de debilidad. Cuba, por otra parte, es un país latinoamericano, cuyo pueblo es parte de la fraternidad de nuestro continente. Reactivar relaciones diplomáticas y que el Presidente haga una visita de Estado a esta isla caribeña no debía ser escándalo para nadie. Como tampoco lo es que podamos hacer un tratado con el Gobierno cubano. Negar que podamos aprender o traer algo bueno de Cuba no es más que una afirmación ridícula. Cuando los gobiernos de ARENA quisieron mejorar el deporte nacional de cara a los juegos centroamericanos, lo primero que hicieron fue contratar técnicos cubanos, que efectivamente hicieron muy bien las cosas. Rasgarse ahora las vestiduras o decir que Cuba nos va a invadir, no es más que una de las frecuentes tonterías con las que suelen divertirnos los políticos.


En segundo lugar Cuba es un país en transición. El ideal sin duda es que este país se incorpore a un modo político de operar en el que se mantengan los niveles educativos existentes, la capacidad de investigación en un campo tan específico como la salud, y los logros en el deporte y la seguridad ciudadana. Y que todo ello se aúne a un sistema democrático, con diferentes opciones partidarias, elecciones libres, libertad de expresión, de culto y tolerancia para lo diverso. La apertura creciente, aunque limitada, hacia la economía de mercado es un paso que puede incidir en esa dirección. Aunque no sería deseable que quedara estancada en una situación semejante a la de China, en la que se juntan economía de mercado y gobierno autoritario, excesivamente controlador de otras libertades más importantes que las económicas.


Acompañar a un país latinoamericano en su transición no es nada malo. La derecha de este país parece pensar de un modo tan maniqueo como miope. Acercarse amistosamente a un país en transición es una manera de incidir precisamente en la construcción de aquellos valores de los que equivocadamente la derecha salvadoreña suele autoproclamarse adalid. Es un error tratar de mantener a Cuba aislada, cuando está iniciando un proceso que sin duda terminará en cambios notables.


En tercer lugar Cuba tiene todas las posibilidades de convertirse en un modelo latinoamericano, si pasa del autoritarismo dominante a una democracia. Porque con los altos niveles educativos cubanos, y un esquema productivo más competitivo y libre, podría lograr con mucha más facilidad que otros países ese esquema ideal de crecimiento económico y desarrollo social hacia el que con tantas dificultades caminamos otros. Aunque fuera por simples razones egoístas, merecería la pena acompañar a Cuba en su transición. La potencialidad económica de la mayor isla caribeña es enorme, y estar bien relacionados puede convertirnos en unos socios importantes para el desarrollo. Durante varios años el único Tratado de Libre Comercio (TLC) que nos ha dado rendimientos positivos ha sido el firmado con la República Dominicana. Si hoy nos empeñáramos en mantenernos aislados de Cuba, sería ingenuo pensar que los cubanos nos van a llamar cuando quieran hacer negocios. Como si nosotros fuéramos, y no ellos, la perla del Caribe.


Pocas personas piensan que la situación cubana se vaya a mantener estática en los próximos años. La propia biología de su liderazgo nos habla de cambios que con seguridad implicarán más que cambios de personas. Contribuir a un proceso de cambio ordenado, que mantenga valores y logros al mismo tiempo que abre a nuevas libertades, sin rupturas ni confrontaciones graves, es la tarea de la comunidad internacional. A nosotros no nos gustaría que en otro país se dijera que los salvadoreños somos unos salvajes porque tenemos cifras elevadísimas de homicidios, muertos en accidente de tráfico, etc. Sería injusto decirnos que tenemos que cambiar sin mirar a los dinamismos sanos y decentes que también existen en el país.


Desde esos sentimientos podemos también considerar que lo importante no es tanto criticar cerrilmente la realidad de Cuba, aislándonos de ella como si nosotros fuéramos un modelo especial de algo. Al contrario, sellando la amistad entre los dos pueblos será mucho más fácil incidir en un caminar cubano hacia la democracia y aprender al mismo tiempo las lecciones que en educación, salud y deporte, entre otras, nos pueden dar los cubanos.
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"Cuando la situación histórica se define en términos de injusticia y opresión, no hay amor cristiano sin lucha por la justicia" (I. Ellacuría, 1977)

16 de noviembre de 2010, XXI aniversario de los mártires de la UCA

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