Por Farah Morán
El juicio del
ex General Efraín Ríos Montt, parece ser el tema de moda actualmente en la
sociedad guatemalteca y aun así en el ámbito internacional. Sin embargo,
la sociedad guatemalteca se encuentra dividida en 3 partes:
1.
Los que confirman que hubo genocidio y desean justicia
2.
Quienes defienden a los militares ya que sin ellos no viviríamos en una
democracia
3.
Los que se encuentran en una posición imparcial ya que, desconocen la
historia (generaciones recientes a partir de 1985)
Guatemala tiene una larga y trágica
historia, aun antes de ser “Guatemala”, un territorio donde habitaban los
nativos conocidos como indígenas (Mayas, Cachiqueles, etc.) quienes ya se
encontraban en esos tiempos divididos y en constantes guerras. Luego, al
ser descubierta América, Guatemala sufre la esclavitud de los “indios” bajo el
dominio del blanco español los cuales en su momento se consideraron superiores
a los nativos, por tener un desarrollo mucho más avanzado al que encontraron en
estas tierras. Donde ya se aplicaba la psicología de que eran destinados a ser
esclavos y ser pobres para trabajar a servicio de los blancos.
De esta manera, se fue desarrollando la
sociedad guatemalteca, en la cual una ideología, raza o religión se colocaba en
la jerarquía como superior y la lucha entre las clases por cambiar de estatus
con el fin de poseer los medios de producción y la riqueza.
Tenemos un ladino que nace de la mezcla
entre un blanco y una “india” (seguramente a consecuencia de una violación) y
este sujeto no tiene un lugar específico en la jerarquía de la sociedad de ese
entonces. Por lo tanto, en busca de su bienestar, prefiere identificarse
con el blanco explotador y rico y no con el indio explotado y pobre.
Esta condición no ha cambiado
radicalmente como muchos desearían y deseo compartir en este ensayo la razón
por la cual es mucho más fácil excluir al “indio” de la sociedad que intentar
integrarlo y adaptarlo a esta.
Deseo aclarar que mi posición no es la
que se presentará a continuación pero si considero que es la idea que aun
domina el pensamiento guatemalteco respecto al trato del indígena y a la falta
de mecanismos de integración, así como el perfil que este posee de “borracho,
inútil, ignorante, confianzudo, huevon, etc.” (La Patria y el Criollo)
El pensador y sociólogo positivista Herbert Spencer siguió, tras las teorías de Darwin, quien
logro combinar de manera casi científica el positivismo con las teorías de
Darwin para justificar la idea de una raza superior. Darwin sostenía que
los grupos sociales humanos tienen diferente capacidad para dominar la
naturaleza y establecer su dominio en la sociedad. Así, las clases pudientes
son capaces o más aptas que las clases bajas y tendrían por lo tanto el derecho
sobre las clases inferiores. Todo esto por medio de una estrategia que implicaría lo
psicológico de hacerles creer que eran inferiores y por otro lado, estrategia política para
continuar con el dominio del poder. Esta teoría se considera algo natural en el
ser humano ya que, no podemos decir que todos los explotadores de los indígenas
al llegar a América, tenían una fuerte afiliación por el Darwinismo.
Darwin tenía el concepto de la sobrevivencia del más fuerte y en el caso
de la conquista quienes tuvieron la tecnología a su favor fueron los
conquistadores españoles.
Acerquémonos más al siglo XX, donde
encontraremos otros exponentes (centroamericanos) que coinciden con que el
indio es un problema y no se puede integrar a la sociedad guatemalteca, pero
iniciaremos con los que buscaban la manera de incluirlo en la nación.
“Durante las primeras décadas del siglo
XX, en casi todos los países del continente americano, por la influencia de los
movimientos sociales e intelectuales de los países vecinos, se estaban
diseñando modos distintos de forjar la patria y de formular la nación. Es el
momento de las grandes aportaciones de Molina Enríquez y de Justo Sierra en
México, de Mariátegui, de Árguedas y De la Riva Agüero en Perú; de Freire,
Torres y Vianna en Brasil; de Alcides Árguedas en Bolivia; de García Monge y
Brenes Mesén en Costa Rica y, sobre todo, de Alberto Masferrer en El Salvador.
En países como Ecuador, Bolivia, Perú, Guatemala o México, las preguntas que se
formulaban con mayor frecuencia eran de esta naturaleza: los indígenas ¿forman
parte de la nación? ¿De qué nación hablamos y qué nación queremos construir?,
¿Qué tipo de gobierno es el más apropiado? La respuesta a todo ello implica
conocer los modelos de nación que planteaban las élites intelectuales en las
décadas de 1920 y 1930.
Durante este período los intelectuales
reflexionaban sobre los modelos de nación y el tipo de gobierno más afín a las
sociedades pluriétnicas y pluriculturales. El primer problema que emerge en los
debates es “el problema del indio”: ¿qué hacer con el indio?, ¿dónde colocarlo
en la configuración de la nación?, ¿qué función debía desempeñar? Emerge así,
no como sujeto histórico, no como actor principal de la nación, sino como
PROBLEMA que no abordado en el pasado, disimulado o cosificado en el presente,
invisibilizado como ciudadano de pleno derecho y, para muchos, como un grave
problema de difícil o imposible solución.
De ahí que se considere llegado el
momento de buscar soluciones, dar recomendaciones, sugerir ideas acerca de cuál
debe ser su grado de integración, asimilación o incorporación a la nación. Por
ello, y por la influencia de las teorías racistas, del regeneracionismo hispano
y de la teosofía, se empiezan a buscar soluciones para el problema del indio,
pero que son en el fondo reflexiones o imaginarios de lo que puede ser la construcción
de LA NACION.
Muchos de los intelectuales de la época
se lamentaban de la ausencia de nación, consideraban que el indígena era el
responsable de esta falta de cohesión política social y de escasa conciencia de
una identidad nacional. El clamor por la nación y su incapacidad de imaginarla
y forjarla era un elemento común a todos los autores que vamos a estudiar.”
Marta Casaus Arzú
Como expone Casaus, no se encuentra
solución viable para la integración del indio y es ahí cuando surgen las ideas en
la Generación del 20 guatemalteca (como Samayoa Chinchilla y Miguel Ángel
Asturias) en que la mejor manera de deshacerse del problema es exterminando al
indio.
Carlos Samayoa Chinchilla, (1899-1978)
era uno de los pensadores más influidos por las tesis racistas y degenerativas
francesas. Opinaba que “el indio no puede salir de su mundo y como consecuencia
natural, sigue tomando la forma y la sombra por la cosa. Y este punto es de una
importancia básica para esclarecer la cuestión relativa de incorporarlo a
nuestra civilización. Su mente está cerrada porque su ciclo comprensivo ya dio
fin” [...] Esa es la razón “por la que el indio será siempre indio”, “son
pueblos que ya vivieron su vida y llenaron su cometido”. Dado que Samayoa
consideraba que la degeneración hereditaria era progresiva y patológica, se
reproducía a través de los matrimonios interraciales y se agudizaba con el
alcohol y la trasmisión de enfermedades venéreas, cuando se aplicaban estas
teorías a los indígenas y los mestizos el resultado era que la degeneración
obedecía a una “herencia ancestral”, agravada a través de varias generaciones
de hibridación y mestizaje. Por ello creía necesario controlar los enlaces
consanguíneos de la población e impedir su reproducción para evitar el proceso degenerativo.
Este planteamiento difiere
sustancialmente del de la nación homogénea por vía del mestizaje y de la
hibridación cultural. No menciona en ningún lugar que se pueda alcanzar la
homogeneidad por el proceso de ladinización.
Tampoco parece que exista un proyecto de
nación ladina ni una propuesta integracionista o asimilacionista como condición
previa a la adquisición de la ciudadanía y la fundación de la nación. El
proyecto de la década del Veinte apunta hacia otras direcciones: la
regeneración por la vía de la educación y del trabajo en las fincas para llegar
a ser buenos mozos colonos y, sobre todo, la aplicación de la eugenesia, la
mejora de la raza por medio de la higiene o el control de matrimonio mixtos
para unos o de la inmigración europea para otros.
Mi hipótesis es que no fuimos capaces
durante este período de pensar en un proyecto de nación homogénea, como
otros compatriotas latinoamericanos. Fue la coyuntura histórica de las
dictaduras de Estrada Cabrera y Ubico y la influencia de los pensadores de la
Generación del 20, que estaban muy condicionados por el positivismo y las
corrientes racialistas de la época, lo que obstaculizó la construcción de un
proyecto de Nación Mestiza. Fue esa repugnancia por el mestizaje, por el cruce
de razas, esa desvalorización de lo mestizo, como raza inferior, impura o
degradada lo que obstaculizó la búsqueda de soluciones que crearan una
conciencia de identidad nacional.
Los pensadores que trataron de romper con
ese determinismo biológico, posiblemente influidos por las corrientes
teosóficas con otras fuentes de que manejaban otros conceptos, como la igualdad
y la fraternidad entre las razas y la valorización de todas las culturas,
pensaron que se podría evitar la degeneración de la raza indígena por medio de
la educación y de la incorporación plena a la ciudadanía tanto de los indígenas
como de las mujeres, pero no fueron escuchados, sufrieron un fuerte rechazo en
su medio y su discurso fue periférico hasta la década de 1940.
Por ello no coincido con el planteamiento
de Chales Hale, Jeffry Gould y Darío Euraque, acerca de la construcción mestiza
de Centroamérica, ya que nuestra construcción de la nación ha tenido siempre un
carácter racialista y eugenésico y, a pesar de algunos esfuerzos en Nicaragua y
El Salvador de imaginar un proyecto mestizo de nación, fue un proyecto
frustrado porque, en lo que se estaba pensando en todos los escritos de la
época, desde Costa Rica hasta Guatemala, era en “blanquear la nación”. En dicha
ideología étnica no cabía lo mestizo, ni como identidad ni como proceso, ni
como ideología del Estado.
“Miguel Angel Asturias (1899-1974)
interpretaba la degeneración de la raza indígena desde otra óptica. Se
preguntaba si los indígenas mejoraban o se degeneraban con el tiempo y llegaba
a la conclusión, por sus estudios fisiológicos, anatómicos y psicológicos, de
que: “En rigor de verdad, el indio psíquicamente reúne signos indudables de
degeneración; es fanático, toxicómano y cruel”. Considera que por su etiología
“resulta evidente la decadencia de la raza indígena”. Enumeraba entre las
múltiples causas, la mayor parte de índole económico y social: la mala
alimentación, la falta de higiene, el excesivo trabajo, el casamiento
prematuro, las enfermedades, el alcoholismo; apuntando ya al punto central y
núcleo central de su tesis: la falta de cruzamiento.”
Para Federico Mora, la degeneración
progresiva y hereditaria del indio y del mestizo había que atajarla a través de
la eugenesia y de la prevención o prohibición de matrimonios interraciales.
“Todo país debería de tomar en cuenta, para su política de migración el hecho
de que el problema no estriba solamente en recibir extranjeros, sino en
introducir en la raza por medio de ellos un fermento rejuvenecedor y una legítima
ventaja biológica”.
Estos autores, como otros muchos de su
generación, se inclinaron claramente por la eugenesia biológica y la mejora de
la raza a través de la fusión con sangres nuevas que revitalizasen la sangre
indígena. Lo exponía Carlos Samayoa Chinchilla en los siguientes términos: “Se
trata de una raza agotada y de ahí que para salvarla, antes de una reacción
económica, psicológica o educacional, haya necesidad de una reacción biológica
¡vida, sangre, juventud, eso hace falta al indio!”.
Miguel Ángel Asturias escribía también a
este propósito: “Hágase con el indio lo que con otras especies animales cuando
presentan síntomas de degeneración. El ganado vacuno importado la primera vez a
la Isla de Santo Domingo, por Colón, en su segundo viaje experimentó grandes
decaimientos. Para mejorar el ganado hubo necesidad de traer nuevos ejemplares
[...] ¿Cabe preguntar, por qué no se traen elementos de otra raza vigorosa y
más apta para mejorar a nuestros indios?”. Estas propuestas eran
comunes en los años de 1930 y 1940 en todo América Latina. La Sociedad Eugénica
mexicana se ocupaba de establecer matrimonios eugénicos entre indígenas y
mestizos para incorporar a los indígenas a la vida nacional y en la editorial
de la revista Eugenesia, son constante los argumentos a favor de la “Higiene
racial” para impulsar una mejora de la raza, la economía y la cultura.
Ya que hemos recorrido los diferentes
pensamientos de estos exponentes durante varios momentos de la historia, es
importante resaltar que seguimos heredando los pensamientos racistas, en ningún
momento se promociono de manera homogénea en la región, la integración del
indígena o la creación de una nación pluricultural. La cultura del
indígena es totalmente diferente a la del blanco o ladino, tan incomprensiva
que por estar en una posición de desventaja, simplemente el blanco y ladino no
se toman el tiempo de entenderlo e incluirlo a nuestra sociedad con un rol
digno.
Ahora, debemos discutir si en realidad,
nuestra sociedad puede ser juzgada por haber cometido genocidio cuando la
herencia que traemos de importantes personalidades guatemaltecas como Miguel
Angel Asturias, fueron pensamientos racistas, de exterminio de esta raza
considerada inferior.
No utilizaremos los factores que rodean
el juicio contra Ríos Montt, ya que lo que observamos recientemente debe de ser
catalogado como un circo, tanto por parte de la Jueza Jassmin Barrios y del
abogado defensor del General Ríos Montt.
Ubiquemos en el contexto del país,
Guatemala se encontraba sumergida en una guerra que duro 36 años y
lamentablemente, la izquierda buscaba una mejor nación para todos, tanto para
los blancos como para los indígenas y los ladinos. Pero, las
comunicaciones no eran tan avanzadas como hoy en día, y Guatemala ya era un
país socialmente fragmentado, por lo que cada gremio velaba por su bienestar y
no se preocupaban de sobremanera por las matanzas que se llevaban a cabo en el
área rural.
Es decir, que la falta de interés y de
integración de todo el pueblo guatemalteco permitió que se masacraran a estas
personas sin ser antes vencidas en juicio.
¿Afecto esto de alguna manera a los
capitalinos? ¿Se enteraban los capitalinos de estas masacres? ¿Consideraban
atroz estas medidas tomadas por el ejército?, puede que no afectara en nada en
la capital, puede que las noticias llegaran y era más fácil catalogarlos como
guerrilleros que tomarse el tiempo para hacerles justicia. Y nadie
considero atroz estos hechos.
Hagamos memoria que en esa época Estados
Unidos tenía la política de anticomunismo y Ronald Reagan apoyo al Ejercito de
Guatemala para exterminar la amenaza de la guerrilla comunista.
Por lo tanto, en ese momento se tenía la
ideología anticomunista y no la de eugenesia principalmente. En estos momentos,
Guatemala tampoco está unida, nadie sabe si en realidad hubo o no genocidio,
muchos aseguran que los ixiles estaban del lado de la guerrilla y otros afirman
que fue una política que se estaba llevando a cabo.
En conclusión considero que si no nos
ubicamos en el tiempo y espacio en que se llevaron a cabo esta masacres y no
tomamos en cuenta la herencia que hemos recibido de esta sociedad racista desde
su fundación, no llegaremos a comprender el porqué de estos actos cometidos por
un ejército que se supone debería de proteger a los civiles (si es que se
considera ya al indígena como un ciudadano guatemalteco o si se excluye) lo
cual contrasta con la política anticomunista que influenciaba Estados Unidos.
Guatemala, tiene una problemática racial
con una raíz muy fuerte la cual no ha sido posible eliminar. Es,
nuevamente, una estrategia psicológica y política para mantener una oligarquía
pudiente estable y una clase baja pobre y explotada que les provea de una mano
de obra barata. Es decir, que el juicio a Rios Montt es una cortina de humo
ante la comunidad internacional para conservar una imagen de desarrollo y no
frenar las donaciones que son enviadas. Esta estrategia psico-política es
más fuerte de lo que se estima y tardará unas cuantas décadas más, el poder
erradicarla de raíz.
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