Marcelo
Colussi
Relata cierta historia que alguna vez el
presidente de Estados Unidos salió a hacer una gira por países amigos…y a la
tarde ya estaba de regreso. ¿Hay amigos en política? No, definitivamente no:
sólo intereses.
Si entendemos por política las
relaciones de poder, en otros términos: el arte o técnica de gobernar, de
mandar, de ejercer ese poder, la solidaridad, el amor y el cariño no entran en
su ámbito. Esto último está en el lado de la amistad, de la generosidad, de la
entrega desinteresada. El ejercicio del poder no tiene absolutamente nada que
ver con eso. Es una pura cuestión de intereses, de cálculo, de dominio de uno
sobre otro (dialéctica del Amo y del Esclavo se le llamó).
De ahí, entonces, que la pregunta en
torno a si es posible la cooperación entre países nos remite a la dura realidad
que intenta ilustrar el chiste con que abrimos el texto: la cooperación
internacional es, en definitiva, un mecanismo más de control y sojuzgamiento de
las potencias del Norte sobre los empobrecidos y saqueados países del Sur. Si
se dan algunas monedas, no es por un sentimiento de culpa; en todo caso eso
constituye un mecanismo más al servicio de la dominación (colchones para hacer
más tolerable la miseria y que no revienten rebeliones populares, limosnas que
sólo sirven para paliar pero que no tocan las verdaderas causas estructurales
de las asimetrías). En otros términos: mantenimiento de las injusticias pero
con rostro humano.
Desde inicios de la década de los 60 del
siglo pasado, algunos pocos países (las potencias capitalistas del Norte)
implementan proyectos comúnmente llamados de “cooperación”. No debe olvidarse
que en realidad nacieron –y en muy buena medida siguen siendo eso – como
“estrategias contrainsurgentes no militares”. ¿Cooperan con los pobres del Sur?
En décadas de estar realizando estos procesos, ningún país pobre dejó de ser
tal gracias a esas supuestas ayudas. “En el plano político –decía críticamente Luciano Carrino, funcionario
del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno italiano, muy buen conocedor
de estas cuestiones– la cooperación
representa la voluntad de una parte de las poblaciones de los países ricos de
luchar contra racismos, la pobreza, la injusticia social y mejorar la calidad
de vida y las relaciones internacionales. Una voluntad que los grupos en el
poder tratan de voltear en su provecho [pues] la cooperación para el desarrollo humano persigue
objetivos oficialmente declarados pero sistemáticamente traicionados (…) Los datos sobre el uso global
de los financiamientos de la cooperación parecen demostrar que menos del 7%
total de las sumas disponibles es orientado hacia la ayuda a dominios
prioritarios del desarrollo humano. El resto sirve para objetivos comerciales y
políticos que van en el sentido contrario.”[1]
El tema, por cierto, es apasionante. Por
eso mismo días atrás lo tocábamos en alguna clase con estudiantes de Ciencias
Sociales. Y al respecto uno de mis alumnos consiguió un material que me parece
de antología. Es un análisis hiper crítico de la cooperación internacional,
realizado a través de un caso puntual pero válido para toda la cooperación en
su conjunto. Creo que lo mejor es transcribirlo íntegro y dejar
que el lector saque sus conclusiones.
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