Filosofando un poco
La riqueza material puede crear
pobreza humana
Marcelo Colussi
Robar un banco es delito, pero más delito es fundarlo.
Bertolt Brecht
Comencemos con una
imagen visual de lo que queremos transmitir: hoy día pasó a ser frecuente en
todas partes del mundo, borrando diferencias sociales, ver a la gente
enfrascada en la pantalla de su teléfono móvil olvidándose de todo lo que
sucede a su alrededor. Para alguien de una época anterior, alguien de la década
del 70 del siglo pasado por ejemplo, la escena sería incomprensible: multitudes
de personas que no se hablan entre sí pero que están fascinadas con la imagen
con que se "comunican" con otros virtuales. Esto lo podríamos ampliar
con los datos que arrojó una reciente investigación hecha en algún país
centroamericano: consultados varios cientos de jóvenes en relación a qué
conducta seguirían si suena su teléfono móvil cuando están haciendo el amor,
alrededor de un tercio respondió que, ¡por supuesto contestarían! Para ese
observador de algunas décadas atrás, la respuesta podría parecer incomprensible:
¿se prefiere responderle a una máquina a hacer el amor? ¿Qué queremos decir con
todo esto? Que la cultura del consumo de "cosas", si bien por un lado
puede abrir nuevas e increíbles posibilidades, también puede estar al servicio
de transformarnos en unos soberanos estúpidos.
¿La humanidad es
más "rica" ahora que hace 200, o 1.000, o 5.000 años? La pregunta
puede dar para varios tomos de respuesta, o interminables miles de horas de
discusiones (o muchísimos terabytes de almacenamiento de información, debería
agregarse para estar acorde a los tiempos).
¿Estamos más ricos
porque disponemos cada vez más de bienes materiales? Esa podría ser una primera
línea, y podríamos estar tentados de creer que sí. Pero la riqueza no tiene que
ver tanto con la cantidad de "cosas" que hay para repartir, sino la
forma en que se reparten. Un monarca de cualquier civilización de dos mil o
tres mil años atrás sin dudas disponía de menos bienes materiales que cualquier
asalariado de una ciudad industrializada moderna, pero en sus respectivos
contextos es más rico el rey y no el trabajador. Y hoy, disponiendo de la
cantidad fabulosa de bienes y servicios que existe (incluyendo allí una
inconmensurable lista de "cosas" donde puede haber de todo: desde
muñecas inflables de silicona hasta psicólogos para perros, etc., etc.)
¿realmente estamos más ricos? ¿Se es más rico por disponer de un teléfono
celular que, en un tercio de casos, puede interrumpirnos al estar haciendo el
amor? ¿Con qué criterios, entonces, medir la "riqueza"? Sin dudas, la
tecnología va permitiendo mayores cuotas de comodidad en el diario vivir, pero
de ahí a la riqueza resta un paso.
Hoy, dada nuestra
incorporada cultura mercantilista y de consumo extendido, tendemos a equiparar
riqueza con provisión de bienes materiales: se es más rico cuantas más cosas se
tienen. Pero el modelo de desarrollo que el capitalismo ha generado tiene una
doble limitante que lo invalida: es injusto, y es insostenible.
Es injusto, aunque
quizá con eso no estamos ante nada nuevo en la historia de la humanidad: todos
los sistemas clasistas habidos hasta la fecha se han basado en la injustita
social, en la diferencia de explotadores y explotados. En esto, el actual
sistema no es novedoso. Hasta incluso podría decirse que el reparto de la renta
es más "democrático" que en organizaciones precedentes. Si bien es
cierto que en la actualidad el 6% de la
población mundial posee el 59% de la riqueza total del planeta (agregando que
el 98% de ese 6% de la población vive en los países del Norte), sin dudas hay
un mayor porcentaje de seres humanos con acceso a bienes que lo que presentaron
sociedades esclavistas, agrarias, donde sólo una reducidísima élite
usufructuaba los excedentes del trabajo colectivo. Hoy, al menos teóricamente,
cualquiera puede ascender en la pirámide social y llegar a ser un millonario. Aunque
parezca mordaz decirlo así, ya no es un solo monarca, o una selecta clase sacerdotal
la que monopoliza la gran mayoría de los productos que crea la sociedad; hoy,
con el capitalismo, amplias masas tienen acceso a sinnúmero de cosas.
Insistamos con el ejemplo: cualquier trabajador urbano hoy puede tener lavadora
de ropa o un horno de microondas (y también la muñeca inflable, o mandar su
perro a un psicólogo canino), cosas que seguramente no tenía el faraón egipcio
o el emperador inca tiempo atrás. ¿Es más rico por eso?
De todos modos,
esa repartición más "democrática" de nuestro actual capitalismo sigue
siendo muy injusta: mientras a unos pocos les sobra todo, a grandes mayorías
les falta casi todo. Con el desarrollo contemporáneo de la productividad -esto
está dicho hasta el hartazgo- sobrarían alimentos para toda la población
planetaria (se produce aproximadamente un 50% más de lo necesario); pero
paradójicamente el hambre es el principal motivo de muerte (un muerto cada
siete segundos a escala planetaria). Mientras muchísima gente en el mundo no
tiene alimento, ni acceso a agua potable, ni educación elemental, en los países
opulentos se gastan cantidades inimaginables en cosas superfluas o
cuestionables: 8.000 millones de
dólares anuales en cosméticos en Estados Unidos, 11.000 millones en helados en
Europa, 35.000 millones en recreación en Japón, 17.000 millones en alimento
para mascotas en Europa y Estados Unidos, 600.000 millones en drogas ilícitas
en todo el globo, sin hablar de las lícitas (el segundo medicamento más vendido
en el mundo son las benzodiacepinas: los tranquilizantes menores), más de un
billón de dólares en armamentos. ¿Es más rico el habitante del Norte que puede
gastar mensualmente para su mascota hogareña más de lo que un pobre del Sur no
consume en todo un año? ¿Es más rico quien dispone de tres teléfonos celulares
que quien se sigue comunicando por medio de tambores? ¿Es más rico quien compra
las camisas por docenas que quien elabora su ropa artesanalmente con el telar
de cintura?
Repitámoslo: es muy pobre considerar la riqueza a partir de la
sumatoria de cosas disponibles en el mercado (bienes materiales y servicios
varios). Como se dijo más arriba: ese modelo de desarrollo es tremendamente
pobre porque, además de su injusticia estructural, es insostenible en términos
prácticos. La humanidad toda no puede repetir las pautas de consumo que han
establecido los "ricos" del norte: los recursos naturales no dan para
ello. Además ese modelo es tremendamente dañino, agresivo para el medio
ambiente, y por tanto para los seres que ahí vivimos. La cultura del petróleo,
del plástico y de la industria depredadora a largo plazo crea más pobreza que
riqueza. La riqueza concebida como suma de objetos es posible sólo para un
grupo de la humanidad; si toda la población planetaria repitiera los modelos de
los grupos privilegiados, la
Tierra colapsaría en un santiamén.
Estamos así ante una tragicómica paradoja: lo que se presenta como
el máximo de riqueza: la sociedad del hiper consumo, añeja en su seno la más
grande pobreza humana, ética. Si la riqueza generada por la especie humana no
sirve a toda la especie humana, ¿es riqueza? ¿Puede hablarse legítimamente de
riqueza si ella asienta en el hambre de su verdadero productor: el que trabaja?
¿Puede ser rico un modelo industrial que hoy produce escasez de agua y cáncer
de piel para el mediano plazo?
Por otro lado -cuestión no menos importante- ¿cuál es la riqueza
de disponer de una batería interminable de artículos materiales que los
productores obligan a cambiar ciegamente con velocidad creciente a los
consumidores por medio de los mecanismos de obsolescencia programada? ¿Se es
más rico porque se compra un vehículo nuevo cada año, porque se tiene un
televisor más grande cada año o porque los adornos del arbolito de navidad que
se compran son más fascinantes cada temporada?
El avance de la productividad humana es una buena noticia para la
especie: nos permite niveles de vida cada vez más cómodos y seguros; pero el
moderno modelo de desarrollo que ha impuesto el capitalismo en estos últimos
dos siglos ha creado el mito de la riqueza como acumulación de cosas. Y eso,
por lo que decíamos: por injusto y por depredador, en vez de ser sinónimo de
riqueza es su contrario, es la más profunda pobreza humana (el ejemplo del
teléfono celular sonando durante el acto amoroso podría ser su arquetipo).
"Los árboles no dejan ver el bosque" reza la sabiduría
popular. Ello es aplicable al tema que cuestionamos: la parafernalia de
"cosas" con que la sociedad capitalista llena necesidades -primarias
o artificiosas-, esa declarada riqueza que el "progreso" ha traído,
oculta la pobreza, la profunda pobreza que anida en su seno. Como dijo Jacques Lacan:
"en el mundo moderno lo que falta es
la falta". La felicidad está a cuenta de las cosas materiales que
suplen todo (muñecas inflables de por medio). Pero ahí, en esa falsa
sobreabundancia, estriba el problema: se ofrecen televisores con pantallas
monumentales de altísima definición… ¿para ver una película de Hollywood?
¿Dónde está la riqueza? Se publicita el automóvil individual como la revolución
de las comunicaciones… para luego tener un deterioro medioambiental que, de
mantenerse el actual modelo de desarrollo, permite la vida sólo para un siglo
más. ¿Esa es la riqueza? Los grandes poderes disponen de capacidades tan
destructivas que, como dijo Einstein, "de
darse una Tercera Guerra Mundial, la
Cuarta será a garrotazos". ¿Eso es la riqueza? ¿Consiste
acaso la riqueza en exhibir un reloj de oro o una tarjeta de crédito que
permite comprar un supermercado completo junto a los famélicos que pululan sin
destino? ¿Puede ser eso la riqueza en una civilización que se precia de ser
cristiana y que habla de la caridad?
Llegamos así a la paradoja que lo que el discurso del poder
presenta como riqueza es, en esencia, tremendamente pobre. Si Homero Simpson, el personaje de la
tradicional caricatura crítica de origen estadounidense, es el símbolo del
ciudadano medio de un país "desarrollado", ¿dónde está la riqueza? Si
llamamos ricas a las sociedades del Norte que cierran sus fronteras a los
"sucios y forajidos" inmigrantes ilegales, ¿puede seguir hablándose
con seriedad de riqueza en aquéllas? ¿Podemos decirse sin vergüenza que alguien
sea rico porque puede dilapidar miles de dólares en un casino? ¿No es, en todo
caso, patético lo que allí está en juego? ¿No es patético que se siga
considerando que la riqueza se hace sobre la base de la explotación de otro?
¿Pueden considerarse ricos a seres humanos que desprecian a otros por su color
de piel? Aunque lo digan exhibiendo su reloj de oro y después de haber gastado
fortunas en una ruleta, ¿no es conmovedoramente pobre que suceda eso? Pobre en
términos humanos, que es, en definitiva, lo único que importa.
¿Y no es de la más aterrorizante pobreza humana que se nos quiera
hacer creer a quienes no pensamos a favor de la corriente impuesta, que la
riqueza es tener una tarjeta de crédito?
Con el mundo moderno basado en la
industria capitalista, si bien existe la posibilidad de dar un salto hacia la
justicia universal teniendo en cuenta que la riqueza producida podría alcanzar
para proveer seguridad y confort a la población toda del planeta, en tanto
sigamos confinados por estos modelos de civilización mercantil y consumista,
seguiremos en la más monstruosa pobreza humana. ¿No es enfermizamente pobre que
esas minorías "ricas" hagan lo imposible, llegando a matar, torturar,
usar armas de destrucción masiva, engañar y chantajear para mantener su riqueza
consistente en esa interminable colección de "cosas" materiales? "A veces la guerra está
justificada para conseguir la paz", pudo decir
sin ninguna vergüenza el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados
Unidos al recibir, paradójicamente, el Premio Nobel de la Paz en el 2009, el
afrodescendiente Barack Obama. ¿Con qué autoridad moral pueden decir que se es rico porque se
viaja en limusina? Ahí está la pobreza, la más abyecta pobreza, torpe e ignorante.
Probablemente una sociedad de la
información, del conocimiento, una sociedad que nos libere de las ataduras
animalescas del pobre consumismo torpe que hoy nos moldea, pueda entender que
la riqueza no estriba en la sumatoria de cosas materiales. La tecnología no
tiene la "culpa" de todo esto, obviamente: es el
proyecto político que la implementa. Lo cual nos deja ver, con descarnado
patetismo, que ese proyecto que beneficia a muy pocos no sirve a la humanidad
en su conjunto. No queda, entonces, otra alternativa que cambiarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario