Marcelo
Colussi
En
Latinoamérica, durante la mayor parte del siglo XX, los militares gobernaron
con golpes de Estado en prácticamente todos los países con dictaduras
sangrientas.
Ello
respondió a las dinámicas políticas de cada una de las sociedades nacionales,
siempre faltas de canales democráticos y regidas, en última instancia, por
oligarquías sumamente conservadoras. Pero, más allá de esas polarizaciones
(América Latina es la región del mundo con mayores diferencias
económico-sociales entre quienes poseen todo y quienes no poseen nada), un
factor determinante para el papel jugado por las fuerzas armadas nacionales
estuvo dado por la geoestrategia de Estados Unidos, que hace de la región su
natural área de intervención (su patio trasero, como suele decirse). En otros
términos, los Ejércitos latinoamericanos jugaron un papel decisivo para la
política exterior de Washington.
Hoy en
día, desde el campo popular, existe cierta tendencia a ver la casta
militar como la responsable directa de tantas penurias de las empobrecidas
masas populares. Pero, sin exculparla para nada, es preciso no perder nunca de
vista que el enemigo histórico de la clase trabajadora (obreros, campesinos,
trabajadores varios, amas de casa, estudiantes) está dado por quienes realmente
la explotan: los propietarios concretos de los medios de producción, los
empresarios (industriales y banqueros) y los terratenientes.
En esa
estructura social, la casta de políticos profesionales es la encargada de mover
el aparato estatal legislando en función de mantener todo sin cambio, y los
militares son los fieles defensores de la oligarquía, de la clase burguesa, de
esos industriales, banqueros y terratenientes, con armas en las manos (armas
que, paradójicamente, pagan los mismos pueblos con sus impuestos). En otros
términos, los militares son los guardaespaldas de la clase dirigente. En
Latinoamérica, región que —felizmente— no presenta conflictos bélicos entre
naciones, los militares no defienden las
fronteras de la patria. El área es virtualmente un campo de
operaciones de la Casa Blanca, con más de 70 bases de sofisticada tecnología
bélica. Aquí sale sobrando el supuesto honor
patrio o altisonancias por el estilo. Los militares
latinoamericanos responden no a lógicas locales, sino a las geoestrategias
hemisféricas trazadas por el Pentágono.
Esta casta
militar (ejército, aviación y marina) está muy bien preparada para cierta
lucha: no para la guerra al modo de las potencias capitalistas, con tecnologías
de punta para invadir territorios de su interés. Está adiestrada en la defensa
de la sacrosanta propiedad privada de los grandes propietarios ante el reclamo
popular, ante el «avance del comunismo», tal como reza la doctrina en que se ha
formado. Está preparada técnica e ideológicamente en la guerra
contrainsurgente, en la Doctrina de Seguridad Nacional, que marcó las décadas
de dictaduras en que se llevaron a cabo las llamadas guerras sucias bajo la
hipótesis del enemigo interno,
conflictos que luego, años o décadas después, son juzgados.
Dada esa
preparación que tuvieron por años en las academias militares estadounidenses
(Escuela de las Américas, West Point), y en el marco general de la Guerra Fría,
que dominó el panorama décadas atrás, el estamento castrense latinoamericano no
se siente responsable por todas las brutalidades cometidas. No se siente así
porque, de algún modo, no se puede visualizar como violador de derechos humanos, como
criminales de guerra que se avergüencen de sus acciones (para eso fueron
preparados los militares, que siguieron rigurosos manuales anticomunistas). En
realidad, las fuerzas castrenses son el brazo armado de la clase dirigente, y
defender el capital (nacional o multinacional) es su única y real función.
Dicho de otro modo, son ejércitos de ocupación que hacen de las protestas de
los pueblos sus verdaderos enemigos.
Por todo
ello, sin dejar de juzgar para nada los horrendos crímenes del pasado
(desaparición forzada de personas, torturas, cárceles y cementerios
clandestinos, aldeas arrasadas), debe apuntarse a ver quiénes son los
verdaderos beneficiarios de esas crueldades. ¿Son los militares? No (Guatemala
es quizá el único caso en el que, gracias a la guerra interna, se convirtieron
en nuevos ricos). ¡Son
las clases dirigentes las auténticas beneficiarias! En todo caso, ¡hay que
juzgar a ambos!
* Material aparecido originalmente en Plaza Pública el 2/4/18: https://www.plazapublica.com.gt/content/militares-latinoamericanos-instrumentos-del-gran-capital
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