Marcelo
Colussi
Hoy, toda la prensa comercial del mundo está hablando
de la “barbarie” de Paris y los más de 100 muertos. Los mandatarios de todos
los países levantan sus voces indignados por la cachetada que recibió la
“civilización”. El mundo está de luto… Pero si la historia la escriben los que
ganan, eso significa que hay OTRA historia: la que no cuenta el discurso
oficial. Tal como dijo en un Comunicado
el Nuevo Partido Anticapitalista de Francia horas después de los ataques: “Para acabar con el terrorismo, hay que acabar con las
guerras imperialistas que tienen como objetivo perpetrar el pillaje de las
riquezas de los pueblos dominados por las multinacionales, imponer la retirada
de las tropas francesas de todos los países dónde están presenten, en
particular en Siria, en Iraq, en África.”
El papa Francisco, quien se declaró en oración
permanente, dijo que estos actos “no
tienen justificación ni religiosa ni humana”. Pero no es exactamente así:
¡sí tienen una lógica, una razón de ser! “La
violencia es la partera de la historia”, dijo un pensador decimonónico,
supuestamente “pasado de moda” hoy. Verdad incontrastable: la dinámica humana
no es precisamente puro amor incondicional, ¡es una guerra criminal de
intereses! Eso es lo que vemos, lo que sufrimos a diario. Los muertos de París
lo ratifican.
No hay “choque de civilizaciones” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194374) como interesadamente dice el discurso oficial: hay
robo descarado de recursos de los países pobres, justificados en discursos
racistas, para el caso: islamofóbicos. No hay fundamentalismo islámico
terrorista (http://www.argenpress.info/2014/09/fundamentalismo-islamico-una-creacion.html):
hay un sistema criminal basado en el lucro empresarial que puede necesitar Pearl Harbor a diestra y siniestra para
justificar sus acciones.
Si
es cierto que “todos somos Charlie”, como el hebdomadario, tal como se dijo en
enero pasado ante los primeros atentados en París, también todos somos los
miles y miles de niños muertos por las bombas asesinas de la OTAN y las
potencias occidentales, con Washington a la cabeza, en los más de 20 frentes de
guerra abiertos en el mundo ¿para defender la democracia? Y también todos somos
los diez mil niños muertos diariamente por hambre, y todos somos los miles de
damnificados por las inmorales deudas externas de los países que pagan a los
acreedores del Consenso de Washington, y todos somos los que viven en favelas,
y todos somos los que mueren de diarrea por no tener acceso a agua potable. Ninguna
de esas víctimas se merece morir, como seguramente tampoco lo merecían los inocentes
ciudadanos parisinos del viernes pasado (como siempre: el pato lo pagan los de
abajo, los ciudadanos de a pie). ¿Acaso alguien se merece esa muerte violenta?
¿Tal vez esos “malos de la película” retenidos en Abu Ghraib, o en Guantánamo?
¿Tal vez sí lo merecían los 108.000 desaparecidos de las guerras sucias en
América Latina?
Quizá
es muy prematuro para afirmarlo, pero estas muertes de París huelen a
justificación de la temible “guerra en defensa de la civilización” que parece ya
haber comenzado (la Tercera Guerra Mundial, según algunos. El presidente de
Estados Unidos y ¡Premio Nobel de la Paz! dijo algo al respecto). ¿Jugará algún
papel el petróleo que está en el subsuelo de muchos de estos países “bárbaros”?
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