Marcelo Colussi
I
"Miente,
miente, miente, que siempre algo queda", decía el Ministro de Comunicación
del régimen nazi Joseph Goebbels. La lección la aprendieron a la perfección los
estrategas estadounidenses. Hoy por hoy asistimos a una monumental maquinaria
mediática que ha entronizado el siempre impreciso y mal definido "fundamentalismo
islámico" como una nueva plaga bíblica. Pero rápidamente, antes de entrar
en el análisis de ese fenómeno, tomemos la indicación que hace Noam Chomsky al
analizar las estrategias de manipulación propagandística en boga. Entre alguna
de ellas comenta la siguiente: "Crear
problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado "problema-reacción-solución". Se
crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el
público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer
aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia
urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el
demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad".
Con esto queremos significar que mucho, una gran parte de lo que
actualmente pensamos en términos de cosmovisión político-ideológica, nuestra
visión de la sociedad global, tiene que ver con las mentiras pergeñadas por grandes
poderes. La manipulación mediática tiene un papel decisivo en esto. Se ven como
"problemas" cosas que, en realidad, han sido fabricadas como tales.
Entrando ahora a considerar el tema
del supuesto "fundamentalismo islámico", ante todo es necesario hacer dos precisiones preliminares: por un
lado debe aclararse que el presente escrito está hecho por un occidental y
dirigido, fundamentalmente, a occidentales. Es importante decirlo porque el
fenómeno a estudiar está lejos de nuestra cotidianeidad, de nuestro ámbito de
intereses inmediato, y por tanto –es obligado reconocerlo– guardamos con él una
cierta distancia, lo cual puede ser "científicamente sano", pero
también nos coloca en la situación de estar ante algo bastante desconocido:
hablaremos desde nuestra cosmovisión sobre otra cosmovisión que no nos es
familiar. Por otro lado, lo que aquí presentamos pretende ser, básicamente, una
lectura política de un fenómeno que comporta diversas e intrincadas facetas:
políticas y también sociales, psicológicas, históricas, lo que nos alerta,
desde el primer momento, de lo puntual del análisis propuesto: estamos hablando
de una cara de un problema infinitamente complicado. Es decir: hablamos en
términos políticos y como occidentales de un proceso no occidental y más
complejo que lo sólo político. Queda claro entonces: intentaremos hacer una
lectura del fenómeno en tanto producto semiótico salido de usinas ideológicas
(occidentales, de más está decir).
Hechas estas consideraciones
–necesarias tanto en nombre de la corrección académica como de la equidad en
términos éticos– debemos dejar claro que el objeto de estudio en cuestión es,
hoy por hoy, uno de los temas más popularizados, por tanto más banalizados, y
por ello mismo más sujeto a equívocos. En realidad no hay un gran esfuerzo académico
por circunscribirlo sino, curiosamente, su tratamiento es más bien mediático:
es un tema-idea-problema impuesto por los medios de comunicación de masas, sin
dudas con una agenda política por detrás. Aunque no se sepa bien qué significa,
el término "fundamentalismo" ha pasado a ser de uso común. Y más aún
el de "fundamentalismo islámico". Para adelantarlo de una vez: según
el imaginario colectivo que los medios han ido generando en Occidente, el mismo
es sinónimo de atraso, barbarie, primitivismo, y se une indisolublemente a la
noción de terrorismo sanguinario.
Como primera aproximación podríamos
decir que, de un modo quizá difuso, está ligado a fanatismo, ortodoxia,
sectarismo. De alguna manera está en la antípoda de un espíritu tolerante y
abierto. En general suele asociárselo –lo cual es correcto– con el ámbito
religioso. En sentido estricto, el término "fundamentalismo" tiene su
origen en una serie de panfletos publicados entre 1910 y 1915 en Estados
Unidos; con el título "Los Fundamentos:
un testimonio de la Verdad", los documentos escritos por pastores
protestantes se repartían gratuitamente entre las iglesias y los seminarios en
contra de la pérdida de influencia de los principios evangélicos en ese país
durante las primeras décadas del siglo XX. Era la declaración cristiana de la
verdad literal de la Biblia, y las personas encargadas de su divulgación se
consideraban guardianes de la verdad. De tal modo, entonces, fundamentalismo
implicaría: "retorno a las fuentes, a los fundamentos".
Existen distintas definiciones y
sinónimos para el fundamentalismo religioso. Para tomar alguna, por ejemplo,
podríamos citar la que propone Ernest Gellner: "la idea fundamental es que una fe determinada debe sostenerse
firmemente en su forma completa y literal, sin concesiones, matizaciones,
reinterpretaciones ni reducciones. Presupone que el núcleo de la religión es la
doctrina y no el ritual, y también que esta doctrina puede establecerse con
precisión y de modo terminante, lo cual, por lo demás, presupone la escritura".
II
Todas las religiones, en mayor o menor
medida, pueden comportar rasgos fundamentalistas. En Occidente, por ejemplo, el
cristianismo ha conocido momentos de fanatismo e intolerancia increíbles; la
Santa Inquisición abrasó en la hoguera a quinientas mil personas en nombre de
la lucha contra el demonio, y si bien eso no sucede en la actualidad, la
ortodoxia llevada a extremos delirantes persiste. Sólo para muestra: durante la
guerra en Bosnia el Papa Juan Pablo II mandó una carta abierta a las mujeres
que habían quedado embarazadas después de ser violadas, en la que les pedía que
no se practicaran un aborto y que cambiaran la violación en un acto de amor
haciendo a ese niño carne de su carne. Una primera hipótesis que esto nos
plantea es que el "salvajismo" fundamentalista, en todo caso, no es
patrimonio islámico como la verdad mediática nos lo presenta cotidianamente. Llamar
al no uso del preservativo porque supuestamente eso es un "atentado a la
vida", tal como preconiza el Vaticano, en medio de una extendida pandemia
de VIH como la que actualmente tenemos, ¿no es un fundamentalismo irresponsable
y criminal acaso?
Pero más aún: el fundamentalismo no es
sólo religioso. Cualquier idea, principio o valor que se defiende a ultranza,
sin consideraciones ni mediaciones, puede terminar siendo una posición
absolutamente fundamentalista, fanática. Bombardear población civil no
combatiente para demostrar "quién manda", tal como hizo el gobierno
de Estados Unidos en innumerables ocasiones (dos bombas atómicas en Japón,
miles de toneladas de napalm y agente naranja en Vietnam, más un largo,
interminable etcétera a lo largo del planeta durante el siglo XX y lo que va
del XXI) sólo para defender la "libertad" (léase: libre mercado), ¿no
es una forma extrema de sangriento fundamentalismo?
Ahora bien: el
Islam (palabra árabe que significa "entrega a Dios, sumisión a su voluntad")
no es sólo una religión; es, más precisamente,
un proyecto sociopolítico de base religiosa. El Islam se
define a sí mismo como una ideología que engloba religión, sociedad y política y que se basa en un texto
sagrado: el Corán. Por tanto, el Corán no es un libro exclusivamente religioso.
El profeta Mahoma, entre los años 622 y 632, organizó la sociedad musulmana con
numerosas reglas sociales. La tarea de un gobierno musulmán es organizar toda la
vida social según esas normas y expandir el Islam lo máximo posible. Todo debe ser islamizado: desde lo que
se habla por los altavoces de las mezquitas hasta los periódicos, la televisión,
la escuela, las relaciones interpersonales.
Para
el presente análisis es imprescindible partir de la base que la actual y
difundida hasta el hartazgo caracterización de la cultura musulmana como
intrínsecamente "atrasada", "bárbara" –visión sesgada y
ahistórica por cierto– borra tiempos de grandeza inconmensurable, hoy ya idos.
El Islam desplegó por siglos un poderoso potencial creativo, filosófico y
científico-artístico, superior en su época al del Occidente cristiano; ahí están
su colosal arquitectura, el álgebra, los avances médicos, su arte, como
testigos de un gran momento de esplendor. Sin embargo la moderna revolución
científico-técnica de la era industrial no surgió en suelo islámico sino que ha irrumpido en éste
desde fuera, la mayoría de las veces bajo el signo del colonialismo. Hoy por
hoy –es la cruda realidad– el mundo árabe no marca la delantera cultural del
planeta; su lugar en el concierto mundial se ve relegado, al menos para la
lógica que imponen los centros internacionales de poder, a ser productores de
materia prima, petróleo fundamentalmente. Riquezas naturales que sólo
contribuyen a mantener dinámicas sociales pre-industriales, con corruptas
monarquías feudales enquistadas en estados muchas veces dictatoriales, que usufructúan
la explotación de esos recursos y a cuya sombra vegetan mayorías empobrecidas,
desesperadas en muchos casos.
En
este contexto surge el fundamentalismo islámico, en tanto movimiento político-religioso que preconiza la vuelta a la
estricta observancia de las leyes coránicas en el ámbito de la sociedad civil.
Deriva su nombre de la aspiración de volver sobre las fuentes, es decir,
el Corán, la Sunna (la tradición del Profeta, los dichos y hechos de Mahoma) y
la Ley Revelada. Dentro de sus planes están el rescate de los valores propios e
intrínsecos al Islam, la restauración del Estado Islámico y la oposición a todo
lo que haya entrado en la sociedad musulmana como innovación. En el seno de
este amplio movimiento se encuentran tendencias diversas, antagónicas incluso:
sunnitas, chiitas, wahabitas, el Yihad islámico, los
Hermanos musulmanes de tendencia sunni, surgidos a finales de los años veinte e
implantados fundamentalmente en Egipto pero también en otros países del
occidente musulmán (Sudán, Yemen, Siria,), el movimiento Hamas, la red Al
Qaeda, la secta nigeriana Maitatzine, etc.
III
Si
bien está extendido en modo difuso por buena parte de África y Asia contando
entre sus seguidores a millones de personas, es muy difícil encontrar un hilo
conductor único que reúna a todo este movimiento. No obstante, a pesar de la
amplísima pluralidad, existen varios aspectos inmutables del derecho islámico
que podemos ver transversalmente en todo el amplio arco del fundamentalismo: el
rechazo a admitir el matrimonio de la mujer musulmana con el no musulmán, el
rechazo a la posibilidad de que un musulmán pueda cambiar de religión
reconociendo su derecho a la libertad de conciencia, el rechazo a admitir la
legalidad de los sindicatos para los trabajadores, la pena capital
por apostasía, la aceptación de los castigos corporales, y tres desigualdades
inmodificables: la superioridad del amo sobre el esclavo, del musulmán sobre el
no-musulmán y del varón sobre la mujer, la que es sometida al proceso de
ablación clitoridiana a partir del supuesto que no debe gozar sexualmente (el
placer debe ser sólo varonil).
El fundamentalismo apegado al
Islam primigenio no establece distinción entre política y religión. Por ello en
algunos casos, como en Irán, los líderes islamistas suponen que la dirección
política de la sociedad debe recaer en los ulemas
o líderes religiosos. Para el fundamentalismo la restauración del Islam
originario es la única alternativa viable, la respuesta religiosa frente a los
fracasos, las crisis y el secularismo en el que Occidente es el principal
causante de los males.
En esta línea, para los
fundamentalistas muchos problemas del mundo árabe actual son achacables al
abandono de la fe islámica. Por
tanto, lo esencial es volver a las fuentes de la fe, depurar todas las escorias
y deformaciones provenientes y resultantes de siglos de decadencia (entienden
que la pobreza, el atraso económico, la dominación extranjera, se deberían al
abandono del Islam), y recuperar así una edad de oro vista hoy como paraíso
perdido.
Este fundamentalismo se ha difundido
principalmente entre los estratos más pobres y explotados de las sociedades
donde se arraiga, tales como asalariados, campesinos expropiados y empujados a
emigrar a la ciudad, trabajadores y pequeña burguesía que gira alrededor de la
economía de los bazares, y una parte del clero islámico; pero muy
especialmente: en la juventud. Dato importante: el 60
% de la población musulmana de menores de 20 años está desocupada y con un
porvenir incierto.
Difundido
entre los estratos más pobres de la sociedad, entonces, el fundamentalismo es
un movimiento interclasista que, incluso mediante acciones violentas y de
terrorismo, se opone a la "modernidad laica" en vez de oponerse a la
explotación capitalista y al injusto sistema de comercio internacional (hoy en
su versión neoliberal globalizada), verdaderas causas de los actuales
sufrimientos de las masas oprimidas. Como en el Corán está escrito que quienes
mueran en la defensa de su fe tendrán bienaventuranza eterna, los feligreses-ciudadanos
se ven inducidos a los mayores sacrificios para alcanzar las ambiciones
terrenales de sus líderes, hábilmente parapetadas detrás de los textos sagrados
y de los ideales religiosos. Esto explica el terrorismo autoinmolatorio de los fundamentalistas,
tan difícil de entender desde la cosmovisión occidental. Cuando un joven
islámico se lanza cargado de explosivos contra un objetivo tiene la convicción
de que lo hace porque esa es la "voluntad de Dios" y que después de
su muerte irá directamente al paraíso para estar junto a Alá.
En
el contexto de miseria económica, desempleo y pobreza, las masas de los países
musulmanes se encuentran en un callejón sin salida. La arrogancia y desprecio
de los monarcas y dictadores en el mundo islámico y árabe añade más combustible
al odio y la cólera de las masas. Visto entonces el fenómeno en esta dimensión
sociopolítica, la razón principal para entenderlo está dada por el enorme vacío
creado por la falta de propuestas alternativas que se da en estas sociedades, y
por la manipulación de las poblaciones apelando a un fanatismo fácil de
exacerbar. Es ahí donde deben empezar a vislumbrarse las respuestas a las
preguntas: ¿a quién beneficia este fundamentalismo? ¿Es realmente un camino de
liberación para las grandes masas? La religión, entonces, ¿es el opio de los
pueblos?
IV
Como dijera el politólogo pakistaní
Lal Khan: "este virulento fundamentalismo es la culminación
reaccionaria de las tendencias que en la época moderna, caracterizada por la
política y la economía mundiales, intentan recuperar el islamismo. En los años
cincuenta, sesenta y setenta en el mundo musulmán existían corrientes de
izquierda bastante importantes. En Siria, Yemen, Somalia, Etiopía y otos países
islámicos, se produjeron golpes de estado de izquierdas, y el derrocamiento de
los regímenes capitalistas-feudales corruptos llevó a la creación del
bonapartismo proletario o estados obreros deformados. En los demás países
también hubo movimientos de masas importantes encabezados por dirigentes populistas
de izquierda. En el clima de la Guerra Fría algunos de estos dirigentes, como Gamal
Abdel Nasser, incluso desafiaron al imperialismo occidental y llevaron a cabo nacionalizaciones
y reformas radicales. A partir de ese momento, una de las piedras angulares de
la política exterior estadounidense fue organizar, armar y fomentar el
fundamentalismo islámico moderno como un arma reaccionaria contra la
insurrección de las masas y las revoluciones sociales." (...) "Después
de la derrota de Suez los imperialistas dieron prioridad a esta política.
Gastaron ingentes sumas de dinero en operaciones especiales dirigidas por la
CIA y el Pentágono. Suministraron ayuda, estrategia y entrenamiento a estos
fanáticos religiosos. La mayor operación encubierta de la CIA en la que ha
estado implicado el fundamentalismo islámico ha sido en Afganistán."
La
principal fuente de finanzas del fundamentalismo islámico procede del tráfico
de drogas ilegales. Este proceso fue iniciado por el imperialismo
estadounidense, pero ahora esta economía negra está interrumpiendo el
funcionamiento del propio capitalismo. Se ha convertido en parte de la política
de la CIA el uso de las drogas y otras formas de crimen para financiar la
mayoría de las operaciones contrarrevolucionarias en las que participa. Esta
política de drogas en Afganistán ha tenido un impacto desastroso en la juventud
de todo el mundo. Hoy el 70 % de la heroína mundial procede de la mafia
afgano-pakistaní. Los modernos laboratorios en la frontera de Afganistán y
Pakistán (donde se transforma el opio en heroína) fueron instalados con la
ayuda de la CIA. De hecho, denuncias al respecto sobre
En
sociedades donde los Estados son incapaces de proporcionar los servicios básicos
a su población (salud, educación y empleo), el fundamentalismo islámico ha
utilizado estas privaciones para construir sus propias fuerzas. Con grandes
cantidades de dinero la propuesta fundamentalista ha creado escuelas religiosas
(madrassas o escuelas coránicas) para entrenar y desarrollar fanáticos
desde muy temprana edad, que después se convertirán en materia prima de la
locura religiosa.
Según el economista egipcio Samir Amin
este resurgimiento del fundamentalismo no es casual. "Imperialismo y
fundamentalismo cultural marchan juntos. El fundamentalismo de mercado requiere
del fundamentalismo religioso. El fundamentalismo de mercado dice: 'subviertan
el Estado y dejen que el mercado en la escala internacional maneje el sistema'.
Esto se hace cuando los estados han sido desmantelados completamente. Sin
estados nacionales, las clases populares son minadas por la carencia de su
identidad de clase. El sistema puede gobernarse si el Sur está dividido, con
naciones y nacionalidades peleando entre sí. El fundamentalismo étnico y el
religioso son instrumentos perfectos para propiciar y dirigir el sistema
político. Estados Unidos, como muestra el caso de Arabia Saudita y Pakistán,
siempre ha apoyado el fundamentalismo islámico".
Definitivamente en el clima de
desesperación de grandes masas de musulmanes –y más aún de su juventud– la
salida violenta puede aparecer siempre como una tentación. En ese complejo
caldo de cultivo, entonces, hunden sus raíces los movimientos integristas, y la
muerte no tarde en campear: estamos así en el campo de la acción armada, en la
estrategia terrorista. Pero ante ello se repite la pregunta: ¿a quién beneficia este
fundamentalismo con visos violentos? ¿Es realmente ése un camino de liberación
para las empobrecidas y postergadas masas musulmanas?
V
Retomando
lo dicho al principio del presente artículo, la idea generada por las usinas
mediáticas del poder en Occidente –con Washington a la cabeza– une fundamentalismo
islámico con terrorismo, insistiendo tanto en esta prédica que, hoy por hoy, el
mensaje ha terminado por instalarse. El nuevo peligro que acecha al mundo,
según esta ingeniería comunicacional, ya no es el comunismo ni el narcotráfico:
es el terrorismo internacional, más aún aquél de cuño islámico. Ahí
aparecerá entonces la diabólica figura del nuevo ícono con ribetes hollywoodenses:
Osama Bin Laden, quien en realidad fue siempre un agente de la geoestrategia de
Estados Unidos, vivo o aún muerto.
En términos que no dejaron duda, quien
fuera asesor de Seguridad Nacional durante la presidencia de James Carter y coautor
de los ultra derechistas documentos de Santa Fe, el polaco nacionalizado estadounidense
Zbigniew Brzezinski, describió la política de su país en una entrevista con el
periódico francés Le Nouvel Observateur, en 1998, admitiendo que
Washington deliberadamente había fomentado el fundamentalismo islámico para tenderle
una trampa a la Unión Soviética buscando que ésta entrara en guerra. "Ahora
tenemos la oportunidad de darle a la URSS su propia guerra de Vietnam",
aseguró. "Llenarle su patio trasero de mierda", en realidad dijo explícitamente. Cuando
se le preguntó si lamentaba haber ayudado a crear un movimiento que cometía
actos de terrorismo por todo el mundo, desestimó la pregunta y declaró: "¿Qué
es lo más importante para la historia mundial, los talibanes o el colapso del
imperio soviético? ¿Varios musulmanes fanáticos o la liberación de Europa
Central y el fin de la Guerra Fría?".
En realidad no estamos ante un
"choque de civilizaciones" Islam-Occidente como cínicamente ha
presentado en su análisis de la situación mundial el catedrático Samuel
Huntington, con lo que, en definitiva, se pavimenta el camino para la
supremacía militarista de Washington, autoerigido como campeón en la defensa de
la paz mundial. Si hoy día el "terrorismo islámico" es el nuevo
demonio (con Bin Laden, Al Qaeda o ahora el Estado Islámico como sus estrellas
principales –el reparto de estrellas va variando, por supuesto–), eso no es
sino un maquiavélico montaje mediático. La relación entre el imperialismo
estadounidense y el terrorismo del fundamentalismo islámico es simbiótica. La
llamada "guerra antiterrorista" no es más que una cubierta para la
violencia militar para lograr los objetivos estratégicos mundiales de los
Estados Unidos; y sólo creará más reclutas para los movimientos
fundamentalistas islámicos. Y nuevos actos de terror contra objetivos
estadounidenses y occidentales serán la excusa para mayor agresión por parte de
los Estados Unidos en todo el mundo. Empezó con los avionazos sobre las Torres
Gemelas en New York y el ataque al Pentágono en Washington, en 1991. Luego
Madrid con los bombazos en la estación de Atocha, después cualquier ciudad europea...
luego cualquier ciudad del mundo. El clima de terror que se va creando es
exactamente un montaje cinematográfico al mejor estilo de Hitchcock. La
paranoia ha invadido Occidente, y una población aterrada es lo más fácilmente
manejable. Hoy día, instalado ya el terror, cualquier cosa que suene a musulmán
o árabe –que no son lo mismo, por cierto– ya puede ser excusa para invadir.
VI
En
la agenda de la inteligencia militar estadounidense Bin Laden o cualquiera de
estos productos mediáticos obedecen a dos tipos de construcciones. Una
verdadera, asociada con las redes secretas del terrorismo, y otra fabricada
para consumo mediático. En la primera, se indica que su formación de soldado
terrorista proviene de los sótanos de entrenamiento de la CIA. Y en la segunda,
las evidencias lo señalan como un espectro fantasmal sobre el cual se montan
innumerables campañas de prensa internacional. Los resultados son siempre
funcionales a los intereses estratégicos de Washington. De la misma manera que
lo utilizó para sus operaciones encubiertas en Asia y en Los Balcanes, ahora la
CIA se vale de su imagen para fabricar psicosis terroristas que le sirven a los
Estados Unidos para justificar sus nuevas invasiones militares en el rediseño
planetario que está poniendo en marcha con los halcones de la Casa Blanca. La
simple emisión de un documental donde aparece su figura dos días antes de las últimas
elecciones donde participó George Bush hijo en Estados Unidos, sin dudas
terminó de inclinar la balanza en los aterrados ciudadanos estadounidenses a
favor de una propuesta de "mano dura antiterrorista"; y el plan de
los republicanos y el complejo militar-industrial-petrolero pudo seguir
adelante sin contratiempos.
Una vez más entonces: ¿a quién beneficia este
"fundamentalismo terrorista sanguinario"? ¿Es realmente un camino de
liberación para las grandes masas? ¿Apuntan a producir algún cambio real en la
estructura del poder los bombazos y avionazos habidos y por venir? (porque todo
hace prever que vendrán más. Ahora se decapitan periodistas ante una cámara de
video. ¿Qué seguirá mañana?).
Una
de las actuales super-estrellas de la función (del nuevo demonio llamado
terrorismo islámico) es la red Al Qaeda, y su ahora desaparecido líder, el
–según se dice– ex agente del servicio secreto de los Estados Unidos Osama Bin
Laden. Investigaciones realizadas por el FBI y el organismo antilavado
Financial Crimes Enforcement Network, determinaron las conexiones del clan Bush
con Salem Bin Laden (el padre de Bin Laden) y el Bank of Credit & Commerce
(BBCI). La investigación reveló que los sauditas estaban utilizando al BCCI
para realizar lavado de dinero, tráfico de armas y canalización de los fondos
para las operaciones encubiertas de la CIA en Asia y Centroamérica, además de
manejar los sobornos a gobiernos y de administrar los fondos de varios grupos
terroristas islámicos. El ahora desaparecido jefe de Al Qaeda (de quien,
curiosamente, no se sabe dónde fue a parar su cadáver) es un ejemplo arquetípico
de ese proceso de laboratorio de las nuevas puestas en escena mediáticas. Hijo
de millonarios, educado en el selecto colegio Le Rosey, en Suiza, su juventud fue
la de un play-boy del jet set, en medio de lujos y escándalos en las capitales
occidentales y en Arabia Saudita, pasando a ser posteriormente el referente de Washington
en la nueva estrategia de manipulación de los fundamentalismos, jugando luego
un papel clave en la avanzada anticomunista en Afganistán. Evidentemente el
engendro dio resultado: la Unión Soviética encontró su Vietnam. Y hoy día el
papel que sigue jugando es absolutamente funcional a la nueva estrategia del
completo militar-industrial y las petroleras estadounidenses: un monstruo feroz
y ávido de sangre amenaza Occidente (¿puede haber sido posible que con miles de
soldados buscándolo por todos lados no apareciera?), amenazaba a la
civilización humana, a la especie toda. Ahí está Bin Laden, Al Qaeda o
cualquier grupo islámico fundamentalista poniendo bombas por todos lados, ahí
están esos fanáticos fundamentalistas musulmanes constituyéndose en enemigos de
la humanidad, y ahí están las fuerzas armadas del gran país teniendo la
justificación universal para su proyecto de defensa planetaria. El miedo está
instalado; ahora hay que perpetuarlo.
Enrique
Muñoz Gamarra lo pinta de cuerpo entero: "Uno de los objetivos de la nueva
ofensiva fascista estadounidense iniciada a finales de 2010 llamada como
“Primavera Árabe” habría sido la imposición de un líder que ya en el caso de la
ofensiva iraquí se ha hecho muy claro, es decir, el sobre-dimensionamiento del
agente de la CIA, Abu Bakr al-Baghdadi, como jefe del grupo terrorista llamada
Emirato Islámico en Irak y Siria (EIIS) ahora denominado Estado Islámico. Y
junto a esta organización criminal están también las siguientes organizaciones
paramilitares fascistas: el llamado Muyahidín Jalq (MKO) (Organización
paramilitar de Irán que luego estuvo asentado en Iraq), al-Nusra, Brigadas de
Abdulá Azzam (Líbano), Muyahidines del Pueblo (organización paramilitar iraní
de oposición), etc. En la actualidad la ofensiva militarista fascista
estadounidense en Siria y Ucrania es muy fuerte. Ciertamente los grupos paramilitares
son muy protagónicos. En concreto se puede decir, hasta cierto punto, que son
determinantes en esta ofensiva. En concreto, como hemos dicho en un artículo
anterior (Irak y la patraña estadounidense contra Siria) el operativo en Irak
es para intervenir en Siria. Esto se hizo muy claro al oír las declaraciones
del general estadounidense, Martin Dempsey, jefe del Estado mayor Conjunto, que
afirmó, que es imposible derrotar al Estado Islámico (EI) sin atacar su bastión
en Siria. Entonces estas maquiavélicas acciones, además, los montajes de
decapitaciones de seudo-periodistas estadounidenses, James Wright Foley".
Continuando con esta
bien montada campaña de atemorización universal, puede leerse que "Debemos ser honestos con nosotros
mismos y con el pueblo norteamericano acerca del mundo en que vivimos",
según dijo George Tenet, ex director de la CIA. "Un éxito completo contra esa amenaza es imposible. Algunos
atacantes alcanzarán sus fines, a pesar de nuestros decididos esfuerzos y las
defensas que establezcamos". Vivimos en alerta, asustados. El único
camino, entonces, es terminar con esta fiera feroz que acecha de continuo.
¡Gracias Estados Unidos por defendernos!
Valga
agregar que con la estructura económico-social que presenta nuestra aldea global
–no muy justa, por cierto– actualmente se dan a nivel planetario 6.000 muertes
diarias por diarrea, 11.000 muertes diarias por hambre, 3.800 personas mueren a
diario por la infección de VIH/SIDA, mientras que cada día 150 fallecen por
consumo de drogas y otros 720 seres humanos mueren por accidentes
automovilísticos, en tanto que el siempre mal definido "terrorismo"
produce, en promedio, 11 muertos diarios. Aún a riesgo de ser reiterativos: ¿quién
se beneficia de este despertar fundamentalista musulmán? ¿Algún musulmán quizá?
¿Algún ciudadano de a pie de alguna parte del mundo?
Todo indicaría, así las cosas, que
esta "religiosidad" en juego en el mundo musulmán, lo que menos tiene
es, justamente, religión. Y para terminar, un dato curioso, nada desdeñable: "casualmente"
este despertar fundamentalista que hay que reprimir antes que ataque con la
estrategia de "guerras preventivas" que inauguró el Pentágono durante
la administración de Bush hijo, se da en países donde –¡vaya coincidencia!– hay
petróleo y gas.
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